NdR: Adjuntamos distintas versiones sobre las tendencias 2025 de Think Thank oXidentales (escribimos occidentales con X y no con «cc» por que Occidente se ha «oxidado» en su rol de creador de ideas transformadoras y avanzadas en contrario sensus el mundo multipolar y Sur Global crecen en «ideas» nuevas y poder) Carlos Pereyra Mele
Por Blas Moreno
La vuelta de Donald Trump al poder es el asunto del año. ¿Qué influencia tendrá en la guerra de Ucrania, Oriente Próximo o China?
2025 podría parecer un año en que cambiará todo. Vuelve Donald Trump y con él vuelven la imprevisibilidad, el pragmatismo y las decisiones radicales. Están preocupados en Kiev, Teherán, Pekín, Bruselas o Ciudad de México. Se frotan las manos en Tel Aviv, Moscú, Budapest o San Salvador. Todo el mundo está expectante.
Sin embargo, 2025 no supondrá un giro tan drástico. Con Trump probablemente se recortará el apoyo a Ucrania, se exacerbarán las tensiones con China, se dará carta blanca a Israel, se impondrán barreras comerciales, crecerá la extrema derecha, aumentará el rechazo a la inmigración y sufrirán el multilateralismo y el derecho internacional.
Pero todas estas tendencias ya estaban ahí. Aunque Trump protagonizará el 2025, su vuelta no va a traer un cambio estructural ni será la causante de todo. Más bien es un síntoma y un acelerador de derivas que ya hemos ido viendo en los últimos años.
Vuelve la guerra comercial
Uno de los asuntos más importantes de 2025 será el regreso de la guerra comercial. Trump ha declarado que su palabra favorita es “arancel”. Como en su primer mandato, adoptará una política comercial agresiva contra China, pero no solo: ya ha amenazado con una tasa general a las importaciones de entre el 10 y 20%, de al menos el 25% para sus vecinos Canadá y México y hasta del 60% para China.
No está claro que Trump pueda aprobar estos aranceles sin la aprobación del Congreso. Tampoco si pretende hacerlo o si es una forma de presión diplomática a países como Canadá y México para que hagan más para controlar la entrada de inmigración y fentanilo en Estados Unidos. Incluso no es seguro que, de aprobarse, los aranceles lleguen inmediatamente. Lo más probable es que no sean tan extremos y que se impongan por fases a partir del verano.
Aun así, las previsiones son preocupantes, en particular para China. Su economía no pasa por el mejor momento y se estima que la guerra comercial podría restarle un 0,5% de crecimiento en 2025, dejándolo en apenas el 4% y el 3% en 2026. Pekín no responderá con un arancel total a Estados Unidos, pero sí a productos concretos, y tratará de estimular su mercado interno flexibilizando su política monetaria. Otro perjudicado será Alemania, que se prevé que acabe 2024 en recesión y se estanque en un 0% de crecimiento en 2025.
Algunos países se beneficiarán de la tensión comercial con China. India o Vietnam se están posicionando como alternativa a las fábricas del gigante asiático, aunque el trasvase no está siendo tan rápido como se había augurado. India volverá a ocupar titulares en 2025, después de convertirse en el país más poblado del mundo en 2024: este año probablemente superará a Japón como la cuarta economía global, por detrás de Estados Unidos, China y Alemania, consolidándose como una gran potencia en ascenso.
Con todo, la guerra comercial dañará la economía global. Los aranceles ralentizarán el crecimiento y harán subir la inflación, lo que podría llevar a los bancos centrales a moderar su bajada de tipos. Además, agravarán una crisis latente de deuda soberana: muchos Gobiernos acumularon grandes déficits para salir de la pandemia y ahora, con el crecimiento estancado y el dólar encareciéndose, les será más difícil pagar sus préstamos. En 2025 hasta 54 países, un récord, destinarán más del 10% de su presupuesto nacional a pagar intereses de deuda. Es una enorme losa para países con Gobiernos autoritarios, alto desempleo joven y gran tensión social, como Pakistán, Egipto o Nigeria, donde podrían estallar disturbios.
