«El Reino Unido busca controlar la Antártida, mientras Argentina busca ser colonia.»
Por estos días al recorrer lo que los británicos denominan Port Stanley es fácil adquirir merchandising y souvenirs de todo tipo con la leyenda “The Falkland Islands gateway to Antarctica”. Llegar a este presente implica revisar aun someramente un poco más de 200 años de historia, aunque sea muy resumidamente, para intentar aproximarse a un entendimiento de lo que sucede.
El Origen
Distintas investigaciones señalan que el primer argentino en visualizar la Antártida fue en realidad un irlandés oriundo de Foxford, nacionalizado argentino de nombre Guillermo Brown. Brown, por entonces Comodoro, había iniciado un periplo por aguas del Océano Glacial Antártico donde avistó las costas septentrionales de la Península Antártica a las que llamó Tierra de la Trinidad en homenaje al navío argentino Trinidad, en el que navegaba. Corría el año 1815. Brown dejaría todo prolijamente asentado en su libro “Acciones Navales de la República Argentina 1813-1828”.
Sobre este primer descubrimiento el incipiente gobierno de las provincias Unidas del Río de la Plata le otorgaría a un tal Juan Pedro Aguirre la primera concesión para la caza de focas y pingüinos en territorios antárticos. Se conoce a esta situación como el primer hecho institucional de pretensión de soberanía territorial de lo que más tarde seria la República Argentina sobre la Antártida.
En comparación temporal, el Reino Unido de Gran Bretaña nunca acreditó ni mencionó ningún reclamo de soberanía anterior a 1819, cuando informó que un tal William Smith, aquel año, fue el primero en llegar al “Continente Blanco” antes que ningún otro.
En realidad, el imperio británico ratificó formalmente su pretensión de soberanía territorial en la Antártida luego de invadir y tomar posesión de Malvinas en 1833, alegando que desde 1820 había “descubierto” la Antártida.
A pesar de esta pretensión nunca reconocida por Argentina, nuestro país siguió adelante con su estrategia de desarrollo de su presencia en la Antártida y en 1904 inauguraría una estación meteorológica en las Islas Orcadas, la que dos años después se convertiría en la primera base permanente de cualquier país en toda la región antártica.
Reino Unido de Gran Bretaña siguió adelante con su política de expansión colonial y amplió su reclamo territorial en 1908, al declarar su soberanía ya no solo sobre Malvinas sino también sobre las islas Georgias del Sur, Orcadas del Sur, Shetland del Sur, Sándwich y además la conocida como Tierra de Graham, todas locaciones geográficas situadas en el Océano Atlántico Sur. Su interés prioritario se centraba en la venta de licencias de caza de ballenas y pingüinos, en permisos de pesca y en el cobro de tributos imperiales por dichas actividades.
Años después y producto de un plan elaborado por la Subsecretaría de Estado para las Colonias del Imperio Británico y aprovechando la contemporaneidad de la Primera Guerra Mundial, el Reino Unido de Gran Bretaña declararía su soberanía en la Antártida hasta el propio Polo Sur. Corría el año 1917.
En 1925, el Reino Unido de Gran Bretaña decidiría una estrategia para sumar aliados en su pretensión hegemónica de una Antártida bajo su total dominio y comunicó que la Antártida formaba parte del Commonwealth, asociando en su pretensión a Nueva Zelanda y Australia reconociéndoles de su parte soberanías sobre el Continente Blanco.
Recién en el transcurso de 1943, Argentina declararía el establecimiento soberano de la Antártida Argentina.
La decisión de Argentina y el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial pondría en marcha de parte de Londres, ese mismo 1943, su plan de “reconquista” conocido como Operación Tabarin. Destinada a establecer bases de ocupación permanente, la operación estaría liderada por el teniente James Marr y partiría el 29 de enero de 1944 desde las Islas Malvinas. La integraban dos barcos con exuberante equipamiento, el HMS William Scoresby y el Fitzroy. Marr había acompañado al explorador británico Ernest Shackleton en sus expediciones antárticas de principios de la década de 1920 y desde Tabarin, Malvinas cumpliría un rol preponderante sobre las pretensiones británicas de ocupación antártica.
