Por Abner Munguía Gaspar
La reciente visita del presidente de México Andrés Manuel López Obrador a los Estados Unidos tiene diferentes aristas para ser analizadas. Propongo hacerlo desde la óptica del análisis geográfico y realizarlo desde tres diferentes escalas, la primera es la nacional (mexicana), la segunda es la regional, que implica conceptualizar su significado en el marco de América del Norte, pero primordialmente desde el marco del contexto bilateral y finalmente la tercera es la global, en donde podemos comprender el impacto continental, principalmente hacia América Latina y otras latitudes.
Breve contexto histórico en las relaciones bilaterales México-Estados Unidos.
Es fundamental tener presente que México desde su nacimiento como Estado-nación ha tenido que lidiar con una nación en continuo proceso de expansión, tanto en las esferas territoriales, así como económicas y financieras. El siglo XIX fue particularmente turbulento para México, debido a las operaciones de inteligencia que llevaron a cabo estadounidenses al introducir logias masónicas de rito yorkino en suelo mexicano.
El papel de dichas logias resultó de gran importancia política en virtud que, al amparo del discurso de la libertad, igualdad y fraternidad, importantes figuras mexicanas como Guadalupe Victoria (primer presidente de México) o Vicente Guerrero (importante figura militar en el periodo de resistencia en el proceso de lucha por la independencia de México) estuvieron fuertemente influenciados por el pensamiento liberal anglosajón con matriz en Gran Bretaña.
Asimismo, las operaciones de desinformación sobre las intenciones estadounidenses respecto a México resultaron elocuentes, especialmente en la agresión político-militar de Estados Unidos hacia México en el contexto de la guerra de 1846-1848, guerra que se caracterizó por campañas de desinformación hacia los generales mexicanos, al tiempo que el infame personaje de Antonio López de Santa Ana informaba con lujo de detalles al presidente de Estados Unidos, James Polk sobre las mejores condiciones para llevar a cabo las operaciones militares de invasión hacia México.
La guerra de 1846-1848 entre México y Estados Unidos tiene en la historiografía estadounidense un fuerte impacto, en virtud que fue la primera guerra fuera del territorio norteamericano al tiempo que resultó en un éxito militar que se tradujo en importancias ganancias económicas y territoriales. Imaginemos que sería de Estados Unidos sin el oro de California y el petróleo de Texas.
México ha jugado un papel fundamental en el imaginario sociológico estadounidense, no solo por servir de base al concepto de “frontera”, misma que en el ideario estadounidense del siglo XIX, sirvió de justificación para buscar la unificación continental de Estados Unidos en su deseo por arribar a California. Las historias narradas por el historiador Bernard DeVoto, dan una pista para comprender la aspiración de los estadounidenses por conquistar las montañas rocosas, el gran obstáculo geográfico que dio sentido de Estado a las hordas de migrantes que atravesaban con carromatos hacia el oeste.
En ese marco y al configurarse la frontera entre México y Estados Unidos se estableció un espacio no natural que separó a dos naciones con fundamentos civilizatorios, morales y culturales claramente diferenciados. Sin embargo, desde finales del siglo XIX y durante todo el siglo XX, el poder político en Washington nunca abandonó la influencia política sobre México, muestra de ello fue el intervencionismo económico y político caracterizado por la intromisión de las empresas petroleras estadounidenses (y también británicas) a inicios del siglo XX y con particular énfasis en el marco de la Revolución Mexicana, donde los intereses de empresas petroleras, concretamente de Standard Oil se incrustó en la vida política y económica nacional a través de la empresa Huastecan Oil Company, misma que se afianzó como controladora de los asuntos en la región de la Huasteca mexicana, misma que comprende los estados de Veracruz, Hidalgo, San Luis Potosí y la parte sur de Tamaulipas.
La destrucción territorial en esta región fue profunda, ya que muchos terrenos o milpas para la plantación fueron inhabilitados para la siembra, la búsqueda de petróleo para incrementar el control casi monopólico que experimentaba Standard Oil en Estados Unidos era único, al tiempo que buscan incrementar su portafolio de inversiones en campos petroleros en el exterior, donde México resultó un objetivo obvio.
