[Artículo de Elisabeth Hellenbroich, que nos remite el Director de Movimiento de Solidaridad Iberoamericana (MSIa) Dr. Lorenzo Carrasco para ser difundido por Dossier Geopolitico]
27 de agosto de 2021.-El impresionante colapso del gobierno afgano ante las fuerzas del Talibán señala un cambió de fase estratégico en la política mundial. Tanto en Occidente como en Oriente, en Rusia, China, India, Irán, Turquía y Oriente Medio, los líderes políticos y los analistas internacionales calificaron el hecho de “fracaso completo de Occidente” y de sus servicios de información.
La guerra de 20 años costó muchas vidas y 1 billón 400 mil millones de dólares, según un estudio de Naciones Unidas (UN), con el pretexto de combatir el terrorismo y llevar la democracia a Afganistán. Téngase en mente que fue durante la presidencia del Donald Trump cuando comenzaron las negociaciones con el Talibán en Doha, Catar, en 2020, y que el presidente Joe Biden, en mayo pasado, anunció la retirada completa de las tropas estadounidenses, en consonancia con las naciones aliadas que todavía permanecían en el país.
Esto abrió el camino para la conquista por parte del Talibán, – un grupo heterogéneo- formado de núcleos terroristas radicales y de otros más moderados. De acuerdo con muchos especialistas europeos, hay motivos para el escepticismo respecto al Talibán, que todavía no ha dado respuesta sobre qué rumbo dará al país. Alertan, igualmente, del peligro de una nueva ola de refugiados afganos, que ya comenzó a extenderse por Irán, Paquistán, Turquía y Asia Central, y que también amenaza a Europa.
Sin embargo, también está claro -y esto ha sido articulado más claramente por voces de Rusia y de Asia Central, vecinos inmediatos de Afganistán-, que la única solución a largo plazo será el empeño común de Occidente, principalmente de la Unión Europea (UE), Rusia, Asia Central, Irán, India, Turquía, Paquistán y China, para encontrar una solución diplomática duradera de la crisis estratégica.
Fue probablemente el presidente alemán, Frank-Walter Steinmeir quien manifestó con mayor claridad lo que muchos diplomáticos occidentales están pensando. Durante una entrevista colectiva en Berlín, el 17 de agosto, habló de una “tragedia que se está desarrollando, de la cual somos responsables. Es un giro político que cambiará el mundo”. Además, recalcó: “Es el fracaso de los esfuerzos de años en Afganistán para construir una comunidad viable. Y presenta muchas cuestiones fundamentales sobre nuestro pasado y nuestro futuro, en términos de nuestros compromisos políticos y militares. Existen algunas cuestiones amargas que se deben tomar en cuenta, que deben responderse de una forma seria. Las respuestas deben buscarse en un esfuerzo común de la Alianza Occidental, ya que, sin esta alianza y sin su solidaridad, no habríamos ido a Afganistán hace 20 años”.
En una conferencia en la Universidad Federal Báltica, el canciller ruso, Serguéi Lavrov, quien ha conversado al respecto con el secretario de Estado, Anthony Blinken, y con su colega chino Wang Yi, afirmó: “Es evidente que Rusia y Occidente necesitan trabajar juntos. Los esfuerzos conjuntos de Occidente y de Rusia para ayudar a resolver numerosas crisis y conflictos regionales son relevantes. Esto se hizo más claro después de que la situación de Afganistán se derrumbó, luego de la retirada precipitada de las tropas de Estados Unidos y de la OTAN”.
El especialista en derecho internacional Francis Boyle, de la Universidad de Illinois, dijo en una entrevista concedida a la agencia informativa rusa TASS que el presidente ruso, Vladímir Putin, está trabajando bastante para limitar los daños, para que Uzbekistán y Tayikistán no sean atacados, y está desempeñando un papel muy constructivo junto con China. Según él, Estados Unidos no invadieron Afganistán para vencer al terrorismo: “Estados Unidos entraron allí para crear una base estratégica en el corazón de Asia Central… y para conquistar el máximo de petróleo y gas que pudiesen de Asia Central. Todo ese proyecto, entonces, fracasó”.
