Los cambios en el gabinete ministerial propuestos por el presidente antes del inicio de su quinto mandato sugieren que Rusia se prepara para un conflicto largo, híbrido y ubicuo
por Eduardo J. Vior
analista internacional para Dossier Geopolitico
Nadie puede negar que el presidente Vladímir Putín es consecuente: no hay contradicción entre su discurso y sus decisiones. En su alocución del Día de la Victoria, el pasado 9 de mayo, afirmó que “el arrogante Occidente está arriesgando un conflicto global” y el sábado 11 envió al Consejo de la Federación (cámara alta del parlamento) una lista con los ministros propuestos para acompañarlo en su recién comenzado quinto mandato en la que se combinan la continuidad de la mayoría con una sustancial renovación en las áreas de Defensa y de Economía. Es que Putin está preparando a su país para un largo conflicto híbrido con la OTAN en distintos frentes a la vez que requerirá una afinada coordinación de los recursos materiales y humanos, militares y civiles. Para ello necesita armonizar la conducción de la defensa con el desarrollo económico del país.
El presidente ruso se reunió la noche de este 14 de mayo con los miembros de su nuevo gobierno, días después de haber asumido un quinto mandato al frente de su país. El gobierno de Putin en su quinto mandato presidencial está conformado por 21 ministros y 10 viceministros. Destacan especialmente el nombramiento de Andréi Beloúsov como nuevo ministro de Defensa y la permanencia de Serguéi Lavrov al frente de Asuntos Exteriores.
Después de que el pasado viernes se anunciara que el primer ministro Mijaíl Mishustin continuará en el cargo que ocupa desde 2020, el Consejo de la Federación y la Duma Estatal (cámara baja) durante este lunes y martes estudiaron y eligieron a los candidatos al nuevo gabinete. El hasta ahora ministro de Defensa Serguéi Shoigú pasó a dirigir el Consejo de Seguridad Nacional ocupando el lugar de Nikolai Patrushev, cuyo nuevo destino se desconoce.
Además del ministro de Relaciones Exteriores permanecen en sus cargos el del Interior, el de Defensa Civil y el de Justicia. También fueron ratificados el Director del Servicio de Inteligencia Exterior Serguéi Naryshkin, el del Servicio Federal de Seguridad, Alexánder Bórtnikov, el de la Guardia Nacional, Víktor Zólotov y el del Servicio Federal de Protección, Dmitri Kóchnev.
Como nuevos fueron designados el primer viceprimer ministro Denís Manturov, el de Transportes, el de Industria y Comercio, el de Energía, la de Agricultura y el de Deportes. Algunos de ellos estaban ya en otros cargos en el gabinete y otros llegaron desde gobernaciones regionales. Los demás ministros mantienen sus carteras.
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El ministro de Defensa saliente, Serguei Shoigu, y Andrei Beloúsov, propuesto por Putín para remplazarlo
Andrei Beloúsov, un economista civil y ex primer ministro interino, se ha hecho cargo del Ministerio de Defensa, que Serguéi Shoigú había dirigido desde 2012. Beloúsov es partidario de estimular la demanda desde el presupuesto, lo que significa que aumentará el gasto militar. Hablando este martes ante el Consejo de la Federación, el nuevo ministro afirmó que es “plenamente consciente de su responsabilidad ante el país y el pueblo ruso”, indicando que su objetivo principal es “garantizar la plena integración de la economía de las Fuerzas Armadas en la economía general del país, teniendo en cuenta el crecimiento de los gastos militares, que ya han superado el 6,7% del PIB del país”. Señaló que esta tarea “implica, en primer lugar, la optimización de los gastos militares”, explicando que “la optimización significa, en primer lugar, aumentar su eficacia”.
Contar con un gestor económico competente en la cúpula del ministerio de Defensa es perentorio para Putin, después de que el Congreso de Estados Unidos ha aprobado una ingente ayuda militar para Ucrania, mientras que Rusia presiona con un nuevo avance a lo largo de la frontera noreste de Ucrania. No está claro si con ese avance Rusia abre un nuevo frente o si sólo se trata de un esfuerzo por desviar a las fuerzas ucranianas, pero efectivamente ejerce más presión sobre Kiev, hasta que sus aliados entreguen más armamento.
Para hacer “más eficiente” el ministerio de Defensa, Beloúsov también debe sanearlo, después de que hace pocos días un escándalo de corrupción llevó al despido y detención del viceministro Tifónov.
Además de la secretaría del Consejo de Seguridad Nacional, Shoigu ocupará próximamente la vicepresidencia de la Comisión Militar-Industrial (dependiente de la Duma) y también dirigirá el Servicio Federal de Cooperación Técnico-Militar (FSVTS), responsable de los acuerdos sobre material militar con otros países, desde ahora dependiente directamente de la presidencia de Rusia.
El portavoz de prensa del Kremlin, Dmitry Peskov, dijo que el nombramiento de un civil mostraba que el papel del ministro de Defensa requería “innovación”. Afirmó que Rusia se estaba pareciendo cada vez más a la Unión Soviética a mediados de los años 1980, cuando una alta proporción del PIB se destinaba al gasto militar a costas de otras inversiones importantes. Como resultado, dijo, es necesario garantizar que el gasto militar se integre mejor en la economía general de Rusia. “Quien esté más abierto a las innovaciones será el que saldrá victorioso en el campo de batalla”, afirmó.
La elección de Beloúsov refleja el reconocimiento de que la producción militar que abastece la guerra de Rusia y calienta su economía debe gestionarse cuidadosamente, para sostener una larga guerra de desgaste. Además del nombramiento de Beloúsov, Putin también ascendió a Denis Manturov, ministro saliente de Comercio e Industria, al cargo de viceprimer ministro, señal de que la expansión de la producción industrial se convertiría en una prioridad del gobierno.