Europa tiembla ante Trump
La guerra comercial llega en un contexto de descomposición política para la Unión Europea. Aunque acaba de constituirse la nueva Comisión, las dos potencias de la UE, Alemania y Francia, están en crisis: Alemania celebrará unas elecciones anticipadas el 23 de febrero que ganará el partido conservador CDU, partidario de la ortodoxia fiscal y las barreras a la inmigración. El probable nuevo canciller, Friedrich Merz, tendrá que gobernar en coalición con los socialdemócratas o los verdes. Los ultras de AfD no entrarán en el Gobierno pero podrían quedar segundos, un resultado histórico cuando se cumplen ochenta años del fin de la Alemania nazi.
En Francia, el presidente Emmanuel Macron nombró a finales de 2024 un nuevo primer ministro de centro liberal, François Bayrou. Pero Bayrou cuenta con menos apoyos que su antecesor, Michel Barnier, quien fue derrotado en una moción de censura. Por tanto, es probable que el nuevo Gobierno también caiga o que, para salir de la parálisis, se convoquen nuevas elecciones legislativas anticipadas a partir de julio, un año después de las anteriores. Antes de eso, el 31 de marzo, se sabrá si la líder ultra Marine Le Pen queda inhabilitada para presentarse a las elecciones presidenciales de 2027, que espera ganar.
Entretanto, un sector a vigilar este año en Europa será el agrario. Productos como la aceituna y el vino españoles, junto a otros del campo europeo, sufrirán por los aranceles estadounidenses. También podría generar tensión la entrada en vigor del acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea y el Mercosur, que se firmó en diciembre pero todavía no se ha ratificado. Varios países de la UE, capitaneados por Francia, se oponen y no es descartable que el acuerdo descarrile, sobre todo si los agricultores salen a protestar en Francia, Alemania, Bélgica, Países Bajos o España.
Los aranceles de Trump no serán la única causa de preocupación para Europa. El estadounidense siempre ha sido crítico con la OTAN y con la falta de inversión en defensa de los europeos (España es el socio que menos porcentaje de su PIB destina, un 1,28%, lejos del 2% comprometido). Trump presionará para que se aumente el gasto e incluso ha amenazado con abandonar la OTAN, en otro ejemplo de su estilo negociador. No lo hará —ni siquiera está claro que pueda hacerlo—, pero puede boicotearla desde dentro. Le bastaría con retirar a su embajador, reducir su aportación o desentenderse del compromiso de defensa mutua para que la OTAN quedara en entredicho, y la defensa europea, comprometida.
La nueva Administración Trump traerá otros ataques al multilateralismo y las organizaciones internacionales. Se espera que vuelva a sacar a Estados Unidos del Acuerdo de París, como ya hizo en 2017. Esto pondrá en peligro los esfuerzos globales contra el cambio climático a solo un lustro de cumplirse el plazo de la Agenda 2030 y en un año, 2025, en el que se confiaba que el mundo llegaría al pico de emisiones.
También habrá tensiones entre Estados Unidos y sus aliados en foros como el Nafta —el acuerdo comercial con México y Canadá— o el G7, que reúne a las siete mayores economías occidentales. Trump también atacará a la ONU, la Organización Mundial de Comercio y los tribunales internacionales que están juzgando a Israel por la guerra en Gaza: la Corte Internacional de Justicia y la Corte Penal Internacional. En este contexto se cumplirán ochenta años del final de la Segunda Guerra Mundial, y las conmemoraciones mostrarán más división que unión entre Estados Unidos, Europa, Rusia o China, antiguos aliados en aquel conflicto.
¿Alto el fuego en Ucrania?
La llegada de Trump y la debilidad de Europa no son buenas noticias para Ucrania. En 2025 se cumplen tres años de la invasión rusa a gran escala. Hasta ahora los ucranianos han mantenido el pulso, pero serán incapaces de ganar sin apoyo. Al contrario: se acercan poco a poco a la derrota mientras pierden terreno en el Donbás y Kursk. Por esa razón, es probable que este año veamos negociaciones entre Ucrania y Rusia.
