DOSSIER GEOPOLITICO DG le está invitando a la sexta Conferencia del Ciclo 2022

VI Conferencia: “La Geopolitica de la Ruta de la seda y el despliegue con América latina”

Sábado 11 de Junio 2022, 17,00 hs. de Argentina España 10,00 hs pm; Costa Rica 02,00 hs pm; Brasil 05,00 hs pm; Rusia 11,00 hs pm, Perú 15,00 hs pm

Disertará: El Sociólogo. Sebastian Schulz Becario Doctoral del CONICET. Doctorando en Ciencias Sociales y Especializando en Estudios Chinos (UNLP). Investigador del Centro de Estudios Chinos (Instituto de Relaciones Internacionales, UNLP) y del Centro de Investigaciones en Política y Economía. Integrante de los Grupos de Trabajo de CLACSO «China y el mapa del poder mundial» y «Geopolítica, integración regional y sistema mundial». Escribe en la revista digital “La ruta China”

Analizaremos: los cambios geopolíticos de la nueva realidad multipolar, los BRICS -China y el BRI- con los cambios que promueve en nuestra isla suramericana y en latinoamérica en general

Unirse a la reunión Zoom

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Después de veinte años de discusiones en 2023 se iniciará la construcción del ramal del sur de la ruta terrestre de la seda conectando Xinjiang con Kirguistán y Uzbekistán

Especial para Dossier Geopolitico por Eduardo J. Vior

Con la guerra en Ucrania y las sanciones contra Rusia, EE.UU. y el Reino Unido bloquearon los enlaces terrestres y aéreos entre Europa y China. De ese modo esperan someter duraderamente a los países de la UE y limitar la influencia de la Ruta de la Seda y la Franja (BRI, por su nombre en inglés) sobre la integración y desarrollo de Eurasia. No obstante, China no se rinde y acaba de decidir que el año próximo comenzará la construcción del ferrocarril China-Kirguistán-Uzbequistán. Los 523 kilómetros de esta línea no sólo impulsarán el desarrollo de la región occidental de Xinjiang, sino que conectarán estas dos naciones de Asia Central entre sí y con China por un extremo, con el Cáucaso, Turquía y Europa en una dirección y con Irán e India en la otra. Este nodo se vincula con otros proyectos ferroviarios y marítimos. Eurasia se une contra la dominación atlántica.

Sólo para atravesar las montañas de Kirguistán deberán construirse 90 puentes

El ferrocarril CKU creará importantes oportunidades comerciales para Kirguistán y Uzbequistán, a la vez que conectará directamente a China por ferrocarril con Oriente Medio, con beneficios derivados en toda la región.

Como anunció la semana pasada el Presidente de Kirguistán, Sadyr Yaparov, China ha decidido por fin iniciar en 2023 la construcción del tan esperado ferrocarril China-Kirguistán-Uzbequistán (CKU). Los retrasos se han debido a las enormes dificultades logísticas y técnicas, así como al elevado costo. Kirguistán es montañoso y la línea requerirá la perforación de más de 90 túneles, mientras que las condiciones climáticas del invierno también son difíciles.  El acceso a China se hará desde la terminal ferroviaria de Kashgar, en la provincia de Xinjiang Occidental, ya conectada a la red nacional china.

La ruta CKU unirá China, Kirguistán y Uzbequistán con Europa Central y Oriental a través de Irán y Turquía. Según los planes propuestos, la longitud total de la misma será de unos 523 kilómetros, incluyendo 213 kilómetros en China, 260 kilómetros en Kirguistán y unos 50 kilómetros en Uzbequistán.

Desde Uzbequistán puede conectarse con el ferrocarril Uzbequistán-Turkmenistán hasta el puerto de Turkmenbashi, en el mar Caspio, para allí enlazar con el puerto de Bakú, en Azerbaiyán, y llegar a los mercados de Georgia, Turquía y las naciones de la UE del mar Negro (Bulgaria y Rumanía) o dirigirse hacia el sur hasta los puertos iraníes del Caspio, como el de Anzali, y seguir hacia el sur por el ferrocarril que también se completará en 2023 a través del Corredor Internacional de Transporte Norte-Sur (INSTC, por su nombre en inglés) hasta el puerto meridional iraní de Chabahar. Este tramo marítimo conduce a Oriente Medio, África Oriental e India.

Funcionarios uzbecos han dicho que, cuando esté terminado, el ferrocarril será la ruta más corta para transportar mercancías desde China a Europa y Oriente Medio, reduciendo el trayecto de carga en 900 kilómetros y ahorrando los envíos entre siete u ocho días. Las autoridades de Uzbequistán y Turkmenistán ya han planificado la conectividad bilateral en su tramo de la ruta CKU, mientras que Turkmenistán e Irán han hecho lo mismo. Irán también ha discutido la conectividad del INSTC con Catar.

Kirguistán es un pequeño país montañoso de Asia Central

La economía kirguisa es relativamente pequeña, con un PIB de algo menos de 8.000 millones de dólares y una población de apenas 6,5 millones. Se calcula que las exportaciones ascienden a unos 2.000 millones de dólares e incluyen oro, algodón, lana, prendas de vestir, carne, mercurio, uranio, electricidad, maquinaria y calzado. Importa bienes por valor de unos 4.500 millones de dólares, entre ellos petróleo y gas, maquinaria y equipos, productos químicos y alimentos. Sin embargo, la ubicación de Kirguistán lo hace ideal como centro de servicios de Asia Central, ya que también tiene frontera con Afganistán y se están proyectando enlaces ferroviarios con y a través de este país. El comercio exterior de Kirguistán aumentó un 19,5% en 2021 y cabe esperar que el país se convierta en un centro de fabricación y procesamiento ligero para el comercio entre China y Asia Central. Viendo la oportunidad, la plataforma rusa de comercio electrónico Wildberries acaba de establecer operaciones en el país.

La economía uzbeca se está abriendo en todas las direcciones

Uzbequistán, por su parte, es una de las principales apuestas de la CKU: el país está llevando a cabo importantes reformas y ha abierto su economía. Ello se ha traducido en la entrada en vigor de importantes acuerdos comerciales con el Reino Unido y la Unión Europea que incluyen a miles de productos que ahora pueden exportarse libres de impuestos. Esta evolución también se ha hecho patente en los mercados de capitales, donde el gobierno uzbeco emitió su primer eurobono en 2020, que ya fue sobresuscrito ocho veces. En agosto del año pasado Uzbequistán fue uno de los primeros países de la región en emitir un bono soberano de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), mientras que 15 de las principales empresas públicas y bancos uzbecos se preparan para una futura privatización, adelantándose a otras miles de empresas locales que buscan hacerlo.

Cabe esperar que los acuerdos comerciales de Uzbequistán sean un imán para los inversores chinos y rusos que buscan instalaciones uzbecas para la fabricación de productos de exportación. Uzbequistán no tiene salida al mar, pero cuenta con conexiones regionales hacia el norte, con Kazajistán y Rusia, y hacia el oeste, con Turkmenistán y el INSTC.

Desde Uzbequistán la CKU puede conectar con Kazajistán y Rusia. Hay que tener en cuenta que Uzbequistán es miembro observador de la Unión Económica Euroasiática (UEEA), que incluye a Armenia, Bielorrusia, Kirguistán, Kazajistán y Rusia, y es probable que se incorpore a ella en un futuro próximo. El país también tiene acuerdos de libre comercio con Irán y Vietnam y está en negociaciones con Egipto, los EAU, India y otras numerosas naciones de la ASEAN y algunas africanas.

La conectividad ferroviaria hacia el oeste vía Bakú, a través de Georgia y Turquía, sigue presentando cuellos de botella, aunque deberían resolverse en el transcurso de los próximos meses y, sin dudas, a mediados de 2023. Esta ruta del sur de China a Europa es cada vez más importante, dado que la ruta del norte a través de Rusia ha sido cerrada por la guerra y las sanciones occidentales.

En cuanto a Oriente Medio se trata de la ruta INSTC, que conectaría el puerto del Mar Caspio de Turkmenistán con el puerto del Caspio de Anzali, en Irán. La distancia marítima es de 304 millas náuticas. Desde allí, las mercancías pueden acceder a los importantes mercados iraníes, así como transitar hacia el sur a través de Irán hasta el puerto de Chabahar, en el Golfo de Omán. Está previsto que los tramos ferroviarios faltantes se completen durante 2023. El puerto de Chabahar ha sido objeto de una importante inversión por parte de India y en un principio iba a ser el principal corredor comercial entre Irán e India sin pasar por Paquistán. Sin embargo, esta ruta ha adquirido una mayor importancia estratégica por su acceso a Oriente Medio, África Oriental y el Sudeste Asiático.

Hay otros proyectos ferroviarios en marcha o en fase de planificación que también aumentarán el potencial de la CKU. Recientemente se ha reabierto la línea ferroviaria de carga Paquistán-Irán-Turquía, mientras que –con dificultades por el reciente golpe de estado prooccidental en Islamabad- se está construyendo la vía que une Paquistán con China, creando un bucle ferroviario total en Asia Central.

Toda Asia Central desea que Afganistán se rehabilite y el país ha firmado un memorando de entendimiento con Uzbequistán y Paquistán para construir un ferrocarril transafgano que lo atravesaría de norte a sur y conectaría Uzbequistán con el puerto paquistaní de Karachi. Turkmenistán también ha estado construyendo un ferrocarril hasta la frontera occidental de Afganistán y se está discutiendo un enlace con Herat, el centro industrial de este último país. Irán, en tanto, que también tiene frontera con Afganistán, participa en discusiones similares, con rutas previstas entre Irán y Afganistán que también conectarían con China. Como se puede ver, el ferrocarril CKU cambiará completamente el juego y la función de Asia Central. De ser un agujero, pasará a convertirse en el centro de la integración y el desarrollo de Eurasia.

Las potencias occidentales pretenden impedir este proceso desatando guerras en su periferia, pero, quebrada la dominación colonial (sobre todo en las cabezas de sus pueblos), ya nadie podrá impedir el restablecimiento de la unidad e interconexión entre el Mar Oriental de China y el Océano Atlántico, entre la estepa siberiana y el Océano Índico, que entre principios de nuestra era y el siglo XVIII tanto influyó sobre la historia del mundo. La periferia atlántica se está autoexcluyendo.

Desde la unión de Crimea con Rusia en marzo de 2014, la entrada al mar de Azov está totalmente controlada por Rusia. 

por el profesor Michel Chossudovsky – Global Research, 2022

El siguiente artículo es una revisión y actualización de un artículo anterior de GR de Michel Chossudovsky    . Proporciona un breve resumen de la geopolítica del Mar Negro y el Mar de Azov, así como algunas observaciones sobre la Guerra de Ucrania. (Actualizado el 5 de junio de 2022)

Introducción

Históricamente, el estrecho de Kerch  en el este de Crimea ha jugado un papel estratégico.

