Alberto Cruz CEPRID
La guerra en Ucrania no es formalmente una guerra porque ni Rusia ha declarado la guerra a Ucrania ni este país a Rusia. Esta es la razón por la que la ONU no utiliza esa palabra y sí “conflicto”. Por esto mismo, los países occidentales que están ayudando con armas y “voluntarios” a Ucrania no se convierten en cobeligerantes de derecho, aunque lo sean de hecho. Esto tiene una explicación larga y prolija según el derecho internacional en la que no hay que entrar ahora.
Sí hay que entrar en la esquizofrénica forma en la que Occidente se enfrenta a esta situación que revierte en su cara porque, en sentido estricto, asistimos a lo mismo que ha venido haciendo Occidente: Rusia está aplicando su “momento Irak” o su momento “responsabilidad de proteger”. ¿Cuántas veces hemos oído decir a Occidente, especialmente a EEUU (o Israel) eso de «tenemos todo el derecho a tomar medidas para salvaguardar nuestra seguridad?». O eso de «tenemos todo el derecho a proteger a la población con una intervención humanitaria?». Lo primero se dijo en Irak, Afganistán, Gaza… Lo segundo, en Yugoslavia, Somalia, Serbia, Libia, Siria, Kosovo… Sobre todo, en Kosovo, que es el precedente que Occidente (EEUU y la UE) quisiesen borrar de la historia y por eso siempre dijeron que era “único”. Pues no, no lo es mal que les pese. En el caso de la negativa a que Ucrania se incorpore a la OTAN, se desmilitarice y se “desnazifique”, los argumentos de Rusia, es evidente que prevé su seguridad. En el caso de proteger a la población del Donbás, lo mismo.
Quiérase o no, y aunque sea en sí misma una violación del derecho internacional, Rusia está aplicando la misma receta que hemos visto antes. Lo que lo hace diferente es que antes era a mayor gloria de Occidente, para consolidar su hegemonía, y ahora es en detrimento de Occidente, para consolidar su decadencia.
Esto es a lo que estamos asistiendo, a la pérdida de la hegemonía occidental en todos los aspectos. Ucrania es solo un eslabón en esa lucha agónica por parte de Occidente de no perder su hegemonía. Estábamos entrando en una nueva era de forma evidente, pero Rusia nos ha metido del todo de un empujón. Nos fijamos en la guerra, en los tiros, pero esa no es la guerra importante.
Y como el empujón es definitivo, Occidente solo tiene una respuesta, que no es militar porque está en inferioridad de condiciones. Rusia es superior militarmente a todo Occidente, junto (OTAN) o separado. Y lo es no en cantidad de soldados, aviones o barcos, sino en calidad: las armas hipersónicas. Y lo saben. Por eso Occidente ha utilizado la única arma que le queda: la económica (1). Se está atacando a una economía del G-20 y es un precedente, que los chinos están mirando con detenimiento, de lo que está dispuesto a hacer para no perder su hegemonía.
Solo con las sanciones Occidente se ve a sí mismo como el guardián del «orden basado en reglas» en el que viene insistiendo desde hace años -que no el derecho internacional porque prohíbe las sanciones si no son impuestas por el Consejo de Seguridad de la ONU- y el uso de las instituciones financieras es la única palanca que tiene para ello.
Se han congelado los activos en el extranjero del Banco Central de Rusia para que Rusia no pueda maniobrar con su moneda. Eso solo significa que se intenta hacer colapsar el sistema financiero ruso.
Si esto no abre los ojos definitivamente a todos los países del mundo que quieren liberarse de la cárcel occidental, ya nada lo hará. Sin duda es un buen golpe, pero para nada definitivo. Sin duda Rusia es consciente de ello y del riesgo de tener dólares como moneda de reserva, aunque en estos momentos es muy limitada, a solo el 17% del total, pero el euro y la libra están en una proporción más o menos igual por lo que un poco más de un tercio de las reservas rusas están amenazadas.
Pero Rusia no está sola, tiene a China y el camino ruso es un camino sin retorno… para el dólar. El empujón ruso para un nuevo orden multilateral es también el empujón definitivo al dólar como moneda de reserva global porque al igual que con Venezuela, o Irán, o Afganistán (dineros robados por Occidente) el mensaje que se lanza, una y otra vez, y esta es la definitiva, es que el dinero de los países no es en realidad el dinero de los países, sino de Occidente, que deja o no deja usar a su discreción.
Es el momento para crear un nuevo orden monetario en el que los países sean mucho menos susceptibles a la influencia de EEUU o Europa. Un nuevo orden monetario en el que se va a volver al oro para respaldar las monedas y algo así es lo que tienen en mente los chinos.