La tensión entre el Reino Unido de Gran Bretaña y Argentina, con motivo de la disputa sobre Malvinas y la Antártida, haría que en 1952 y 1953, en plena era peronista en Argentina, se estuviera a punto de que estallara un conflicto abierto entre ambos países.
El 1 de febrero de 1952 se produjo el incidente de la Bahía Esperanza cuando militares argentinos hicieron disparos de advertencia sobre un grupo de británicos. La respuesta del Reino Unido fue enviar un buque de guerra que desembarcó el 4 de febrero infantes de marina británicos en el lugar. El 17 de enero de 1953 Argentina inauguró en la isla Decepción el refugio Teniente Lasala, quedando en él personal de la Armada Argentina. El 15 de febrero, en otro incidente en la Isla Decepción, desembarcarían 32 royal marines de la fragata británica HMS Snipe, armados con ametralladoras Sten, rifles y gas lacrimógeno y apresarían a los marinos argentinos. El refugio argentino y un cercano refugio chileno deshabitado fueron destruidos y los marinos argentinos fueron entregados como prisioneros de guerra a un barco de nuestra armada el 18 de febrero en las islas Georgias del Sur. Un destacamento británico permaneció tres meses en esa isla mientras la fragata argentina patrulló aguas circundantes hasta abril. Estos incidentes poco conocidos, serian la precuela de la Guerra de Malvinas de 1982.
Poco tiempo después, en mayo de 1955, Reino Unido de Gran Bretaña presentaría una solicitud ante la Corte Internacional de Justicia pidiendo el reconocimiento de sus pretensiones territoriales en la Antártida. Para sorpresa del Foreign and Commonwealth Office la propuesta fracasó, ya que tanto Argentina como Chile rechazaron someterse a un procedimiento de arbitraje de estas características.
La escalada de la disputa geopolítica por la Antártida motivaría una nueva crisis internacional que daría origen a las negociaciones para la firma del Tratado Antártico, que se concretaría el 1 de diciembre de 1959 y entraría en vigor en 1961.
Los países signatarios del Tratado serian aquellos que originalmente mantenían reclamos territoriales. Por ende, además de Argentina, Australia, Chile, Francia, Nueva Zelanda, Noruega y Reino Unido de Gran Bretaña, también adhirieron Bélgica, Japón y Sudáfrica, mientras que Estados Unidos y la entonces Unión Soviética, además de firmar el acuerdo, se reservaron para sí sus derechos para hacer reclamos, en un futuro indeterminado.
Los objetivos iniciales del Tratado fueron los de mantener a la Antártida como un espacio desmilitarizado hasta 2048, evitar la realización de pruebas nucleares y el depósito de desechos de esta procedencia, así como promover la cooperación científica multilateral y formalizar el congelamiento de todas las disputas sobre soberanía territorial en el continente.
Tan solo un año después de la puesta en vigencia del Tratado Antártico, en 1962, el Reino Unido de Gran Bretaña daría origen a su British Antarctic Territories, que bajo la órbita del Foreign and Commonwealth Office, integra a los archipiélagos de las Georgias y Sandwich del Sur, a las Falkland Islands Dependencies y a la administración y defensa de las tierras antárticas e islas que se extienden desde el polo sur hasta entre los 20 y 80° longitud oeste, lo que ellos denominan, la Antártida Británica.
Hasta el momento cincuenta y cuatro países se han adherido al tratado de protección de este territorio, que con cero grado de temperatura en verano y setenta bajo cero en invierno sigue siendo un lugar muy inhóspito para la presencia humana permanente, pero con una enorme riqueza en plancton y krill (la base de la pirámide alimenticia marina), en millones de especímenes de bacalao antártico, en sus cuatro variedades de ballenas reconocidas, sus tres tipos de focas, la multiplicidad de orcas y pingüinos y sobre todo sus nunca confirmados informes sobre petróleo y minerales, que aún con la actividad exploratoria de este tipo prohibida, nos hablan de nuevos y presuntos yacimientos petroleros y minerales como hierro, platino, uranio, cobre, cromo, níquel, oro, platino, diamantes y otros, bajo el hielo y a nivel submarino. Y todo esto sin tener en cuenta, además, la enorme importancia estratégica de la Antártida como la mayor reserva de agua dulce del planeta.