Resaltan las palabras del General Lázaro Cárdenas del Rio, presidente de México que siguiendo la lógica de la guerra y comprendiendo a la perfección las lecciones de Carl Von Clausewitz procedió a llevar a cabo la expropiación petrolera en México, primera en el mundo. Decidió contraatacar a los intereses empresariales petroleros extranjeros que solo llevaban a cabo la extracción del recurso sin dejar ganancias para el país que poseía el recurso. En los apuntes del General Cárdenas comprendidos entre los años 1913-1940, en la sección correspondiente al mes de marzo 1938 se lee lo siguiente: “hablamos de que difícilmente se presentaría una oportunidad tan propicia como la actual para reintegrar a la nación su riqueza petrolera. No hacerlo por temor a consecuencias económicas a posibles exigencias diplomáticas de Inglaterra y de Estados Unidos, sería antipatriótico y de graves responsabilidades que con justicia el pueblo nos señalaría”.
La determinación de Cárdenas por llevar a delante el proyecto industrial mexicano era clara, pero comprendía que ello requería una confrontación inteligente con los Estados Unidos, es decir el objetivo estratégico no era hacer una rabieta declarativa, sino jugar tanto con los intereses de las empresas petroleras, ponerlos en contra de su propio gobierno y aprovechar las grietas al interior de las potencias para propulsar el interés nacional mexicano.
Por otra parte, el resto del siglo XX, estuvo lleno de encuentros y desencuentros, pero ninguno se compara al cambio de régimen llevado a cabo por el liderazgo político en Washington en los años 80 al interior del Partido Revolucionario Institucional (PRI), momento en que el poder neoliberal instalado en la Casa Blanca liderado por Ronald Reagan, instigaron una transformación política en México por medio del establecimiento de una nueva ala política al frente del PRI, el cual dejó de lado el presidencialismo patriótico y nacionalista que caracterizó a la mayoría de los presidentes mexicanos entre Cárdenas y José López Portillo.
Con el ascenso neoliberal de la mano de Miguel de la Madrid y principalmente de Carlos Salinas de Gortari en 1988, se instauraron en México los aliados del grupo globalista estadounidense, el cual tomó el poder de la mano del neoliberalismo y la imposición del Reaganomics. Este periodo es importante debido a que es justamente desde los años 80 que el poder político en Washington visualizaba la importancia de implantar un tratado de libre comercio en América del Norte el cual sirviera de base para continuar con el proceso de deslocalización industrial, el cual debilitó de forma profunda a los sindicatos de trabajadores industriales estadounidenses en sectores clave para la economía de Estados Unidos como es el automotriz.
Sin embargo, no hay que olvidar que el banco de inversión Blyth, Eastman Dillon & Co. en 1979 planteó el primer esquema de integración comercial regional, el cual originalmente se pensó que podría girar en torno al mercado energético, acción motivada por el pánico en que incurrió el gobierno de Estados Unidos tras las crisis petroleras de 1973 y 1979 y que se combinó con los grandes descubrimientos del entonces enorme yacimiento de Cantarell, ubicado en la sonda de Campeche en el Golfo de México.
La instauración del Tratado de Libre Comercio en 1994 al final de la administración de Salinas estableció una alianza entre las elites globalistas de ambos países, ya que era evidente que el tratado no posicionaría a México como una potencia económica desarrollada, ya que el objetivo para Washington era que su vecino del sur aportara la mano de obra barata en procesos de ensamblaje, sin aportar cadenas de proveeduría nacionales.
México quedó a merced de las exigencias económicas de las empresas inversionistas, consecuentemente ha sido un error conceptualizar a la economía mexicana como un motor económico mundial, como se suele exaltar desde los sectores empresariales mexicanos que mejor conexión poseen con el capital extranjero, toda vez que se suele articular el crecimiento del PIB mexicano como la gran panacea y triunfo del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Sin embargo, durante todo el periodo neoliberal México no rebasó el 2% de crecimiento promedio y la historia demostró que ni los sectores inversionistas estadounidenses ni empresariales mexicanos tenían mucho interés en el desarrollo tecnológico nacional.
El proceso histórico demostró que los sectores empresariales estadounidenses y el grupo político globalista que giró alrededor de las administraciones de las familias Bush (partido republicano) y Clinton-Obama (partido demócrata) en realidad no eran propuestas políticas opuestas, ya que ambas jugaban parte de una misma ala política financiada, por lo que el geógrafo inglés David Harvey denomina el “partido Wall Street”.
