A escasas tres semanas de la elección los sondeos dan una cierta ventaja a Harris, pero la mayoría del Colegio Electoral sigue indefinida. Cualquier evento repentino podría traer la decisión
Por Eduardo J. Vior especial para Dossier Geopolitico
En la recta final para la elección presidencial norteamericana del 5 de noviembre ambos candidatos, la vicepresidenta demócrata Kamal Harris y el expresidente republicano Donald Trump, están empatados en la simpatía de los votantes. Por ello es que cualquier acontecimiento imprevisto puede influir sobre la opinión pública y decidir la elección.
Dado que la fecha de las elecciones nacionales (así como de muchas elecciones estaduales y locales) es a principios de noviembre, en la jerga política norteamericana se llama “sorpresa de octubre” a un acontecimiento repentino que puede influir en el resultado de las elecciones (sobre todo en las presidenciales), sea deliberada o espontáneamente. Es por ello que los acontecimientos que tienen lugar en octubre pueden influir más decisivamente en las decisiones de los votantes. El término “sorpresa de octubre” fue acuñado por William Casey, posteriormente director de la CIA, cuando trabajaba como director de campaña de la campaña presidencial de Ronald Reagan en 1980.
En dichas elecciones el aspirante republicano Ronald Reagan temía que un acuerdo de última hora para liberar a los rehenes estadounidenses retenidos en Irán pudiera dar al presidente Jimmy Carter los votos suficientes para ganar la reelección. Por eso, en los días previos a las elecciones, la prensa se centró en la decisión del gobierno iraní -y el anuncio simultáneo de Carter- de que los rehenes no serían liberados hasta después de las elecciones.
Después de que en julio pasado el presidente Joe Biden renuncio a candidatearse para la reelección y fue remplazado por su vicepresidenta, ésta recuperó rápidamente el terreno perdido en los meses anteriores frente al expresidente republicano. Sin embargo, con una campaña agresiva, éste recuperó algo del terreno perdido y se acercó a la postulante demócrata. Así, en el promedio de las encuestas (según el portal Real Clear Politics, RCP), al día de hoy Kamala Harris tiene el 49,1% e intención de voto y Donald Trump el 47,4%, es decir, que la demócrata aventaja al republicano por sólo 1,7 puntos.
Sin embargo, esta ventaja no se traduce directamente en cantidad de electores. Recordemos que en el sistema norteamericano el pueblo no elige al presidente sino a un Colegio Electoral de 538 miembros, o sea que, para elegir al presidente, un partido necesita reunir 270 votos. Dado que el número de electores que nombra cada estado es igual al tamaño de su delegación en el Congreso, rige un derecho a un mínimo de tres electores independientemente de la población del estado y el reparto del resto fijado por ley es sólo aproximadamente proporcional a la población. De este modo, los estados menos poblados están desproporcionadamente representados en el Colegio y los más poblados quedan subrepresentados.
Por esta razón, ambos candidatos están actualmente empatados en la cantidad de electores que obtendrían:
Tomando el rojo intenso y el azul intenso como señales de decisiones ya tomadas respectivamente por los republicanos o los demócratas, puede verse, primero, cuán equilibradas están las intenciones de voto para uno y otro candidato y, segundo, en gris pueden distinguirse los llamados “estados oscilantes” (toss states) que en las cinco últimas elecciones presidenciales han cambiado una o más veces de opción: Nevada, Arizona, Minnesota, Wisconsin, Michigan, Pennsylvania y Georgia. En estos “estados oscilantes” se está concentrando lógicamente el esfuerzo de ambos candidatos.
De acuerdo a un rápido recorrido por la prensa, los temas que podrían dar “sorpresas” y cambiar el voto de los ciudadanos no decididamente partidarios de uno u otro candidato son el huracán Helene, la guerra en Asia Occidental y el proceso contra Donald Trump por el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021.
Los huracanes
Hace dos semanas el huracán Helene devastó todo el sureste del país
Tras las devastadoras inundaciones registradas a principios de octubre en muchas regiones del sur, como Georgia, Carolina del Norte y Virginia, la semana pasada un segundo gran huracán azotó la costa del Golfo de Florida. Miles de personas han sido evacuadas y muchas probablemente no estarán de vuelta en sus hogares hasta el día de la elección. Por consiguiente, los estados afectados por las tormentas podrían ver reducida su participación electoral. Las inundaciones afectaron sobre todo a zonas rurales que habitualmente respaldan a Donald Trump. En estados indecisos, como Georgia y Carolina del Norte, donde las elecciones están muy reñidas, incluso una ligera disminución en el número de votantes podría influir sobre los resultados. Poco antes de las tormentas el estado de Carolina del Norte (NC, por su nombre en inglés) había enviado a muchos votantes boletas de voto por correo que pueden haberse perdido en la evacuación.
Además, el escrutinio público en esos estados se centrará en la eficacia de la respuesta del gobierno de Biden y Harris a los huracanes. Este tema ya ocupa la agenda de las noticias que ambas campañas deberán discutir hasta el día de las elecciones. Los problemas electorales generados por las tormentas son constantes y graves, y se perfilan como una “sorpresa de octubre” en al menos un par de estados indecisos.
