La crisis de legitimación es un hecho en Occidente. La guerra puede ser la respuesta. Pero, ¿qué guerra?
Por Rafael Poch para Ctxt
Los presidentes Biden y Macron y el canciller federal alemán Scholz tienen en común ser los dirigentes más impopulares en sus países desde que hay registro. En ninguna de las veinte mayores democracias occidentales los jefes de gobierno alcanzan el 50% en índice de aprobación, observa Jens Berger al comentar esta imagen en el portal alemán NachDenkSeiten. Scholz y Macron, 22% y 23% de apoyo, respectivamente, y el primer ministro británico Rishi Sunak (26%) están en los puestos de cola. Con su 39% de apoyo, Biden supera en suspenso a Gerald Ford y Richard Nixon. Fuera del mundo occidental, las cosas no van tan mal. Narendra Modi en India, AMLO en México y hasta el perturbado reaccionario Javier Milei en Argentina, superan el 60% de aprobación (Modi, el 78%). De China no hay datos, pero la impresión es que Xi Jinping es bastante más popular que sus predecesores desde Deng Xiaoping, y en Rusia hasta el servicio de encuestas más hostil al Kremlin, el Centro Levada, otorga a Putin apoyos de alrededor del 80%.
Esta es la situación en un mundo marcado por la crisis del declive occidental, es decir la crisis que resulta de la incapacidad de adaptarse a una correlación de fuerzas en la que tu mando ya no es incontestable.
Incapacidad que abre paso al intento de resolver esa tendencia histórica mediante recursos de fuerza, sea por vías de tensión y conflicto militar, o de sanciones y agresivas campañas de propaganda.
La política se ha convertido en Occidente en gestos de imagen y relaciones públicas, pero tampoco el aparato de propaganda encargado de transmitirlos, los “medios de comunicación”, tienen demasiada credibilidad.
El suicidio moral de su apoyo a la masacre en Gaza convierte en debacle esa crisis de credibilidad.
Las sanciones se vuelven en contra de sus iniciadores, estimulan el crecimiento del adversario –algo particularmente claro en el caso de las sanciones contra Rusia– y la desdolarización y creación de canales financieros alternativos. En tal situación, la llamada a filas puede ser vista como solución.
A falta de legitimación, la guerra puede ser la respuesta. Pero, ¿qué guerra?
La de Ucrania está perdida para la OTAN. En Oriente Medio, Israel enciende la mecha intentando extender el incendio de Palestina. En Asia Oriental se utiliza a Taiwán como acicate ucraniano contra China. Con los tres frentes no se puede, así que hay que descargarse. Abandonar alguno de estos escenarios y delegar a la Unión Europea la batalla perdida. Pero la historia no suele escribirse sobre los rectos renglones de la ordenada caligrafía y sugiere que los escenarios pueden adquirir vida propia y escapar a la voluntad y el control del escritor.
La crisis de legitimación es un hecho en Occidente.
Tiempo peligroso.
Rafael Poch-de-Feliu (Barcelona) fue corresponsal de La Vanguardia en Moscú, Pekín y Berlín. Autor de varios libros; sobre el fin de la URSS, sobre la Rusia de Putin, sobre China, y un ensayo colectivo sobre la Alemania de la eurocrisis.
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