Voces humanitarias
En una entrevista concedida al Frankfurter Allgemeine Zeitung (FAZ) el 16 de agosto, el Dr. Reinhard Erös, presidente de la organización humanitaria Kinderhilfe-Afghanistan (Ayuda infantil-Afganistán), que ha trabajado en Afganistán desde hace 35 años, afirmó, sobre el gobierno del Talibán, que “habría un régimen de emirato religioso como el que existió entre 1996 y 2001, pero no un gobierno de transición mixto”. Consideró que el nuevo emirato islámico de Afganistán estará determinado por la ley islámica de la Sharía (semejante a la de Arabia Saudita –“nuestros amigos”, que incluye la pena de muerte y las mutilaciones). Al mismo tiempo, señaló que es necesario conversar y negociar con el Talibán, para que la situación no se agrave. Comentó que la guerrilla venció, pues “Estados Unidos, obviamente, nunca quiso conquistar los corazones ni las mentes de las personas”. Lo que faltó fue fundamentalmente una “estrategia” civil y militar, en términos de Clausewitz. En otro artículo señaló que las capas de afganos educados que viven en Kabul, en lugar de huir, deberían permanecer, por ser necesarios para la reconstrucción del país: “Quien se entienda con el nuevo régimen bajo el emirato islámico, vivirá sin guerra. El pueblo afgano necesita el respaldo firme para lograr una recuperación económica, sin ninguna interferencia política egoísta”.
Este fue también el argumento repetido por Malalai Jova, política y activista afgana que en un artículo aparecido en el Süddeutsche Zeitung del 14 de agosto afirmó que la situación es extremadamente crítica con el avance del Talibán; pero, de la misma forma, las tropas occidentales deberían haber dejado el país hace mucho tiempo:
“Debemos reconstruir nuestro país con nuestras propias manos: ¿los compromisos de 20 años fueron en vano? Sí, definitivamente. Las tropas estadounidenses u occidentales fracasaron. Vinieron por intereses geopolíticos y, ahora, parten de nuevo. Los estadounidenses sustituyeron al bárbaro régimen del Talibán con los brutales señores de la guerra y, al mismo tiempo, comenzaron a negociar con el Talibán, sin que la naturaleza del grupo cambiara. Los estadounidenses arrojaron bombas, contaminaron el ambiente e hicieron al sistema todavía más corrupto. Nunca se interesaron por el pueblo afgano. El pueblo afgano debe permanecer junto y luchar contra los terroristas y los señores de la guerra: lo que necesitamos de los países extranjeros no son armas, sino ayuda humanitaria, en particular para proyectos de educación”, afirmó.
Entrevistado por el periódico en línea ruso Vzdlyad, el influyente “kremlinólogo” alemán Alexander Rahr, miembro del prestigioso Club de Debates Valdai, se manifestó a favor de una cooperación entre la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (CSTO), así como entre la UE y la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), para ayudar a calmar la situación de Afganistán.
Para él, la crisis afgana es una verdadera “prueba de tensión para las relaciones ruso-chinas”. Calificó a la CSTO, que reemplazó a la Comunidad de Estados Independientes en 2002 de “una organización de coordinación política de seguridad”, que incluye a estados como Armenia, Kazajistán, Kirguistán, Rusia, Tayikistán y Bielorrusia. Afganistán y Serbia tienen la condición de observadores. Uzbekistán dejó la organización en 2012. Rahr reclamó que Estados Unidos todavía pretende “contener” a Rusia y a China, en lugar de concentrarse en la lucha contra el factor islámico. Si se considera que en breve los europeos enfrentarán el problema de los refugiados de Afganistán, advirtió que “los estrategas occidentales deben cooperar con Rusia y China y los estados de Asia Central”.
Los efectos de la crisis afgana en Asia Central
Dentro de este contexto, el pasado 12 de agosto, el Valdai Weekly Newsletter publicó un artículo de Judoberdi Joliknazar, director del Centro para Estudios de Asia Central y China de Tayikistán, en el que describe la situación en algunas repúblicas de Asia Central vecinas de Afganistán, cuyo destino está vinculado a Rusia.
