Al postergar el tratamiento de las reformas propuestas por EE.UU. y elegir a China para el Directorio, la Asamblea Mundial de la Salud apunta a superar la polarización mundial.
Por Eduardo J. Vior TELAM
La polarización entre las potencias atlánticas y las euroasiáticas se extiende crecientemente a todos los ámbitos de las relaciones internacionales. La hasta ahora última batalla se dio la semana pasada en la Asamblea de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y resultó en una ruidosa derrota de las potencias occidentales: por amplísima mayoría de los 194 miembros se rechazó tratar las propuestas norteamericanas para reformar el Reglamento Interno y votar un tratado internacional sobre vacunas. Además la Asamblea eligió por unanimidad a China como nuevo miembro del Directorio de la organización, para equilibrar la masiva influencia de Bill Gates y la industria farmacéutica occidental. Si se relacionan estas decisiones con la denuncia rusa sobre los laboratorios biotecnológicos que EE.UU. instaló en 49 países y la de China sobre la manipulación genética que el Pentágono viene realizando con insectos, para destruir cultivos, puede medirse la proyección estratégica de la lucha por el control del gobierno mundial de la salud.
Tras siete días de intensos debates (del 22 al 28 de mayo), la Asamblea Mundial de la Salud postergó el sábado 28 la decisión sobre las trece enmiendas que Estados Unidos quiere hacer al Reglamento Sanitario Internacional. La discusión polarizó fuertemente la reunión. De un lado quedaron los delegados de los países ricos; del otro, la inmensa mayoría de América Latina, África, Asia y Oceanía. Al final, la dirección de la OMS y los países occidentales aceptaron que se convoque a un grupo de trabajo que eleve “recomendaciones técnicas” sobre las enmiendas propuestas a ser discutidas, junto con el Tratado sobre Pandemias, en la 77ª reunión de la Asamblea en 2024.
Ya un día antes China fue elegida unánimemente junto con otros 11 países como miembro de la Junta Ejecutiva de la OMS. Al acceder a dicho cargo, la República Popular se asegura una influencia decisiva sobre las discusiones en torno a la reforma del Reglamento Interno y a la negociación de un tratado internacional sobre vacunas. Habrá que ver, si su presencia en el Directorio aumenta o disminuye la polarización mundial.
En enero pasado Estados Unidos presentó una propuesta para la reforma del Reglamento Sanitario Internacional (RSI) y recientemente la OMS anunció planes para un tratado internacional sobre pandemias que introduciría un pasaporte digital y un sistema de identificación digital de todos los seres humanos. Tras el rechazo por la mayoría de la Asamblea y dificultosas negociaciones, se acordó volver a discutir ambas propuestas en la Asamblea de 2024.
En el borrador para la reforma se prevé que la OMS ya no necesitará consultar con el Estado donde se esté produciendo una incidencia sanitaria para poder tomar medidas vinculantes. Bastaría con que el Director General declare la emergencia en uno o más países con la sola consulta al Comité de Emergencia que se crearía con la reforma. Además, aunque un incidente sanitario no cumpla los requisitos, para ser declarado como emergencia de salud pública de importancia internacional, el Director General de la OMS igual puede consultar al Comité de Emergencia y emitir un “alerta intermedio de salud pública”. Según la propuesta, la definición de pandemia no se limitaría a las enfermedades infecciosas y podría incluir, por ejemplo, una crisis de obesidad.
Como parte de este plan, la OMS ha contratado a T-Systems, subsidiaria de Deutsche Telekom, para desarrollar un sistema global de pasaporte de vacunas que impondría a todos los seres humanos una identificación digital con código QR. Este sistema sería universal, obligatorio, transnacional y operado por burócratas no elegidos. Para ello precisamente Bill Gates está promoviendo la creación de un equipo de respuesta a las pandemias denominado “Respuesta y movilización mundial ante epidemias” o Equipo GERM, que tendrá la autoridad para monitorear a las naciones y decidir las medidas de contención y combate de las pandemias.
Paralelamente a esta discusión, un grupo de trabajo propuso a la Asamblea de la OMS aumentar las cuotas de los estados miembros para llevarlas hasta 2030 a cubrir el 50% del presupuesto de la organización (actualmente sólo solventan el 16%). Hoy en día Bill Gates financia más del 50% de los gastos del organismo internacional, sea con fondos de su fundación o de GAVI. Ésta última es la Alianza para la Vacunación, una asociación mundial entre el sector público y el privado con sede en Ginebra y Washington. Uno de sus principales fundadores es el propio Bill Gates, quien participa a través de la Fundación Bill y Melinda Gates. GAVI reúne a los gobiernos de países en vías de desarrollo y donantes con la OMS, UNICEF, el Banco Mundial, grandes fabricantes de vacunas, agencias técnicas y de investigación, la Fundación Bill y Melinda Gates y otros “filántropos”.