El dólar ya está en mínimos, y bajando, como moneda de reserva global. El año 2022 comenzó con otra bajada significativa, del 60’5% en 2021 al 59’15% (hay que tener en cuenta que el año 2000 estaba en el 71’93%). Su declive es imparable, tal y como reconoce el propio FMI al afirmar que “los bancos centrales han abandonado el dólar de forma gradual”. Es decir, que no es un calentón sino una política decidida y meditada que se va a acrecentar con lo que se acaba de hacer con Rusia. Al mismo tiempo, y como también dice el FMI, el euro está “estancado” desde hace mucho tiempo y solo hay una moneda que sube de forma inexorable: el renminbi, que terminó 2021 con un 2’70% de uso en las transacciones financieras mundiales (40’51% el dólar y 36’65% el euro) y antes de la intervención rusa en Ucrania se colocaba ya en el 3’20%, superando claramente al yen japonés (2’79%). Y eso que no está internacionalizado aún.
Igual esto es realmente lo que hay detrás de lo que vemos y que más allá de la razón esgrimida por Rusia, la “desmilitarización y desnazificación” de Ucrania, está el cambio de política monetaria mundial y el fin de la hegemonía del dólar, y en menor medida del euro, como monedas de reserva globales.
Una de las sorpresas que vemos es que Rusia no ha respondido aún a las sanciones occidentales. Cuando se le impusieron tras la anexión de Crimea (que Rusia justificó no solo en la decisión de la población, sino en el precedente de Kosovo) apenas tardó un mes en responder con sus contrasanciones que, según la UE, han supuesto para los fondos europeos una pérdida de 276.000 millones de euros por los que, sorprendente y grotescamente, ha denunciado a Rusia por “práctica desleal” ante la Organización Mundial del Comercio. La UE puede sancionar, pero a ella no se le puede sancionar. Esto es, a las claras, el “orden basado en reglas” que propone Occidente y que es muy simple: yo hago las reglas y tú las sigues.
La no respuesta de Rusia puede ser debida solo a dos razones, y entramos en pura especulación: espera controlar la situación en Ucrania a corto plazo, pongamos un mes o dos, y el descenso económico mundial –con las consiguientes dificultades para todo el mundo, incluyendo a Occidente como ya se está viendo- va a hacer que esas sanciones se reviertan.
Mientras tanto, se da la paradoja de que mientras los países occidentales que impusieron las sanciones atraviesan grandes momentos de angustia por la falta de suministros en contraposición a Rusia, que se está adaptando a la situación mucho más rápido y con gran facilidad. No hay duda que se preparó a fondo a estas sanciones para proteger su mercado interno, para garantizar que no haya interrupciones en la cadena logística y que la población no sufra. Y no hay duda que una de sus grandes bazas es la nacionalización de las empresas occidentales que han abandonado el país si no retornan en un futuro próximo. Esta es la razón por la que muchas de ellas hablan de «suspensión temporal de las operaciones» en Rusia mientras pagan los salarios de los empleados.
El documento ruso-chino de febrero
En cualquier caso, es evidente que Rusia no hubiese dado el paso en Ucrania si no estuviese lo suficientemente segura de contar con el apoyo de China. El pasado 4 de febrero ambos países firmaron un documento (2) que es no solo un muy serio toque de atención a Occidente, sino un cambio de juego total: la declaración conjunta brinda un apoyo total a Rusia, respalda su demanda de garantías de seguridad y se opone a la expansión de la OTAN. Es decir, hay un compromiso real de China de mitigar y/o ayudar a Rusia frente a las sanciones con que ya entonces se amenazaba.
Este documento se debería leer con detenimiento porque, entre otras cosas, se habla de una coordinación en el Consejo de Seguridad de la ONU, en la defensa del derecho internacional y el rechazo al «orden basado en reglas» que quiere imponer EEUU y que sumisamente siguen sus vasallos europeos.
También hay algo que va más allá de lo que se dice en ese documento, es la demostración práctica del fortalecimiento de los vínculos no solo políticos, sino económicos, entre los dos países, especialmente de petróleo y gas por parte de Rusia y la construcción de un nuevo gasoducto, el «Poder de Siberia 3» en un plazo de tres años. El «Poder de Siberia 2» entrará en vigor este año y ya está en funcionamiento el “Poder de Siberia 1”. Para quien quisiese ver, era la demostración práctica de lo poco que le importaba a Rusia, como ya se decía, el continuar o no con el gasoducto “Corriente del Norte 2” hacia Alemania y que no era más que un intento, tal vez el último, de mantener un vínculo con Europa pero que no es imprescindible, en absoluto, para su economía. Desde hace un tiempo su mirada va más hacia el Este que hacia el Oeste.