En tiempos donde nuestro país aún tenía política exterior soberana, se logró que Chile acompañase una causa común “de apoyo mutuo y recíproco” contra las pretensiones británicas. A pesar de que la Antártida Chilena coincide en varios puntos con parte de la Tierra de San Martín que Argentina embandera como propia, el interés mutuo de evitar el avance británico sobre el continente operó como estrategia común. Tal vez la presencia de Antartandes, la continuación geológica de nuestra Cordillera de los Andes en la Antártida operó como factor aglutinador.
Pero en estos últimos 60 años la situación de la Antártida ha cambiado radicalmente y a pesar de ser un territorio preservado y destinado a investigaciones científicas, se le han sumado actividades económicas cada vez más masivas e invasivas, como el turismo y la pesca comercial indiscriminada, a su vez que el cambio climático acelera de manera trágica, el derretimiento del casquete polar sur.
Esta crisis ambiental global que afecta intensamente tanto el Ártico como a la Antártida opera a su vez como un cambio manifiesto del escenario geopolítico de este siglo XXI, ya que los espacios marítimos de la Antártida están adquiriendo un nuevo valor estratégico, al punto de que las propias corporaciones privadas transnacionales están proyectando la explotación comercial del continente. De esta forma, se potencia la militarización de estos espacios de cara a la revisión del Tratado Antártico en 2041 y del Protocolo al Tratado Antártico sobre Protección del Medio Ambiente en 2048, el que en su artículo 25, si bien declara la prohibición de la explotación de recursos naturales, manifiesta una salvedad peligrosa al señalar que “puede ser derogada por algún futuro tratado que establezca un marco normativo vinculante para dicha actividad extractiva” —debate que será abierto para su revisión en 2048. Las luces de alarma en Argentina debieran encenderse ya mismo.
Algunas provocaciones recientes del Reino Unido de Gran Bretaña
Múltiples señales coinciden en esta prevención. En 2008, como parte de las celebraciones por el centenario de la reclamación británica, el denominado Territorio Antártico Británico emitió su primera moneda de curso legal.
En mayo de 2009, el Reino Unido de Gran Bretaña realizó una presentación ante la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (CONVEMAR) donde reivindicó 350 millas marinas de plataforma continental adyacentes a los archipiélagos de Malvinas, Georgias y Sándwich del Sur, y reclamó como propias porciones de la Antártida Argentina, y como resultante, 200 millas marinas de zona económica exclusiva (ZEE) y 350 millas de la plataforma continental; en resumen, una superficie de 3 millones y medio de kilómetros cuadrados.
El 18 de diciembre de 2012 el Foreign and Commonwealth Office anunció que como parte de la conmemoración por el 60 aniversario del reinado de Isabel II decidió llamar Tierra de la Reina Isabel (Queen Elizabeth Land) al territorio de 437 mil kilómetros cuadrados, ubicado en el vértice sur de la reclamación británica en la Antártida, al que no daba ningún nombre hasta entonces. El área limita al noroeste con la Tierra de Coats, al norte con la barrera de hielo Filchner-Ronne y al noreste con la corriente de hielo Rutford. La parte norte de esta zona es conocida por otros países como Tierra de Edith Ronne.
La Cancillería Argentina, que por entonces aun existía, no se quedó en silencio y emitió una declaración oficial señalando que era un “sistemático ataque” y “una provocación” británica, luego de lo que significó la Guerra de las Islas Malvinas. Rusia apoyó la posición argentina citando el Tratado Antártico: “Ningún acto o actividad que se lleve a cabo mientras el presente Tratado se halle en vigencia constituirá fundamento para hacer valer, apoyar o negar una reclamación de soberanía territorial en la Antártida, ni para crear derechos de soberanía en esta región por parte de ningún país” (artículo 4).