Constituye una puerta marítima estrecha que une el Mar Negro a través del Mar de Azov con las principales vías fluviales de Rusia, incluidos el Don y el Volga.

También asegura el tránsito marítimo desde el Mar Negro a Moscú sin mencionar la ruta marítima estratégica entre el Mar Caspio (a través del Canal Volga-Don) al Mar Negro y el Mediterráneo. 

Mapa: El Sistema Unido de Vías Navegables Profundas de la Rusia Europea.

El Volga también une el Mar Caspio con el Mar Báltico, así como con la ruta del Mar del Norte , a través de la Vía fluvial Volga-Báltico.  (Véase más arriba)

El Volga está conectado a un sistema de canales (a través de los lagos Onega, Ladoga) al  río Neva y San Petersburgo. (Ver mapa abajo)

Lo que está en juego es un sistema integrado de vías fluviales que conecte el Mar Negro y el Mar Caspio con el Báltico y la Ruta del Mar del Norte.

En este sentido, el estrecho de Kerch en el este de Crimea es estratégico.

La Unión de Crimea con Rusia de 2014 redefine la geografía y el tablero geopolítico de la cuenca del Mar Negro

Desde 2014, la reunión de Crimea con la Federación Rusa representó un gran revés para EE. UU. y la OTAN, cuyo objetivo de larga data era integrar a Ucrania en la OTAN, al tiempo que extendía la presencia militar occidental en la cuenca del Mar Negro. (Vea los detalles abajo)

Breves observaciones sobre la guerra de Ucrania:  el mar de Azov es estratégico. Ucrania no tiene acceso marítimo. 

En lo que respecta a la Guerra de Ucrania, el control de Rusia del Estrecho de Kerch juega un papel clave. En desarrollos recientes (junio de 2022), Rusia ahora controla toda la cuenca del Mar de Azov.

Ucrania no tiene acceso marítimo al Mar de Azov y al este de Ucrania , ni tiene poder naval en el Mar Negro.

Sin una armada (y sin una Fuerza Aérea destruida al principio a fines de febrero), Ucrania no está en condiciones de ganar esta guerra. Las Negociaciones de Paz iniciadas en Estambul a finales de marzo , que fueron objeto de sabotaje, constituyen la única solución. 

La Base Naval Berdyansk de Ucrania  (una iniciativa de Zelensky de 2020) en la costa occidental de Azov está bajo control ruso. Todos los puertos principales que se extienden desde Mariupol hasta Kherson están bajo control ruso.

Rusia ocupa Kherson y   controla el acceso de la principal vía fluvial de Ucrania, el Dniéper, hacia y desde el Mar Negro   ( ver el segundo mapa a continuación: El Dniéper es, en algunos aspectos, una vía marítima ) . El Dniéper es un importante corredor de transporte de carga de granos.

En el contexto de la Guerra de Ucrania, a través de sus usos militares en Donetsk y Lugansk, las fuerzas rusas han consolidado su control sobre toda la cuenca del Mar de Azov.

El siguiente mapa (2 de junio de 2022) indica las áreas de uso y control ruso desde el norte de Lugansk (territorios frente a Kharkov) hasta Kherson en el Dnieper.

Flashback: El Tratado de 2014 entre Rusia y Crimea

Con el Tratado del 18 de marzo de 2014 firmado entre Rusia y Crimea, la Federación Rusa ha ampliado su control sobre el Mar Negro y sobre el Mar de Azov.

Según el acuerdo entre Rusia y Crimea anunciado por el presidente Putin en 2014, dos “regiones constituyentes” de Crimea se unieron a la Federación Rusa: la “República de Crimea” y la “Ciudad de Sebastopol”. Ambos tienen el estatus de “regiones autónomas”. El estado de Sebastopol como entidad autónoma separada de Crimea está relacionado con la ubicación de la base naval de Rusia en Sebastopol.

Desde la desintegración de la Unión Soviética, Rusia mantuvo su base naval en Sebastopol en virtud de un acuerdo bilateral con Ucrania. Con la firma del Tratado del 18 de marzo de 2014, dicho acuerdo quedó nulo y sin efecto. Sebastopol, incluida la base naval rusa, se convirtió en parte de una región autónoma dentro de la Federación Rusa. Antes de marzo de 2014, la base naval no estaba dentro de Ucrania en virtud de un contrato de arrendamiento. Además, desde 2014, las aguas territoriales de Crimea pertenecen a la Federación Rusa.

Tras la unión de Crimea con Rusia, la Federación Rusa ahora controla una porción mucho mayor del Mar Negro, que incluye toda la costa de la península de Crimea. La parte oriental de Crimea –incluido el estrecho de Kerch– está bajo jurisdicción de Rusia. En el lado este del estrecho de Kerch se encuentra la región rusa de Krasnodar y extendiéndose hacia el sur se encuentran las ciudades portuarias de Novorossiysk y Sochi. 

La geopolítica de los oleoductos y gasoductos

Novorossiysk también es estratégico. Es el puerto comercial más grande de Rusia en el Mar Negro, en el cruce de los principales oleoductos y gasoductos entre el Mar Negro y el Mar Caspio.

Si bien la principal ruta estratégica del oleoducto se encuentra entre Novorossiysk y Bakú, existe un nexo de gasoductos entre Rusia, Kazajstán, Irán, Turkmenistán, que se conecta con China.

Antes de la “invasión” de Rusia a Ucrania el 24 de febrero de 2022, Putin firmó “un amplio acuerdo” con el presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev .

Estrecho de Kerch: Historia

Históricamente, el estrecho de Kerch ha jugado un papel estratégico. Constituye una puerta de entrada desde el Mar Negro a las principales vías fluviales de Rusia, incluidos el Don y el Volga.

Durante la Segunda Guerra Mundial, la península de Kerch fue ocupada por la Alemania nazi (recuperada por el Ejército Rojo) y fue un importante punto de tránsito por tierra y agua.

En los meses más fríos del invierno, se convirtió en un puente de hielo que unía Crimea con la región de Krasnodar.

El estrecho de Kerch tiene unos 5 kilómetros de longitud y 4,5 km. de ancho en el punto más estrecho entre la punta de Crimea oriental y la península de Taman. Kerch es un importante puerto comercial vinculado a rutas ferroviarias, de transbordadores y fluviales.

imagen derecha: Estrecho de Kerch, foto tomada desde el lado de Crimea, (antes de la construcción del puente) ancho estrecho, vista aérea del estrecho y la península de Taman. 

El mar de Azov: centro geopolítico

Cabe destacar que, como resultado de la integración de Crimea en la Federación Rusa en 2014, Moscú obtuvo el control total del Estrecho de Kerch que une el Mar Negro con el Mar de Azov. Se anuló el acuerdo bilateral entre Rusia y Ucrania que rige la ruta marítima a través de los estrechos de Kerch.

El estrecho también constituye un punto de entrada a las principales vías fluviales de Rusia.

El mar de Azov se conecta con el río Don y el Volga, a través del canal Volga Don. A su vez, el Volga desemboca en el mar Caspio.

El estrecho de Kerch es estratégico.  El canal Kerch-Yenikalskiy permite el tránsito de grandes buques (oceánicos) desde el Mar Negro hasta el Mar de Azov.

Como se indicó anteriormente, el estrecho de Kerch une el mar Negro con el Volga a través del mar de Azov y el canal Volga Don, que a su vez se conecta con San Petersburgo y el mar Báltico. El Volga también se conecta con Moscú, a través del río Moscú a través del canal Volga-Moskva.

Nota: La cuenca del mar Caspio es, en cierto sentido, «sin salida al mar». Su único acceso al Mediterráneo y al Océano Atlántico es a través del Volga . Lo mismo se aplica a su acceso al Atlántico a través del Mar Báltico, oa través del Mar Blanco, el Mar de Barents y el Paso del Ártico Nororiental al Pacífico.

Canales estratégicos. En resumen

  1. Mar Caspio- Volga, Canal Volga-Don, Don, – Mar de Azov – Mar Negro, Mediterráneo
  2. Mar Negro- Mar de Azov -Don- Canal Volga Don -Volga -Canal Volga-Moskva, Río Moscú, Moscú
  3. Mar Negro- Mar de Azov -Don- Volga Don Canal -Volga -Neva, San Petersburgo, Mar Báltico
  4. Mar Caspio, Volga, Neva, Svir, Lago Onega, Canal del Mar Blanco, Mar  del Norte y Paso del Ártico Nororiental

Canal Volga-Don

Relaciones Rusia-Ucrania sobre el Estrecho de Kerch

En diciembre de 2013, Moscú realizó un acuerdo bilateral con el gobierno de Yanukovych en Kiev relacionado con la construcción de un puente a través del Estrecho de Kerch, conectando el este de Crimea (que era parte de Ucrania) con la región rusa de Krasnodar.

Ese acuerdo fue una continuación de un acuerdo inicial firmado en abril de 2010 entre los dos gobiernos.

El acuerdo Rusia-Ucrania 2013 relativo a la construcción del puente ya había sido desechado a todos los efectos antes del 16 de marzo de 2014.

Imagen derecha: el nuevo puente de Kerch une Crimea oriental (transporte por carretera y ferrocarril) con la región rusa de Krasnodar. (imagen derecha).

La unión de Crimea con Rusia ya estaba en trámite antes del referéndum, era un hecho consumado .

Menos de dos semanas antes del Referéndum del 16 de marzo de 2014, en el punto álgido de la crisis en Ucrania, el Primer Ministro de Rusia, Dmitry Medvedev , ordenó a la corporación estatal de construcción de carreteras Avtodor, o «Autopistas Rusas» «que creara una empresa subsidiaria que supervisaría la construcción de un puente sobre el estrecho de Kerch”.

Este puente está orientado a las rutas de transporte ferroviario que unen Europa Occidental y Oriental con la cuenca del Mar Caspio, Kazajstán y China. Por lo tanto, es una parte integral del Proyecto Euroasiático (que se vincula con la iniciativa Belt and Road de China).  La fuente original de este artículo es Global ResearchCopyright © 

Prof. Michel Chossudovsky , Global Research, 2022

FUENTE: https://www.globalresearch.ca/black-sea-geopolitics-and-russias-control-of-strategic-waterways-the-kerch-strait-and-the-sea-of-azov/5661045

El acuerdo entre Moscú y Ankara para que Ucrania pueda exportar su trigo fortalece su complementación en el Mar Negro, Siria y el norte de África a costas de EE.UU. y los europeos.

