Dossier Geopolitico publica este articulo realizado por la Periodista de Investigacion Eleonora Gosman San Pablo —6 de marzo de 2022
La guerra instalada en el corazón oriental de Europa, entre Rusia y Ucrania, ha merecido los más detallados análisis políticos, históricos y militares. Pero poco, o nada, se profundiza sobre el trasfondo económico que subyace en ella. Lo que está en juego en este conflicto es monumental: empieza por las reservas de gas y las tuberías de transporte del fluido. Pero sigue por la disputa entre dos grandes potencias, Rusia y Estados Unidos -y lateralmente China- para ver quién se queda con la cereza del postre. Luego, transita por las oligarquías que no diferencian entre Oriente y Occidente. Y desemboca en planes geopolíticos de quienes entran en la disputa por la dominación energética de regiones, países y mercados.
Basta una mención numérica para distinguir a los grandes jugadores mundiales. Rusia se consagra en el primer lugar del ranking de las naciones con las mayores reservas gasíferas del mundo. Posee 38 billones de metros cúbicos (comprobados). Le sigue Irán, Qatar y Turkmenistán. Estados Unidos aparece en la quinta posición, con 12,9 millones de metros cúbicos. Pero el orden se invierte en cuanto se habla de producción. La supremacía la ejercen, de lejos, los norteamericanos con 921 millones de metros cúbicos anuales. Y le sigue Rusia, en un segundo lugar. Kiev, la capital ucraniana, mantenía hasta estos días el control grandes yacimientos gasíferos, ubicados en territorios del Este y del Sudeste ucraniano, donde se almacenan más de 2,15 billones de metros cúbicos del combustible fósil gaseoso. Esa es precisamente la región de Yuzivska, a orillas del río Dnieper, entre Kharkov y el Donestsk, que hoy está escindida en dos repúblicas, la del Donestk y la de Lugansk, reconocidas ahora como países independientes por el Congreso ruso y su presidente Vladimir Putin.
Esta es, desde luego, una parte de la historia. La otra parte involucra a la industria gasífera de Estados Unidos que acaba de encontrarse con un gran filón, gracias a las sanciones aplicadas contra Moscú por Washington y países europeos. Por un lado, tal como indica un artículo de The Guardian publicado el 27 de septiembre por elDiarioAR, Chevron, ExxonMobil, Shell y varias más, junto a cientos de contratistas de perforación y suplidores de equipos que trabajan con ellos, quieren aumentar en forma sustancial las exportaciones de gas a una Europa sedienta del combustible. El problema que enfrentaban, hasta el presente, era la poderosa empresa estatal rusa Gazprom, el mayor obstáculo para recuperar el mercado europeo.
El gas natural ruso representa más del 30 por ciento de todas las importaciones de la Unión Europea. Las principales potencias de la UE, Alemania y Francia, obtienen el 40 por ciento de su gas procedente de Rusia, mientras que otros países, como la República Checa y Rumanía, utilizan únicamente el de la nación euroasiática. Es preciso recordar que las reservas almacenadas de gas por los europeos han bajado considerablemente. En parte largo y frío invierno de 2021-22. Pero también porque tanto como Alemania decidieron abandonar el carbón, contaminante en extremo, y precisan sustituirlo por el gas.
Para los políticos ucranianos, el gas de esquisto (que se obtiene por fracking) es una alternativa única para independizarse de Rusia y los demás proveedores de gas, como Qatar e Irán. Para las petrolíferas es un gran negocio: tanto las norteamericanas como las europeas han demostrado su interés en esa exploración. Esto les permitirá conquistar mercados europeos importantes. Esto lleva implícita una conclusión: las vastas reservas de gas de esquisto en las regiones ucranianas de Donetsk y Lugansk, controladas por los separatistas y donde hoy se encuentran precisamente la avanzada militar rusa, son un elemento importante si se quiere analizar la crisis de Ucrania.
Caja de Pandora
El secretario de Estado Anthony Blinken no dejó lugar a dudas sobre la importancia que la Casa Blanca le asigna al hecho. En Bruselas, luego de reunirse con la cúpula de la Unión Europea, se resolvió reforzar las presiones sobre Putin “hasta que termine la contienda”. Para la Comisión Europea, tal como lo reveló este viernes en un comunicado posterior al encuentro: “Desgraciadamente, horriblemente, puede ser que este conflicto no termine rápido. Tenemos que desarrollar acciones sostenidas hasta conseguir que esta guerra finalice”. Según el secretario de Estado, Rusia violó principios básicos que “si los permitimos, estaremos abriendo una caja de Pandora en todos los rincones del mundo”.
