La cumbre de Ginebra entre Biden y Putin ofrece una chance, para retornar a un equilibrio estratégico, pero, para lograrlo, EE.UU. debe abandonar las fórmulas de los siglos XIX y XX.
Por Eduardo J. Vior
Al concluir la cumbre del Grupo de los Siete (G-7) en el Reino Unido, el presidente Joe Biden declaró el domingo triunfalista que «Estados Unidos ha vuelto a la mesa». El anciano mandatario partió el domingo de Cornualles hacia Bruselas, donde este lunes habló ante la conferencia anual de la OTAN y de allí siguió viaje hacia Ginebra, Suiza, donde este miércoles se encuentra con su colega ruso Vladímir Putin.
Los estrategas norteamericanos esperan con esta gira recuperar un vínculo fluido con la diplomacia europea, afirmar su liderazgo y, de ser posible, atraer a Rusia a una “coexistencia pacífica” sin China. Por las dudas, ya afianzaron una nueva “alianza del Atlántico” con el Reino Unido, remedando la firmada en 1941 entre Roosevelt y Churchill. Los estadounidenses proponen al Kremlin invertir los términos de la segunda fase de la Guerra Fría: si entonces se aliaron con China (viaje de Nixon a Beijing en 1972), para aislar a la Unión Soviética, ahora quieren establecer con Rusia una cooperación que margine a la República Popular. Repiten las tácticas británicas de los siglos XIX y XX, sin darse cuenta de que el escenario cambió. De una errónea apreciación de la realidad no puede surgir una estrategia correcta.
Los líderes de la OTAN posan para una foto de grupo en la sede de la alianza en Bruselas el 14 de junio
Al terminar este lunes 14 la cumbre de la Organización del Atlántico Norte (OTAN) en su sede central de Bruselas, los jefes de Estado y de gobierno presentes acordaron la agenda «OTAN 2030», una iniciativa global para garantizar que la alianza esté preparada para afrontar los retos del futuro. Según la agenda, la OTAN intensificará la consulta política y la resistencia de la sociedad, reforzará la defensa y la disuasión, afinará la ventaja tecnológica y desarrollará su próximo concepto estratégico a tiempo para la cumbre de 2022.
Los líderes también tomaron decisiones sobre los ámbitos operativos más recientes: el ciberespacio y el espacio. El bloque acordó en este sentido una nueva política de ciberdefensa que, se supone, debe garantizar que el bloque cuente con sólidas capacidades técnicas, consultas políticas y planificación militar para «mantener nuestros sistemas seguros». En cuanto a Rusia, los líderes de la OTAN dijeron que estaban abiertos a un diálogo político, pero que seguían siendo «claros» en cuanto a los desafíos que supuestamente plantea.
En su declaración sobre la situación internacional manifestaron que China representa “un riesgo para la seguridad”. En el comunicado final se afirma que las «ambiciones declaradas y el comportamiento asertivo de China presentan desafíos sistémicos al orden internacional basado en normas». La OTAN también advierte que está “preocupada” por las «políticas coercitivas» de China, la expansión de su arsenal nuclear y su «frecuente falta de transparencia y uso de la desinformación».
Nunca antes se había mencionado de este modo y con esta centralidad a China. Sin embargo, en el resumen publicado por la agencia oficial de noticias Xinhua no se mencionan los párrafos más agresivos del comunicado y se relativiza su importancia diciendo que “cuando se trata de China, las opiniones e intereses de los aliados europeos son diferentes a los de Washington. Después de la cumbre, la canciller alemana Angela Merkel dijo que la decisión de la OTAN de nombrar a China como un desafío ‘no debería ser exagerada’ porque China, al igual que Rusia, también es un socio en algunas áreas.”
