Resulta inquietante que se aliente un conflicto global de horror inefable como si fuera una especie de desastre natural sobre el que las personas no tienen ningún control

Por Caitlin Johnstone 13/11/2022

La corriente principal de opinión de la segunda mitad de 2022 está plagada de editoriales que argumentan que Estados Unidos necesita aumentar considerablemente el gasto militar porque está a punto de estallar una guerra mundial, y lo plantean como algo que le sucede a Estados Unidos como si sus acciones no tuvieran nada que ver con ello.

Como si no fuera el resultado directo de las maniobras del imperio estadounidense, que se precipita incesantemente hacia ese horrible acontecimiento mientras rechaza toda posible vía de salida diplomática debido a su incapacidad para renunciar a su objetivo de alcanzar un absoluto y supremo dominio planetario.

El último ejemplo de esta tendencia es un artículo titulado Could America Win a New World War? – What It Would Take to Defeat Both China and Russia (¿Podría Estados Unidos ganar una nueva guerra mundial? Lo que haría falta para derrotar tanto a China como a Rusia), publicado por Foreign Affairs, revista propiedad del sumamente influyente comité de expertos Council on Foreign Relations.

“Estados Unidos y sus aliados deben planificar cómo ganar simultáneamente guerras en Asia y Europa, por muy desagradable que pueda parecer dicha posibilidad”, escribe Thomas G. Mahnken, y añade que en cierto modo “Estados Unidos y sus aliados tendrán ventaja en una guerra simultánea” en los dos continentes.

Mahnken no sostiene que una guerra mundial contra Rusia y China vaya a ser un camino de rosas; también argumenta que para ganar una guerra de este tipo, Estados Unidos necesitará –lo han adivinado– aumentar drásticamente su gasto militar.

“Sin duda Estados Unidos necesita aumentar su capacidad y velocidad de fabricación en material de defensa”, escribe Mahnken. “A corto plazo, eso implica añadir turnos en las fábricas existentes. Con el tiempo, implica ampliar las fábricas y abrir nuevas líneas de producción. Para hacer ambas cosas, el Congreso tendrá que actuar ahora asignando más dinero para aumentar la fabricación”.

Pero el gasto en armamento de Estados Unidos sigue siendo insuficiente, sostiene Mahnken, al afirmar que “Estados Unidos debería trabajar con sus aliados para que aumenten su producción militar, así como el tamaño de sus reservas de armas y municiones”.

Mahnken sostiene que esta guerra mundial podría desencadenarse “si China iniciara una operación militar para tomar Taiwán, lo que obligaría a Estados Unidos y a sus aliados a responder”, como si no hubiera otras opciones sobre la mesa en la era nuclear, aparte de lanzarse a la Tercera Guerra Mundial, para defender una isla junto al continente chino que se autodenomina República de China. 

Mahnken escribe que “Moscú, mientras tanto, podría decidir que, con Estados Unidos empantanado en el Pacífico occidental, podría salirse con la suya invadiendo más Europa”, demostrando la extraña paradoja del gato de Schrödinger en la propaganda occidental, que sostiene que Putin siempre está simultáneamente (A) siendo destruido y humillado en Ucrania y (B) a punto de librar una guerra abierta con la OTAN.

De nuevo, esto es solo lo último de un género cada vez más frecuente en la corriente principal de la opinión pública occidental.

En The skeptics are wrong: The U.S. can confront both China and Russia” (Los escépticos se equivocan: Estados Unidos puede enfrentarse tanto a China como a Rusia), Josh Rogin, de The Washington Post, señala con el dedo a los demócratas que piensan que hay que dar prioridad a las agresiones contra Rusia y a los republicanos que piensan que hay que prestar la atención militar y financiera a China, y argumenta ¿por qué no los dos?

En “¿Podría el ejército estadounidense luchar contra Rusia y China al mismo tiempo?”, Robert Farley, de 19FortyFive, responde afirmativamente al escribir que “el inmenso poder de combate de las fuerzas armadas estadounidenses no se vería desmesuradamente afectado por la necesidad de hacer la guerra en ambos teatros”, y concluye que “Estados Unidos puede luchar contra Rusia y China a la vez… durante un tiempo y con la ayuda de algunos amigos”.