En el texto, Jolinazar señala que la retirada precipitada de las tropas estadounidenses, iniciada en mayo, creó una serie de problemas a los países vecinos:” El primer problema y el más acuciante para todos los vecinos de Afganistán es el flujo de refugiados afganos”. Según él, en junio se inició un ataque en la zona fronteriza afgano-tayika que terminó con la ocupación de toda la zona en un mes. El 7 de julio, el coronel general Anatoly Sidorov, jefe militar de la CSTO, afirmó que “luego de la captura de las regiones fronterizas de Afganistán por el Talibán, el flujo de desplazados internos de Afganistán hacia Tayikistán se está convirtiendo en una nueva amenaza”. Resaltó que, a pesar de que las autoridades de la región de Gorno-Badajshan de Tayikistán han anunciado su disponibilidad para recibir más de 10 mil refugiados afganos, en realidad, hay grandes dificultades para acomodar más de mil refugiados”.
Destacó el peligroso grupo terrorista tayiko-talibán Ansarullah, pues afirma que la frontera tayika-afgana, antes considerada una “frontera amigable”, se está transformando en una “frontera hostil”, lo que aumenta las amenazas potenciales para Tayikistán. Por ello, el gobierno tayiko envió a toda prisa 20 mil reservistas a la frontera con Afganistán, en un trabajo conjunto con la CSTO y la OCS, presididas ambas, coincidentemente, este año por Tayikistán. Sidirov añadió: “Unidades especiales y de mantenimiento de la paz de las Fuerzas Armadas rusas realizarán nueve ejercicios conjuntos de contraterrorismo con tropas de Tayikistán, Uzbekistán y Kirguistán a finales de agosto y septiembre. Los ejercicios a gran escala terminarán con las maniobras estratégicas de la Misión de Paz 2021 de las Fuerzas Armadas de los países de OCS, con la participación de más de 4 mil militares”.
Sidorov observó, igualmente, que los dirigentes de Uzbekistán y de Turkmenistán han sostenido comunicaciones con el Talibán desde finales de la década de 1990, habiendo llegado el primero a crear una plataforma de negociaciones en su territorio para conversaciones de paz entre el grupo y los líderes políticos afganos. Por otro lado, las actividades de los militantes de la organización terrorista Movimiento Islámico de Uzbekistán (IMU), junto con el Talibán, en las zonas fronterizas, están forzando a Uzbekistán a fortalecer su frontera con Afganistán. “La decisión de Uzbekistán de realizar ejercicios militares conjuntos con Rusia para garantizar la integridad territorial de los estados de la región de Asia Central en los que participaron cerca de 1.500 militares de la Federación Rusa y de Uzbekistán, fue muy oportuna”.
La frontera con Afganistán es la más corta (144 km) y, al mismo tiempo, la más protegida de las fronteras de Uzbekistán, en tanto que la frontera de Turkmenistán con Afganistán tiene 804 kilómetros. Sidorov destacó que varios proyectos económicos entre Afganistán y Uzbekistán, así como con Turkmenistán, que deberían firmarse antes de este fin de años, se han suspendido: “Los planes de Uzbekistán de firmar un acuerdo comercial preferencial con Afganistán a finales de 2021, lo que podría aumentar el volumen de negocios mutuos en 2,5 veces, a los dos mil millones de dólares, está ahora en el aire. El destino del proyecto uzbeko de construir un ferrocarril de la ciudad afgana de Mazar-i-Sharif a la ciudad de Herat también parece incierto”. Lo mismo sucede con varios proyectos económicos entre Turkmenistán y Afganistán.
Concluyó con un argumento muy semejante al de Rahr, es decir, que “los acontecimientos recientes en Afganistán muestran claramente, una vez más, que los países post soviéticos de Asia Central deberían cooperar estrechamente con organizaciones regionales internacionales como la CSTO y la OCS, con el fin de proteger sus soberanías e independencias nacionales”.
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