Una calle inundada el jueves 10 en Osprey, Florida.
Donald Trump ha sugerido en repetidas ocasiones que el presidente, Joe Biden, ha reaccionado con lentitud ante el huracán Helene y ha afirmado que el dinero destinado a Fema (la Agencia Federal de Gestión de Emergencias) ha sido “robado” por Kamala Harris para gastarlo en alojar a inmigrantes ilegales. En los márgenes (aún) más conspirativos del movimiento Maga, las afirmaciones son aún más descabelladas. En general la opinión pública ha ridiculizado las teorías conspirativas de la ultraderecha, pero parte de la desinformación de Trump y sus aliados puede estar calando hondo.
La guerra de Asia Occidental y la campaña electoral
El año transcurrido desde el atentado del 7 de octubre ha demostrado hasta qué punto la política presidencial estadounidense está estrechamente relacionada con la trayectoria de los acontecimientos en Oriente Próximo. Cada una ejerce una fuerza gravitatoria sobre la otra, a menudo de forma perjudicial para ambas. La política exterior no suele tener mucha importancia en las elecciones presidenciales estadounidenses, pero este año podría ser una excepción. En una contienda que probablemente se decida por pequeños márgenes en un puñado de estados, las consecuencias de los conflictos en Gaza, Cisjordania y Líbano, con una posible guerra con Irán en ciernes, podrían tener un impacto significativo en las perspectivas de Kamala Harris.
Los manifestantes rezan en una protesta antiisraelí en Nueva York, 7 de octubre de 2024
Los conflictos en Asia Occidental continúan, pero ¿se ampliarán a un enfrentamiento directo entre Israel e Irán? Si esto acontece, hay que descontar un involucramiento directo de EE.UU. De hecho ya se anunció el envío de nuevos dispositivos de defensa antiaérea con personal norteamericano. ¿Cómo responderían los votantes estadounidenses, si el conflicto escala a una guerra regional? Los votantes estadounidenses de origen judío han tendido tradicionalmente a votar a los demócratas, ya que cerca del 70% de los ciudadanos judíos se identifican como demócratas. Esto es importante, ya que hay importantes comunidades judías en estados indecisos como Pensilvania (con 433.000), Florida (con 672.000) y Georgia (con 141.000). Encuestas recientes muestran que el 72% de los votantes judíos apoyan a Harris frente a Trump. Y aunque el 75% de los judíos estadounidenses afirmaron que Israel es importante para ellos, sólo ocupó el noveno lugar en una lista de 11 temas en términos de importancia para configurar su voto.
No puede decirse lo mismo de las comunidades árabe-estadounidenses, devastadas por el conflicto en Gaza (y ahora en Líbano) y enfurecidas por la respuesta de Biden a Israel. Aunque Estados Unidos ha utilizado la presión diplomática para agitar un alto el fuego, también ha vendido recientemente a Israel otros 20.000 millones de dólares (15.080 millones de libras) en aviones de combate y otras armas. Se trata de uno de los mayores paquetes militares desde el comienzo de la guerra de Gaza. Cuando se les dio una lista de diez cuestiones y se les pidió que eligieran las tres más importantes, el 60% de los estadounidenses árabes encuestados eligieron Gaza, y el 57% dijeron que la guerra en Gaza influiría en su voto. Esto puede explicar por qué casi el 80% de los votantes árabes estadounidenses tienen una opinión desfavorable de Biden (según una encuesta realizada en mayo). Sólo el 55% tiene una opinión desfavorable de Trump.
Ya ha habido importantes protestas por los crímenes cometidos por Israel en Gaza que han provocado cierta división entre los votantes demócratas. En Michigan y Georgia vive un número significativo de árabes estadounidenses (respectivamente, más de 200.000 y más de 150.000) que, de acuerdo a las últimas encuestas, estarían dispuestos a castigar el apoyo de los demócratas a Israel, aun sabiendo que el líder republicano es un ferviente partidario de Netanyahu. En las elecciones primarias demócratas, 100.000 de estos empadronados votaron en señal de protesta como “no comprometidos” en lugar de por el Presidente Biden.
La vicepresidenta Kamala Harris afirmó que «no se callará» sobre la situación humanitaria en Gaza tras su reunión de julio con el primer ministro israelí Benyamin Netanyahu.
Huelga portuaria
La huelga convocada a principios de octubre por la Asociación Internacional de Estibadores (que representa a 45.000 trabajadores portuarios estadounidenses de las costas oriental y meridional) tenía visos de convertirse en una “Sorpresa de Octubre”, pero fue aplazada temporalmente hasta el 15 de enero. Esto ayuda a Harris. Aunque se ha resuelto la cuestión salarial de estos trabajadores, sigue sin resolverse el espinoso asunto de la automatización y su impacto en las operaciones portuarias y en quienes allí se desempeñan. Si no se resuelve esta cuestión, la huelga se reanudará a mediados de enero.