La propuesta de reforma del Reglamento Sanitario de la OMS y el proyectado tratado internacional sobre pandemias tienden a imponer una definición y normativa centralizadas para el manejo de las enfermedades infectocontagiosas, sustituyendo a los estados nacionales por un reducido equipo de tecnócratas. Tanto más grave es la propuesta cuanto que se trata de un organismo internacional financiado mayoritariamente por capitales privados con fuertísimos intereses en la industria farmacéutica. Por otra parte, la pretensión de disponer de los datos personales de toda la humanidad tiende a implantar una dictadura totalitaria mundial.
No es casual, entonces, que la 75ª Asamblea de la OMS haya obviado discutir la denuncia de la Federación de Rusia sobre los laboratorios biotecnológicos sostenidos por Estados Unidos en Ucrania y en otros países vecinos a Rusia y China. Tampoco atendió a las acusaciones chinas sobre los programas norteamericanos para la manipulación genética de insectos que así podrían infectar cultivos en países rivales. De este modo EE.UU. se aseguraría el control monopólico de los mercados de productos alimenticios.
Los laboratorios secretos ucranianos “están conectados al sistema global de control de la propagación de enfermedades infecciosas del Pentágono”, declaró este viernes 27 el jefe de las Tropas de Defensa Radiológica, Química y Biológica de Rusia, el teniente general Ígor Kirílov, quien también afirmó que entre la documentación secreta secuestrada se encontraron instrucciones sobre “brotes de viruela”.
El oficial precisó que esa red está comandada desde el Instituto Walter Reed de Investigaciones del Ejército, situado en Maryland. La red, formada por el Pentágono en 1997, incluye laboratorios de las fuerzas armadas terrestres y navales, así como bases militares ubicadas en varias regiones del mundo. Más adelante el general explicó que “en los laboratorios biológicos en territorio ucraniano (…) fueron descubiertos materiales de instructores estadounidenses con instrucciones sobre cómo reaccionar ante un brote de viruela”. Destacó que el interés del Pentágono hacia la viruela no es casual, pues la reaparición de esa enfermedad sería una catástrofe para toda la humanidad. En comparación con el COVID-19, estimó, la viruela es igualmente contagiosa pero diez veces más mortal.
Kirílov informó asimismo que en Ucrania se formó una red de más de 30 laboratorios biológicos que funcionaban al servicio del Pentágono. En ellos las fuerzas rusas encontraron evidencias sobre las armas bacteriológicas que Estados Unidos estaba desarrollando Ucrania.
También, acusó, hay al menos cuatro laboratorios controlados por Washington que operan en Nigeria, de los que proviene el actual brote de viruela del mono. Rusia instó, entonces, a la OMS a investigar los laboratorios que funcionan en Abuya, Zaria y Lagos.
“La Agencia de Reducción de Amenazas de Defensa de EE.UU. (DTRA, por su nombre en inglés), siguió detallando, está implementando hardware y software para el monitoreo de enfermedades así como sistemas para controlar el acceso y el movimiento de agentes patógenos. Al equipar los laboratorios biológicos con estos sistemas de información, EE.UU. asegura sus contingentes biológicos en las áreas de despliegue, monitorea de forma remota sus instalaciones e influye en el entorno global”, argumentó.
“Como parte de la operación militar especial de Rusia, denunció, en biolaboratorios ucranianos se descubrieron materiales de instructores estadounidenses que capacitaban a especialistas locales en la respuesta a brotes de viruela”. “La falta de controles adecuados y las brechas de bioseguridad en los EE.UU. podría conducir al uso de este patógeno con propósitos terroristas”, advirtió. “El trabajo en estas organizaciones violó la Resolución 49.10 de la Asamblea Mundial de la Salud de 1996, que estipuló que sólo el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades en Atlanta podía almacenar el patógeno de la viruela”, acusó.
Si bien el general Kirilov se basó para su denuncia en la documentación incautada por las fuerzas rusas en los laboratorios de EE.UU. en Ucrania, el riesgo infeccioso que emana de los centros de investigación norteamericanos a lo largo y ancho de Eurasia incluye también la contaminación de cultivos para dañar la producción de alimentos.