La gran incógnita es qué pasará con Nikolai Patrushev, hasta ahora presidente del Consejo de Seguridad. Persona de grandes estrategias y pocas palabras, sus declaraciones públicas siempre marcaron la línea. Desde hace muchos años había aconsejado la intervención en Ucrania para proteger a la minoría rusohablante, mientras Putin aún creía en las promesas de Angela Merkel y François Hollande. Desde el primer momento del ingreso de las tropas en Ucrania recomendó la movilización masiva para fortalecer las reservas, criticó la falta de estrategia inicial y la autonomía dada a la CMP Wagner. En todos los puntos fue teniendo razón, pero pagó su desmontaje de Shoigú con el alejamiento del cargo. Probablemente Putin haya querido resguardar su autoridad removiendo a uno y a otro. Si es así, el desplazado consejero reaparecerá pronto en otro alto cargo.
Para responder las incógnitas planteadas por estos sorpresivos cambios en la composición del gobierno ruso hay que tener en cuenta algunos elementos del contexto mundial que pueden haber pesado en la decisión del presidente Vladímir V. Putín:
El Kremlin supone que antes de las elecciones de noviembre próximo el gobierno norteamericano no se va a comprometer más profundamente en la guerra en Ucrania, porque la misma es altamente impopular en su país.
Sin embargo, sí ve antes de las elecciones europeas de junio próximo una tendencia dominante en el ala derecha del liderazgo europeo a agitar por una profundización y ampliación del enfrentamiento contra Rusia, para unir y movilizar a sus seguidores contra los socialdemócratas, de un lado, y la derecha antibelicista del otro. Esta agitación puede traspasar límites sin retorno y comprometer a los miembros europeos de la OTAN en un enfrentamiento con Rusia en el campo de batalla que obligue a los norteamericanos a correr a ayudarlos.
Si bien Donald Trump ha prometido que, en caso de llegar nuevamente al gobierno, acabará rápidamente la guerra en Ucrania, no le será tan fácil hacerlo, si sus aliados europeos crean situaciones sin retorno ni tampoco se lo va a permitir el “Estado profundo” de su país. Por otra parte, si Joe Biden logra la reelección, los neoconservadores mantendrán la hegemonía sobre la estrategia mundial y la política exterior de EE.UU. e intensificarán su estartegia belicista para postergar un poco más el inevitable estallido de la crisis sistémica.
Así como la Casa Blanca consintió la invasión israelí de la Franja de Gaza durante los primeros meses, porque servía para ocultar el retroceso en el frente ucraniano, ahora, ante la prolongación indefinida de la masacre contra la población gazatí, puede verse tentada a intensificar los combates en el Europa Suroriental, para desviar la atención de Asia Occidental.
Vladimir Putín llegó este miércoles 15 a Beijing, para participar en el Foro de la Franja y la Ruta y reunirse con Xi Jinping
Voceros oficiales y oficiosos de Washington han declarado repetidamente en los últimos dos años que, si bien en este momento el enfrentamiento principal se da contra Rusia, el conflicto de fondo se dirimirá entre EE.UU. y China. Por las dudas, para no caer en el aislamiento que afectó a la Unión Soviética en los últimos veinte años de su existencia, apenas se extendió la guerra en Ucrania en febrero de 2022 el Kremlin estrechó la alianza con China e Irán. De todos modos ve con recelo los recientes intercambios diplomáticos entre Washington y Beijing y trata de contrarrestar la influencia estadounidense en el Cáucaso y Asia Central.
La principal maniobra de flanqueo del bloqueo occidental emprendida por el Kremlin ya desde la pandemia de Covid19 ha sido la expansión en África. El operativo está teniendo éxito en el Sahel y en África Central, pero, además de combinar mando centralizado con operaciones descentralizadas (por eso el disciplinamiento de la Compañía Wagner), Rusia debe ofrecer a sus nuevos aliados africanos eficiencia económica. Sus nuevos aliados requieren inversiones en infraestructura, transporte, comunicaciones, salud y educación. Si no las reciben de Rusia, las burcarán en otros lares.
Finalmente, el riesgo percibido de que la guerra se prolongue y amplíe ha convencido al liderazgo ruso de la necesidad de centralizar aún más las decisiones. El caos de la movilización y el deficiente suministro de las fuerzas armadas que se vio en 2022 no puede volver a repetirse. Para ello, aunque Putín no pueda erradicar a los oligarcas que controlan los principales conglomerados surgidos en los últimos 30 años, necesita mantenerlos sometidos a la dirección política de la guerra y evitar que sus prácticas corruptas disloquen la producción y circulación de los bienes y servicios requeridos por el esfuerzo bélico.
En suma, Putín aprovecha el pico de popularidad del que disfruta tras su reciente reelección, para concentrar el poder y preparar a su país y a su pueblo para una guerra híbrida prolongada y en muchos frentes a la vez. Con la reorganización del gobierno da un paso más hacia el disciplinamiento de la oligarquía, la reorganización de la economía para la guerra y la preparación de su pueblo para un nuevo sacrificio. Al mismo tiempo, pocos días antes de la visita que este miércoles comenzó en Beijing buscó no perder posiciones frente a Xi Jinping, quien crecientemente se ubica en el centro de la política mundial.
Vladímir Putín quiere fijar con Occidente una frontera que neutralice y reduzca Ucrania, pero para alcanzar este nuevo statu quo necesita tener enfrente un poder norteamericano realista que no se avizora en el futuro mediato. Por ello se prepara para un largo período de convulsiones que exigirán fuertemente un mejor rendimiento global de la economía y la política rusas.
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