La solución definitiva para Ucrania no llegará en 2025, pero sí es probable un alto el fuego o al menos una negociación
Trump ha criticado la entrega de armas a Ucrania y se espera que recorte la ayuda militar para presionar a Kiev a negociar con Moscú. Ya tiene una propuesta inicial que incluye aplazar la entrada de Ucrania en la OTAN, crear una zona desmilitarizada fortificada en torno a la línea de frente y permitir que Rusia conserve los territorios ocupados. A cambio, Ucrania seguiría recibiendo armas occidentales. La zona desmilitarizada estaría custodiada por fuerzas europeas, obligando de paso a Europa a hacerse cargo del problema.
Pese a que estas propuestas parezcan tabú para el Gobierno ucraniano, puede que no tenga más remedio que aceptarlas. Más de la mitad de la población ya está de acuerdo con negociar para acabar la guerra cuanto antes, incluso a costa de ceder territorio a Rusia, aunque no hay que descartar tensiones internas si el acuerdo es humillante para Ucrania. También en Europa occidental se está reduciendo el apetito por seguir apoyando a Ucrania. La solución definitiva no llegará en 2025, pero sí es probable un alto el fuego o al menos una negociación.
Sin embargo, Trump también podría sorprendernos redoblando el apoyo a Ucrania. Pretende acabar con la guerra rápidamente y pactando: dijo poder hacerlo en veinticuatro horas. Pero si tras proponer un plan de paz y presionar a Ucrania para negociar, percibe que Rusia no es receptiva, podría decidir que la manera más rápida de cerrar el conflicto es asegurando una derrota rusa.
Rusia, por tanto, tiene buenas cartas para este 2025, pero las tornas podrían torcerse. Su economía y sus fuerzas militares están muy castigadas por la guerra. Y Vladímir Putin tiene otros frentes de los que preocuparse. Bielorrusia celebra elecciones presidenciales el 26 de enero: no serán limpias, pero en las últimas, en 2020, el fraude electoral masivo provocó manifestaciones contra el dictador Aleksandr Lukashenko, aliado del Kremlin, que a punto estuvieron de derrocarle. Las protestas podrían repetirse este año. Georgia, por su parte, también entra en 2025 entre graves disturbios contra la deriva autoritaria y prorrusa del Gobierno.
Rearme y tensiones en Asia
Los países asiáticos que dependen de Estados Unidos para su defensa tomarán nota del fin del apoyo a Ucrania. Japón, Corea del Sur, Taiwán, Filipinas o Vietnam son aliados históricos de Washington o se han acercado en los últimos años para protegerse del auge de China y la agresividad de Corea del Norte. Seguirán tratando de mantener buenos lazos con Trump, pero algunos de ellos, como Japón o Corea, pensarán cada vez más seriamente en aumentar sus capacidades militares: sus dos Ejecutivos, conservadores y detractores de Pekín y Pionyang, están a favor del rearme.
Con todo, Corea del Sur podría cambiar de Gobierno antes de final de año: tras su intento de autogolpe, el presidente, Yoon Suk Yeol, ha sido suspendido. El Tribunal Constitucional debe decidir en los próximos seis meses si le destituye, en cuyo caso se celebrarían elecciones en máximo sesenta días. Pero no es improbable que Yoon supere el proceso y siga como presidente. Corea del Norte, reforzado por las ayudas económicas de Rusia, aprovechará la crisis política interna de su vecino para ganar legitimidad en la península y seguir haciendo tests balísticos.
La gran pregunta en Asia en los últimos tiempos es cuándo China invadirá Taiwán. Trump también ha estado amenazando a la isla con exigir un pago a cambio de su defensa. Mientras, China ha aumentado sus maniobras militares en el estrecho en las últimas semanas de 2024. Pero nada hace pensar que la temida invasión llegará este año. La economía china sufriría mucho con el ataque, que además sería muy difícil y pondría a medio mundo en su contra. Por el contrario, es mucho más probable que se agraven los choques en el mar del Sur de China, donde los buques chinos ya han tenido encontronazos con pesqueros filipinos en las aguas que se disputan ambos países.