El pasado 25 de mayo un artículo de Shan Jie y Fan Wei publicado en el periódico chino Global Times denunció el programa estadounidense conocido como «Insect Allies», que podría convertir a los insectos en armas biológicas letales. El proyecto del Pentágono consiste en la transmisión a las plantas de virus modificados genéticamente. Oficialmente, el proyecto serviría para evitar la hambruna, al permitir la agricultura en climas desfavorables y defender las plantas contra las enfermedades, pero en realidad este proyecto puede ser utilizado como arma, para destruir los alimentos del enemigo o propagar enfermedades mortales entre la población.
El proyecto Insect Allies fue lanzado en 2017 por la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada de Defensa (DARPA). Ya en abril de 2018, un artículo en Science advertía sobre las aplicaciones militares de esa investigación y señalaba que »la investigación podría considerarse una violación de la Convención sobre Armas Biológicas». Por su parte, el Instituto Max Planck de Alemania también avisó que «debido a la amplia prohibición de la Convención sobre Armas Biológicas, cualquier investigación biológica de interés debe justificarse de forma plausible como si tuviera fines pacíficos.
Por su parte, Zhang Jie, experto del Instituto de Protección Vegetal de la Academia China de Ciencias Agrícola declaró que “sería mortal convertir un insecto en un arma biológica, porque hasta ahora los virus en los cultivos han sido muy difíciles de controlar».
El programa Insect Allies es sólo uno de los muchos casos en los que la investigación estadounidense ha sido acusada de causar terribles consecuencias en todo el mundo, especialmente mediante el uso de laboratorios biológicos. Estados Unidos ha admitido abiertamente que tiene 336 laboratorios biológicos en 30 países del mundo, 26 de los cuales están en Ucrania. Sin embargo, hay documentos suficientes como para afirmar que Estados Unidos ha firmado contratos con al menos 49 países.
Por su parte, en una reciente entrevista con el portal español El Diario, el multimillonario Bill Gates dice que hay un 50 por ciento de posibilidades de que la próxima pandemia sea causada por el cambio climático provocado por el hombre o deliberadamente por un bioterrorista. El fundador de Microsoft hizo los comentarios recientemente durante una entrevista con el medio de noticias español El Diario. Gates dijo que “podría ser un virus hecho por un bioterrorista que lo diseñó y lo circuló intencionalmente. Ese es un escenario muy aterrador, porque podría tratar de difundirlo en diferentes lugares a la vez. O, continuó, podría ser algo que dé el salto del mundo natural. La población humana está creciendo y estamos invadiendo cada vez más ecosistemas. Por eso calculo que hay un 50% de posibilidades de que tengamos una pandemia de origen natural en los próximos 20 años”, agregó.
Durante la entrevista el magnate reiteró su llamado para que se inyecten miles de millones de dólares en la investigación de futuros patógenos mediante la creación de un equipo de especialistas de 3.000 personas bajo el control de la Organización Mundial de la Salud, lo que requeriría un aumento presupuestario del 25%. Más adelante, al comentar sobre el reciente brote de viruela del mono, Gates dijo que “hay muy pocas posibilidades» de que tenga un impacto similar al coronavirus”, aunque advirtió que podría mutar en algo significativamente más desagradable.
Si bien el más importante, Bill Gates es sólo uno entre unos pocos megamillonarios estadounidenses con intereses en la industria farmacéutica y mucho poder sobre los medios, la política y las fuerzas armadas, el llamado “Estado profundo” de EE.UU. Durante la pandemia de Covid-19 han ganado fortunas y ahora, preocupados por las crecientes resistencias no sólo en Eurasia, quieren conquistar el poder mundial con ayuda del “Gran Reajuste” proyectado por el Foro Económico Mundial. Esta estrategia comprende las guerras (también la de Ucrania) que desquician países enteros en Eurasia y África, las sanciones económicas y comerciales contra potencias adversarias que resultan en la actual crisis alimentaria y energética, la “guerra cognitiva” en las redes sociales y los medios y el control omnipresente de la población mundial.
Contra esta ofensiva totalitaria se han levantado en el Sur Global países con regímenes diversos que exigen participar en las decisiones comunes de la humanidad. Rusia lo ha hecho invadiendo Ucrania. China, en cambio, busca superar la polarización y, si bien denuncia las maniobras estadounidenses, evita la confrontación. La postergación del debate sobre la gobernanza de la OMS es una derrota de los países occidentales, pero da también una importante señal de distensión. Donde Rusia no pudo obviar el choque, quizás lo logre China. Sería una gran noticia para el futuro común de la humanidad.
TELAM: https://www.telam.com.ar/notas/202206/594333-oms-estados-unidos-china-salud.html