En ¿Puede Estados Unidos enfrentarse a China, Irán y Rusia a la vez?”, Hal Brands, de Bloomberg, responde que sería muy difícil y recomienda dar prioridad a Ucrania y Taiwán y vender a Israel armamento más avanzado para ir un paso por delante de Rusia, China e Irán respectivamente.

En International Relations Theory Suggests Great-Power War Is Coming” (La teoría de las relaciones internacionales sugiere que se avecina una guerra entre las grandes potencias), Matthew Kroenig, del Atlantic Council, escribe para Foreign Policy que se avecina un enfrentamiento global de democracias contra autocracias “con Estados Unidos y sus aliados democráticos de la OTAN tendentes al statu quo, Japón, Corea del Sur y Australia, por un lado, y las autocracias revisionistas de China, Rusia e Irán, por otro”, y que los aspirantes a expertos en política exterior deberían adaptar sus expectativas en consecuencia.

Cuando no están argumentando que se avecina la Tercera Guerra Mundial y que todos debemos prepararnos para luchar contra ella y ganarla, están argumentando que ya tenemos encima el conflicto global y que debemos empezar a actuar en consecuencia,

como en el artículo del New Yorker de septiembre “What if We’re Already Fighting the Third World War with Russia?” (¿Y si ya estamos luchando en la Tercera Guerra Mundial con Rusia?)

«o hay ninguna deidad decretando que debemos vivir en un mundo en el que los gobiernos blandan armas del Armagedón y la humanidad haya de someterse a Washington o resignarse a la violencia»

Deberían tomarse todas las medidas posibles para evitar una guerra mundial en la era nuclear. Si parece que nos dirigimos a eso, la respuesta no es aumentar la producción de armas y crear industrias enteras dedicadas a ello, la respuesta es la diplomacia, la desescalada y la distensión.

Estos expertos presentan el auge de un mundo multipolar como algo que debe ir inevitablemente acompañado de una explosión de violencia y sufrimiento humano, cuando en realidad solo acabaríamos allí como consecuencia de decisiones tomadas por seres humanos pensantes de ambos lados.

No tiene por qué ser así. No hay ninguna deidad omnipotente que decrete desde las alturas que debemos vivir en un mundo en el que los gobiernos blandan armas del Armagedón y la humanidad deba someterse a Washington o resignarse a una violencia cataclísmica de consecuencias planetarias. Podríamos vivir en un mundo en el que los pueblos de todas las naciones se llevasen bien y trabajasen juntos por el bien común en lugar de trabajar para dominar y subyugar a los demás.

Como dijo recientemente Jeffrey Sachs: “El mayor error del presidente Biden fue decir que ‘la mayor batalla del mundo se libra entre democracias y autocracias’. La verdadera batalla del mundo es convivir y superar nuestras crisis comunes en relación al medio ambiente y la desigualdad”.

Podríamos vivir en un mundo en el que nuestra energía y recursos se destinaran a aumentar la prosperidad humana y a aprender a colaborar con esta frágil biosfera en la que evolucionamos. Un mundo en el que toda nuestra innovación científica se dirija a hacer de este planeta un lugar mejor para vivir en lugar de canalizarla para buscar el enriquecimiento y encontrar nuevas formas de explotar los cuerpos humanos. 

Un mundo en el que nuestros viejos modelos de competitividad y explotación den paso a sistemas de colaboración y cuidados. Un mundo en el que la pobreza, el trabajo y la miseria pasen gradualmente de ser normas aceptadas de la existencia humana a una crónica histórica vagamente recordada.

En cambio, tenemos un mundo en el que se nos machaca cada vez más con propaganda que nos anima a aceptar el conflicto global como una realidad inevitable, en el que los políticos que expresan el más leve apoyo a la diplomacia son rechazados a gritos y demonizados hasta que se inclinan ante los dioses de la guerra, en el que las maniobras nucleares se enmarcan en la seguridad y la desescalada se tacha de riesgo temerario.

