Por Vijay Prashad (*)
El 23 de marzo, el secretario general de la ONU, António Guterres, pidió un al alto al fuego. “La furia del virus ilustra la locura de la guerra”, dijo. En un informe reciente, el Armed Conflict Location & Event Data Project (Proyecto de datos sobre localización y acontecimientos de conflictos armados) escribió que “el llamado a un alto al fuego mundial no ha tenido el resultado deseado”. Desde Afganistán hasta Yemen, los tambores de la guerra siguen sonando, y el horror continúa definiendo la vida social.
Una pandemia mundial no es solo un momento para acciones urgentes, también es un momento para reflexionar, un tiempo para reconsiderar las prioridades. Pero no ha sido el caso para quienes tienes el hábito de la guerra y la paciencia de un jabalí. A pesar de la gravedad del COVID-19, el gobierno de Estados Unidos está precipitándose a una guerra alucinatoria con China, culpándola por el virus, amenazando con perjudicarla a cada paso. El Comando Indo-Pacífico de EE. UU. solicitó 20.000 millones de dólares adicionales para financiar la creación de un muro de misiles para amenazar a China (en un documento llamado Decreto de Autorización de Defensa Nacional: Recuperar la ventaja, traducción libre). Junto con el Gran Confinamiento, llega una atmósfera de guerra. Es una locura vernos caer en el conflicto cuando las personas debiéramos estar encontrando formas de cooperar.
En el Boletín 18 (2020), entrevisté a Abdallah El Harif sobre el belicismo contra China. El Harif es un fundador de Democratic Way (Camino Democrático, un partido de izquierda radical de Marruecos), fue su primer secretario nacional y ahora es el secretario nacional adjunto a cargo de las relaciones internacionales. El Harif es ingeniero y estudió en Mines ParisTech. Fue miembro de a organización marroquí clandestina que luchó contra la dictadura del rey Hassan II y estuvo encarcelado por diecisiete años por su rol en la lucha por la democracia y el socialismo. El Harif y yo hemos escrito un llamado a la paz, que espero que puedan leer y difundir.
El 15 de marzo de 1950, el Consejo Mundial de la Paz envió el “Llamado de Estocolmo” un texto breve que llamaba a prohibir las armas nucleares y que llegaría a ser firmado por casi 2 millones de personas. El llamado estaba conformado por tres puntos elegantes:
*Exigimos la proscripción de las armas atómicas como instrumentos de intimidación y asesinato en masa de los pueblos. Exigimos un control internacional estricto para hacer cumplir esta medida.
*Consideramos que cualquier gobierno que utilice primero armas nucleares contra cualquier otro país estará cometiendo un crimen contra la humanidad y debe ser tratado como un criminal de guerra.
*Convocamos a hombres y mujeres de buena voluntad en todo el mundo a firmar este llamado.
Hoy, 70 años después, el arsenal nuclear es mucho más letal, e incluso las armas convencionales disponibles eclipsan a las bombas atómicas que Estados Unidos lanzó sobre Hiroshima y Nagasaki en 1945. En 1950, habían 304 ojivas nucleares en el mundo (299 en EE. UU.), mientras ahora hay 13.355 a nivel mundial (5.800 en EE.UU.) y cada una de ellas es mucho más destructiva que las los primeros años de esta terrible tecnología. Algo como el Llamado de Estocolmo es imperativo actualmente.
El llamado a prohibir las armas de destrucción masiva no es un asunto abstracto, sino que apunta directamente a un bloque de países, liderado por Estados Unidos, que persisten obstinadamente en usar la fuerza para mantener y extender su dominio global. En medio de esta pandemia mundial, Estados Unidos amenaza con profundizar los conflictos con China, Irán y Venezuela, incluyendo la movilización de un grupo de portaaviones navales para embargar efectivamente los puertos venezolanos, y la movilización de buques al golfo Pérsico para desafiar el derecho de los barcos iraníes a las aguas internacionales. Mientras tanto, Estados Unidos dijo que posicionará una agresiva batería de misiles y de radares antimisiles en un anillo alrededor de China. Ninguno de estos países —China, Irán o Venezuela— ha hecho ningún movimiento agresivo contra Estados Unidos, es EE. UU. quien ha impuesto el conflicto. Si se redacta un llamado ahora, no puede hacerse de un modo anémico y universal. Cualquier llamado a la paz en nuestro tiempo debe ser un llamado específico contra el belicismo imperialista que emana de —aunque no es solo realizado por— Washington, DC.