Proceso contra Trump por el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021
Tanya S. Chutkan, la jueza federal que supervisa el caso de Donald Trump por el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021, emitió el jueves 10 una orden aprobando la publicación de documentos de fuentes redactadas que proporcionarían al fiscal especial Jack Smith material potencialmente incriminatorio sobre los intentos del expresidente por anular las elecciones de 2020. Gran parte de la información contenida en esos documentos fue utilizada por los fiscales en un escrito legal de 165 páginas en el que argumentaban que Trump debía seguir siendo procesado, a pesar de que la Corte Suprema este verano le concedió una amplia inmunidad.
Jueza Tanya Chutkan
Sin embargo, la jueza pausó la potencialmente embarazosa publicación, para que el equipo legal de Trump pudiera evaluar sus opciones. Trump dispone ahora de un plazo de siete días hábiles para impugnar la publicación de los papeles, que podrían incriminarlo aún más ante la opinión pública, cuando las elecciones de 2024 entran en su recta final.
Donald Trump durante un mitin de campaña en Riverfront Sports el 9 de octubre de 2024, en Scranton, Pensilvania.
El expresidente está acusado de conspiración para defraudar a Estados Unidos, conspiración para obstruir un procedimiento oficial, obstrucción e intento de obstruir un procedimiento oficial y conspiración contra los derechos en relación con una supuesta campaña de presión sobre funcionarios estatales para revertir los resultados de las elecciones de 2020.
El ex presidente se ha declarado inocente de todos los cargos que se le imputan y ha dicho en repetidas ocasiones que es víctima de una caza de brujas política. Asimismo ha acusado a Smith de intentar interferir en las elecciones presidenciales de 2024. No se ha fijado fecha para el juicio y muchos observadores anticipan que el caso podría acabar de nuevo ante la Corte Suprema. Se espera que, si es elegido presidente, Trump ordene al Departamento de Justicia que abandone el caso.
La economía está estabilizada
Es poco probable que los principales indicadores y factores económicos cambien de aquí al día de las elecciones. Todavía el 1º de noviembre se publicará un último informe sobre el empleo, pero serán los economistas quienes presten más atención a esos datos, mientras que los votantes se centrarán en la inflación. La economía es citada por los votantes como la cuestión más importante a la hora de determinar su voto, pero es poco probable que en este campo se produzca una alteración seria, a menos que un cambio brusco en la situación en Asia Occidental altere repentinamente los precios de los combustibles y desordene todas las variables económicas.
Voto anticipado
Alrededor de 3.500.000 estadounidenses han votado ya en los 30 estados que han iniciado el voto anticipado. Otros estados seguirán el ejemplo y permitirán el voto anticipado durante las semanas previas al día de las elecciones. Eventuales “Sorpresas de Octubre”, por consiguiente, no afectarán en absoluto a esos votos. El día de las elecciones más de la mitad de los votantes ya habrá votado. La realidad es que, a medida que más votantes estadounidenses votan anticipadamente, el impacto de las “Sorpresas de Octubre” disminuye.
Conclusiones
Entre los acontecimientos que podrían dañar las chances electorales de uno u otro candidato, obviamente el más relevante es el relacionado con la guerra en Asia Occidental. Si bien EE.UU. ya ha realizado muchas elecciones presidenciales en tiempo de guerra, corre ahora el riesgo de verse envuelto en una conflagración pocos días antes de la elección, sin haber definido la jefatura del Estado y con el país profundamente dividido.
Si el conflicto estalla antes, la carga de la responsabilidad política recaerá sobre la candidata demócrata como parte del actual gobierno. Habitualmente en casos de guerra ambos partidos tienden a cooperar, pero Kamala Harris no podrá escapar al escrutinio mediático por los múltiples errores que permitieron la radicalización del conflicto en Asia Occidental.
En cambio, si la explosión se produce después del 5 de noviembre, la atribución de responsabilidades dependerá de qué partido haya ganado la elección. Si han sido los demócratas, partiendo de la continuidad política entre el gobierno saliente y el entrante, se demandará de la presidenta Harris que asuma inmediatamente la conducción política y militar. Si, por el contrario, el vencedor ha sido Donald Trump, es poco probable que los demócratas lo llamen a cogobernar antes del cambio de gobierno en enero próximo.
Dada la fractura interna, en todos los casos la transición hacia el nuevo gobierno será larga y conflictiva. Si a ello se le añade el estallido de una gran guerra regional que obligue a la intervención norteamericana, se cierne el peligro de que los militares y oficiales de inteligencia usurpen el poder de decisión y de que se adopten resoluciones que no respondan a la lógica consensual de la política.
Paradójicamente, en una elección que encierra menos riesgo de sorpresas que las anteriores la incertidumbre es mayor. Si EE.UU. no hubiera insistido en tener abiertos tantos frentes políticos, militares y económicos a la vez, bastaría con que la elección resuelva la actual falta de liderazgo para dar certezas al país y al mundo. Pero, como las crisis son tantas, simultáneas y contradictorias entre sí, el intento de arreglar una puede desatar una concatenación de otras crisis incontrolables. El que mucho abarca, poco aprieta. Hasta que EE.UU. no reduzca su exposición mundial, no tendremos tranquilidad.
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