La nueva sanción sería pesada, mucho más aún que las adoptadas en el campo financiero contra los bancos rusos y amigos del presidente Putin. Se trata, ni más ni menos, de impedir las exportaciones de petróleo desde Rusia. Otro tanto podrían hacer con el gas. Fue lo que le hizo recordar a Blinken por qué el gobierno estadounidense se opuso, siempre, al funcionamiento del Nord Stream II, un gasoducto que une, a través del Báltico, a Rusia con Alemania en forma directa. Está finalizado, pero Alemania no autorizó su funcionamiento.
La conflictividad entre Rusia y Ucrania, en esta segunda década del siglo XXI, tuvo un origen etiquetado en la Revolución de la Dignidad ucraniana. A fines de 2013 y comienzos de 2014, la Plaza Maidán fue el sitio elegido por los ucranianos para manifestar masivamente su revuelta contra la corrupción que campeaba en el país. Buena parte de esos manifestantes pedían el ingreso de Ucrania a la Unión Europea y, por añadidura, a la OTAN. Las grandes protestas concluyeron en febrero con la renuncia del presidente, Viktor Yanukovych, considerado como “pro Moscú”. Las elecciones presidenciales, que debían ocurrir en febrero de 2015, fueron adelantadas para mayo de 2014. La victoria le otorgó la presidencia directamente a uno de los grandes oligarcas ucranianos: el billonario Petro Poroshenko. Los comicios quedaron circunscriptos a las provincias del oeste y del centro de Ucrania. Y eso dio origen a la rebelión oriental, en la región sur y este del país. Allí están, precisamente, las repúblicas autodeclaradas de Donetsk y de Lugansk, pobladas esencialmente por habitantes de habla rusa, y que el presidente Putin y el Congreso ruso acaban de reconocer oficialmente una semana atrás.
Biden e hijo
Según un informe del Senado de Estados Unidos, el entonces vicepresidente Joe Biden fue encomendado por la administración Obama para comandar las relaciones con el gobierno emergente después de las concentraciones en la Plaza Maidan de Kiev. El dossier de los senadores, que iniciaron la investigación del caso, indicó que “bastaron 28 días para que se desarrollaran eventos significativos que involucraron a Biden”. El 21 de abril, el entonces vicepresidente de Barack Obama, visitó Ucrania y poco después fue descripto por la prensa estadounidense como “la cara pública del manejo de las relaciones” con la nación eslava, la segunda en tamaño territorial dentro de Europa. Las Comisiones del Senado montadas fueron las de Finanzas y la de Seguridad Nacional y Asuntos del Gobierno. Y el informe final indica que “el vicepresidente Biden inició una corta visita a Kiev apenas dos días después de ocurrida la renuncia del jefe de Estado ucraniano”. Y añade que “el objetivo principal fue demostrar el respaldo incondicional de Washington al gobierno ucraniano”. El vicepresidente norteamericano llevaba, consigo, un paquete esencial de ayuda económica a Poroshenko: un crédito del Fondo Monetario Internacional por 17.000 millones de dólares, a cambio del cuál debía proceder a grandes reformas macroeconómicas y financieras. Una de las condiciones fue colocar en el comando de la economía del país una ex funcionaria del Tesoro de Estados Unidos, Natalie Ann Jaresko, que tenía doble nacionalidad.
Después de ese viaje, Biden se reunió ya en su despacho de la Casa Blanca con Devon Archer, un abogado socio de su hijo Hunter Biden en la firma de inversiones Rosemont Seneca Thornton. El 22 de abril, Archer fue incorporado al directorio de Burisma, la principal empresa privada ucraniana de explotación de gas. Controlaba, precisamente, el ducto transportador del gas ruso al resto de Europa. El 12 de mayo de 2014, el abogado Hunter Biden entró también en el directorio de esa compañía. Su dueño era, por entonces, Mykola Zlochevsky, un oligarca ucraniano considerado corrupto por Washington. De acuerdo con la investigación del Senado, Biden hijo y su socio Archer recibieron “en el transcurso de los siguientes años millones de dólares salidos de las cuentas de Zlochevsky”.
EG
Fuente de publicacion que la autora autoriza su difusion: https://www.eldiarioar.com/mundo/dominacion-energetica-regiones-paises-mercados-corazon-guerra-ucrania_1_8805605.html
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