por Martin van Creveld
[NR: es importante destacar que no solo gran parte de los países del mundo se oponen al plan del siglo para la Paz entre Israelíes y Palestinos. Sino que surgen voces opuestas al mismo desde el corazón del mundo israelí, en este caso del Dr. Martin van Creveld, profesor de la Univ Hebrea de Jerusalén, y asesor de las Fuerzas de Defensa Israelí. Que se declara abiertamente sionista; y que nos advierte: “El Plan de Paz de los EEUU para Medio Oriente: «Una derrota de todo lo legal. De todo lo decente. De todo lo que está bien. Y también, me temo mucho, de lo que es israelí.» Gracias a la traducción del Cnel Carlos Pissolito y miembro de DG, podemos ofrecer a nuestros lectores este importante argumento sobre el Plan de Paz que quiere imponer el Presidente Trump a Israel, palestina y al mundo. Dossier Geopolitico DG]
¿Por qué el plan del presidente Trump para Palestina representa una rotunda derrota para los palestinos? Apenas requiere una explicación. Si, y es genial, el plan se implementa alguna vez, no obtendrán el derecho a un estado territorial totalmente soberano, contiguo. No obtendrán Jerusalén Oriental como parte de su territorio, y mucho menos como su capital; en cambio, la idea es tomar un municipio miserable no muy lejos de allí y cambiarle el nombre a Al Quds.
Y esto es solo el comienzo de la lista. Los palestinos no obtendrán el control sobre los lugares santos, incluido, sobre todo, el Monte del Templo. No se les permitirá construir sus propias fuerzas armadas. No se librarán de las docenas de asentamientos que Israel ha dispersado por todo su territorio durante el último medio siglo. No dispondrán de un acceso gratuito a sus hermanos árabes en el Medio Oriente, pero seguirán dependiendo de Israel para el control fronterizo. No obtendrán derechos soberanos sobre el agua debajo de sus tierras. No tendrán soberanía sobre el espacio aéreo y electrónico sobre su tierra. No podrán ejercer el «derecho de retorno». No lo harán, no lo harán, no lo harán. Todo el asunto se parece, sospechosamente, a los bantustanes, (1) lo que significa enclaves negros semiautónomos, que el difunto gobierno del apartheid de Sudáfrica estaba tratando de establecer en la década de 1970. No es de extrañar que los palestinos, con Abu Mazen a la cabeza, se nieguen, incluso a hablar sobre el llamado plan. Si yo, un sionista y un patriota israelí que ha vivido en su país desde los cuatro años (ahora tengo casi setenta y cuatro años) estuviera en su lugar, haría exactamente lo mismo. Como, sin duda, lo haría la gran mayoría de los israelíes.
Sin embargo, el plan representa una derrota para Israel también. Olvídese de los detalles: el complejo imposiblemente complicado de caminos enredados, puentes, túneles, viaductos, puntos de cruce, lo que usted necesita para que esto funcione. Olvídese, también, de otros puntos que, probablemente, se encontrarán con más oposición interna de la que se puede manejar, como la entrega de un territorio soberano israelí a los palestinos. La verdadera razón por la que es una derrota es porque pone fin al sueño de establecer un estado judío único, unificado y contiguo con la gran mayoría de sus habitantes compuesta por judíos. En otras palabras, al sueño sionista.
Estos son problemas serios. Todavía podría decirse que la mayor derrota de todas no es la de los palestinos ni la de Israel. Es, más bien, la del Derecho Internacional. Me refiero al Capítulo de la ONU de 1945 que establece que, legalmente, no pueden obtenerse ganancias territoriales mediante la guerra, incluso para un Estado que actúe en defensa propia. Desde entonces, ha sido confirmado varias veces por varias resoluciones de la ONU.
Como cualquier otro tipo de ley desde que se creó el mundo, el Derecho Internacional está lleno de agujeros. Probablemente, más que cualquier otro tipo de ley desde que se creó el mundo por primera vez, a falta de una mano firme soberana para que funcione, se lo ha violado, a menudo. Sin embargo, el principio ha funcionado bien en general. Si no en el sentido de que las invasiones y anexiones llegaron a su fin, en cualquier caso, obtener reconocimiento legal internacional para ellos se ha vuelto casi imposible. Por ejemplo, solo dos países, la Gran Bretaña y Pakistán, han reconocido la anexión de Jordania de Cisjordania en 1948. Ningún país ha reconocido la anexión de Marruecos del Sahara español. De unos 190 miembros de la ONU, solo catorce han reconocido la anexión de Crimea por parte de Rusia. Tan eficaz ha sido el régimen de no anexión que la mayoría de los invasores, ni siquiera intentaron obtener el consentimiento internacional para sus conquistas. Para algunos, la solución fue abrir negociaciones destinadas a restaurar el statu quo ante, como sucedió, por ejemplo, entre la India y Pakistán en 1966 y en 1971. Otros pretendieron que su presencia continua era un asunto temporal que se resolvería mediante negociaciones eventualmente; mientras que otros, todavía, establecieron repúblicas «independientes» como lo hicieron los rusos después de sus conflictos con Georgia y Ucrania.
Ahora este régimen, por imperfecto que sea, está en peligro. No porque alguna semi-dictadura lo haya violado; sino porque el país más poderoso de la tierra parece decidido a dejarlo de lado. Dos señales tempranas de esto fueron el reconocimiento del presidente Trump de la soberanía de Israel sobre Jerusalén Este y sobre los Altos del Golán en 2017 y 2019. Ahora está yendo, aún más lejos, anunciando su intención de reconocer su soberanía, también, en grandes partes de Cisjordania. Lo que sea que esto signifique para Israel y los palestinos; sospecho, firmemente, que «sobre el terreno», como dicen los israelíes, tendrá que pasar mucho, mucho tiempo antes de que signifique algo, desde el punto de vista del Derecho Internacional. Es una derrota.
Una derrota de todo lo legal. De todo lo decente. De todo lo que está bien. Y también, me temo mucho, de lo que es israelí.
Traducción y notas: Carlos Pissolito
Nota: (1) Bantustán es el término que designa a las reservas tribales en Sudáfrica y Namibia en la época del apartheid. (N.T.)
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