[Dossier Geopolitico DG publica este análisis que nos remite el Dr. Alexander Gòvorov, geopolitico ruso, y agradecemos la colaboración del Mter. Omar Ruiz, para establecer vínculos con este prestigioso experto Ruso. Carlos Pereyra Mele director de DG]
Para comenzar, el conflicto bèlico en Nagorno-Karabaj en todas sus dinámicas es poco conocido en América del Sur y particularmente en Argentina. Aunque su historia con diferentes formas e intensidades de violencia se remonta a casi 30 años. Las montañas del Cáucaso están realmente muy lejos y es difícil para uno que no sea especialista comprender los orígenes históricos del enfrentamiento entre los grupos étnicos azerbaiyano y armenio.
Las contradicciones religiosas y culturales tienen una historia de siglos. Los armenios son cristianos, los azerbaiyanos son musulmanes de la familia de pueblos turcos, mentalmente gravitando hacia Turquía, con la que Armenia a su vez siempre tenía los problemas coexistencia. En consecuencia, la valoración de los procesos históricos, el patrimonio cultural y la visión del futuro fueron radicalmente opuestas. En la etapa de la existencia de la URSS, las contradicciones se nivelaron y se controlaron. Sin embargo, con el colapso de la Unión Soviética a principios de los noventa, el descontento de muchos países con los límites de las fronteras estatales establecidas bajo la URSS reapareció junto a otros viejos problemas.
Así, en el territorio de Nagorno-Karabaj, que formalmente formaba parte de Azerbaiyán como entidad autónoma (provincia), vivía predominantemente el grupo étnico armenio, que no quería seguir siendo parte de la nación azerbaiyana que es confesional y culturalmente ajena para los armenios. El estallido de la violencia armada hace 30 años culminó con la victoria de Armenia, que retuvo el control no solo sobre esta región autónoma, sino también sobre 7 departamentos del territorio pleno de Azerbaiyán, utilizándolas como zona de seguridad. Luego se convirtió en un éxodo masivo de la etnia azerbaiyana de estos lugares.
En septiembre de 2020, con el reinicio de las hostilidades activas, el ejército azerbaiyano logró tomar rápidamente el control de la mayor parte del territorio previamente perdido y acercarse a la capital regional Stepanakert. Ha surgido una crisis humanitaria debido al flujo de refugiados armenios. A su vez, Armenia ya no puede resistir al enemigo para mantener su influencia en Nagorno-Karabaj.
El 10 de noviembre, en el apogeo del derramamiento de sangre, el presidente ruso Vladimir Putin logró convencer a los líderes de ambos países para que pusieran fin a la guerra y así arreglar una nueva realidad geopolítica. La misma será así, Azerbaiyán no solo conserva las áreas conquistadas, también recupera sin hostilidades las 7 áreas no controladas hasta este momento dentro de las fronteras internacionalmente reconocidas de Azerbaiyán. Lo más importante es que recibe un corredor de transporte a través del territorio de Armenia hasta su propia provincia autónoma de Nakhichevan, con la que Azerbaiyán no tiene contacto directo. Pero Nagorno-Karabaj permanecerá fuera del control de Azerbaiyán, y Armenia recibe un corredor de seguridad que la une con Nagorno-Karabaj. El garante del cumplimiento de los acuerdos es el contingente militar de mantenimiento de la paz de Rusia formado por alrededor de 2 mil militares con vehículos de combate.
A pesar que Argentina no tiene intereses prácticos en esta región, es importante para la nación suramericana hoy comprender no sólo los resultados geopolíticos del conflicto armado, que se concretó con la firma de una declaración trilateral de los presidentes de Rusia, Azerbaiyán y el primer ministro de Armenia, como también las relaciones causales de los mismos.