Por su parte, el presidente ruso Vladímir Putin reiteró el domingo durante una entrevista con la cadena estadounidense NBC la necesidad de «previsibilidad y estabilidad» en las relaciones entre Rusia y EE.UU. La entrevista fue emitida este lunes por el canal norteamericano. Durante la tensa conversación en la que el presidente reprendió al periodista por interrumpirlo varias veces, Putin comentó las acusaciones de Washington de que unos piratas informáticos rusos perpetraron ciberataques en EE.UU. y las tachó de «farsa». En ese contexto, Putin instó a que Washington y Moscú sumen esfuerzos en la lucha contra la delincuencia cibernética. El mandatario declaró, asimismo, que está abierto a un intercambio de prisioneros entre los dos países.
La cumbre entre ambos presidentes se realiza a pedido de los norteamericanos, después de que, con un impresionante despliegue de tropas en las fronteras de Ucrania, Rusia puso un límite claro a la provocación británica y ucraniana, cuyo presidente, Volodymyr Zelensky, pretendía recuperar Crimea y el este del país. En ese momento se dio el punto de inflexión: Biden llamó a Putin y le propuso «una reunión en la cumbre en un tercer país en los próximos meses para discutir toda la gama de cuestiones que enfrentan los Estados Unidos y Rusia».
Según la Casa Blanca, el encuentro debería servir para iniciar una discusión sobre «una serie de cuestiones regionales y globales, incluyendo un diálogo de estabilidad estratégica sobre el control de armas”.
La cumbre tendrá lugar en momentos en los que las relaciones entre Moscú y Washington «se han deteriorado hasta su punto más bajo de los últimos años», según declaró Putin. A su vez, el canciller ruso Serguéi Lavrov, previamente había dicho que no se hacía ilusiones de que en Ginebra se vayan a producir grandes avances. No obstante, ambas partes esperan que el encuentro tenga un resultado positivo y se prevé que se discuta una amplia variedad de temas.
Durante su discurso en el marco del Ciclo de Conferencias Primakov, un foro internacional en honor del expresidente del Gobierno ruso y destacado diplomático Yevgueni Primakov, el ministro de Exteriores de Rusia informó el pasado miércoles 9 que Moscú y Washington están llevando a cabo «contactos bastante intensos» sobre estabilidad estratégica.
Vladímir Putin durante la entrevista con la NBC noteamericana el pasado domingo 13
«Hablando francamente, señaló, estamos a favor de un enfoque integral, para tener en cuenta en el diálogo con EE.UU. todos los factores que afectan la estabilidad estratégica.» Y precisó que esto incluye armas nucleares y no nucleares, ofensivas y defensivas.
Al mismo tiempo, durante la cumbre Moscú tiene previsto recordarle a EE.UU. la propuesta rusa para una moratoria en el despliegue de cohetes de medio y corto alcance en Europa, así como las medidas de verificación sugeridas. «Los invitamos a visitar la región de Kaliningrado y ver con sus propios ojos los misiles Iskander y, a cambio, queremos que nuestros especialistas visiten las bases de defensa antimisiles [de EE.UU.] en Rumania y Polonia», explicó Lavrov.
Lavrov recordó también que Vladímir Putin propuso en septiembre del año pasado a EE.UU. «medidas prácticas» para restaurar la cooperación entre ambos países en el campo de la seguridad en el uso de las tecnologías de la información y la comunicación. En el mismo sentido, este martes 15 el viceministro de Exteriores Serguéi Riabkov sugirió que uno de los resultados de la cumbre podría ser el regreso de los embajadores ruso y estadounidense respectivamente a Washington y Moscú de donde fueron retirados en marzo pasado.
Por su parte, Joe Biden anunció que tiene la intención de reclamar, en particular, por las violaciones de derechos humanos. Asimismo, prevé abordar la supuesta injerencia rusa en las elecciones estadounidenses, así como los presuntos ataques cibernéticos a la infraestructura norteamericana. No obstante, el presidente de EE.UU. afirmó el domingo que está «abierto» a la propuesta de Putin de entregar ciberdelincuentes a EE.UU. si Washington hace lo mismo con quienes a atacan a Rusia desde las redes.
