Mondo Cane | Por Gonzalo Fiore Viani*
“Fratelli Tutti” (“Todos hermanos”) es la nueva encíclica del papa Jorge Mario Bergoglio, firmada el pasado 3 de octubre en Asissi, donde descansan los restos de san Francisco. Justamente en una frase del santo se inspira el título del documento apostólico, el tercero de su clase que publica el pontífice argentino en sus años al frente de la iglesia católica: “Miremos con atención, hermanos todos, al buen pastor que para salvar a sus ovejas sostuvo la pasión de la Cruz”.
La identificación que el papa hace de sí mismo con el oriundo de Asís tampoco es casualidad. De una vida austera, sencilla y en la más rigurosa de la pobreza, san Francisco dedicó todo su misionar hacía los pobres, los excluidos, los que habitaban en los márgenes de la sociedad de su tiempo. Allí es adonde apunta este Francisco desde que asumiera como el “papa del fin del mundo” en el año 2013. Si en sus anteriores encíclicas, Laudato Si´ y Lumen Fidei, o en la exhortación evangélica Evangelii Gaudium, se enfocaba en la problemática del medio ambiente y en cuestiones internas de la iglesia, en el nuevo texto pone toda su atención en lo que Bergoglio define como “la fraternidad de todos los seres humanos”. Para ello, hace un fuerte llamado al diálogo ecuménico entre las distintas ramas del cristianismo, pero también al encuentro con todas las religiones del mundo. Entre sus inspiraciones, en la introducción cita no solo a san Francisco, sino también a personalidades del siglo XX, no necesariamente católicas, como el pastor bautista y líder de los derechos civiles de los afroamericanos, el doctor Martin Luther King Jr.; el pacifista hindú Mahatma Ghandi, o el arzobispo anglicano Desmond Tutu, figura clave de la lucha contra el “apartheid” en Sudáfrica. También cita dos veces al filósofo francés (protestante) Paul Ricoeur para referirse a la idea de “prójimo”: clave a la hora de entender conceptualmente lo que escribe Francisco en su encíclica, junto a la idea de formar “una familia humana más amplia”. Por ello, si bien la carta, por supuesto, está escrita desde una perspectiva claramente cristiana y católica, también pretende llegar a todos los seres humanos sin importar cuales son las creencias que profesan, si es que tienen alguna; o, inclusive, ninguna.
En un año particularmente convulsionado por el racismo estructural, que afecta no solo a los Estados Unidos sino también a muchos otros países del mundo, Francisco se refiere a esta cuestión cuando escribe que se trata de “un virus que muta fácilmente y en lugar de desaparecer se disimula, pero está siempre al acecho». Al mismo tiempo, apunta sus dardos contra los creyentes que apoyan «nacionalismos cerrados y violentos, actitudes xenófobas, desprecios, e incluso maltratos, hacia los que son diferentes”. Tampoco evita referirse directamente a los sistemas políticos que permiten la explotación de seres humanos más débiles por parte de los más fuertes: “El desprecio de los débiles puede esconderse en formas populistas, que los utilizan demagógicamente para sus fines, o en formas liberales al servicio de los intereses económicos de los poderosos”.
Durante 2020, debido a la pandemia se profundizaron discursos que abogan por fronteras cerradas, mientras que la crisis sanitaria desnudó la desigualdad generada por el liberalismo económico. Por ello, estos contundentes pronunciamientos del papa tienen un peso político particular.
Existen cuatro principios filosóficos que, desde su introducción y primeros capítulos, guían la carta encíclica: 1. La unidad prevalece sobre el conflicto; 2. El tiempo es superior al espacio; 3. La realidad es más importante que la idea; 4. El todo es superior a la parte. Estos conceptos atraviesan toda la filosofía de Francisco, inclusive desde antes de su acceso al solio pontificio. Es fácil encontrar allí, para quienes tengan una comprensión integral de la política argentina contemporánea, cómo sobrevuela la idea de lo que Juan Domingo Perón llamó la “Comunidad Organizada”: Francisco explica, desde las primeras páginas, su convencimiento de que es posible un mundo con “tierra, techo y trabajo para todos”, siempre y cuando se parta de la base del “gran principio de los derechos que brotan del solo hecho de poseer la inalienable dignidad humana. Desde allí es posible aceptar el desafío de soñar y pensar en otra humanidad”.
Frente a ciertos “populismos” que utilizan las motivaciones de sus pueblos para garantizar el bien pasar de una minoría, el papa argentino prefiere rescatar desde el comienzo de la encíclica las ideas de “pueblo” y de lo “popular”.
Al igual que sus anteriores documentos apostólicos, discursos o declaraciones públicas, “Fratelli Tutti” cuenta con un profundo potencial revolucionario: el capitalismo se presenta como un “sistema sin ideología”, donde los “sobre ideologizados” siempre son los otros; sin embargo, poner encima al ser humano por sobre el capital, y negar derechos básicos a las personas, es parte de una idea impuesta por el neoliberalismo. Francisco, en cambio, propone salir de esta lógica de “un pensamiento pobre, repetitivo, que propone siempre las mismas recetas frente a cualquier desafío que se presente”. Ahí reside el mayor desafío de la humanidad de cara a los tiempos venideros: o empezamos a construir un proyecto político que ponga a los seres humanos por sobre el capital, que parta de las periferias y se extienda hacía el centro, y no al revés, o 2020 simplemente será el primero de muchos años de crisis sanitaria, ambiental, socioeconómica y política.
El llamamiento es a la hermandad de toda la humanidad, porque el todo siempre es superior a las partes.
Publicado en Hoy Dia Cordoba https://hoydia.com.ar/opinion/153-analisis-internacional/74347-hermanos-y-hermanas-el-todo-es-superior-a-las-partes.html
*Abogado Magister en Relaciones Internacionales Miembro de Dossier Geopolitico
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