Y otro aspecto importante del documento citado es que en él China elude hablar de Ucrania, incluso de Crimea, mientras que Rusia sí habla de Taiwán. Es una clara concesión rusa que permite a China seguir manteniendo su estrategia de no involucrarse en cuestiones internas. Eso se está viendo ahora con nitidez, con China negándose a seguir el coro de condenas occidentales y separándose claramente de las mismas.
Este flanco lo tiene cubierto Rusia sin la menor duda. Habrá más o menos aceleración en los movimientos, pero los pasos son claros. Por ejemplo, el uso por parte rusa del renminbi chino como alternativa a las sanciones. Aún son movimientos incipientes dado que Rusia está obligando a pagar en rublos a los occidentales, puesto que ha sido desconectada del SWIFT (el sistema de transacciones financieras internacionales controlado por Occidente), pero el hecho de que el 9 de marzo el Banco Ruso de Comercio Exterior, uno de los sancionados por Occidente con la desconexión del SWIFT, anunciase la apertura de un depósito en renminbis con una tasa de interés anual del 8% indica por dónde van las cosas porque no solo serán los rusos, sobre todo los que se dedican a la exportación-importación, quienes van a realizar todas sus operaciones en renminbis a partir de ahora porque el interés es muy lucrativo para ellos, sino que también los chinos podrán tener cuentas en este banco, y lo harán dado que el interés en China por este tipo de operaciones de comercio exterior es del 3%.
Es uno de los primeros pasos conocidos de la inserción rusa en el Sistema de Pagos Interbancarios de China, es decir, la alternativa china al SWIFT. A 31 de enero, el SPIC tenía activos 43 bancos e instituciones de África, 159 de Europa, 943 de Asia (de ellos 541 chinos), 23 de Oceanía, 29 de América del Norte y 17 de América del Sur (3). Eso hace un total de 1.214 bancos e instituciones que están ya conectadas al sistema chino, bien de forma total o parcial (como es el caso de los europeos y estadounidenses, sobre todo). Esto significa que en estos momentos el sistema chino ya está trabajando con el 11% de lo que engloba el sistema SWIFT. Y eso significa que todos están utilizando ya las transacciones fronterizas en renminbi-yuan porque es la única moneda que utiliza. Y eso que los chinos consideran que su sistema está aún en las primeras fases. De hecho, hablan de CIPS 1 y CIPS 2.
Formalmente ningún país excluido del SWIFT puede utilizar el dólar, el euro, la libra esterlina, el yen y el renminbi. Formalmente, porque siempre hay rendijas. Pero eso no ocurre ni con el SPIC chino ni con el propio sistema ruso, el Sistema de Transmisión de Mensajes Financieros -que ya tiene nuevas incorporaciones puesto que nada más comenzar la crisis se adhirieron al mismo 23 bancos e instituciones de Bielorrusia, Armenia, Kazajistán y Tayikistán, o lo que es lo mismo, todos los países que forman parte de la Unión Económica Euroasiáticca-, que pueden utilizar las monedas que consideren aunque se da preponderancia tanto al renmimbi en un caso (y en exclusiva) como al rublo en otro. Un dato relevante es que la UEE tiene su economía desdolarizada en un 70%, por lo que ahora se desdolarizará por completo.
El ejemplo de Irán
Cuando a Irán se le expulsó del SWIFT en 2012, exclusión que duró tres años, el daño a su economía se calcula que fue de entre un 30% y un 50% por las dificultades para vender su petróleo. Se dice que fue eso lo que obligó a Irán a aceptar el acuerdo nuclear que se firmó en 2015. Se dice. Los iraníes, como es lógico, siempre lo han negado. Y entonces no había alternativas al SWIFT.
Ahora Irán no está excluído del SWIFT, pero sí sujeto a sanciones «de máxima presión» por parte de EEUU que le impiden utilizar el dólar, tiene restringido el euro (por el miedo europeo a las sanciones de EEUU) y otras monedas occidentales, pero es fácil adivinar por dónde se está escapando y por qué no se ha hundido en el mar desde que EEUU violó el acuerdo en 2018 e impuso sus sanciones, ilegales según el derecho internacional (que no según su «orden basado en reglas» y que tan entusiastamente siguen sus vasallos). Y aunque la Corte Internacional de Justicia de La Haya emitió una sentencia en octubre de 2018 favorable a Irán y diciendo que no se podían sancionar recursos financieros para compras humanitarias, a Occidente le dio igual: su orden y sus reglas. Como a la UE con la denuncia contra Rusia en la OMC.
Todo esto es para indicar que las vías de salida de Rusia son muchas más de las que nos cuentan quienes han impuesto las sanciones y que ocultan su miedo a la pérdida de su hegemonía.