No tenemos que someternos a esto. No tenemos que seguir caminando sonámbulos hacia la distopía y el Armagedón al ritmo de sociópatas manipuladores. Somos muchos más que ellos y nos jugamos mucho más que ellos. 

Podemos vivir en un mundo sano. Solo tenemos que desearlo. Se esfuerzan enormemente en obtener de forma artificial nuestro consentimiento porque, en última instancia, es absolutamente indispensable para ellos.

————–

Este artículo se publicó originalmente en inglés en Consortium News.

En nuestra columna semanal de Geopolítica, que se difunde desde hace 16 años en la Radio del Club de La Pluma, el Director de Dossier Geopolitico DG, analiza está semana varios evento que ocurrieron y desde el punto Geoeconómico que por supuesto tendrá efectos Geopoliticos como es el cambio de sociedades comerciantes a nivel global desde el año 2000 a la actualidad.

Pero vayamos por partes Primero la Cumbre Climática ( a pesar de la dramática situación climatológica causada por los grandes estados industriales) que se desarrolla en Egipto este año 2022 languidece sin pena ni gloria (llena de discursos de circunstancia pero sin ninguna resolución concreta). Es mas muchos Países que decían estar de acuerdo con la agenda de reducción de gases contaminantes vuelven a usar el Carbón y la Energía Nuclear con el argumento de la crisis energética causada por la guerra en el Este de Europa.

Por otra parte estatismo esperando la Reunión de los “líderes” de G20 en Bali, donde ya se saben que se reuniran un fortalecido Xi Jinping (después del XX Congreso del PCCh) y un Joe Baiden disminuido (pues en definitiva mas allá de los subterfugios usados e inventos propagandísticos perdió el Control de la Cámara de Representantes -tuvo menos votos que hace dos años cuando ganó las elecciones- y está con final abierto el control de la Cámara de Senadores) Y allí se sabe que habrá un encuentro tenso, ya que las afiebradas mentes de Washington dicen que Biden presiona a China por Ucrania y Corea del Norte (?).

Parece que asesores y muchos lobbies no leen a Xi (ni interpretan el nuevo orden en formación) cuando en varias oportunidades ya dijo claramente que China pide y promueve la Seguridad y la Paz global y con JUSTICIA; ya no basada nunca mas, en modelo hegemónicos políticos y la de imponer “normas” unilaterales que afectan la “Seguridad y la Paz mundial” .

También hacemos un comentario  de cómo caen los falsos iconos que la prensa ha creado para encorsetar a algunos dirigentes con categorías falsas como ser la de los supuestos “soberanistas” y “antiglobalistas” y que además los presentan como la versión S XXI del fascismo. Como es el caso de la nueva Primer Ministro Italiana Giorgia Meloni Pues acaba de recibir grandes elogios del secretario Gral de la OTAN Jens Stoltenberg: “agradeciéndole el fuerte compromiso con la “Alianza” (!), previamente había recibido elogios en ese sentido  también de la Presidenta del Consejo de Europa Ursula von der Leyen. Con lo que concluimos que estos movimiento de la llamada derecha europea no son otra cosa que modelos Populistas y Demagógicos que instaló el régimen Liberal en su versión “Neo” para continuar dominando a los Países.

En nuestra apreciación Geopolitica de este fin de semana la hacemos desde la Geoeconomía y por ello el título “Una Imagen vale mas que mil palabras” y esto resulta de analizar un “descubrimiento” que realiza un medio español de mucha influencia en el área de los Negocios y las finanzas globales, que cuenta con mas de 400.000 suscriptores Negocios Tv

…y es que analiza el mundo del año 2000 con una gran parte del mundo con sus relaciones societarias principales con USA y en apenas 20 años esa situación varió significativamente y hoy casi todo el planeta tiene a China como su principal socio comercial. El título de este informe es: El mapamundi rojo que asusta a muchos: China ya es el gran desafío de EEUU en el comercio global. Pues bien mas allá que es una verdad de perogrullo, desde estas columnas semanales de geopolitica que difundimos desde hace mas de una década y media. Alertamos de estos cambios geoeconómicos y que por supuesto ellos derivarián, también, en acuerdo Políticos-económicos y Geopolíticos mas temprano que tarde, y que si se sabian interpretar los datos, esos cambio societarios serían la crónica con la que decribiriamos la actualidad.

