Nayib Bukele es el mandatario más joven de América latina, con 38 años, conocido como el “presidente millennial”; a su vez, es un hombre ligado a las líneas más conservadoras del evangelismo, al igual que su par guatemalteco, Jimmy Morales. Fue alcalde de San Salvador entre 2015 y 2018 por el FMLN (Frente Farabundo Martí por la Liberación Nacional). Luego fue expulsado del frente izquierdista para finalmente ser presidente por el partido conservador Gana.
Durante toda su carrera política utilizó de manera eficaz las redes sociales, en detrimento de la prensa tradicional, lo que le ganó el apoyo de la juventud. Ello, sumado al hartazgo generalizado de los salvadoreños con su clase política, hizo que Bukele llegara al cargo más alto del país en 2019.
El Salvador tiene la tasa de homicidios más alta de la región, 50,32 cada 100 mil (la media mundial es de 6,2). Por ello el presidente pretende aprobar la tercera fase del Plan de Control Territorial, que implica la negociación de un préstamo del Banco Centroamericano de Integración Económica de 109 millones de dólares.
La falta de parlamentarios propios hizo que Bukele deba negociar con la oposición. El FMLN ya se había negado a acompañarlo, pero lo que desató su ira y la de sus partidarios fue que el derechista Arena también retirara su apoyo a la iniciativa. Esto hizo que el presidente pidiera la aplicación del artículo 87 de la Constitución salvadoreña, que reconoce el “derecho del pueblo a la insurrección” cuando se altere el orden constitucional. Por lo pronto, Bukele militarizó el Congreso e ingresó rodeado de efectivos de seguridad, mientras sus seguidores lo vitoreaban en las inmediaciones. En un gesto que fue visto como de amenaza, el Gobierno les quitó la custodia personal a los diputados.
A menos de un año en el poder, Bukele enfrenta su primera gran crisis. La oposición lo acusa de pergeñar un autogolpe de Estado. En esa línea puede ir la probable disolución del Parlamento. Con el préstamo, el Gobierno asegura que se modernizará todo el equipamiento tanto de las fuerzas militares como de la Policía.
El apoyo de los oficiales hacia el presidente es total. El país se encuentra inundado por el crimen organizado de pandillas desde comienzos de la década de 1990. Según las cifras oficiales, el Plan de Control Territorial logró disminuir los homicidios en un 58,8% si se compara el primer mes de 2019 y enero de 2020. Para ello, puso al Ejército en la calle y anunció que en “dos o tres años” derrotaría a las pandillas.
Bukele, previo a orar públicamente, aseguró ante sus partidarios que Dios le pidió “paciencia”, por lo que da un plazo de gracia de una semana para que los parlamentarios aprueben su iniciativa. Bukele llegó al poder mostrándose como alguien ajeno a la anquilosada clase política de El Salvador. Sus modos, sin embargo, distan mucho de ser renovadores. Su asalto al Parlamento significa un atropello a las instituciones democráticas en un país con una larga historia de conflictos. Su megaplán de seguridad para terminar con la delincuencia parece, en principio, traer aparejada una concentración casi total del poder en su figura.
GONZALO FIORE VIANI Analista Internacional, miembro de Dossier Geopolitico publicado en el Diario La Voz del Interior del 11/02/2020
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