POR EDUARDO J. VIOR TELAM

Desde que empezó la “operación militar especial” de Rusia en Ucrania los precios de la energía y los alimentos se han disparado. Las sanciones económicas y comerciales contra Rusia han dejado a Europa sin el gas ruso y disparado los costos de producción. En tanto, el minado por Ucrania de sus puertos sobre el Mar Negro ha inflado los precios internacionales del trigo, amenazando a los países árabes y a África con una gigantesca hambruna.

En ambos casos los ganadores netos son las grandes empresas norteamericanas. Por ello, el acuerdo que Rusia y Turquía alcanzaron este lunes para facilitar el tránsito de las naves que llevan el trigo ucraniano muestra a ambas potencias como rivales razonables y les sirve de pie para avanzar con acuerdos sobre Siria y el norte de África que les permitan competir disminuyendo los riesgos de conflicto.

Según el diario moscovita Izvestia el gobierno ruso ha acordado con Ankara un plan para liberar los envíos de grano desde Odesa y otros puertos ucranianos. «En las aguas territoriales del país vecino las fuerzas militares turcas se encargarán del desminado y escoltarán los barcos hasta las aguas neutrales», dice el informe. Luego los buques de guerra rusos acompañarían hasta el Bósforo a los barcos que transportan el grano. Para cerrar el acuerdo, el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergei Lavrov, llega a Ankara el miércoles 8.

Por su parte, el ministro turco de Asuntos Exteriores, Mevlut Cavusoglu, ha afirmado que se está trabajando con la ONU para alcanzar un acuerdo sobre un corredor para las exportaciones ucranianas por el Mar Negro, pero que los problemas entre Moscú y Kiev persisten. En una entrevista televisada el martes desde la sede de la agencia estatal Anadolu en Ankara, Cavusoglu aclaró que Lavrov va a Turquía acompañado por una delegación militar. «Estamos planeando establecer un centro en Estambul para observar el corredor», dijo el alto diplomático turco.

La ofensiva rusa en Ucrania y las sanciones occidentales han interrumpido el suministro de trigo y otros productos básicos de los dos países que producen el 30 por ciento del suministro mundial de trigo, alimentando la preocupación por el riesgo de escasez y hambre en todo el mundo. Decenas de buques portacontenedores están bloqueados en los puertos ucranianos, impidiendo las exportaciones de trigo, aceite de girasol y otros alimentos, así como de fertilizantes para los cultivos.

La navegación en el Mar Negro se ha visto obstaculizada por las minas sobre cuyo origen se acusan recíprocamente ambas partes beligerantes. Mientras tanto, en una conversación telefónica con el presidente turco Recep Tayyip Erdogan el lunes, el presidente ruso Vladimir Putin dijo que Rusia estaba dispuesta a facilitar en coordinación con Turquía la exportación sin trabas del grano desde los puertos ucranianos.

Los presidentes de Turqua y Rusia Recep T Erdogan y Vladimir Putin se han reunido en varias ocasiones
Los presidentes de Turquía y Rusia, Recep T. Erdogan y Vladimir Putin se han reunido en varias ocasiones

En la entrevista Cavusoglu abordó un amplio abanico de cuestiones nacionales y mundiales. Ante una pregunta sobre una posible venta de F-16 norteamericanos a Turquía, evaluó que el Congreso estadounidense se inclinaba por autorizar la venta. En tanto, sobre una posible operación antiterrorista en el norte de Siria, afirmó que su país «eliminará todas las amenazas terroristas en casa y en el extranjero, en Siria y donde sea». En tanto, sobre la militarización de las islas orientales del Egeo por parte de Grecia, el ministro sostuvo que Atenas violaba el estatus de la región fronteriza y pidió a Atenas que las desmilitarice, recordándole que «de lo contrario, comenzará un debate sobre la soberanía».

También habló de las relaciones con Israel, diciendo que debería haber un reparto justo entre Israel y Palestina sobre una posible Zona Económica Exclusiva de Gaza. Cavusoglu informó asimismo que Ankara y Riad estaban de acuerdo en que el príncipe heredero saudí Mohammed bin Salman visite próximamente Turquía, pero que aún no se ha fijado la fecha.
En la misma entrevista opinó que sigue existiendo la posibilidad de sentar a los líderes de Ucrania y Rusia a la mesa de negociaciones.

El acuerdo entre Rusia y Turquía, para restablecer el transporte de granos ucranianos a través del Mar Negro tiene su complemento en su entendimiento sobre Siria. Como ambos escenarios son muy importantes para la seguridad nacional de las dos potencias, coinciden en no interferir en las operaciones de la otra, aunque las consideren ilegítimas y no duden en decirlo públicamente.

El presidente turco Erdogan reveló recientemente que su país tiene la intención de cumplir pronto sus planes para establecer en el norte de Siria una «zona segura» de 30 kilómetros de profundidad. Tanto Rusia como EE.UU. advirtieron contra la medida, diciendo la primera que sería ilegal sin la aprobación de Damasco y que sólo el gobierno legítimo de la República Árabe puede garantizar de forma sostenible la seguridad a lo largo de la parte siria de la frontera internacional, mientras que el segundo advirtió que «actores malignos» podrían aprovechar la situación para sembrar más inestabilidad regional.

No obstante, Ankara sigue empeñada en fijar en ese Estado vecino sus líneas rojas de seguridad nacional de una manera comparable con la motivación de Moscú para su actual operación militar especial en Ucrania.

Desde las primeras conversaciones de paz de Astana, en enero de 2017, Rusia y Turquía han estado coordinando sus movimientos en Siria con el fin de evitar cualquier choque involuntario entre sus fuerzas. Hasta ahora sus líderes han logrado regular responsablemente su rivalidad, aunque siguen compitiendo entre sí allí y en otros lugares de Afro-Eurasia, como el norte de África y el Cáucaso meridional.

El conflicto ucraniano es otro caso en el que sus intereses no están perfectamente alineados, como lo demuestra la condena de Ankara a la campaña de Moscú y el envío de drones a Kiev. Para ser justos, el armamento que Rusia proporciona al Ejército Árabe Sirio (SAA, por su nombre en inglés) podría, en teoría, ser utilizado contra Turquía, por lo que se trata en cierto modo de una intervención comparable a la de Turquía en Ucrania.

Por el estrecho del Bsforo se pasa del Mar Negro al Mar Mediterraneo
Por el estrecho del Bósforo se pasa del Mar Negro al Mar Mediterraneo

A pesar de sus diferencias en Ucrania y Siria, las relaciones ruso-turcas siguen siendo bastante estables, lo que contradice las expectativas de muchos que esperaban un choque entre ambas. De hecho, en el frente ucraniano Ankara se niega a sancionar a Rusia y ahora el presidente Erdogan acordó con Putin limpiar las minas navales de Ucrania para reabrir la navegación internacional, Asimismo Ankara pospuso o canceló las provocadoras maniobras de la OTAN en el Mar Negro y no autorizó el pasaje de buques norteamericanos o británicos por el Bósforo. Estas son las acciones de un liderazgo muy pragmático que entiende que es mejor desescalar las tensiones en pos de intereses compartidos.

Dichos intereses podrían referirse especulativamente a un quid pro quo sobre Siria y Ucrania, por el que Ankara alivia la presión occidental liderada por Estados Unidos sobre Moscú en el primer caso, a cambio de que el Kremlin corresponda en el segundo. En la práctica, Moscú podría permanecer inactivo mientras Ankara elimina a los grupos armados del norte de Siria, mientras «aconseja» discretamente a Damasco que «se retire» y no responda a lo que ambos consideran oficialmente una operación ilegal. El Kremlin podría enviar más armas a su aliado, al igual que Turquía ha enviado a Ucrania, pero con la seguridad de que Siria no las utilizará contra esas fuerzas armadas extranjeras, porque Rusia no quiere tener en Siria una guerra por delegación con Turquía.

Independientemente de la opinión de cada uno sobre las operaciones del otro en terceros países, no se puede negar que se están comportando entre sí de forma muy pragmática, realista y responsable. En realidad, Turquía ha demostrado tener una política exterior verdaderamente independiente dirigida a maximizar la autonomía estratégica de Turquía en la Nueva Guerra Fría.

De continuarse, esta competencia controlada por el entendimiento mutuo podría tener fuertes consecuencias en Oriente Medio y el norte de África. Turquía es un fuerte aliado de Catar y el ministro Lavrov estuvo la semana pasada en Riad reunido con el heredero del trono saudí y los gobernantes de los Emiratos y de Bajrein. Rusia, en tanto, tiene una estrecha alianza con Irán, que, a su vez, está enfrentado con los sauditas y los jeques del Golfo y compite con Turquía.

En Libia, por su parte, Turquía apoya al gobierno de Trípoli, mientras que Rusia y Egipto sostienen en el este del país al general Jalifa Haftar. En Malí, en cambio, ambas potencias coinciden en apoyar al gobierno de transición en su lucha contra el Estado Islámico y en su esfuerzo por neutralizar la influencia neocolonial de Francia.

En un mundo que se reorganiza cada cual atiende su juego. Prolongando la guerra en Ucrania, EE.UU. somete a Europa e intenta desgastar a Rusia, pero está enfrascada en una infructuosa competencia con China. Rusia, por su parte, expande sus fronteras hacia el oeste y el Mar Negro, disminuye la influencia de los oligarcas ligados a la banca occidental y conquista los mercados de Asia Central. Con sus exitosos drones Turquía conquista mercados e influencia en el Cáucaso, Oriente Medio y África. Ankara y Moscú tienen muchos intereses contrapuestos, pero se respetan y en algunos casos hasta cooperan. Cada espacio que ambas ganan deja menos margen de maniobra a europeos y norteamericanos.

Frente al «fárrago» de noticias y opiniones que genera el poder de la «narrativa» occidental investida de «emoción» y reforzada de una presión sin precedentes de la guerra de la información que deforma, desfigura la realidad, creo necesario contrastar con lo que dicen desde Rusia la opinión de Vladimir Putin entrevistado en Sochi por Pavel Zarubin

Pavel Zarubin: Señor presidente, acabamos de seguir su reunión con el líder de Senegal, quien también es el actual líder de la Unión Africana . Expresó, y de hecho en la última semana muchos países han expresado su preocupación no tanto por la crisis alimentaria, sino que temen una hambruna a gran escala porque los precios mundiales de los alimentos están subiendo y también los precios del petróleo y el gas. Estos temas están interrelacionados.

Naturalmente, Occidente también culpa a Rusia por esto. ¿Cuál es la situación real en este momento, cómo se está desarrollando? ¿Y qué cree que pasará en los mercados de alimentos y energía?

Presidente de Rusia Vladimir Putin: Sí, de hecho, estamos viendo intentos de responsabilizar a Rusia por los desarrollos en el mercado mundial de alimentos y los crecientes problemas allí. Debo decir que este es otro intento de echarle la culpa a otra persona. ¿Pero por qué?