Pues bien señores EL FUTURO LLEGÓ, o sea que no nos equivocamos de los tiempos que vendrían ni las consecuencia de cambios societarios que acompañarán los mismo.

Hemos hablado hasta el hartazgo de los ascensos de la naciones emergentes de Eurasia, y que ello llevaría a la deslocalización de los antiguos poderes globales que administraron el mundo en los últimos 150 años hacia el área Asia-Pacifico y el bloque continentalista Euroasiático rompiendo la vieja teoría del cerco anglosajón a eurasia desde Mackinder, Mahan, Spykman con sus hacedores materiales del SXX, pre y post guerra fría: Kissinger y Brzeziński. 

Pero debemos agregar que esa situación entraña una peligrosa situación para la zona de hispanoamérica o latinoamérica. Pues cual es la actitud de la ex potencia hegemónica para nuestra región denominada por ellos “Hemisferio Occidental “ -Las américas- solo el uso del expediente militar para controlar la misma con su nueva doctrina de la “Disuasión Integrada” -nuevas relaciones carnales-, ya que no puede competir con China ni con las potencias del BRICS y del Asia Pacifico con inversiones reales, traspaso de tecnología, acuerdos Ganar/Ganar. Etc

Prof. Lic. Carlos Pereyra Mele

De este mapa hablaba el conductor de Negocios Tv: El mapamundi rojo que asusta a muchos: China ya es el gran desafío de EEUU en el comercio global.

Javier Benitez entrevista a Carlos Pereyra Mele,

Hungría afirma que vetará el paquete de 18.000 millones de euros para financiar al régimen de Ucrania, mientras Serbia, que es constantemente chantajeada para permitirle su entrada al bloque comunitario, sentencia que sólo sancionará a Rusia ‘bajo la espada de Damocles’. A Europa sólo se le suman problemas.

Donde las dan, las toman

Serbia, un país que espera hace muchos años ser admitido como país miembro de la Unión Europea, ha tenido que tragar con muchas cosas, incluida la cuestión de Kósovo. Y ahora tiene que soportar el chantaje para que sancione a Rusia. Incluso recientemente recibió ultimátum desde Berlín: debe elegir entre la Unión Europea y Rusia. El presidente serbio, Aleksandar Vucic, afirmó que sólo apoyará las sanciones «bajo una espada de Damocles».

En tanto, palabras más, palabras menos, en una cumbre de los líderes de la Organización de Estados Turcos [OTG] en Samarcanda, el primer ministro de Hungría, Víktor Orbán dijo que las sanciones contra Rusia «tienen la intención de debilitarla y forzarla a la paz, pero está sucediendo exactamente lo contrario». Añadió que están perjudicando mucho más a la economía europea, que a la economía rusa.

Pero del país magiar salió otro caramelo envenenado contra la Bruselas. «Hungría está lista para apoyar a Ucrania, pero no deseamos contribuir a ningún nuevo préstamo que efectúe la UE», disparó en un comunicado el ministro de Finanzas húngaro, Mihaly Varga.

Y es que la venganza se sirve en plato frío. Hay que recordar que Bruselas recurrió al mecanismo de condicionalidad de los fondos para congelar 7.500 millones de euros en fondos regionales a Hungría, si no pone ejecuta medidas para mejorar el marco regulatorio contra la corrupción y otros asuntos. Y hay más: están en el aire los 14.900 millones de euros en préstamos blandos del Plan de Recuperación y Resiliencia húngaro.

Así, las autoridades húngaras vuelven a hacer manifestaciones que vienen realizando desde hace tiempo. Como si hubiera necesidad de reiterarlas porque pareciera que no llegaran a ciertos ámbitos. «Estas verdades de Perogrullo [del premier húngaro] no llegan, fundamentalmente porque hay una elite dirigencial de una Europa en franco proceso de disolución y de reducirse en sí misma, y que ha llevado a que haya tomado todas estas medidas que en la práctica han resultado ser un boomerang salvaje sobre sus propios países y sus propias economías», sentencia el director de Dossier Geopolítico, Carlos Pereyra Mele.