El marco geográfico de la relación bilateral México-Estados Unidos
Esta descripción pretende plantear que México siempre ha tenido un escenario geopolítico complejo en su relación con Estados Unidos, no solo por la relacionalidad histórica, sino también geográfica, donde la frontera de más de 3000 kilómetros compartida por ambas naciones propone que la relación bilateral México-Estados Unidos es y seguirá siendo uno de los principales temas que tendrán que afrontar los presidentes y líderes políticos de ambas naciones por muchos años más, toda vez que México enfrenta el escenario geopolítico más complicado que el de cualquier otra nación Latinoamericana de cara a la confrontación histórico-geográfica con Estados Unidos, por tanto las estrategias políticas y diplomáticas que puede aplicar México son distintas a las que países latinoamericanos como Argentina o Brasil pueden implementar en su relación con Estados Unidos. El contexto geográfico sin ser determinista si establece reglas permanentes con las que México tiene que jugar para sortear las proyecciones de fuerza que usualmente realiza el gobierno estadounidense.
El ascenso de AMLO al poder: escenario y lucha política en México
Las victorias electorales de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) así como de Donald Trump tienen un factor en común, responden a una dinámica electoral de hartazgo hacia las promesas económicas neoliberales que en ambos países afectaron y empobrecieron a sus clases medias, para el caso de México es posible decir que la otrora sólida clase media fue destruida durante el periodo neoliberal, situación que se reflejó en el desmoronamiento de las empresas nacionales, mismas que no pudieron competir con las firmas trasnacionales estadunidenses que recibieron todo tipo de ventajas de inversión otorgadas por los gobiernos neoliberales mexicanos, tanto en las administraciones priistas de Carlos Salinas, Ernesto Zedillo y Enrique Peña Nieto, así como en las panistas de Vicente Fox y Felipe Calderón.
En México AMLO se consolidó como una figura carismática que logró condensar el mensaje y la acción política demandada por las mayorías empobrecidas durante 36 años de gobiernos neoliberales, de ahí que su slogan político “primero los pobres”, siempre tuvo una repercusión positiva hacia los sectores menos favorecidos de México, mismos que han sido atacados de forma permanente por una clase privilegiada que no se identifica con su toponimia territorial y carece de una identidad nacional sólida.
El contexto de polarización social que ha sacudido a México como producto de una política económica que solo visualiza al país como una fuente de abastecimiento de mano de obra barata, se aceleró por el contexto de inseguridad que se asentó durante la administración de Felipe Calderón, donde su declaratoria de guerra contra los cárteles de la droga, solo fue el pretexto para trasnacionalizar el comercio de la droga de la mano del cártel de Sinaloa.
La periodista mexicana Anabel Hernández en su último libro, titulado “el traidor”, relata los mecanismos de corrupción que se profundizaron durante las administraciones del Partido Acción Nacional, en un suerte de profunda vinculación entre el gobierno federal y el Cártel de Sinaloa, situación que en diciembre pasado llevó a la detención del Secretario de Seguridad durante la administración de Calderón, el ingeniero Genaro García Luna y quien parece haber tenido una profunda implicación en el infame programa de la administración Obama llamado “rápido y furioso” el cual consistió en el envío de armas de alto poder hacia México para “corroborar” si los cárteles efectivamente se abastecían de armas estadounidenses. El tema explotó en el congreso de Estados Unidos cuando el Fiscal General Eric Holder denunció la gran cantidad de armas estadounidenses que aparecían en escenas de crimen en México vinculadas con el narcotráfico.
El programa Rápido y Furioso es posible analizarlo como el complemento logístico aprobado por el gobierno de Estados Unidos para armar a los cárteles de la droga mexicanos en un contexto donde la violencia en los estados fronterizos del norte de México alcanzó niveles insospechados, como fue el caso de la fronteriza ciudad Juárez perteneciente al estado de Chihuahua. Hacia 2010 el número de muertes relacionada con el narcotráfico en ciudad Juárez superaba los 3000 y a partir de entonces los promedios por año siguen siendo altos, superando en ocasiones los 1000 asesinatos por año, situación que se aceleró por la estrategia de militarización implementada por la administración de Calderón y que la subsecuente de Enrique Peña Nieto tampoco logró resolver, quizás porque estabilizar la ciudad nunca fue la intención gubernamental.
Así, el pobre desarrollo de México no se vinculó al impresionante crecimiento del PIB, el cual le permite al vecino sur de Estados Unidos ubicarse casi dentro de las primeras quince economías mundiales.