En primer lugar, la situación del mercado mundial de alimentos no empeoró ayer, ni siquiera con el lanzamiento de la operación militar especial de Rusia en Donbass, Ucrania.

La situación se deterioró en febrero de 2020 durante los esfuerzos para contrarrestar la pandemia de coronavirus cuando la economía mundial estaba baja y tuvo que reactivarse.

Las autoridades financieras y económicas de los Estados Unidos, de todas las cosas, no encontraron nada mejor que destinar grandes cantidades de dinero para apoyar a la población y ciertos negocios y sectores económicos.

En general, hicimos casi lo mismo, pero les aseguro que fuimos mucho más precisos y los resultados son obvios: lo hicimos de manera selectiva y obtuvimos los resultados deseados sin afectar los indicadores macroeconómicos, incluido el crecimiento excesivo de la inflación.

La situación era bastante diferente en los Estados Unidos. La oferta monetaria en los Estados Unidos creció en 5,9 billones en menos de dos años, desde febrero de 2020 hasta finales de 2021: una productividad sin precedentes de las máquinas de impresión de dinero. La oferta total de efectivo creció un 38,6 por ciento.

Aparentemente, las autoridades financieras estadounidenses creían que el dólar era una moneda global, y se extendería, como de costumbre, como lo hizo en años anteriores, se disolvería en la economía global, y Estados Unidos ni siquiera lo sentiría. Pero eso no sucedió, no esta vez. De hecho, gente decente, y hay gente así en los Estados Unidos, el secretario del Tesoro dijo recientemente que habían cometido un error. Entonces, fue un error cometido por las autoridades financieras y económicas de los EE. UU. No tiene nada que ver con las acciones de Rusia en Ucrania, no tiene ninguna relación.

Y ese fue el primer paso, y un gran paso, hacia la desfavorable situación actual del mercado de alimentos, porque, en primer lugar, los precios de los alimentos inmediatamente subieron, crecieron. Esta es la primera razón.

La segunda razón fueron las políticas miopes de los países europeos y, sobre todo, la política de la Comisión Europea en materia energética. Vemos lo que está pasando allí. Personalmente, creo que muchos actores políticos en los Estados Unidos y Europa se han estado aprovechando de las preocupaciones naturales de las personas sobre el clima, el cambio climático, y comenzaron a promover esta agenda verde, incluso en el sector energético.

Todo parece estar bien, excepto por las recomendaciones sin reservas y sin fundamento sobre lo que se debe hacer en el sector energético. Las capacidades de los tipos alternativos de energía están sobreestimadas: solar, eólica, cualquier otro tipo, energía de hidrógeno; esas son buenas perspectivas para el futuro, probablemente, pero hoy en día, no se pueden producir en la cantidad requerida, con la calidad requerida y a un precio aceptable. Y al mismo tiempo, comenzaron a restar importancia a las energías convencionales, entre ellas, y sobre todo, los hidrocarburos.

¿Cuál fue el resultado de esto? Los bancos dejaron de otorgar préstamos porque estaban bajo presión. Las compañías de seguros dejaron de asegurar acuerdos. Las autoridades locales dejaron de asignar terrenos para ampliar la producción y redujeron la construcción de transporte especial, incluidos los oleoductos.

Todo esto condujo a una escasez de inversión en el sector energético mundial y, como resultado, aumentos de precios. El viento no fue tan fuerte como se esperaba durante el año pasado, el invierno se prolongó y los precios se dispararon instantáneamente.

Además de todo eso, los europeos no escucharon nuestras persistentes solicitudes de preservar los contratos a largo plazo para el suministro de gas natural a los países europeos. Empezaron a liquidarlos. Muchos siguen siendo válidos, pero comenzaron a liquidarlos. Esto tuvo un efecto negativo en el mercado energético europeo: los precios subieron. Rusia no tiene absolutamente nada que ver con esto.

Pero tan pronto como los precios del gas comenzaron a subir, los precios de los fertilizantes siguieron su ejemplo porque el gas se usa para producir algunos de estos fertilizantes. Todo está interconectado. Tan pronto como los precios de los fertilizantes comenzaron a crecer, muchas empresas, incluidas las de países europeos, dejaron de ser rentables y comenzaron a cerrar por completo. La cantidad de fertilizante en el mercado mundial se hundió y los precios se dispararon dramáticamente, para sorpresa de muchos políticos europeos.

Sin embargo, les advertimos sobre esto, y esto no está relacionado de ninguna manera con la operación militar de Rusia en Donbass. Esto no tiene nada que ver con eso.

Pero cuando lanzamos nuestra operación, nuestros llamados socios europeos y estadounidenses comenzaron a tomar medidas que agravaron la situación tanto en el sector alimentario como en la producción de fertilizantes.

Por cierto, Rusia representa el 25 por ciento del mercado mundial de fertilizantes. En cuanto a los fertilizantes de potasio, Alexander Lukashenko me dijo esto, pero deberíamos verificarlo dos veces, por supuesto, aunque creo que es cierto: cuando se trata de fertilizantes de potasio, Rusia y Bielorrusia representan el 45 por ciento del mercado mundial. Esta es una cantidad enorme.

El rendimiento del cultivo depende de la cantidad de fertilizante puesto en el suelo. Tan pronto como quedó claro que nuestros fertilizantes no estarían en el mercado mundial, los precios de los fertilizantes y los productos alimenticios se dispararon instantáneamente porque si no hay fertilizantes, es imposible producir la cantidad requerida de productos agrícolas.

Una cosa lleva a la otra y Rusia no tiene nada que ver. Nuestros socios cometieron una serie de errores y ahora están buscando a alguien a quien culpar. Por supuesto, Rusia es el candidato más adecuado a este respecto.

Pavel Zarubin: Por cierto, se acaba de informar que la esposa del jefe de nuestras mayores empresas de fertilizantes ha sido incluida en el nuevo paquete europeo de sanciones.

¿A qué conducirá todo esto en su opinión?

Vladimir Putin: Esto empeorará una mala situación.

Los ingleses y luego los americanos -los anglosajones- impusieron sanciones a nuestros fertilizantes. Luego, al darse cuenta de lo que estaba pasando, los estadounidenses levantaron sus sanciones, pero los europeos no. Ellos mismos me están diciendo durante los contactos: sí, hay que pensarlo, hay que hacer algo al respecto, pero hoy acaban de agravar esta situación.

Esto empeorará la situación en el mercado mundial de fertilizantes y, por lo tanto, las perspectivas de cosecha serán mucho más modestas y los precios seguirán subiendo, eso es todo. Esta es una política absolutamente miope, errónea, diría yo, simplemente estúpida que lleva a un punto muerto.

Pavel Zarubin: Pero Rusia es acusada por funcionarios de alto rango de impedir que salga el grano que realmente está allí, en los puertos ucranianos.

Vladimir Putin: Están fanfarroneando, y explicaré por qué.

Primero, hay algunas cosas objetivas, y las mencionaré ahora. El mundo produce alrededor de 800 millones de toneladas de grano de trigo por año. Ahora nos dicen que Ucrania está lista para exportar 20 millones de toneladas de trigo. Entonces, 20 millones de toneladas de 800 millones de toneladas equivalen al 2,5 por ciento. Pero si partimos del hecho de que el trigo representa solo el 20 por ciento de todos los productos alimenticios del mundo, y este es el caso, estos no son nuestros datos, provienen de la ONU, esto significa que estos 20 millones de toneladas de trigo ucraniano son sólo el 0,5 por ciento, del total de alimentos mundiales, prácticamente nada. Este es el primer punto.

El segundo. 20 millones de toneladas de trigo ucraniano son exportaciones potenciales. Hoy, los organismos oficiales estadounidenses también dicen que Ucrania podría exportar seis millones de toneladas de trigo. Según nuestro Ministerio de Agricultura, la cifra no es de seis, sino de unos cinco millones de toneladas, pero bueno, supongamos que son seis, además podría exportar siete millones de toneladas de maíz; esta es la cifra de nuestro Ministerio de Agricultura. Nos damos cuenta de que esto no es mucho.

En el año agrícola actual de 2021-2022, exportaremos 37 millones y, creo, aumentaremos estas exportaciones a 50 millones de toneladas en 2022-2023. Pero esto es apropiado, por cierto.

En cuanto al envío de grano ucraniano, no lo estamos evitando. Hay varias formas de exportar granos.

El primero. Puede enviarlo a través de los puertos controlados por Ucrania, principalmente en el Mar Negro: Odessa y puertos cercanos. No minamos los accesos al puerto: Ucrania lo hizo.

Ya les he dicho a todos nuestros colegas muchas veces: que desminen los puertos y que se vayan los barcos cargados de grano. Garantizaremos su paso pacífico a aguas internacionales sin ningún problema. No hay problemas en absoluto. Avanzar.

Deben limpiar las minas y levantar los barcos que hundieron a propósito en el Mar Negro para dificultar la entrada a los puertos del sur de Ucrania. Estamos listos para hacer esto; no utilizaremos el proceso de desminado para iniciar un ataque desde el mar. Ya he dicho esto. Este es el primer punto.

El segundo. Hay otra oportunidad: los puertos en el Mar de Azov, Berdyansk y Mariupol, están bajo nuestro control, y estamos listos para garantizar una salida sin problemas de estos puertos, incluso para el grano ucraniano exportado. Adelante por favor.

Ya estamos trabajando en el proceso de desminado. Estamos completando este trabajo: en un momento, las tropas ucranianas colocaron tres capas de minas. Este proceso está llegando a su fin. Crearemos la logística necesaria. Esto no es un problema; nosotros haremos esto. Este es el segundo punto.

El tercero. Es posible transportar cereales desde Ucrania a través del Danubio ya través de Rumania.

Cuatro. También es posible a través de Hungría.

Y quinto, también es posible hacerlo a través de Polonia. Sí, hay algunos problemas técnicos porque las vías son de diferente ancho y hay que cambiar los bogies de las ruedas. Pero esto solo lleva unas pocas horas, eso es todo.

Finalmente, la forma más fácil es transportar granos a través de Bielorrusia. Esta es la forma más fácil y económica porque desde allí se puede enviar instantáneamente a los puertos del Báltico y más allá a cualquier lugar del mundo.

Pero tendrían que levantar las sanciones de Bielorrusia. Aunque este no es nuestro problema. En cualquier caso, el presidente de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, lo expresa así: si alguien quiere resolver el problema de la exportación de cereales ucranianos, si este problema existe, utilice la forma más sencilla: a través de Bielorrusia. Nadie te detendra.

Entonces, el problema de enviar granos fuera de Ucrania realmente no existe.

Pavel Zarubin: ¿Cómo funcionaría la logística para enviarlo desde los puertos bajo nuestro control? ¿Cuáles serían las condiciones?