Se consolida el reequilibrio en Oriente Próximo
La región más convulsa de 2024, Oriente Próximo, no lo será tanto en 2025. Israel ha salido claro vencedor de su choque contra Irán y sus aliados, en particular Hezbolá y Hamás, y ya ningún actor regional puede hacerle sombra. Mucho menos con Trump, que dará incluso más manga ancha al Gobierno israelí. El primer ministro, Benjamín Netanyahu, tiene asegurada su supervivencia política gracias a estas victorias. A cambio, podría ofrecerle a Trump un alto el fuego en Gaza a principios de año, un éxito en política exterior para el magnate republicano nada más llegar a la Casa Blanca.
La violencia y la ocupación israelíes seguirán extendiéndose por los territorios palestinos. La opción de los dos Estados es ya una quimera
Sin embargo, la violencia y la ocupación israelíes no dejarán de extenderse por los territorios palestinos. La causa palestina seguirá suscitando solidaridad internacional, pero sin efectos prácticos: la opción de los dos Estados es ya una quimera. No es probable que Netayahu llegue tan lejos como para anexionarse Cisjordania, pero seguirá construyendo asentamientos y mantendrá la ocupación militar de la Franja de Gaza. Nada de eso impedirá que Israel siga acercándose a las monarquías del Golfo o, incluso, que normalice relaciones con Arabia Saudí este mismo año, con la mediación de Estados Unidos.
Otro país que mejorará sus relaciones con Israel es la Siria post-Asad. Todavía es pronto para saber hasta qué punto su nuevo Gobierno aplicará una agenda islamista: por ahora parecen más centrados en la reconstrucción institucional y física del país, al que ya han empezado a volver miles de refugiados. Pero la represión a los críticos y las minorías será una preocupación en 2025. El principal grupo rebelde, HTS, domina el Gobierno de forma casi incontestada, así que no es probable un nuevo conflicto civil. El nuevo régimen está tratando de acercarse a Arabia Saudí y asentar relaciones cordiales con Estados Unidos, Europa, Israel y Turquía.
Pero sí conviene vigilar la situación de los kurdos, que controlan el noreste del país con apoyo de Estados Unidos. Trump ya ha amenazado con retirar las tropas del país, y Turquía, hostil a la causa kurda, prepara una invasión para acabar con su autonomía. También está por ver qué pasará con las dos importantes bases militares rusas en Siria: Rusia, antiguo aliado de Asad, tiene en Tartús su único puerto en el Mediterráneo, y ya está negociando con el nuevo Gobierno para conservarlo.
Mucho peor lo tienen Irán y Hezbolá. Irán vivirá un repliegue en 2025: su red de alianzas ha sido destruida y su influencia se reduce en Líbano, Siria e Irak. Su economía está estancada por las sanciones y el régimen está muy cuestionado a nivel interno. Por si fuera poco, el líder supremo Alí Jamenei cumplirá 86 años en abril. Cuando fallezca, su sucesión provocará inestabilidad en el país. La llegada de Trump agravará la presión, y podría llevar a Irán a acelerar su programa nuclear justo cuando se cumplen diez años de la entrada en vigor del acuerdo que debería haberlo impedido.
Hezbolá, la milicia chií libanesa, sigue siendo un grupo poderoso y con un gran apoyo social en Líbano, pero su primacía ya no es incuestionable en el país. Su debilidad y la caída de la dictadura de Asad, tradicionalmente influyente en Líbano y aliada de Hezbolá, ofrecen una oportunidad al país para renovar su descompuesto sistema político y reducir la influencia de Irán y sus aliados. La elección de un nuevo presidente prevista para enero, tras dos años de vacancia, será una prueba de ello.
Venezuela y otros países a vigilar
Dos países que también donde la presión de la Administración Trump podría traer cambios son Venezuela y Cuba. El nuevo secretario de Estado, Marco Rubio, es un cubanoamericano conservador muy crítico con las dictaduras izquierdistas latinoamericanas. La expectación es total en Venezuela, que celebra su investidura presidencial el 10 de enero: debería asumir el cargo el opositor Edmundo Gonzalez, pero lo más probable es que Nicolás Maduro conserve el poder.