En este marco ascendió al poder AMLO, sin embargo su asenso ha sido duramente criticado por los sectores sociales que al carecer de un arraigo territorial y al haber tenido un beneficio directo o indirecto de las políticas económicas y comerciales vinculadas al Tratado de Libre Comercio, visualizan en AMLO una amenaza a sus privilegios de clase, por lo cual la oposición política en México se ha articulado alrededor de empresarios vinculados con el Consejo Coordinador Empresarial que agrupa a los empresarios más acaudalados y que usualmente son representantes de firmas extranjeras pero que operan como filial nacional. Asimismo, la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex) es otro actor que detesta a AMLO, en ésta que conglomera al grueso del sector empresarial mexicano de mediano nivel.
Los ataques han aumentado conforme el sexenio de AMLO avanza, sin embargo, la constante es clara: las acciones políticas del presidente originario del estado de Tabasco son vistas para la oposición como una afrenta a sus intereses económicos, especialmente porque ha implementado políticas de cobro de impuestos a empresas que recibieron la condonación de los mismos durante décadas. Esta acción recaudatoria lo ha llevado a confrontarse con empresas como America Movil, Walmart de México, Grupo Femsa, IBM de México y la automotriz Toyota.
Estas acciones en conjunto con la inconformidad que presentan los sectores sociales mejor acomodados del país, visualizan en AMLO una política de “instauración del socialismo en México”, dichos sectores sociales se caracterizan por ser carentes de toda reflexión histórica, por lo que su principal molestia radica en que se ponga en marcha un programa de desarrollo nacional que no busca pelearse ni aminorar a las clases empresariales, sino que se rijan por un marco apegado a las leyes hacendarias vigentes para todos los ciudadanos mexicanos.
En este sentido, la administración de AMLO busca utilizar los pocos recursos disponibles para propulsar un proyecto de desarrollo nacional que pueda cambiar el rostro de país, siempre necesitado de la inversión extranjera para la producción de empleos.
En el contexto histórico del ideario político de AMLO figura el ejemplo del General Lázaro Cárdenas, quien como relatamos líneas arriba, no temió a un enfrentamiento con las potencias para hacer avanzar un interés nacional, en un momento donde las empresas petroleras estadounidenses y británicas plantearon que México no podría resolver los problemas técnicos de la industria petrolera, afirmación que resultó no ser cierta. De forma análoga el proyecto de AMLO busca recuperar la rectoría del Estado mexicano en la producción petrolera y especialmente en el tema de la refinación de crudo y producción de combustibles, por medio de la construcción de la refinadora ubicada en el estado de Tabasco en el puerto petrolero conocido como Dos Bocas.
Las críticas que han vertido portales económicos como Forbes contra el desarrollo de la refinadora, tienen que ver con que Petróleos Mexicanos tendría una diversificación hacia otra rama productiva y no focalizaría todo su presupuesto hacia la refinación, lo cual a quien realmente afectaría sería a los clústeres de producción de combustibles ubicados en Houston, ya que son éstos los que abastecen en buna medida la demanda de gasolinas y diésel de toda América Latina.
Por otra parte, AMLO con el surgimiento de la pandemia por el nuevo coronavirus Sars CoV-2, enfrenta una de las peores desaceleraciones económicas en todo el siglo XX y XXI, diferentes estimaciones tanto del Banco Mundial, así como del Fondo Monetario Internacional apuntan no solo a la contracción del PIB mexicano en hasta 9%, sino que todo se orienta a que se vivía la peor crisis en 90 años, es decir desde la gran recesión de 1929-1933.
Sin importar que esta condición es un factor estructural, la oposición política y empresarial mexicana se ha focalizado en demandar del gobierno planes de rescate similares a los que gobiernos europeos han lanzado para ayudar a sus sectores empresariales, sin considerar que dichas medidas en casos como Alemania ha significado en la práctica la nacionalización de sectores estratégicos de producción, lo anterior para el caso mexicano es poco probable que se pueda llevar a cabo debido a que el Estado mexicano fue desmantelado durante todo el periodo neoliberal y su fuente de ingresos permanente que se centró en los ingresos por exportaciones petroleras han disminuido considerablemente desde 2014.