Vladímir Putin: Sin condiciones.

Ellos son bienvenidos. Brindaremos un paso pacífico, garantizaremos accesos seguros a estos puertos y aseguraremos la entrada segura de barcos extranjeros y el paso a través del Mar de Azov y el Mar Negro en cualquier dirección.

Por cierto, varios barcos están atascados en puertos ucranianos en este momento. Estos son barcos extranjeros, docenas de ellos. Simplemente están encerrados y sus tripulaciones siguen siendo rehenes.

El 18 de mayo en Moscú, los secretarios generales de la Organización de Cooperación de Shanghai y de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva fijaron los principales parámetros de cooperación entre dos de las principales expresiones del nuevo mundo multipolar. A este nuevo ordenamiento mundial, más justo y solidario, la Argentina podría sumarse en forma concreta a partir de una invitación formal: la cumbre virtual de los Brics, de la que China será anfitrión.

POR HERNANDO KLEIMANS TELAM

El 18 de mayo en Moscú se produjo un acontecimiento que, por supuesto, ocupó poco espacio en los medios de comunicación hegemónica del “Occidente democrático”. Los secretarios generales de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCSh)(1)  y de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC)(2)  fijaron los principales parámetros de cooperación entre dos de las principales expresiones del nuevo mundo multipolar. En síntesis, se trata de más de la mitad económica, política y social del planeta. Por supuesto, los datos estadísticos que lo confirman están al alcance de todos.

El escueto comunicado oficial destaca específicamente la “existencia de la necesaria y sólida base legal” para el incremento de la cooperación bilateral entre la OCSh y la OTSC que incluyan, además de diversas formas de interacción y la práctica de reuniones cumbres, “la mutua participación en las actividades organizadas” por ambas partes.

Esas actividades conjuntas fueron definidas por primera vez en 2007: “proveer a la seguridad y la estabilidad regional e internacional; contrarrestar el terrorismo; luchar contra el narcotráfico; interceptar el contrabando ilegal de armamentos y enfrentar al crimen organizado transnacional”.

El último antecedente de la acción conjunta de ambas organizaciones ocurrió a principios de este año en dos acontecimientos casi simultáneos: la precipitada retirada (huida) estadounidense de Afganistán con la consiguiente llegada al poder de los talibanes y el intento de golpe de estado en Kazajstán. El común denominador en ambos casos fue el propósito del narcotráfico por tomar el control de una estratégica región del Asia Central y reflotar el proyecto del Estado Islámico o Gran Califato. La OCSh y la OTSC prácticamente establecieron un cordón sanitario en las fronteras norte de Afganistán e hicieron saber a la dirigencia talibana que respaldarían el nuevo régimen afgano en el marco del respeto al derecho internacional, la lucha contra el narcotráfico y la preservación de la estabilidad en toda la región. Como resultado de su aceptación, el gobierno talibán recibe ayuda directa de ambas organizaciones, incluyendo la gestión conjunta de importantes proyectos de infraestructura económica.

En Kazajstán, para la misma época, la red del narcotráfico financiada por grandes intereses financieros mundiales, la que tiene su centro en el “triángulo de oro” asiático intentó desestabilizar el gobierno del presidente Kasim-Yomart Tokáev, respaldándose en los círculos mafiosos del anterior gobierno de Nursultán Nazarbáiev. Mientras la OCSh ponía en marcha un dispositivo de seguridad colectiva y control de fronteras, la OTSC envió un contingente conjunto de fuerzas militares que contribuyó al rápido restablecimiento del control por parte del gobierno constitucional kazajo.

En ambos casos y contra la infundada opinión de Washington que a priori condenó la “invasión rusa”, en contados días, prácticamente sin violencia, la situación se normalizó y los respectivos gobiernos retomaron su gestión independiente. Las fuerzas extranjeras se retiraron tanto de las ciudades kazajas como de las regiones fronterizas. Fue una inédita demostración de la nueva realidad internacional, precisamente contraria a la tradicional, indefinida y cruenta ocupación de la OTAN y Washington en los Balcanes, en el Magreb africano, en Siria o en Somalía, y a la desenfadada injerencia colonial del Departamento de Estado en casi todos los países de nuestro continente latinoamericano.

La gestión conjunta de la OCSh y la OTSC tiene su correlato en el funcionamiento de entidades interregionales como los BRICS, la Liga Árabe, la remozada ANSEAN o nuestra CELAC. Se trata de un tejido mundial de intereses horizontales que se contraponen al verticalismo que pretende imponer el obsoleto mundo unipolar, hegemonizado por los Estados Unidos.

El Nuevo Banco de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) ya asiste financieramente a 80 países con asignaciones superiores a los 30.000 millones de dólares, destinadas a proyectos de infraestructura, energético y de transporte. Por cierto, un nuevo “cliente” del banco es Uruguay. La OPEP+ coordina y controla el mercado mundial del petróleo (y en breve el del gas) hasta tal punto que Arabia Saudita y Catar, dos conspicuos miembros del triunvirato principal (el tercero es Rusia), no le atienden el teléfono al olvidadizo Joe Biden, quien les reclama infructuosamente que violen el acuerdo OPEP+ de control sobre la producción y el precio del crudo.

El anciano presidente norteamericano incluso no logró que su colega indonesio, Joko Widodo, vetara la presencia de Rusia en la cumbre del G-20 en Balí, en noviembre próximo. El Kremlin ya confirmó la asistencia de Vladímir Putin a la misma.

En la propia Europa Occidental, las contradicciones entre sus países, además de resquebrajar el pretendido frente antirruso que intenta armar Washington, vuelcan a la Unión Europea hacia un peligroso corredor cuyo destino final es la autoeliminación. Con una descerebrada (Macron dixit) OTAN que hace agua por todos los costados y no logra volver a la añorada unidad de cuando la agresión a Yugoslavia en 1991. Turquía y Croacia contra el ingreso de Suecia y Finlandia a la alianza, Hungría y Serbia desafiando el dictado del embargo de la UE contra el petróleo ruso. Italia, Alemania, Austria y con ellas todo el resto desobedecen expresas órdenes de Washington y aceptan el procedimiento bancario ruso para comprarle el gas a Gazprom.

El proceso de desintegración del dominio unipolar ha llevado al resurgimiento del “atlantismo”, como expresión final de ese dominio, sustentado por los países anglosajones. Su característica principal, además de la pérdida de su hegemonía mundial, se evidencia en su extrema agresividad. Además de la crisis europea, este proceso ha provocado también la creciente militarización del sudeste asiático, del Golfo Pérsico, del Atlántico Norte y de nuestro mar austral. Sobrada muestra de esto último es la conversión de las Islas Malvinas en una sobrecargada base militar. La OTAN deja definitivamente su cobertura “europea” para convertirse en la fuerza pretoriana mundial del atlantismo.

El punto crítico de todo este cuadro se concentra, sin dudas, en el conflicto en el sur ucraniano. Hago un rápido punteo: en noviembre de 2013 el presidente ucraniano Víktor Ianukovich detuvo el proceso de asociación con la Unión Europea y aceptó negociar con Rusia nuevas condiciones de alianza, incluyendo la financiera. La oposición prooccidental y neonazi levantó barricadas, promovió cruentos actos de violencia y en febrero de 2014 depuso al presidente e instauró un régimen de terror. El movimiento fue prácticamente dirigido por la representante diplomática de Washington en Kíev, Victoria Nudland, quien ahora es asesora de seguridad nacional de Joe Biden.

Las regiones industriales del sudoriente ucraniano, desde Járkov hasta Odessa, rechazaron el golpe. El Donbass (tradicional cuenca carbonífera y del hierro) creó sus repúblicas independientes de Lugansk y Donetsk. Los movimientos autonomistas de Odessa, Járkov, Jersón y otras ciudades fueron literalmente ahogados en sangre y fuego por las bandas neonazis que ya habían tomado el control del gobierno de Kíev, primero con Petró Poroshenko, un poderoso industrial vinculado con las mafias financieras, y luego con Vladimir Zelenski, un popular cómico de la televisión ucraniana.

Tras ocho años de agresión y preparación bélica en el Donbass, el régimen de Kíev alimentado generosamente por la OTAN (incluyo obviamente a los Estados Unidos como líder y financista principal de esta organización), concluyó el alistamiento para la invasión a las repúblicas autónomas, con una aplastante mayoría poblacional rusa. De acuerdo con documentación recuperada por las milicias de Donetsk y de Lugansk, la invasión estaba planeada para el 8 de marzo y, además del despliegue militar, comprendía ataques con armas biológicas, ya ensayadas desde laboratorios ocultos financiados por Washington, en pobladores de las ciudades del sur ucraniano. Este objetivo fue la verdadera causa de la descarada violación por Kíev de los acuerdos políticos de Minsk, firmados en febrero de 2015 por Alemania, Francia, Rusia, Kíev y las repúblicas autónomas, que comprometían la solución pacífica del conflicto y la reforma constitucional en Ucrania. Más de quince mil muertos y ciudades arrasadas fue el resultado de la agresión neonazi, nunca condenada por el Occidente unipolar.

En la memoria colectiva del pueblo ruso permanece inalterable el 22 de junio de 1941, cuando el nazismo invadió la Unión Soviética. En los primeros seis meses, el ejército alemán devastó el territorio europeo de la URSS, llegó hasta las puertas de Moscú y sólo fue detenido a costa de millones de muertos. No existe familia rusa que no tenga sus muertos en la Gran Guerra Patria. Este fue el argumento básico del Kremlin para lanzar lo que llamó “operación militar especial”. Evitar un nuevo 22 de junio y lograr la desnazificación de Ucrania.

Tres meses después, el objetivo militar está cumplido: la cuenca del Donbass está liberada, los destacamentos neonazis aniquilados, el régimen de Kíev no logró su inclusión en la OTAN ni en la Unión Europea. Más importante aún es el resultado político: fueron destruidos los designios atlantistas de rodear a Rusia y a China con sus bases, fragmentar la asociación estratégica de los nuevos centros multipolares (en especial Rusia y China), imponer su dominio sobre los principales frentes económicos estratégicos mundiales y reemplazar el derecho internacional por “normas regidas por valores” definidos por la coalición atlantista.

Una simple recorrida por los principales datos económicos, comerciales y financieros mundiales abonará esta nueva realidad. La paradoja dialéctica hizo que estas intenciones hegemónicas operaran en sentido contrario al propuesto: las sanciones contra Rusia ponen al mundo, a muy corto plazo, al borde de la mayor crisis energética y de la hambruna más grande de los tiempos modernos. La debacle económica en Europa Occidental y en los Estados Unidos es cada vez más apremiante. Los países emergentes acentúan sus ventajosas alianzas con los países “malvados” como Rusia, China o Irán. El centro del poder unipolar enfrenta situaciones cada vez más complicadas en el dictado de sus imposiciones al mundo.