Ucrania forma parte y es prolegómeno de la guerra fría actual contra China en Asia Oriental

Por Rafael Poch 9/11/2022 para CTXT

Desde hace algún tiempo y con una periodicidad aproximada de una vez por mes, fuerzas aeronavales de Estados Unidos entran, demostrativa y provocativamente, en el estrecho de Taiwán, mientras que las fuerzas chinas responden con diversos movimientos militares que van desde incursiones aéreas hasta lanzamiento de misiles. La conclusión es clara: no solo estamos en una “guerra fría” en Asia Oriental, sino que el peligro de un conflicto militar abierto es muy serio. Si bien nadie lo desea, muchos “expertos” (frecuentemente vinculados al complejo militar-industrial) lo consideran “inevitable”, y todos se acercan físicamente a dicho conflicto por el mero hecho de poner a sus fuerzas armadas permanentemente en contacto. 

Como el último documento oficial de la doctrina militar de Estados Unidos, recién publicado, relaciona directamente en un mismo paquete lo que ocurre entre Ucrania y Rusia con el pulso con China, y estima que esta es la dimensión principal de todo ello, es obligado preguntarse cómo hemos llegado a esto. ¿Qué ha pasado?  

Para responder hay que observar el marco general de varias décadas de “éxito chino”.

El éxito

La integración de China en la globalización, entendida en este caso como el seudónimo del dominio mundial de Estados Unidos, contenía implícitamente como consecuencia la conversión de China en vasallo de Occidente. 

El propósito era presionar a China para que aplicara las reformas estructurales definidas por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, abriera totalmente sus mercados a las empresas occidentales y que la integración de las élites chinas en su globalización acabara dando lugar a una forma de gobierno subalterno más aceptable para Occidente que la del Partido Comunista Chino.

Para comprar un solo avión Boeing a Estados Unidos, China debía producir cien millones de pares de pantalones. 

Desde la normalización de relaciones chino-soviéticas en mayo de 1989, China disfrutó de treinta años de tranquilidad exterior

No estaba previsto que jugando en el terreno diseñado por otros, China torciera aquel propósito. El “milagro chino” fue usar una receta occidental diseñada para su sometimiento para fortalecerse de forma autónoma e independiente. Lo hizo poniendo condiciones y restricciones a la entrada del capital extranjero en China y, sobre todo, manteniendo un control bien firme de las riendas del proceso. Lo consiguió porque, gracias al bajo precio y alta eficacia de la mano de obra en China, los capitalistas y empresarios extranjeros hicieron enormes beneficios en la “fábrica del mundo” y eso apaciguó y moderó a sus gobiernos.

China aprovechó esa integración en la globalización para desarrollarse, aprender y adquirir tecnología. 

Los resultados están a la vista y son extraordinarios en todos los órdenes; en términos de incremento en la esperanza media de vida, eliminación de pobreza, PIB (recordemos que en 1980 el peso de China en el PIB global era de 2,3% y hoy es de 18,5%), instrucción, ciencia y tecnología, fortaleza militar, grandes empresas, sin olvidar, naturalmente, el gran progreso en dañinas emisiones ambientales. Todo eso entrará en los manuales de historia y economía del futuro.

Ante este resultado, un conocido comentarista americano (Fareed Zakaria, de la CNN) expresó así su desconcierto:

“La estrategia produjo complicaciones y complejidades que desembocaron en una China más poderosa que no respondía a las expectativas occidentales”, es decir, a la expectativa de que, en el proceso, China se convertiría en subalterna.

Todo esto ocurrió en los 30 años anteriores, pero la crónica de los últimos años añadió aún más ansiedad a la situación. La crisis financiera global de 2008, genuino detritus de la economía de casino con centro en Estados Unidos, ofreció la primera gran evidencia de debilidad occidental y de los peligros que contiene la no regularización del sector financiero, así como el hecho general de que el capital mande sobre los gobiernos y no al revés. China gobernó la crisis mucho mejor, como había pasado ocho años antes con el estallido de la burbuja puntocom.