En otras palabras, México ya no cuenta con los recursos de ingresos que tuvo en otros años, al tiempo que su capacidad recaudatoria se diezmo por favorecer a grandes corporaciones extranjeras. Sumado a lo anterior, AMLO ha tenido que lidiar con un problema de narcotráfico que se ha incrementado en los pasados años, no hay que perder de vista que el dinero proveniente del tráfico de droga es vital para que los grandes bancos mantengan un flujo de liquidez constante, solo basta recordar el caso de HSBC en 2012, que fue señalado por el congreso de Estados Unidos como uno de los principales lavadores de dinero del cártel de Sinaloa.
Visita de AMLO a Trump: más allá de la formalización de una Grossraumwirtschaft. Prolegómenos de la economía de guerra.
En este contexto se ha dado la visita de AMLO al presidente de Estados Unidos Donald Trump, visita ampliamente cuestionada por los medios de comunicación que son dominados por el sector empresarial globalista, Trump enfrenta problemas semejantes a los de AMLO, se encuentra enfrentado con los sectores empresariales con capitales ampliamente trasnacionalizados, como son los casos de Amazon, Facebook, Twitter y el grueso de medios de comunicación controlados por Rupert Murdoch.
Simultáneamente Trump por medio de la lógica de “hacer grande de nuevo a América”, ha buscado establecer las bases territoriales que le permitan a Estados Unidos tener en casa la base productiva y tecnológica que perdió como consecuencia de la política de deslocalización industrial, apoyada por el sector empresarial globalista.
Asimismo, Trump busca reposicionar a Estados Unidos no a través del libre mercado, sino por medio de la fuerza del Estado y para ello libra una guerra comercial con su gran competidor: el sector empresarial chino. El conflicto que sostiene con China le llevó a considerar desde el inicio de su administración una estrategia de reconfiguración del espacio productivo de América del Norte, por lo que la ejecución del llamado “USMCA” o Tratado México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC por sus siglas en español), establece un acuerdo bilateral, dejando a Washington en el centro y negociando por separado los asuntos económicos y comerciales con ambos países.
El marco de referencia político para la visita de AMLO a EU se refirió a la puesta en marcha del mencionado T-MEC, sobre este tema es claro que México queda subordinado a la esfera económica de Estados Unidos, sin embargo, es una hipótesis de quien escribe estas líneas, que el T-MEC tiene un objetivo geoestratégico de mediano y largo plazo en el marco de la competencia geoeconómica que Estados Unidos libra con China y por lo cual México desempeña un papel clave como un espacio territorial y productivo semejante a la lógica territorial alemana en el marco de la Segunda Guerra Mundial para los territorios del este de Europa.
Estados Unidos se encuentra en una fase donde su proyección de dominio hegemónico pierde poder discursivo, ya que el mensaje liberal centrado en la libertad económica, manifestada en la apertura hacia el libre mercado, el ejercicio de derechos humanos, así como de un irrestricto procedimiento en la práctica de la democracia, deja de tener sentido, por lo cual es importante vincular este declive de ejercicio hegemónico al nivel del discurso y de la influencia ideológica que éste genera sobre la percepción y la organización territorial y analizar su respectiva concatenación con una profundización del ejercicio del dominio territorial para afianzarlo en las dimensiones biofísicas así como sociales, ya que la lógica de fortalecimiento del proyecto industrial-militar de Donald Trump, plantea la necesaria competencia por el acceso a recursos energéticos y minerales críticos, especialmente en el rubro de tierras raras, que son los minerales de mayor aplicación para desarrollos tecnológicos de avanzada.
En este sentido, es muy importante no perder de vista la profundización del ejercicio de territorialidad capitalista ejercido por el complejo militar-industrial, proyectado para los próximos años, dado el objetivo de fortalecimiento industrial y militar que plantea la administración Trump, ya que de acuerdo con el documento del Departamento de Defensa de Estados Unidos, titulado “Assessing and Strengthening the Manufacturing and Defense Industrial Base and Supply Chain Resilency of the United States”, se diseña la necesidad de fortalecer la base industrial militar estadounidense teniendo como fundamento a las grandes empresas del sector como Lockheed Martin o General Dynamics.
De acuerdo con dicho documento, Estados Unidos cuenta con 300 áreas de vulnerabilidad en las que ha perdido competitividad y donde otras naciones, especialmente asiáticas y particularmente China, han ganado fortaleza en sectores industriales críticos en el diseño de tecnologías de alto desempeño militar, donde resalta la dependencia de la industria estadounidense hacia la producción de aluminios de diferentes calidades, esenciales para la manufactura de aeronaves, buques de guerra y tanques, lo anterior adquiere un gran significado porque China se presenta como la máxima amenaza en el abastecimiento de materiales críticos y estratégicos fundamentales para la seguridad nacional de Estados Unidos.
