Acerca del patriotismo en Rusia
El tema del patriotismo y el mandato ínsito de la defensa tiene varias facetas desde la más remota historia de Rusia. Creo que algunos ejemplos pueden ayudar al seguimiento del tema. La catedral de San Basilio, uno de los emblemas religiosos del país, que está ubicada en la Plaza Roja casi al lado mismo de las murallas del Kremlin y fue construida por orden del Zar Ivan el Terrible lo fue en conmemoración a la expulsión de los ocupantes tártaros de Rusia y a la recuperación de ellos de la ciudad de Kazan. La que es considerada por la historia rusa como una gesta que salvó a Europa de verse expuesta a corto plazo a una invasión de tártaros y mongoles.
A tiempos presentes en frente del templo pueden verse también los monumentos a dos héroes nacionales del siglo XVI, Pozharski y Minin, dos personas de orígenes sociales muy distintos, que acaudillaron el levantamiento de una milicia nacional popular que expulsó del país a la ocupación de los polacos llegando a desalojarlos de la fortaleza del Kremlin, ya por entonces todo un símbolo del poder. Representando así la unión sin distinciones de todo el pueblo ruso frente a un enemigo común. Y posibilitando la instalación de la primera dinastía de los Zares, la que permanecería hasta la revolución de comienzos del siglo XX.
En las inmediaciones de ambos lugares se encuentra el monumento del zar Alejandro I el que condujera en 1812 la guerra contra la invasión napoleónica al grito de “Napoleón o yo” recordada como la Primera Gran Guerra Patria, lograda en base a grandes sacrificios que incluyeron la propia autodestrucción de Moscú por el fuego, antes de aceptar la derrota. Parte de las piedras recuperadas de aquel incendio se usaron después como elementos del túmulo recordatorio actual.
En la ciudad de San Petersburgo, así llamada en su homenaje, la tumba de Pedro el Grande su fundador siempre tiene flores colocadas por el pueblo llano. Y en uno de sus bajorrelieves conmemorativos se recuerda: “aquel quien como un verdadero padre de la Patria dio vida a Rusia y cuido de ella”. El que también fue el gobernante guerrero que derrotó a los suecos en la batalla de Poltava asegurando su supremacía regional y creando la proyección marítima rusa.
Ese ancestro de luchas y reivindicaciones está presente en la conciencia colectiva como una memoria irrenunciable. Aun cuando a algunos librescos profanos nos sorprenda al presente que en algunos casos no conozcan puntualmente detalles de esos mismos hechos atinentes a su propia historia. Pero lo importante y medular está sin duda imborrablemente grabado.
No hay dudas tampoco que esta remota saga se une en el siglo XX con la hecatombe vivida por el país durante la Segunda Guerra Mundial, por ellos llamada la Segunda Gran Guerra Patria.
En conversaciones sobre el tema la gran mayoría de los rusos que consultamos coincidieron en que vista con ojos de analistas geopolíticos extranjeros siempre Rusia ha sido objeto de estudios de proyección estratégica. Pero a renglón seguido casi siempre concluían por cuenta propia en que esos análisis casi nunca tuvieron en cuenta de que en Rusia ya estábamos y seguimos estando los rusos. Como una autoafirmación de seguir construyendo su destino en base a una visión de sí mismos intransferible y a la vez inseparable de su propio espacio.
Indudablemente ese sello está vigente y fundado sobre la pertenencia y el pasado común permeando a toda la nacionalidad. Lo fue durante los largos siglos del despotismo zarista, durante las ocho décadas de la etapa revolucionaria y sigue presente en la llamada por ellos etapa post soviética que lleva ya tres décadas. Ese y no otro son su amalgama y su principio de identidad.
En su muy conocido mensaje a la Duma del 4 de febrero de 2013 el Presidente Putin dijo algo al respecto: “en Rusia vivimos como rusos, todas las minorías de donde sean si quieren vivir, trabajar y comer en Rusia deben hablar en ruso y deben respetar las leyes de Rusia. . .” Su declaración fue ovacionada durante cinco minutos por toda la Duma en pleno. No hay al presente otra definición más exacta de aquel primer apotegma de identidad. Brevemente entonces, el sistema político puede pasar, pero por sobre todas las cosas y ante todo está Rusia.
