por Martin van Creveld
La fórmula es familiar. Por un lado, varias de las mayores fuerzas armadas del mundo. Criados, mantenidos y pagados por el Estado, lo que significa que pueden operar abiertamente sin necesidad de ocultar lo que están haciendo. Dirigido por hombres, hoy en día, por algunas mujeres también, con docenas de años de experiencia durante los cuales asistieron a todo tipo de academias militares y civiles, cursos, universitarios, colegio de guerra, colegio de superdefensa, uno podría pensar. Armado hasta los dientes con las armas más modernas disponibles, que incluyen, en muchos casos, buques de guerra, submarinos, bombarderos, caza-bombarderos, misiles balísticos, misiles antibalísticos, misiles de crucero y drones de todos los tamaños y tipos. E incluyendo, en muchos casos, los arsenales nucleares que, de haber sido utilizados, hubieran sido capaces de eliminar a países enteros casi en un abrir y cerrar de ojos.
Por el otro lado, grupos compuestos por rebeldes, terroristas, guerrilleros, insurgentes o como se les llame. Sin excepción, partieron de la nada. Solo unos pocos hombres y mujeres que se reúnen en alguna habitación y juran no dejar de luchar hasta lograr su objetivo. Operando bajo tierra contra el Estado, ya sea propio o extranjero, con grandes dificultades para obtener bases, armas y equipo, entrenamiento, refugio, atención médica, todo lo que necesita una fuerza armada. Inicialmente, son muy pobres, hasta el punto de que, comenzando por las operaciones en Rhodesia a mediados de la década de 1960, algunos de los grupos involucrados no podían ni pagar sus cuentas telefónicas. Uno incluso se contactó con la embajada israelí en Londres, ¡pidiendo ayuda! No es de extrañar que algunos de ellos, incluidos los judíos que lucharon contra los británicos en Palestina antes de 1948, recurrieron a robar bancos.
Sin embargo, de alguna manera los terroristas muy a menudo logran ganar. De hecho, considerando el período posterior a 1945, en su conjunto, sería difícil encontrar un solo caso cuando una fuerza armada moderna, especialmente, pero no exclusivamente occidental, no terminara perdiendo la lucha. Ha habido excusas en abundancia, pero esto no cambia la situación sobre el terreno. O el hecho de que algunos de los imperios más grandes y poderosos del mundo hayan sido humillados, derrotados, golpeados.
El último episodio de este tipo, tan típico del mundo contemporáneo, se desarrolló la semana pasada en la Franja de Gaza. Por un lado, estás las Fuerzas de Defensa israelí. Una de las más poderosas del mundo, totalmente a disposición de un gobierno elegido democráticamente, capaz de hacer uso de la conscripción obligatoria, muy bien organizada y armada hasta los dientes con una variedad de armas modernas, muchas de ellas tan avanzadas que se han convertido en éxitos de exportación. Además, es una fuerza que, a diferencia de muchas otras, solo hay que pensar en los estadounidenses en Vietnam, Afganistán e Irak, no está obligada a operar lejos de su casa al final de una larga línea logística increíblemente costosa. Una fuerza que gracias a la amplia gama de personas que reúnen inteligencia e instrumentos a su disposición, conoce el terreno casi tan bien como su enemigo ya que opera en el territorio de su país.
El enemigo, Hamas, fue establecido en 1987 por solo dos hombres, Sheikh Ahmed Yassin y Abdel Aziz al Rantissi. Ambos han muerto hace mucho, enviados a los encantos del paraíso por el tipo de golpes de precisión que son la especialidad de las FDI y la FIA en particular. Es una organización multifacética; incluyendo un núcleo religioso, un brazo político, un brazo militar y varios subgrupos que se dedican a la caridad. También tiene un ala financiera que es responsable de obtener fondos de los palestinos, así como de varios gobiernos árabes y proárabes de todo el mundo.
Desde el principio, Hamas ha enfatizado su oposición a cualquier tipo de acuerdo con Israel que involucre el reconocimiento de este último. Su objetivo, proclamado abiertamente, es borrar al Estado judío del mapa y establecer uno palestino en su lugar. En esto difiere de la Autoridad Palestina, que parece estar dispuesta a tomar un camino hacia el compromiso, que culminó en los Acuerdos de Oslo de 1994. En la medida en que tanto Israel como la Autoridad temen a Hamas y operan en contra de ella, el acuerdo entre ellos ha durado hasta hoy, más o menos.
Mientras tanto, a partir del 2001, los activistas de Hamas lanzaron cohetes desde Gaza hacia Israel. En 2007, tras la retirada israelí de la Franja, echaron a los representantes de la Autoridad Palestina y establecieron su propio gobierno allí. Desde entonces, Hamas ha aumentado considerablemente sus ataques contra los asentamientos israelíes vecinos, participando en interminables rondas de combates, la mayoría de ellos pequeños, otros bastante grandes. Comenzando con disparos a través de la frontera con Israel, pasando por los “túneles de ataque” excavados en el territorio israelí, cambiando a globos, barriletes y drones “terroristas” con fuego incendiario y culminando, por el momento, con miles de cohetes capaces de alcanzar La mayoría de los objetivos israelíes al sur de Haifa.
Si alguna vez se escribe la historia de Hamas, sin duda traerá a la luz una lucha épica. Uno durante la cual la organización enfrentó obstáculos formidables, atravesó períodos de intensas ofensivas israelíes, sufrió numerosos contratiempos e innumerables víctimas, pero no permitió que nada la desviara de su camino elegido y siempre reunió fuerzas. El tipo de épica, en otras palabras, que exige respeto, tal vez incluso admiración.
¿E israel? Al igual que muchos otros que han probado sus ideas en este juego, ha utilizado prácticamente todos los trucos del libro. Al hacerlo, como tantos otros, ha sido acusada de torpeza, mano dura y de uso excesivo de la fuerza. Todo, se debe tener en cuenta, pero es en vano. Como tantos otros que intentaron jugar en este juego, Israel no ha podido vencer a su enemigo y quebrantar su voluntad. Pero a diferencia de muchos otros que probaron el juego, no tiene dónde retirarse.
¿La perspectiva? Dado que ambos bandos han reclamado la victoria, cada uno en su propio campo, no deja de ser, más de lo mismo.
Fuente: http://www.martin-van-creveld.com/
Traducción: Carlos Pissolito
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