Este tipo de proyección económica militar hacen recordar la forma de organización territorial que llevaron a cabo las tres principales potencias capitalistas en el contexto previo a la Segunda Guerra Mundial (Estados Unidos, Alemania y Japón), tal como fue estudiado por Alan Milward, historiador económico de origen británico, quien en su imprescindible libro titulado “War, Economy and Society 1939-1945”, aborda a profundidad la interrelación entre ordenamiento territorial, política industrial y el diseño de la estrategia militar, como elementos centrales del proceder político de las potencias capitalistas centrales, donde demuestra que el rearme alemán no puede explicar por si solo la recuperación económica de Alemania, ya que éste fue solo un aspecto de las inversiones públicas del Estado alemán.
Simultáneamente es fundamental no perder de vista que, tanto en el escenario previo a la Segunda Guerra Mundial, como en el actual contexto, la organización del espacio geográfico por medio de un ejercicio de territorialidad enfocado hacia el dominio del espacio político-militar desempeña un papel nodal. Esta lógica de pensamiento opera en el actual contexto económico, político y estratégico mundial, principalmente desde Estados Unidos, nación que adquiere un comportamiento económico muy similar al planteado por la Alemania Nazi en los años previos a la Segunda Guerra Mundial.
En aquel momento, el gobierno alemán argumentó que “había pasado ya la era del Estado nacional como unidad económica, creación del mismo liberalismo, y que debía reemplazarse por la idea de las grandes áreas económicas Grossraumwirtschaft”, las cuales presentan cierta unidad geográfica y económica.
“El objetivo de estas zonas era crear mercados amplios en los momentos en que la demanda decreciera y poder satisfacerla con sus propios recursos y potencial productivo”. Bajo la lógica del pensamiento estratégico nazi “el aumento en los niveles de empleo, así como del ingreso per cápita no podrían depender del comercio internacional, sino de llevar a cabo una reordenación del mapa mundial en áreas geográficas económicas de mayor tamaño”.
Es de llamar la atención que un razonamiento parecido se sigue hoy desde el liderato de la Casa Blanca, ya que la reorganización espacial de la producción en América del Norte, por medio de la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte y su reconfiguración por medio del T-MEC se encuentra fincado en una estrategia de arraigo territorial, principalmente en lo referente al control del sector energético por medio de la cláusula denominada “Investor-state dispute resolution” (ISDS, por sus siglas en inglés), la cual no permite llevar a cabo modificaciones y regulaciones ambientales o de otro tipo a las firmas petroleras que ya han ganado contratos en nuestro país.
Por otro lado se ha llevado a cabo la imposición de la llamada cláusula anti China, que prohíbe a los firmantes del acuerdo (especialmente se refiere a México y Canadá) entablar inversiones o tratados de libre comercio con economías que no sean de mercado, lo cual plantea un duro obstáculo para México en la búsqueda de cualquier posible escenario que permita hacer una nueva estrategia de diversificación del comercio exterior, lo cual atará más a México hacia el mercado de Estados Unidos, justo cuando éste último se encuentra construyendo un andamiaje de guerras comerciales y arancelarias con el objetivo de bloquear los flujos de inversión hacia China, en una clara muestra de proyección de fuerza y agresión unilateral, que manifiesta una estrategia de confrontación contra el crecimiento y gran dinamismo económico ejercitado por Beijing.
La visita de AMLO: afianzar alianzas políticas. Los aliados de los enemigos de Trump son los enemigos de AMLO
Además de lo anterior, no debemos perder de vista que la reunión estuvo llena de símbolos, como la visita de AMLO a la estatua de Abraham Lincoln, es un recordatorio muy claro del posicionamiento “hamiltoniano” de AMLO y que comparte con Trump, no obstante no debemos perder de vista que el principal objetivo se encuentra de cara a las elecciones del próximo noviembre, donde Trump necesita debilitar al equipo globalista del partido demócrata, el cual en el escenario de la relación bilateral con México se encuentra íntimamente vinculado con los enemigos políticos de AMLO, ya que representan la base política de la oposición empresarial que enfrenta domésticamente el presidente tabasqueño.