Azerbaiyán, que anteriormente perdió la guerra en Nagorno-Karabaj (1991-1994), se enfocó en el desarrollo económico, al mismo tiempo que fortalece y moderniza sus fuerzas armadas. Después de varios años de crisis, el país logró convertirse en un actor económico importante en la región del Caspio, llevando a cabo procesos de integración con Turquía y al mismo tiempo manteniendo y desarrollando una alianza estratégica con Rusia. Este es un mérito importante del presidente de Azerbaiyán, I. Aliyev, que está en el poder desde 2003. Un político experimentado aparentemente, consciente de que los logros registrados son los óptimos y que el desarrollo ulterior de la ofensiva sobre Nagorno Karabaj estarìa asociado con riesgos políticos inevitables. Hoy I. Aliyev aparece como un jugador y socio internacional responsable, para su propia nación es un héroe y liberador.
Armenia quizás sea más favorecida por la atención internacional, su presencia cultural en el mundo es más significativa. Sin embargo, durante todos los últimos años del conflicto, este país no logró progreso económico, la población migró masivamente alrededor del mundo, la situación se complicó por la ausencia de un líder nacional como en Azerbaiyán, y crisis políticas internas. El actual Primer Ministro de Armenia N. Pashinyan es un representante típico del grupo de influencia “Soros” y llegó al poder en 2017 como resultado de un “suave” golpe de estado. El tema de Nagorno-Karabaj fue utilizado por él como un instrumento de populismo, sin apoyar las ambiciones geopolíticas con los recursos económicos y político-militares adecuados. Detrás de la fachada de un actor geopolítico ambicioso había una casa de cartón. Además, la retórica del nuevo gobierno, aunque no era abiertamente antirusa, expresa sin ambigüedades su compromiso con occidente poniendo distancia geopolítica con Rusia. Sin embargo, cuando estallaron las llamas de la guerra, los líderes occidentales no pudieron brindar ningún apoyo significativo al gobierno. Y los argumentos legales internacionales claramente no estaban a favor de Armenia. El llamado desesperado de N. Pashinyan a Rusia sobre apoyo militar en el marco de la alianza militar Organización de Tratados de Seguridad Colectiva, a su vez, fue ignorada, ya que no hubo invasión al territorio soberano de Armenia. Como resultado, el gobierno armenio enfrentó una aguda crisis política interna causada por la derrota militar en Nagorno-Karabaj.
Rusia se comportó en esta situación como un árbitro objetivo, sin ponerse del lado de una de las partes en el conflicto de manera inequívoca, ya que está interesada en mantener el equilibrio político-militar en la región y mantener una estrecha asociación con ambos países. Muchos analistas perciben la conclusión de la paz como una victoria diplomática incondicional de V. Putin.
Como resultado, se formó una nueva arquitectura regional geopolítica, basada en el equilibrio real de los recursos económicos y político-militares de sus participantes, así como tambièn en los intereses geopolíticos y geoeconómicos actuales de líderes que predominan en esta region, como Rusia y Turquía, que nuevamente muestran la capacidad de moldear la realidad sin mirar a Occidente. La Federación Rusa ha aumentado muchas veces, tanto cuantitativa como cualitativamente, su presencia militar en la región, minimizando la posibilidad de provocar un foco de tensión cerca de sus fronteras meridionales.
Turquía ha demostrado un potencial significativo como líder geopolítico regional independiente en el contexto de claras reivindicaciones de los Estados Unidos y Francia, consolidando su influencia en Azerbaiyán, ya que el éxito de este país se ha convertido esencialmente en un proyecto conjunto.
De hecho, todos obtuvieron lo que se esperaba conforme a la realidad geopolítica. Y esta es la principal lección que Argentina debe aprender de este conflicto. Ningún acuerdo legal internacional puede garantizar el mantenimiento de los antiguos estados geopolíticos. La declaración ritual cotidiana de ambiciones geopolíticas no las acercará más a su realización. El poder militar moderno y eficaz vuelve a convertirse en un factor importante para mantener la acumulación de influencia geopolítica. Y esto es imposible sin una economía eficiente, modernizada e internacionalizada como también sin instituciones estatales fuertes. Argentina está ubicada cerca del almacén de los recursos naturales más importante del mundo, por el cual se desarrollará una verdadera competencia internacional en un futuro previsible. ¿quién más sino Argentina debería pensarlo?
Alexander Gòvorov
Politólogo, especialista en geopolítica rusa
Universidad Nacional de Donetsk
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