La negativa de los países latinoamericanos a la exclusión de Nicaragua, Cuba y Venezuela, dispuesta por Washington, en la próxima Cumbre de las Américas, evidencia claramente el colapso de la política colonialista norteamericana en nuestro continente, considerado por Washington como su “patrio trasero”.

La mencionada confirmación por Indonesia de la invitación a Rusia al próximo G-20, contrariando expresas indicaciones de la Casa Blanca o la fragmentada votación en la ONU impulsada por Washington para lograr la expulsión de Rusia del Consejo de Derechos Humanos complementan una realidad cada vez más contrapuesta a los propósitos hegemónicos atlantistas.

La formal invitación de China (país anfitrión) a la Argentina para que participe de la cumbre virtual prevista para el 24 de junio por los BRICS, es una decisiva posibilidad para que nuestro país se sume a este nuevo mundo multipolar en forma concreta. No se trata de un ofrecimiento circunstancial. Desde hace unos diez años que tanto Rusia, como China y la India promueven la inclusión de nuevos miembros. Uno de los primeros en la lista es nuestro país, siempre visto como una gran plataforma para el desarrollo de la cooperación económica, en primer lugar, pero también para la consolidación de objetivos políticos estratégicos como la desmilitarización del Atlántico Austral, la defensa del clima, el desarrollo de las energías renovables, el mantenimiento del status no nuclear del continente o la utilización pacífica del espacio exterior.

La realidad nacional e internacional imponen actitudes, conductas referenciadas en este nuevo ordenamiento mundial, más justo y solidario. Mantener una dependencia respecto de los dictados del malévolo centro unipolar es no ver esa realidad y maniatarse en el ejercicio de las tres consignas más determinantes de la historia moderna argentina: soberanía política, independencia económica y justicia social.

Este es el momento justo para definirnos como nación. El punto justo de toma de decisiones.

El punto crítico.

(1) OCSh: La Organización de Cooperación de Shanghái está integrada por Irán, India, Kazajstán, Kirguizia, China, Pakistán, Rusia, Tadzhikistán y Uzbekistán. Son observadores Afganistán, Belarús, Mongolia, Bangladesh, Siria, Israel, Maldivas, Ucrania, Irak, Vietnam y Bahréin. Son países interlocutores Azerbaidzhán, Armenia, Egipto, Camboya, Catar, Nepal, Arabia Saudita, Turquía y Sri Lanka.

(2) OTSC: La Organización del Tratado de Seguridad Colectiva está integrada por Armenia, Belarús, Kazajstán, Kirguistán, Rusia y Tadzhikistán. Voceros de la organización prevén para este año la incorporación de diez nuevos miembros.

Por DMITRI MININ Fondo de la Cultura Estratégica

El 21 de mayo, el presidente turco Erdogan anunció una de las condiciones para que Suecia y Finlandia se unieran a la OTAN, y pidió a estos países que dejaran de apoyar a los grupos kurdos, principalmente al PKK. Antes, el líder turco enfatizó que los países escandinavos son «casi posadas» para organizaciones que el gobierno turco considera terroristas.

El bloqueo de Turquía a su adhesión a la OTAN suele explicarse por el deseo de Ankara de negociar ciertas concesiones. En consecuencia, se espera que después de que se concedan al menos parcialmente, Turquía retirará sus objeciones. Sin embargo, parece que las razones del desacuerdo turco son más profundas, y el proceso de «persuadir» a Turquía puede requerir mucho más tiempo y esfuerzo de lo esperado por parte de Bruselas y Washington. Croacia también se opone a la expansión del bloque, pero sus objeciones no pueden considerarse serias. Zagreb presenta demandas para cambiar la legislación electoral en Bosnia y Herzegovina, que infringe los derechos de los croatas locales, y luego los retira “con éxito”, aparentemente actuando según el principio de “una gota desgasta una piedra”. Turquía es otra cosa. Además de exigir restricciones a la actividad kurda, Turquía quiere que Suecia y Finlandia levanten las restricciones a la exportación de armas que impusieron a Ankara en 2019. La próxima condición para Bruselas y Washington es su inclusión en el programa de suministro de los últimos cazas F-35, del que el país fue retirado tras comprar sistemas de defensa antimisiles S-400 a Rusia. Turquía también está planteando la cuestión de adquirir docenas de aviones militares F-16 y kits de actualización para aviones de combate existentes de fabricación estadounidense. Ankara señala que ha aprendido de su propia aceptación errónea del regreso de Grecia a la OTAN en la década de 1980. Posteriormente, Atenas se convirtió en un obstáculo clave en el camino de Turquía hacia la adhesión a la UE. Basándose en esto, Ankara afirmaque no sería razonable esperar que ella aceptara la membresía de Suecia y Finlandia en la OTAN sin resolver primero las disputas existentes. Sobre todo porque Suecia fue uno de los primeros en bloquear la solicitud turca de ingreso en la UE.

Sin embargo, además de las preguntas, detrás de la posición de Ankara también se puede adivinar su preocupación de que el vector estratégico de las aspiraciones de la OTAN se mueva de sur a norte hacia el nuevo «Eldorado» del petróleo y el gas: el Ártico. La actitud de los turcos hacia la OTAN en su conjunto es dialéctica en el sentido «oriental» de esta categoría. Por un lado, reclaman algún tipo de independencia en el bloque, expresada, entre otras cosas, en la cooperación técnico-militar con Rusia y reclamos de su propia zona de influencia, por otro lado, no quieren que este bloque militar pierda interés en la región de Oriente Medio. En este caso, Turquía puede perder muchos componentes de su potencial militar, así como el papel privilegiado de principal cabeza de puente de la OTAN en Oriente Medio. Quieren tener las manos libres en la región, pero no hay reducción en la atención de la OTAN.

Por tanto, más allá de los requisitos planteados en el plano público, lo más probable es que Ankara, en consultas cerradas con los aliados, exija ciertas garantías de que el bloque no estrechará su presencia en Oriente Medio. Tampoco quiere que la OTAN reduzca el apoyo al ejército turco y al complejo militar-industrial. La cuestión, obviamente, irá mucho más allá del suministro de nuevos cazas F-35, afectando también al estatus y financiación de las bases militares occidentales más importantes en Turquía, como Incirlik, por ejemplo. Pero al mismo tiempo, los turcos seguirán insistiendo en su derecho a tomar decisiones independientes, y quizás incluso intenten expandir este derecho.

Frente a la postura más bien obstinada de Turquía sobre la opción del norte para la expansión de la OTAN, las autoridades estadounidenses están demostrando, por cierto, una moderación inusual. Washington no planea iniciar consultas prolongadas con Turquía al más alto nivel, temiendo, quizás, que Biden no pueda resistir la presión de Erdogan. La ausencia de tales planes fue declarada, en particular, por el asistente del líder estadounidense para la seguridad nacional, Jake Sullivan. Después de reunirse con el secretario de Estado de EEUU, Anthony Blinken, el ministro de Relaciones Exteriores de Turquía, Mevlut Cavusoglu, dijo que una vez más había aclarado a Blinken la posición de Turquía con respecto a la expansión de la alianza militar hacia el norte. Cavusoglu subrayó que, en general, las conversaciones se llevaron a cabo de una «manera extremadamente positiva». Según el jefe del Ministerio de Relaciones Exteriores de Turquía , durante las conversaciones, Blinken dijo que los temores de Turquía estaban «justificados «.

Los círculos líderes de la OTAN en Bruselas también están preparados para tener una conversación más suave con Turquía. El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg , instó , por ejemplo, a tomar «en serio» las demandas de Ankara. Pero cómo evitar exactamente que Turquía bloquee una solución común, todavía no lo tienen claro. Ocultando la incertidumbre, Washington sigue el camino habitual. «En la posición de Turquía tiene la culpa… Putin» . Fue él, dicen, quien «persuadió» a Erdogan. Una clara subestimación del líder turco, que se inclina a tomar decisiones inesperadas para absolutamente todos. La prensa occidental llama la atención sobre la respuesta de Moscú a tales suposiciones ridículas, donde enfatizaron que nunca se habían dirigido a los líderes turcos con solicitudes sobre su posición sobre este tema. “Turquía ”, decían allí, es un país soberano que toma decisiones libres. Expresa directamente su propia opinión, alegando fundamentos jurídicos. Rusia tampoco puede guiar a Turquía en un asunto tan serio. Esto no lo permitirá Turquía, que es un país igual a Rusia. Así que esta teoría de la conspiración no tiene ningún sentido» .

Turquía todavía resiste tanto al poder “duro” como al “blando” de sus aliados. Uno de los diarios más influyentes del país , Hürriyet , sí cree que «detrás de todo esto está el objetivo estadounidense de expandir su hegemonía global». Si Turquía dice “no” a la entrada de los dos países en la OTAN e impone un veto, dará un paso importante para el mundo entero, y sobre todo para los propios Suecia y Finlandia. Bloquear la adhesión de estos estados a la OTAN significará que «el juego de Estados Unidos, que busca encender un gran conflicto, provocando a Rusia, entre otras cosas, se verá frustrado » . Por lo tanto,»Turquía, que tiene la influencia de una «potencia regional», que tiene una ventaja en forma de posición geográfica y persigue una política exterior equilibrada, puede desempeñar el papel de un «jugador global» que puede nivelar el riesgo de una Tercera Guerra Mundial y poner fin a las disputas sobre este tema .

Quizás, por los esfuerzos combinados de Occidente, los turcos en este asunto finalmente se dobleguen. Pero es bastante obvio que todo este proceso de ninguna manera fortalecerá la unidad de la OTAN, sino que, por el contrario, la socavará. Por cierto, los nuevos «estudiantes graduados» del bloque en la forma de Estocolmo y Helsinki pueden traer muchas sorpresas a la alianza en el futuro. El entusiasmo disminuirá y el público escandinavo, acostumbrado a las tradiciones democráticas liberales, tendrá muchas quejas sobre los mecanismos de toma de decisiones en la alianza desde Washington.

Traducido y Publicado por CEPRID https://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article2710

Por Gonzalo Fiore Hoy Dia Cordoba, miembro de Dossier Geopolitico

El inefable Henry Kissinger, con sus casi 100 años de edad volvió a agitar el escenario internacional. Lo hizo, esta vez, con declaraciones respecto de la guerra de Ucrania. En un mensaje grabado para el foro de Davos, el ex secretario de Estado y Asesor de Seguridad Nacional de los Estados Unidos durante la Administración de Richard Nixon, primero, y de Gerald Ford, después, afirmó que Kiev debe negociar la paz de manera urgente, y en el proceso tiene que “considerar” la posibilidad de ceder territorio a Moscú.