A 12 de febrero, últimos datos conocidos, es decir, justo antes de la guerra, el 17% del comercio entre Rusia y China se hacía en renminbis-yuanes y el 12% de todas sus reservas monetarias están en esta moneda, por dar un par de datos. No hay duda que a corto plazo habrá algún retroceso en la economía rusa, pero no a medio ni mucho menos a largo plazo. Occidente está ansioso de dos cosas: de demostrar que sigue teniendo poder y de conseguir alguna victoria. Y la única que tiene es la propaganda. En eso, sin duda, es un maestro. Por eso vemos lo que vemos todos los días.
Un dato relevante es que el SWIFT no mantiene fondos ni administra cuentas, solo proporciona un servicio de transmisión de mensajes. Es decir, que si entre el que vende y el que compra hay acuerdo, por ejemplo en la forma de pago, sin intermediario alguno, el comercio se mantiene como de costumbre. Y en este contexto hay una noticia que debería hacer reflexionar a más de uno: Rusia e India «estudian» la posibilidad de incrementar su comercio en rublos y rupias. A lo mejor esto ayuda a entender la abstención de India en la votación del CS de la ONU que pretendía condenar a Rusia por su intervención en Ucrania.
Por supuesto que si el sistema chino ya contiene un 11% del SWIFT es más que probable que con la guerra en Ucrania se incremente. Debido a los hábitos, a las dependencias (mentales y económicas) de Occidente por parte de muchos países aún queda un camino para que el SWIFT pierda su predominio (y, con él, Occidente), pero cada vez se acortan más los plazos.
En esta lucha agónica de Occidente hay que presentar alguna victoria, y por ello el discurso es homogéneo, por ahora: hemos sancionado a Rusia con el SWIFT y la vamos a hundir. No se hundió a Irán hace seis años, y es más débil que Rusia. Y, a medida que pasa el tiempo, la realidad aparece con nitidez. Por eso en los últimos días estamos asistiendo a un rechazo de la UE a la propuesta de Washington de sanciones a las exportaciones de petróleo de Rusia. Si se tiene en cuenta que el presupuesto de Rusia se cerró con una estimación del precio del barril de petróleo en 45 dólares (y supera los 100), se ve cómo resisten países como Irán o ahora Rusia.
El momento es crucial porque las sanciones occidentales son la última baza que quienes gobernaban el mundo pueden jugar y que va a dar lugar a una división económica global entre Occidente y las economías alineadas con Rusia (y China) que están abiertas a separarse del actual sistema financiero dominado por Estados Unidos, acelerando así una amplia reorientación económica global. En pocas palabras, esto va a tener un evidente impacto demoledor en el estatus del dólar estadounidense como moneda mundial, y el euro de rebote, que ya está bajando año tras año de forma notoria y que ahora se acelererá. Con su declive asistiremos al definitivo declive occidental. Por eso, y no por otra cosa, es lo que está peleando Occidente, para retrasar (porque no lo puede evitar) su pérdida de hegemonía.
P.D.- Cuando este artículo iba a ser enviado para su publicación el Ministerio de Finanzas de Rusia anunció el pago de la deuda en yuanes (14 de marzo). Aunque ha dicho que esta medida es temporal y que la pretensión rusa es pagar su deuda en rublos (con lo que los occidentales salen perdiendo por la depreciación de la moneda rusa) el salto que va a dar el yuan en las transacciones finacieras es espectacular y hay quien ya anuncia que va a llegar al 10% antes del 2030.
Ese mismo día otras tres noticias pusieron las cargas de demolición definitiva a la hegemonía occidental:
a) La Unión Económica Euroasiática y China anunciaron que desarrollarán un proyecto para un sistema monetario y financiero internacional independiente. Se basará en una nueva moneda internacional, que se calculará como un índice de las monedas nacionales de los países participantes y los precios de las materias primas.
b) Bielorrusia y Rusia acuerdan eliminar el dólar en las operaciones de los recursos energéticos.
c) India y Rusia están explorando la posibilidad de utilizar el yuan chino como moneda de referencia para valorar el mecanismo comercial de la rupia y el rublo.
Por si todo ello fuese poco, un día más tarde, el 15, otra con un nivel explosivo aún mayor: Arabia Saudita está negociando activamente con China para vender parte de su petróleo en yuanes en lugar de dólares.
Notas
(1) El nuevo concepto de la guerra de EEUU: las sanciones económicas como instrumento ante la debilidad militar https://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article2411
(2) http://en.kremlin.ru/supplement/5770
(3) https://www.cips.com.cn/en/participants/participants_announcement/56048/index.html
Alberto Cruz es periodista, politólogo y escritor. Su nuevo libro es “Las brujas de la noche. El 46 Regimiento “Taman” de aviadoras soviéticas en la II Guerra Mundial”, editado por La Caída con la colaboración del CEPRID y que va por la tercera edición.
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