Cuba, por su parte, vive una crisis social sin precedentes que se podría agravar con la presión renovada de Estados Unidos y la posible muerte de Raúl Castro, de 93 años, último sostén del régimen. No es probable un cambio de sistema, pero sí protestas o un aumento de la emigración, que ya ha hecho que el país pierda casi un 20% de su población desde 2022. Washington también aumentará la presión contra Nicaragua y otros países de Centroamérica para que controlen la migración, lo que reforzará a Nayib Bukele, presidente de El Salvador, adalid de la mano dura y simpatizante de Trump.
Otros países donde la inestabilidad arreciará en 2025 son Sudán, sumido en la peor guerra civil del momento, o Myanmar, donde la junta militar pierde terreno cada día frente a las milicias rebeldes, aunque no colapsará tan rápido como el régimen sirio. También Mozambique, donde llegará al cargo un nuevo presidente en enero entre acusaciones de fraude, graves protestas, un conflicto en el norte y los estragos de un ciclón reciente. Camerún, por su parte, celebrará unas elecciones que perpetuarán en el poder al anciano dictador Paul Biya, de 91 años, si la oposición no logra impedirlo.
Un test para la democracia diferente al de 2024
2024 fue el año electoral más importante de la historia. 2025 no traerá tantas elecciones ni tan importantes para sus democracias, pero destacan cuatro en América Latina: Ecuador, Bolivia, Chile y Argentina. Las dos primeras, ambas presidenciales, en febrero y agosto, serán tensas: Ecuador por la espiral de violencia del narco que vive el país y Bolivia por la grave división interna entre las dos facciones del partido gobernante, lideradas por el expresidente Evo Morales y el presidente Luis Arce.
Chile celebra elecciones presidenciales en noviembre y la izquierda perderá el poder tras cuatro años de presidencia de Gabriel Boric. De hecho, es probable que sea la primera vez en la historia reciente que haya dos candidatos de derechas en el balotaje, entre ellos el ultraderechista José Antonio Kast. Al otro lado de los Andes, el también ultra presidente argentino Javier Milei se enfrenta a un test en las elecciones legislativas de octubre, en las que no se juega el cargo pero sí comprobará si sus radicales reformas económicas tienen el apoyo de la población.
Parecida situación vivirá Italia, que celebra elecciones municipales y en varias regiones en septiembre. La coalición derechista liderada por Giorgia Meloni llega dividida y frente a una izquierda reforzada. No es probable, pero una derrota grave en regiones como el Véneto, tradicional feudo derechista, podría romper la coalición y hacer caer el Gobierno de Meloni. Quien seguro dejará el poder es el primer ministro canadiense Justin Trudeau: tras diez años en el cargo, su desgaste le hará perder las elecciones legislativas de este otoño frente al Partido Conservador, partidario de limitar la inmigración.
El mayor test para la democracia en 2025 será la agenda ultra de Trump y el poder de los magnates tecnológicos
Con todo, el mayor test para la democracia en 2025 no vendrá del lado electoral, sino de la agenda ultra de Trump y del poder de los magnates tecnológicos. El presidente, más ideologizado y poderoso que en 2016, pretende impulsar una agenda radical de recorte de impuestos y deportación de inmigrantes que, sumado a la guerra comercial, tendrá un alto coste económico. La aplicación del polémico Proyecto 2025, con el que los trumpistas predenten restringir el aborto y los derechos LGTBI, o desmantelar la Administración, generarán crispación y protestas en un Estados Unidos muy polarizado.
Elon Musk será uno de los protagonistas del año por su enorme influencia en el Gobierno de Estados Unidos. Tanta, que ya se le considera un presidente en la sombra. Musk usará su poder para difundir su ideología, propagar desinformación, apoyar a ultras en Hungría o Alemania y aumentar la influencia pública de las grandes tecnológicas privadas. No tardarán en aflorar los choques personales entre dos ególatras como Musk y Trump, y no es descartable que Trump expulse al dueño de Tesla de la Casa Blanca antes de que acabe el año. Pero incluso así, el creciente poder de individuos como Musk, o su aliado Peter Thiel, supone el mayor riesgo para la democracia en este 2025.
FUENTE: https://elordenmundial.com/mundo-2025-claves-trump-guerra-comercial-elecciones-democracia/
Blas Moreno @Blas_More
Madrid, 1994. Codirector y editor jefe de El Orden Mundial. Relaciones Internacionales (inglés) en la URJC.
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