Por supuesto, las declaraciones de Kissinger, considerado uno de los máximos exponentes de la “realpolitik” en materia de relaciones internacionales, y del realismo como modus permanente, generaron malestar en el gobierno de Zelenski, pero también en gran parte de la plana mayor de la dirigencia europea.

Sus dichos se producen en el medio de un resquebrajamiento del bloque occidental frente a Rusia, en un contexto donde se discute hasta qué punto la Unión Europea es capaz de aguantar.

El presidente ucraniano comparó la propuesta del mítico internacionalista con la política de apaciguamiento respecto de la Alemania nazi en 1938, cuando las potencias europeas cedieron ante Hitler y le permitieron la anexión del área checoslovaca de los Sudetes. Zelenski teme que, a medida que la guerra continue, Occidente pierda fuerza para sostener las sanciones contra Rusia y su país comience a conseguir menos apoyo entre sus hasta ahora aliados.

El académico, diplomático y ex funcionario ya advirtió en numerosas oportunidades el peligro de aislar a Rusia, o de empujarla a una alianza con la República Popular China. No es una excepción en el ámbito del realismo en las relaciones internacionales. Otros intelectuales, como John Mearsheimer o Stephen Walt afirman, hace años, que la invasión rusa a Ucrania iba a suceder si no cambiaba la política exterior estadounidense y de la OTAN en la región. Incluso, en 1997, 40 ex funcionarios, diplomáticos y académicos le advirtieron, en una carta al entonces presidente Bill Clinton, que la incorporación de países de Europa Oriental a la OTAN podría desencadenar un “error político de dimensiones históricas”. Sin ir más lejos, el actual jefe de la CIA, William Burns, se pronuncia desde mediados de los años 90 respecto del perjuicio que podría causar al mundo la expansión del bloque atlantista, sobre todo tras la incorporación en 1999 de Hungría, República Checa y Polonia. Ya desde aquel momento, los movimientos de la OTAN parecían ir en clara contradicción con la promesa que le había hecho George Bush a Mijail Gorbachov sobre qué no se expandirían “ni un centímetro más al Este”.

En este contexto, además, las sanciones de la UE no han mostrado los resultados esperados. Si bien se espera que Rusia sufra una contracción en su PBI superior al 10%, los pronósticos en Occidente tampoco son buenos respecto una crisis energética, alimentaria, y de suba sin freno de precios.

Uno de los principales problemas para Occidente es que la OTAN tampoco se encuentra monolíticamente abroquelada en cuestiones claves, como, por ejemplo, el ingreso de Finlandia y Suecia al bloque. Tampoco lo están a la hora de profundizar las sanciones, especialmente en lo que respecta a la importación de gas y petróleo. A la oposición de países como Hungría o Polonia se suman los reparos de algunos, como Francia. El mismo Emmanuel Macron ya advirtió que la paz en Ucrania no se logrará mediante la “humillación” a Rusia: “Cuando la paz vuelva a suelo europeo, tendremos que construir nuevos equilibrios de seguridad sin caer nunca en la tentación ni en la humillación, ni en el espíritu de venganza”.

Kissinger, entre otros hechos que marcaron a fuego el siglo XX, fue una de las mentes clave detrás de los golpes de Estado que asolaron el Cono Sur durante la década de los 70. Pero también fue el arquitecto de la política de acercamiento de Washington a China en 1973; de distensión con la Unión Soviética en la Guerra Fría; de la finalización de la guerra de Vietnam; y los acuerdos de paz de Camp David entre Israel y Egipto. No se trata, más allá de su edad, de un personaje marginal en la política internacional. Es una voz autorizada.

Kissinger entiende que las tensiones entre el atlantismo, es decir, Estados Unidos, la Union Europea y la OTAN, con el mundo euroasiático -China, Rusia, India, en menor medida Brasil, América Latina y África- dependen en un porcentaje importante de que las tensiones no escalen a mayores en el Este de Europa. Esto podría llevar a nuevos enfrentamientos, con mayor participación de terceros Estados, sumado a focos de conflicto que podrían sucederse en otras regiones del mundo. Kissinger espera que, en este caso, prime el realismo y la cordura por sobre los enfrentamientos permanentes.

Publicado en Hoy Dia Cordoba https://hoydia.com.ar/columnistas/analisis-internacional/kissinger-el-realismo-y-la-paz/

UN MOMENTO HISTÓRICO, PERO TAMBIÉN HISTÉRICO es como define a la actualidad mundial, el director de Dossier Geopolítico, Carlos Pereyra Mele, en su columna del Club de La Pluma mientras se agota el poder hegemónico de los anglosajones a manos de un nuevo mundo multipolar, y se pregunta si los poderes neoconservadores de EEUU reflexionarán y tendrán la responsabilidad de terminar con tanta conflagración de alta intensidad que puede llevar a la desaparición de la humanidad. Además aborda la guerra en Europa para concluir con que a Ucrania le va muy mal, a pesar de la propaganda política “guerrerista”, que solo ofrece triunfos mediáticos que no reflejan la realidad de las batallas,

También nos habla de los frentes internos en Norteamérica, de las posturas antagónicas de Soros y de  Kissinger. El primero, como promotor y patrocinador de las agresiones a Rusia y que pretende que muera hasta el último ucranio; y el segundo, que le ha dicho a Zelenski que firme una rendición que incluya entregar territorios. Además de que Occidente debe asumir que no puede existir un sistema mundial que pueda ser “vivible” si no incluye a Rusia y que se debe acabar con el criterio de derrotarla.

A continuación analiza las declaraciones del general Mark Alexander Milley -Jefe de Estado Mayor Conjunto, el oficial militar de más alto rango de la nación y el principal asesor militar del presidente, el secretario de Defensa y el Consejo de Seguridad Nacional-, jefe de todas las fuerzas armadas norteamericanas, que reconoce que “EEUU no está preparado para las nuevas guerras del siglo 21”. Todo ello en medio de las dificultades electorales de Biden, de la pérdida de apoyo de su prensa adicta y de que ésta guerra tampoco le sirve como elemento de acumulación de poder ni para contar con un frente interno ordenado y tranquilo.

Además aborda con rigurosos datos contrastados, el declive del G7 marcado por la notable caída del PBI de sus países miembros desde la desaparición de la URSS, y hace una reseña cronológica de los hechos que marcan el inexorable declive de Occidente tanto en la gestión de gobierno como en el campo económico y en el terreno militar, con sus impactantes fracasos, derrotas y huidas desde el principio de siglo.

Por otra parte, nuestro director nos presenta un completo cuestionario que pone en duda si Estados Unidos está preparado para seguir tensando la cuerda con estos conflictos globales. Unas preguntas que tienen evidentes respuestas negativas para un bloque que solo ha intentado con el expediente militar, torcer una historia que viene de declinación en declinación y  de golpe en golpe.

Eduardo Bonugli (Madrid, 29/05/22)

General Mark Alexander Milley -Jefe de Estado Mayor Conjunto, el oficial militar de más alto rango de la nación y el principal asesor militar del presidente, el secretario de Defensa y el Consejo de Seguridad Nacional-
G7

Por Shane Quinn – Global Research

En 1994, el Departamento de Energía de Estados Unidos (DOE) calculó que existen colosales reservas de petróleo y gas natural en la región del Caspio. El Mar Caspio, la mayor masa de agua interior del mundo, está bordeado por Rusia e Irán junto con las antiguas repúblicas soviéticas de Kazajstán, Turkmenistán y Azerbaiyán.

En Washington se esperaba que las fuentes de combustible fósil del Caspio redujeran la dependencia de Estados Unidos de Oriente Medio, una zona en la que las élites occidentales han tenido tradicionalmente una gran fijación, debido a sus incomparables yacimientos de petróleo y gas; pero una región que se había vuelto volátil e inestable en este siglo, en gran parte como resultado de las guerras dirigidas por Estados Unidos en Oriente Medio.

Asegurar el control de la zona del Caspio ayudaría aún más a Washington, al permitir al gobierno estadounidense diversificar las fuentes de importación y darle más opciones y control. Estos objetivos guiaron a Washington en la expansión de su influencia sobre Asia Central, que está situada no lejos del mar Caspio. Asia Central se extiende por unos 1,5 millones de kilómetros cuadrados y comprende Kazajstán, Kirguistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán. Estos países contienen importantes recursos naturales y están rodeados por Rusia, China, el sur de Asia y Oriente Medio.

El colapso de la Unión Soviética, en 1991, permitió a Washington seguir adelante con su objetivo de extender la hegemonía estadounidense, penetrando en el corazón de Eurasia. Al hacerlo, los estadounidenses esperaban que su política imperialista dejara a Rusia e Irán en una condición debilitada. Sin embargo, Rusia, Irán y los Estados de Asia Central combinados contienen el 15% o más de las reservas mundiales de petróleo, y hasta el 50% de todas las fuentes de gas conocidas.

Especialmente en la década de 1990, los estadounidenses, bajo la presidencia de Bill Clinton, actuaron internacionalmente como la única superpotencia hegemónica, el centro de la influencia mundial, dictando su virulento estilo neoliberal de capitalismo como el camino hacia el «desarrollo económico». Una de las principales prioridades geopolíticas de Estados Unidos en la era postsoviética era atraer el espacio de Asia Central y el Cáucaso bajo el paraguas de la OTAN, mediante la participación militar y el cambio de régimen, instalando o apoyando regímenes que aceptaran la economía de libre mercado, abriendo el comercio a la inversión estadounidense y europea, y permitiendo al mismo tiempo la supremacía de Occidente sobre los depósitos minerales de Eurasia.

Mediante la persuasión militar y económica, Estados Unidos se centró especialmente en Kazajstán, Uzbekistán, Tayikistán y Turkmenistán, países que se habían separado de la Unión Soviética. Estos estados aún no se habían integrado en el sistema globalista dirigido por Estados Unidos. En su día se encontraban entre las repúblicas soviéticas menos ricas. A pesar de ello, cuentan con impresionantes cantidades de crudo y, en conjunto, poseen una cantidad de petróleo igual o superior a la de Arabia Saudí, que contiene las segundas mayores reservas de petróleo del mundo.

Junto con Azerbaiyán, tres de los cinco países de Asia Central (Turkmenistán, Uzbekistán y Kazajstán) poseen una de las mayores reservas de gas natural del mundo. Kazajstán tiene las segundas mayores reservas de petróleo de los países de la antigua Unión Soviética, y las duodécimas del planeta. Kazajstán contiene además cantidades considerables de gas y sus reservas de hidrocarburos (petróleo y gas) están valoradas en 8,7 billones de dólares.

El Grupo de Trabajo sobre Energía dirigido por Dick Cheney, vicepresidente de George W. Bush entre 2001 y 2009, calculó que las fuentes probadas de petróleo en Kazajstán y Uzbekistán, junto con sectores del Mar Caspio, ascienden a 20.000 millones de barriles. Esto equivale a más petróleo que el presente en el Mar del Norte.