Autoeliminada la URSS como gran adversario, la mirada de los estrategas de EE.UU. se empezó a dirigir a China, pero el 11-S colocó en el centro al terrorismo yihadista

Antes, las desastrosas consecuencias de las guerras que se han encadenado desde los atentados del 11-S de 2001, con más de tres millones de muertos, unos cuarenta millones de desplazados y varias sociedades y Estados destruidos, hicieron patente una gigantesca irresponsabilidad por parte de la primera potencia mundial. La retirada de Estados Unidos del acuerdo sobre cambio climático y la mala gestión de la crisis de la pandemia en Occidente (en comparación, no solo con China, sino con el conjunto de Asia oriental) incrementaron esa evidencia de desbarajuste. Así que, ante este panorama, la respuesta de Estados Unidos ha sido la presión militar y las sanciones.

La respuesta

Desde la normalización de relaciones chino-soviéticas en mayo de 1989, China disfrutó de treinta años de tranquilidad exterior que le permitieron concentrarse en su desarrollo. 

Autoeliminada la URSS como gran adversario, en los noventa, la mirada de los estrategas de Washington se empezó a dirigir a China, pero el 11-S neoyorkino colocó en el centro al terrorismo yihadista (otro resultado de la mala política anterior que se volvía contra sus autores) y ofreció a China una prórroga de diez años: diez años más de relativa tranquilidad.

En 2012, Obama anuncia el Pivot to Asia: trasladar al Pacífico el grueso de la fuerza militar aeronaval de Estados Unidos, para estrechar el cerco militar alrededor de China. 

Los chinos reaccionaron poniéndose el cinturón de seguridad: fortaleciendo la autoridad del partido en todos los órdenes y el liderazgo personal en su dirección colectiva. 

Pero sobre todo, en 2013 China anunció la Nueva Ruta de la Seda (Belt & Road Initiative), una ambiciosa estrategia global para salir del cerco y exportar sobrecapacidad. Es decir una estrategia a la vez geopolítica y económica. 

Con Trump el cambio de clima fue brusco, en especial cuando el secretario de Estado, Michael Pompeo, apeló al cambio de régimen en China

La Nueva Ruta de la Seda es un esfuerzo de varias décadas de duración con una financiación astronómica (de 4 a 8 billones de dólares), encaminado a establecer una red geoeconómica internacional de apoyo que integre económica y comercialmente al 70% de la humanidad a través de Eurasia. Sin necesidad de recordar las tesis de Halford Mackinder que ahora se desempolvan, eso erosiona, necesariamente, el poder mundial de Estados Unidos en el hemisferio. También complica sobremanera cualquier propósito de cerco a una potencia que, sin ser “amiga”, ni “aliada”, ni “líder de bloque”, es socia positiva de casi todas las naciones.

El objetivo implícito de la Nueva Ruta de la Seda, en palabras de Henry Kissinger, es nada menos que “trasladar el centro de gravedad del mundo desde el Atlántico al Pacífico”. A su lado el histórico Plan Marshall queda como algo pequeño…

Guerra fría

Con Donald Trump el cambio de clima fue brusco, en especial cuando en su discurso de julio de 2020 el secretario de Estado, Michael Pompeo, apeló abiertamente al cambio de régimen en China, señalando directamente al Partido Comunista Chino como el “principal enemigo de Estados Unidos”. 

Pese a la inusitada división del establishment americano, la política de sanciones comerciales y presión militar contra China tiene un amplio consenso en las dos facciones del régimen de Estados Unidos.

Esto ya es una guerra fría abierta, con fuertes campañas de propaganda y demonización del adversario. Con Biden asistimos a una escalada de la tensión con Taiwán, principal productor mundial de semiconductores, en el centro del escenario.

Desde 1978 el reconocimiento del principio de “una sola China”, es decir, que Taiwán forma parte de ella, así como la Taiwán Relations Act (TRA) de 1979, fueron el fundamento de la relación bilateral en ese ámbito.

La política de sanciones comerciales y presión militar contra China tiene un amplio consenso en las dos facciones del régimen de EE.UU.