Un viaje breve pero muy intenso nos permitió ver a nosotros hasta donde esto es perceptible al presente, siendo posible destacar algunas de esas evidencias. Comienzo a partir de una anécdota, citándola solamente como eso y para hacer una aproximación al tema.
Se nos dijo tanto al Profesor Pereyra Mele como al suscripto que nos preparáramos a caminar mucho en las grandes ciudades rusas con sus inmensos espacios públicos, sus monumentales palacios conservados con detalle, sus fascinantes museos, sus plazas empezando por la insoslayable y bella Plaza Roja. Y advertidos pusimos todo nuestro empeño al hacerlo. Pero una vez apremiados por la falta de tiempo tomamos un taxi junto con nuestra inseparable guía y traductora rusa. Y fue entonces que mi compañero de viaje atraído por una cinta de color naranja con tres franjas negras que adornaba el espejo del vehículo preguntó su significado a través de la guía al conductor. El mismo respondió literalmente esto, también a través de la traductora: “es la cinta de recordación de nuestros abuelos que murieron en la Gran Guerra Patria, ya que por su sacrificio nosotros estamos hoy acá. Para que no los olvidemos y se lo contemos a todos, empezando por los más jóvenes”.
Después supimos que esa cinta originalmente había sido impuesta por la Emperatriz Catalina II como condecoración al valor en combate llamándola Cinta de San Jorge y había sido mantenida en tal carácter como un símbolo de resistencia al mal. Durante los años de la guerra se la restableció como símbolo de la supervivencia del pueblo ruso ante la invasión de 1941.
Volvimos a verla muchas veces en todos los lugares que recorrimos llevadas por personas de todas las edades así como en escaparates de negocios o departamentos particulares, en estaciones del metro moscovita, desde escuelas hasta teatros o institutos superiores. Fuera con algún signo característico de la etapa soviética o con el escudo cuadrangular de la Federación Rusa llevando al centro en dorado el águila bicéfala o simplemente atada en moño o en lazo a guisa de escarapela.
Pero donde más nos impresionó fue durante la visita al museo de la Gran Guerra de Moscú. Allí vimos largas filas de visitantes nacionales y extranjeros y también sucesivas delegaciones escolares con sus uniformes de pioneros o exploradores todas con su cinta al lado izquierdo del pecho y conducidos por sus maestros. Supimos también que esas visitas que se estaban cumpliendo en periodo vacacional eran obligatorias para ellos y sus maestros. Y que también implicaban la entrega pública de las distinciones obtenidas a sus merecedores durante el periodo lectivo. Una banda militar estaba formada especialmente para ellos.
Pero volviendo al comienzo de la recorrida inicial por el museo y sus grandes dioramas organizados siguiendo las distintas etapas de la guerra, desde los primeros reveses militares hasta la victoria, hubo unas palabras de la guía oficial de la visita presentando previamente el testimonio de la descendiente de un héroe de la contienda que había sido su bisabuelo. La presentada era Olga Averina una compañera rusa integrante del Centro de Programas Internacionales organizador de actividades con motivo del curso, la que recordó la historia de su bisabuelo, el que siendo apenas un adolescente fue movilizado en los primeros días de la invasión en 1941 y enviado al frente de Moscú. Su permanencia en distintas acciones de guerra duró hasta la decisiva batalla de Kursk en 1943. En que a raíz de las sucesivas heridas recibidas fue desmovilizado y enviado nuevamente a su casa. Resultando más tarde galardonado con la condecoración de héroe de la Unión Soviética. Sobreviviendo hasta casi los ochenta años.
De los recuerdos narrados por su bisnieta uno me impresionó particularmente, fue cuando a raíz de la captura en combate de un soldado alemán de rango al ser interrogado por sus captores rusos acerca de la dureza aplicada a los prisioneros rusos capturados. La que casi siempre incluía su ejecución sumaria, este respondió que sus superiores habían impartido estrictas órdenes al respecto diciéndole que era una opción de hierro, o se ejecutaba a los rusos o ellos por su solo número terminarían por ejecutarlos a él y a su familia a la larga.
No es difícil concluir entonces que en el marco de las opciones enfrentadas de un lado se luchaba por la conquista del espacio y del otro se luchaba por la supervivencia en ese espacio.