El Reino Unido de Gran Bretaña siguió adelante y en 2020, en el marco de lo que denominó “Festejos por el 200 Aniversario de la Presencia Británica en la Antártida” denominó 28 lugares de la Antártida de modo unilateral con nombres ingleses. Según el Foreign and Commonwealth Office la nueva nomenclatura catastral abarcaría doce glaciares (Bamber, Bremner, Bone, Heywood, Hindley, Watkins, King, Ladkin, Morris, Shanklin, Thomas y Heywood Glacier); tres colinas (Corr, Hindmarsh y King Dome); dos montes (Cox y Fiennes); varios conjuntos rocosos (Dudeney, Rodger y Pinnock Nunataks), un cabo (Cape Fothergill), tres bahías (Giles, Pudsey y Laxon Bay), un pico (Francis Peak), un piamonte (Fricker Ice Piedmont), un promontorio (Mulvaney) y una isleta (Turner).
En los últimos años tanto Washington como Londres han señalado su “preocupación” sobre presuntas actividades de China y sobre todo de Rusia en la supuesta exploración y explotación de los recursos naturales antárticos, a lo que han “contestado” con la construcción de nuevas bases antárticas y actualmente, con la construcción de una quinta base británica, igualando el número de bases estadounidenses, a las que deben sumarse los asentamientos australianos. que juntos representan al AUKUS en la Antártida.
El AUKUS y la OTAN en el Atlántico Sur
El AUKUS (Australia-United Kingdom-United States) se presentó como la Alianza Estratégica Militar complementaria de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) por parte centralmente del Reino Unido de Gran Bretaña y Estados Unidos con Australia de invitado. Se anunció públicamente el 15 de septiembre de 2021 para la región del Océano Indo-Pacífico, aunque su pretensión incluye además el Atlántico Sur.
La probable incorporación de Nueva Zelanda en un corto plazo posibilitaría a esta alianza geopolítica militar reclamar soberanía en más de la mitad del territorio antártico. De hecho, con una creciente cantidad de rompehielos y de submarinos nucleares, AUKUS se plantea controlar los accesos a la Antártida.
En el marco del desarrollo del AUKUS se inscriben seis acciones recientes que ratifican sus reales objetivos:
- El lanzamiento en 2020 de la Campaña “The Falkland Islands gateway to Antarctica”, la que externaliza de modo fehaciente la certeza de la convicción de lo estratégico de Malvinas para los intereses de Reino Unido de Gran Bretaña y del AUKUS en la Antártida.
- La firma en 2020 por parte del gobierno de usurpación británico en Malvinas de un contrato con la empresa británico-holandesa BAM Nuttall para el diseño y la construcción de un nuevo Mega Puerto en Puerto Argentino.
- El insólito anuncio del gobierno de Alberto Fernández en la COP26 de 2021 en Glasgow, de la construcción de una planta de generación de “hidrógeno verde” en Río Negro (proyecto congelado por el momento) a cargo del polémico empresario australiano Andrew Forrest, dueño de la minera Fortescue, destinada según los propios medios australianos, a proveer de combustible a la flota de submarinos livianos de custodia de Malvinas, enmarcados en el AUKUS.
- El pedido británico que se concretó en mayo de 2021 para que las “Falklands Islands” obtuvieron su primera calificación crediticia soberana, una calificación A+ de grado de inversión de S&P Global para solventar dicha infraestructura del nuevo puerto y sus capacidades operativa.
- El acuerdo entre las autoridades británicas que ocupan las Malvinas y el icónico astillero de Belfast donde se construyó el Titanic, denominado Harland & Wolff, para el equipamiento de instalaciones portuarias y la construcción de embarcaciones destinadas a la nueva operatoria de Port Stanley que indican estará terminado a fines de 2026.
- La visita de David Cameron a las Islas Malvinas para ratificar explícitamente la decisión británica de permanecer en las Islas y avanzar en el control de la Antártida y el Atlántico Sur.
El objetivo de Estados Unidos y el Reino Unido de Gran Bretaña de controlar y colonizar el Atlántico Sur mediante el AUKUS y sus bases de Ascensión y Malvinas sumado a su indisimulable vocación de colonizar la Antártida están a la vista. Si Argentina vuelve a ser un país soberano y no esta colonia de la actualidad, tal vez aún no sea tarde para honrar nuestros mártires y reivindicar nuestro legitimo territorio.
FUENTE: TEKTONIKOS Escrito por: Marcelo Brignoni
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