Todas las reservas de petróleo de las regiones de Asia Central y el Mar Caspio podrían sumar más de 60.000 millones de barriles, e incluso llegar a los 200.000 millones de barriles de petróleo, según John J. Maresca, un ex funcionario del gobierno estadounidense con conexiones con la industria de los combustibles fósiles. Las corporaciones energéticas occidentales se pusieron en fila. Tenían los medios para aumentar la producción de petróleo en el centro de Eurasia en más de un 500%, de unos modestos 870.000 barriles en 1995 a 4,5 millones en 2010, el equivalente al 5% de la fabricación mundial de crudo.

La administración Clinton estimó en 1999, a través de su Estrategia de Seguridad Nacional, que en la cuenca del Mar Caspio existen depósitos de petróleo por un total de 160.000 millones de barriles, una cantidad mayor que la presente en Irak. Estas reservas desempeñarían un papel fundamental para satisfacer la creciente demanda de energía. Por eso no es de extrañar que Cheney dijera: «No se me ocurre ningún momento en el que una región haya surgido tan repentinamente para adquirir una importancia estratégica tan grande como el Caspio».

La creciente influencia de China en Asia Central y Oriente Medio provocará un mayor declive de EEUU
Para aumentar su control y asegurar las rutas de transporte de petróleo y gas, Washington comenzó a militarizar una zona terrestre desde el Mediterráneo oriental hasta los límites de las fronteras occidentales de China. Estacionaron alrededor de 100.000 tropas estadounidenses en estas extensiones.

En diciembre de 1999 la Casa Blanca expuso,

«Un Cáucaso y Asia Central estables y prósperos facilitarán el rápido desarrollo y el transporte a los mercados internacionales de los grandes recursos de petróleo y gas del Caspio, con importantes participaciones comerciales estadounidenses. La resolución de conflictos regionales como los de Nagorno-Karabaj y Abjasia [ambos en el sur del Cáucaso] es importante para crear la estabilidad necesaria para el desarrollo y el transporte de los recursos del Caspio».

El Congreso de Estados Unidos aprobó en 1999 la Estrategia de la Ruta de la Seda: medidas para promover la influencia de Washington en el sur del Cáucaso y Asia Central, oponiéndose al mismo tiempo al peso político de China, Rusia e Irán. Esto fue más fácil de decir que de hacer. Rusia, por ejemplo, ha ido resurgiendo como potencia mundial en este siglo bajo el presidente Vladimir Putin, que asumió el cargo el 7 de mayo de 2000.

En 1998, más del 35% de la población rusa vivía por debajo del umbral de la pobreza, pero en 2013 el gobierno de Putin redujo esa cifra al 11%, un logro notable. En comparación, el 15,1% de los estadounidenses vivía por debajo del umbral de la pobreza en 2010, el año siguiente a la llegada de Barack Obama a la presidencia. El historiador brasileño Moniz Bandeira elogió al presidente Putin por ser «un patriota con una fuerte personalidad» que «reformó y modernizó» Rusia, al tiempo que «elevó la moral y el orgullo, así como el espíritu y el sentido de grandeza de su pueblo».

Washington avanzaba en sus objetivos en los países del Cáucaso mediante su «programa de libertad» y su «guerra contra el terror». Los estrategas de Washington demostraron poco respeto por las legítimas preocupaciones de Rusia respecto a Eurasia. El expansionismo estadounidense amenazaba la integridad geoestratégica y territorial de Rusia. Los estadounidenses querían claramente frustrar el regreso de Rusia como gran potencia, impidiendo que Moscú restableciera su influencia en la esfera euroasiática.

Bandeira escribió,

«En el centro del problema, por lo tanto, se encontraba la descarada ambición de Estados Unidos de construir un puente desde Ucrania para su expansión estratégica a través de Eurasia, un área fundamental del equilibrio global, e impedir que Rusia recuperara su posición dominante en el Mar Negro, donde Odesa servía como su principal puerto comercial con el Mediterráneo y otras regiones alrededor del Atlántico».

Washington había establecido el Programa de Asociación para la Paz (PfP) de la OTAN, con el fin de atraer a las ex repúblicas soviéticas al reino americano. Las fuerzas armadas estadounidenses realizaron ejercicios militares en zonas como Asia Central desde 1997. Los países de Asia Central se incorporaron al Consejo de Cooperación del Atlántico Norte de la OTAN. Como paso inicial en el camino hacia una posible adhesión a la OTAN, en 1999 Estados Unidos integró en una estructura militar (GUAM) a Georgia, Ucrania, Uzbekistán, Azerbaiyán y Moldavia.

Algunas estimaciones en Estados Unidos, sugerían que Asia Central podría suministrar más del 80% del petróleo importado por Estados Unidos en torno a 2050. Bill Richardson, antiguo Secretario de Energía de Estados Unidos, admitió que las antiguas repúblicas soviéticas «se preocupan por la seguridad energética de Estados Unidos. Nos gustaría que dependieran de la inversión comercial y política de Occidente en el Caspio, y es muy importante para nosotros que el mapa de oleoductos y la política salgan bien».

Esto explica el deseo de controlar los recursos naturales de la región y de salvaguardar los oleoductos que pasan por Afganistán y Turquía. Los estadounidenses hicieron todo lo posible por desviar las infraestructuras de Rusia, por ejemplo en relación con el gasoducto Nabucco, que iba a suministrar gas a Europa, un plan que posteriormente se vino abajo.

George W. Bush había sido efectivamente instalado como presidente en enero de 2001, no elegido. Era el favorito de los neoconservadores, la derecha radical del Partido Republicano, que se había encargado de dirigir la política exterior estadounidense. Uno de sus objetivos era reforzar el gasto militar y desafiar por la fuerza, si era necesario, a los «regímenes hostiles a los intereses y valores» de Estados Unidos, promoviendo al mismo tiempo la «libertad política», es decir, la subordinación a los intereses estadounidenses.

La administración Bush quería aumentar el flujo de recursos naturales procedentes del extranjero. El presidente Bush y el vicepresidente Cheney tenían vínculos con la industria estadounidense de los combustibles fósiles desde hace años. Las reservas de petróleo y gas de Estados Unidos a principios de este siglo habían disminuido sustancialmente. Los estadounidenses pasaron a depender de las importaciones para el 50% o más del petróleo del país. Por muy cínico que parezca, las atrocidades del 11-S contra Estados Unidos sirvieron de pretexto al gobierno estadounidense para justificar el inicio de la guerra (casus belli); primero en Afganistán, que los estadounidenses empezaron a bombardear el 7 de octubre de 2001, menos de 4 semanas después del 11-S.

Con la invasión de Afganistán en marcha, el Secretario de Defensa estadounidense, Donald Rumsfeld, prometió que Washington proporcionaría «decenas de millones de dólares» a Tayikistán y Uzbekistán, dos naciones que comparten extensas fronteras con Afganistán. Durante el verano de 2001, semanas antes del 11 de septiembre, se instalaron asesores militares estadounidenses en Tayikistán, donde planeaban un ataque contra Afganistán desde las bases controladas por Estados Unidos en Tayikistán.

La invasión de Afganistán por parte de Estados Unidos tenía que ver, en parte, con la protección de los corredores de oleoductos. Además, está la importancia estratégica de Afganistán. La administración Bush estaba iniciando su campaña para asegurar los depósitos de energía y las rutas de suministro de las montañas del Hindu Kush, que van desde Afganistán y el noroeste de Pakistán hasta el Bósforo. La importancia de estas zonas ya había sido señalada por Zbigniew Brzezinski, antiguo asesor de seguridad nacional de Estados Unidos.

La eliminación del dominio talibán en Afganistán permitiría a Washington, junto con UNOCAL (Union Oil Company of California), construir dos oleoductos: uno a través de Afganistán y Pakistán hasta el Océano Índico; y el otro, el Proyecto de Oleoducto de Asia Central (CAOPP), que se extendería a lo largo de 1.050 millas desde Chardzhou en Turkmenistán. Este último oleoducto evitaría que el petróleo de Azerbaiyán pasara por Rusia.

Casi inmediatamente después del 11 de septiembre, la presencia militar estadounidense en Asia Central fue creciendo. Con el pretexto de la guerra contra el terrorismo, las tropas estadounidenses se dedicaron en realidad a crear un entorno sostenible para que UNOCAL construyera oleoductos, incluido otro que conducía el petróleo desde Uzbekistán hasta el Océano Índico sin atravesar tierras rusas.

Para salvaguardar el paso de las tropas estadounidenses de camino a Afganistán, Washington recibió autorización para utilizar bases en toda Asia Central a principios de este siglo. Sin embargo, en 2014, la presencia armada estadounidense en la región se había reducido considerablemente; en junio de 2014, el ejército estadounidense fue desalojado por la fuerza de la única base que le quedaba en Asia Central, en Manas, al norte de Kirguistán. La base aérea fue devuelta al control del gobierno kirguís, que había optado por alinearse con Rusia.

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Shane Quinn, periodista e historiador de renombre, centrado en la geopolítica y la historia de la Segunda Guerra Mundial, con sede en Irlanda. Es investigador asociado del Centre for Research on Globalization (CRG).

Fuentes

Luiz Alberto Moniz Bandeira, El desorden mundial: Hegemonía estadounidense, guerras por delegación, terrorismo y catástrofes humanitarias (Springer; 1ª ed., 4 feb. 2019)

«Panorama y características de la industria del gas natural de Kazajistán. Sobre Kazajistán»

Elena Chernenko y Alexander Gabuev, Traducción: Paul R. Grenier, «‘En Ucrania, los intereses de Estados Unidos son incompatibles con los intereses de la Federación Rusa’», el jefe de Stratfor George Friedman sobre las raíces de la crisis de Ucrania», US-Russia.org, 17 de enero de 2015

Zbigniew Brzezinski, Poder y principio: Memoirs of the National Security Adviser, 1977-1981 (Farrar Straus & Giroux; 1ª edición, 1 mar. 1983)

George Arney, «US ‘planned attack on Taleban’», BBC, 18 de septiembre de 2001

Luiz Alberto Moniz Bandeira, The Second Cold War: Geopolitics and the Strategic Dimensions of the USA (Springer 1ª ed., 23 de junio de 2017)

Akhilesh Pillalamarri, «Estados Unidos acaba de cerrar su última base en Asia Central», The Diplomat, 10 de junio de 2014

John Pilger, The New Rulers Of The World (Verso Books, 20 de febrero de 2003)

Jeremy Scahill, Blackwater: The Rise of the World’s Most Powerful Mercenary Army (Serpent’s Tail; edición principal, 17 de julio de 2008)