Al comienzo se ha expuesto que el pegamento interno de la pertenencia nacional rusa es el patriotismo de su pueblo. El que, a pesar de las duras etapas vividas a lo largo de su historia, no se ha traducido en acciones de reivindicación vengativa contra los posibles culpables. Es conocido y contado aún por extranjeros, caso de Pablo Neruda o John Reed, que en las acciones revolucionarias de octubre de 1917 en San Petersburgo el pueblo en armas trato siempre de no dañar ninguno de sus edificios históricos, más allá de las derivaciones inevitables de un hecho de armas. Considerando que aun en esas circunstancias extremas era un capital espiritual de toda Rusia y se los debía cuidar. Y con la misma paciencia en 1945 y en base a los antiguos planos reconstruyo los edificios dañados por la artillería alemana durante el sitio devastador sufrido por la ciudad en la guerra.
Un patriotismo de íntima raíz popular basado en tradiciones y vivencias propias. Conviviendo en silencio bajo regímenes políticos rígidos, pero a la larga siempre sobreviviéndolos. En 1923 la Unión Soviética estableció como su bandera oficial al paño rojo con los emblemas de hoz y martillo en un ángulo como la única bandera oficial de Rusia. En 1991 el Soviet Supremo de la recién creada federación Rusa restableció la antigua bandera rusa de tres franjas paralelas blanca azul y roja con el antiguo escudo en su centro. Y cuentan testigos presenciales que casi de un día para el otro en edificios públicos y particulares hubo una aparición masiva de las mismas en sustitución de la anterior, pero no se registró ningún daño a la anterior sustituida. Permaneciendo en sus lugares hasta la fecha todos los símbolos de la etapa que terminaba. Una vez más, por sobre todas las cosas ante todo estaba Rusia.
Sabido es que la vibración del sentimiento nacional es de base irracional, en la medida en que toda nación pertenece en resumidas cuentas al orden de las comunidades. No susceptible de medidas o aprehensiones puramente racionales como las organizaciones estatales. Y bienvenido es que sea de esta forma.
Hace ya treinta años que la organización estatal se resquebrajó en Rusia. Siendo saludado esto en albricias por el otro extremo político mundial de la guerra fría de entonces como el advenimiento de un poder mundial unipolar. Un recordado autor de la época lo saludo como un verdadero “final de la historia “anunciando al mundo confiado la reestructuración de la vida planetaria bajo las pesas y medidas del neoliberalismo. Demasiadas preguntas con respuestas conocidas para abundar en esto. Suficientes para saber cómo nos fue a todos y cada uno a la finalización del ensayo.
Volviendo focalmente a la vinculación entre Rusia y la Argentina debe tomarse en cuenta que la mayor colectividad culturalmente rusa de Sudamérica reside en la Argentina, con 300.000 miembros censados. Siendo nuestra historia conocida al existir en la Rusia actual varias escuelas de enseñanza del español y de la cultura argentina.
Habiendo mantenido ambos Estados desde lo institucional relaciones bilaterales desde 1885 hasta el presente. Registrando tanto desde la época imperial así como en el periodo soviético periodos de variada intensidad en el intercambio de dos economías complementarias.
Esta tercera etapa de la historia de Rusia lleva un tiempo suficiente para permitir constatar la gran cantidad de jóvenes accediendo gradualmente a la etapa de las decisiones. Conocen su país y su historia y están dispuestos a reconocer la historia y las luchas de otros pueblos, en este caso el nuestro. Es en ellos entonces que nuestro equipo de estudios geopolíticos quiere poner su acento. Por la colaboración que junto con las autoridades nos brindaron excediendo largamente el plano formal.
Va a costar que nos olvidemos de sus imágenes de despedida agitando nuestra bandera a modo de saludo. De la misma forma y también desde la vocación nacional propia quiero cerrar simbólicamente este recorrido con dos estrofas del poema del autor argentino Juan Chassaing dedicado a nuestra bandera: “PAGINA ETERNA DE ARGENTINA GLORIA / MELANCÓLICA IMAGEN DE LA PATRIA”… ¿BAJO QUÉ CIELO FLAMEARA TU PAÑO / QUE NO TE SIGA SIN CESAR MI PLANTA?”
Carlos Alberto Moreno Juárez
Profesor Honoris Causa del Instituto Superior de Historia Arturo Jauretche
Colaborador del Equipo DOSSIER GEOPOLITICO
Norma Contreras