AMLO no fue a Estados Unidos a ganarse el voto latino para Trump, ya que la dinámica demográfica de los latinos no es uniforme ni responde de la misma forma en los estados donde desempeñan un papel primordial. Sin embargo, la visita si tiene objetivos claramente políticos por atacar a los enemigos de Trump mediante el destape de los programas de abastecimiento de armas por parte del gobierno de Estados Unidos a los cárteles mexicanos durante la administración de Barack Obama, dicha acción no solo busca debilitar a Biden en la recta final hacia la elección, sino que además le allanará el camino a AMLO en México ya que las alianzas al interior del Partido Acción Nacional así como en el Partido Revolucionario Institucional se pueden debilitar, por el desenmascaramiento de sus vinculaciones con el narcotráfico en México.
Esta visita al momento de redactar estas líneas ya le está dando dividendos políticos a AMLO, ya que mientras cenaban en la Casa Blanca se llevó a cabo en Florida la captura de César Duarte ex gobernador del violento estado de Chihuahua y donde es acusado por malversación de fondos, así como por simular contratos con empresas de consultoría que nunca llevaron a cabo los servicios por los que recibieron pagos cargados al erario del estado de Chihuahua.
Simultáneamente México ha planteado la candidatura de Jesús Seade para tomar la presidencia de la Organización Mundial del Comercio, organismo internacional en donde Trump puede buscar tener un posicionamiento favorable a Estados Unidos en su marco de conflicto económico con China, la visita a Washington por parte de AMLO puede tener una lógica de quid pro quo para favorecer a las dos naciones. Además, es fundamental no perder de vista que Seade fue el negociador mexicano para destrabar las negociaciones del T-MEC, en el periodo final de la administración de Enrique Peña Nieto y la victoria electoral de AMLO.
Así, la carta de los temas relacionados con el programa Rápido y Furioso como estrategia de envío de armamento por parte de Estados Unidos a los cárteles de la droga facilita a los dos mandatarios el manejo de las agendas políticas domésticas, ambos buscan combatir a los grupos políticos y empresariales globalistas que se oponen a ser desplazados del olimpo del poder.
Sin embargo, no hay que perder de vista que desde América Latina se puede cometer el error de juicio de considerar la visita de AMLO como una declinación del presidente mexicano, ya que es verdad que la agenda de Trump hacia América Latina pasa por el inicio de un probable conflicto en Venezuela, situación que se hace latente conforme nos acerquemos a la elección en noviembre, también es importante comprender a AMLO como lo que no es, el presidente mexicano no es de extrema izquierda, no es socialista ni busca una confrontación con EU.
AMLO es posible definirlo como un presidente con ideas neokeynesianas más parecido a un socialdemócrata con un fuerte instinto nacionalista y muy atento a los procesos históricos de México.
Finalmente, la visita se incrusta en la larga historia de las relaciones diplomáticas entre México y Estados Unidos, lo relevante es tener en cuenta las agendas políticas de Trump y AMLO, en un escenario previo a una muy probable confrontación militar entre potencias mundiales, que de acuerdo con Michael R. Auslin en su reciente libro titulado “la nueva geopolítica de Asia”, plantea un escenario de confrontación militar entre China y Estados Unidos en 2025.
Esta posible confrontación se delinea siguiendo las directrices convencionales con las que suelen iniciar las guerras entre grandes potencias, es decir como un error de cálculo de las intenciones militares de la contraparte, en ese escenario es donde es posible ubicar la importancia estratégica de México para Estados Unidos, donde el territorio mexicano no deja de ser utilizado por la potencia del norte como una base de producción estratégica para el abastecimiento industrial, particularmente en esferas de alto desarrollo tecnológico como el aeroespacial, lo anterior se notó en los asistentes a la cena en la Casa Blanca, donde resaltó la presencia de directores ejecutivos de empresas energéticas y tecnológicas, entre estas últimas resaltó la presencia de Intel y Lockheed Martin.
En conclusión, no hay que perder de vista la dimensión geográfica en la que tiene que actuar México, donde la relación bilateral con Estados Unidos tiene que ser pragmática al tiempo que con la administración de AMLO se buscan establecer las bases de un proyecto de desarrollo nacional que articule el interés nacional mexicano, aunque en la búsqueda de dicha estrategia se tiene que lidiar con la potencia en declinación que es Estados Unidos.
*Abner Munguía Gaspar: Doctorante en Relaciones Internacionales, Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco, México.
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