Nuestra evaluación de la imposición de un estado de guerra por parte de Estados Unidos se basa en cuatro puntos:
*Estados Unidos ya tiene el arsenal militar más grande y la mayor presencia militar del mundo. De acuerdo a los datos más recientes, el gobierno de estadounidense gastó al menos 732.000 millones de dólares en su ejército en 2019; decimos “al menos” porque hay desembolsos secretos de fondos para las enormes alas de inteligencia que no son de conocimiento público. De 2018 a 2019, EE. UU. aumentó su presupuesto militar en un 5,3%, una cantidad similar al total del presupuesto militar de Alemania. Casi el 40% del gasto militar mundial es estadounidense. Tienen un total de más de 500 bases militares en prácticamente todos los países del mundo. La Armada de Estados Unidos tiene 20 de los 44 portaaviones activos en el mundo, mientras sus aliados tienen otros 21; esto significa que controlan 41 de los 44 portaaviones (China tiene dos y Rusia uno). No hay ninguna duda sobre la superioridad abrumadora de la fuerza militar estadounidense.
*Actualmente Estados Unidos está usando toda su capacidad para expandir su dominación nuclear y convencional al espacio y a la guerra cibernética con el Comando Espacial (restablecido en 2019) y el Cibercomando (creado en 2009). EE. UU. desarrolló un interceptor de misiles balísticos (SM-3) que ya probaron en el espacio, y está testeando armamento muy sofisticado como armas de haces de partículas, armas de plasma y bombardeo cinético. En 2017, Trump anunció el compromiso de su gobierno con este nuevo tipo de armamento. El gobierno estadounidense gastará al menos 481.000 millones de dólares entre 2018 y 2024 para desarrollar nuevos sistemas de armas avanzadas, incluyendo vehículos autónomos, sistemas contra drones, armas cibernéticas y robótica. La armada del país ya probó su Arma Hipersónica Avanzada, que puede viajar a 5 mach (alrededor de 3.800 millas por hora, cinco veces la velocidad del sonido), por lo que puede alcanzar cualquier lugar del planeta dentro de una hora. Esta arma es parte del programa Conventional Prompt Global Strike (Programa de ataque mundial rápido) del ejército de Estados Unidos.
*El complejo militar estadounidense ha desarrollado su programa de guerra híbrida. Este programa incluye una serie de técnicas para debilitar gobiernos y proyectos políticos, incluyendo la movilización del poder estadounidense sobre las instituciones internacionales (como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el servicio de transferencias SWIFT) para evitar que los gobiernos gestionen la actividad económica básica, el uso del poder diplomático estadounidense para aislar gobiernos, el uso de métodos sanciones para evitar que empresas privadas hagan negocios con ciertos gobiernos, el uso de la guerra de información para convertir a gobiernos o fuerzas políticas en criminales o terroristas, etc. Este poderoso conjunto de instrumentos es capaz —a plena luz del día— de desestabilizar gobiernos y justificar cambios de régimen.
*El gobierno de EE. UU, junto con sus socios de la OTAN y los fabricantes de armas estadounidenses y europeos, continúan inundando el mundo con las armas más mortíferas. Los cinco exportadores de armas más grandes (Lockheed Martin, Boeing, Northrop Grumman, Raytheon, y General Dynamics) están en Estados Unidos. Solo estas cinco empresas representan el 35% de las ventas de las 100 empresas de armas más grandes del mundo en 2018 (las cifras más actuales); mientras el total de la venta de armas de EE. UU. representa el 59% de todas las ventas de armas ese año. Esto es un aumento de 7,2% sobre las ventas del país en 2017. Estas armas son vendidas a países que debieran estar gastando sus preciados excedentes en educación, salud y programas de alimentos. Por ejemplo, en África occidental y África del norte, la mayor amenaza a los pueblos no son solo los terroristas en sus Toyota Hilux, sino también los comerciantes de armas en las habitaciones de hoteles con aire acondicionado.
El mundo en el que fue escrito el Llamado de Estocolmo es muy diferente del mundo en que vivimos hoy. Es necesario un nuevo llamado. Lo desarrollamos mientras discutíamos en Bouficha, Túnez, así que llamémoslo el Llamado de Bouficha.
Nosotros, los pueblos del mundo:
**Nos oponemos al belicismo del imperialismo estadounidense, que busca imponer guerras peligrosas en un planeta que ya está frágil.
**Nos oponemos a la saturación del mundo con armas de todo tipo, que enardecen conflictos y a menudo conducen procesos políticos hacia guerras interminables.
**Nos oponemos al uso del poder militar para evitar el desarrollo social de los pueblos del mundo. Defendemos el derecho de los países a construir su soberanía y su dignidad.
(*) Historiador y periodista indio, autor de numerosas obras, entre ellas ‘The Darker Nations: A People’s History of the Third World and The Poorer Nations: A Possible History of the Global South’, ha sido profesor del Trinity College y actualmente es director del Instituto Tricontinental en Delhi.
Fuente: https://www.sinpermiso.info/textos/el-llamado-de-bouficha-contra-los-preparativos-de-guerra
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