El mandatario norteamericano también espera trabajar junto con Rusia «en términos de alguna doctrina estratégica» y sobre cuestiones relacionadas con el clima, declaró. Se prevé, además, que se discuta sobre cooperación económica.
Previamente, desde el Kremlin comunicaron que los mandatarios planean discutir el estado y las perspectivas de desarrollo de las relaciones entre Rusia, incluidas la lucha contra la pandemia de coronavirus y la solución de conflictos regionales.
La semana pasada el presidente Putin había señalado que entre los principales objetivos de Rusia para la cumbre destacan el restablecimiento de contactos personales y de un diálogo directo, así como la creación de mecanismos de interacción que realmente funcionen.
Villa La Grange, Ginebra (Suiza), sede del encuentro entre Joe Biden y Vladímir Putin el próximo 16 de junio
Quien más está influyendo para que Biden adopte una posición sensata es el jefe de la CIA, William Burns, quien tiene una extensa experiencia en el trato con Rusia. Cuando en 2008 en el gobierno de George W. Bush se planeaba convertir a Ucrania y Georgia en miembros de la OTAN, él era embajador en Moscú. El 1 de febrero de 2008, en un cable a Washington después de una reunión con el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguei Lavrov, el diplomático resumió correctamente la posición rusa al respecto titulando «NYET MEANS NYET: RUSSIA’S NATO ENLARGEMENT REDLINES» (Nyet quiere decir nyet: la línea roja de los rusos contra la ampliación de la OTAN). La fina y experimentada mano del ahora director de la CIA se nota ahora en la «Evaluación Anual de la Amenaza de la Comunidad de Inteligencia de Estados Unidos 2021», publicada a principios de abril, un informe notablemente equilibrado y sincero sobre cómo ve Moscú las amenazas a su seguridad
Rusia no quiere un conflicto directo con las fuerzas estadounidenses, pero denuncia que EE.UU. viene desde hace años tratando socavar a Rusia, debilitar al presidente Vladimir Putin e instalar regímenes pro-occidentales en los estados de la antigua URSS. Por ello, el Kremlin busca un acuerdo con Washington sobre la no injerencia mutua en los asuntos internos de ambos países y el reconocimiento de las respectivas esferas de influencia.
Desgraciadamente, al realismo de Burns se contrapone el simplismo ideológico del secretario de Estado Blinken. En Washington hay demasiados burócratas ideologizados y mercaderes de la muerte interesados en que la cumbre fracase. Hasta que ambos presidentes y sus asesores se reúnan y encuentren un tono sensato y realista, no hay seguridad de que el encuentro sirva para reducir las tensiones.
Al encontrarse en Ginebra, Joe Biden y Vladímir Putin tienen la posibilidad de recomenzar un diálogo estratégico entre ambas potencias que nunca debió abandonarse, pero, para que les sea posible emprender este camino, es necesario que EE.UU. cese de tratar de separar a Rusia de China. El viejo juego británico de los siglos XIX y XX sirvió a los occidentales para dominar Eurasia, colonizar a China y amenazar la unidad de Rusia, pero ahora la situación cambió completamente: la alianza entre Moscú y Beijing es indestructible, se profundiza y amplía cada día. Como entre los siglos XIII y XV, cuando el Imperio Mongol unificó la mayor masa continental del planeta, Eurasia habla con una sola voz y las potencias marítimas han quedado afuera. Ésta es la nueva realidad que enmarca el encuentro del miércoles. Si los norteamericanos dejan de oír a los británicos y aceptan la realidad, existen muchas chances de que puedan establecer con Rusia reglas de convivencia que los beneficien mutuamente. Si, por el contrario, insisten en aplicar esquemas ideológicos de la Guerra Fría o del período de la expansión colonial, se encontrarán con ventanillas cerradas en un contexto en el que ya no son la única potencia dominante. Nuevos desafíos requieren nuevas soluciones, pero para hallarlas, es preciso atenerse a la realidad y olvidar las ideologías.
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