El contenido de la TRA era ambiguo: aunque la isla pertenecía a China, se contemplaba el suministro de “armas defensivas” a Taiwán y se decía que cualquier intento de que Pekín resolviese por la fuerza la secesión sería motivo de “grave preocupación”. Es decir: no se decía “ayudaremos militarmente a Taiwán si hay conflicto”. 

Ahora sí se dice. Lo ha dicho Biden cuatro o cinco veces. Además, toda la acción de EE.UU dibuja un provocador replanteamiento que John Ross expone así en Tricontinental (publicado en castellano por El Salto): 

a) Por primera vez desde el comienzo de las relaciones diplomáticas entre China y Estados Unidos, Biden invitó a un representante de Taipéi a la toma de posesión del presidente de EE.UU.

b) La presidenta del Congreso, Nancy Pelosi –la tercera funcionaria estadounidense de mayor rango en el orden de sucesión presidencial– visitó Taipéi el 2 de agosto de 2022.

c) Estados Unidos ha pedido la participación de Taipéi en Naciones Unidas.

d) Estados Unidos ha intensificado la venta de armas y equipo militar a la isla.

e) Han aumentado las delegaciones estadounidenses que visitan Taipéi.

f) Las Fuerzas Especiales de EE.UU. han entrenado tropas terrestres y de la marina de Taiwán.

g) Estados Unidos ha incrementado su despliegue militar en el mar de China Meridional y ha enviado regularmente buques de guerra a través del estrecho de Taiwán. 

Al igual que en Ucrania con su integración de facto en la OTAN y su conversión en un ariete militar contra Rusia desde 2014, este fin de la ambigüedad con Taiwán supone que Washington cruza una línea roja histórica de China. Y como en Ucrania, en el entorno geográfico más inmediato del adversario. Además, Estados Unidos está presionando a otros países del entorno chino: Australia, India, Japón, Corea del Sur, (también Inglaterra y la propia UE) a sumarse a las sanciones y coaliciones militares, de la misma forma en que ha hecho en Europa con Ucrania. 

Igual que en Ucrania, en la crisis de Taiwán no hay interés en negociaciones para resolver las tensiones con un paso atrás, ni para prevenir choques militares accidentales, ni para reducir riesgos en general.

La estrategia de seguridad americana afirma que la guerra de Ucrania, y la debilidad de Rusia que aprecia en ella, confirman que China representa “la principal amenaza, como único competidor dotado del suficiente poder económico, militar y político necesario para replantear el orden internacional”. Para ello llama a revitalizar la red de alianzas que reste capacidad de maniobra a China. Eso es lo que se está haciendo.

Se ha logrado convertir a la UE en vasallo, e integrarla en esa guerra fría contra su principal socio comercial (China), lo que perjudica gravemente a su propia economía

La guerra de Ucrania que, desde luego, China no quería, está dirigida a impedir militarmente la integración euroasiática, que es un eje fundamental de la gran estrategia china de la Nueva Ruta de la Seda. El atentado contra los gasoductos del Báltico son la mejor ilustración de esa acción por romper nexos vitales y debe ser leído en ese contexto. Desde ese punto de vista, Ucrania forma parte y es prolegómeno de la guerra fría actual contra China en Asia Oriental. 

De momento, y aunque ese vector pueda presentar problemas en el futuro, se ha logrado convertir a la Unión Europea en vasallo, e integrarla en esa guerra fría contra su principal socio comercial (China), lo que perjudica gravemente a su propia economía.

La conciencia de todo ello explica la posición de China en esta guerra, su postura de que “la seguridad europea debe ser decidida por los europeos” (Xi Jinping a Olaf Scholz en mayo), y su oposición a las sanciones contra Rusia, meridianamente expuesta en abril por la comentarista de la televisión china, Liu Xin: “Nos dicen, ayúdame a luchar contra tu socio ruso para que luego pueda concentrarme mejor contra ti”. 

“La era de la posguerra fría ha concluido definitivamente y está en marcha una competición entre las principales potencias para dar forma a lo que vendrá a continuación”, escribe el presidente Biden en la introducción al documento Estrategia de seguridad nacional de 2022, recién publicado. “China es el único competidor con intención de redefinir el orden internacional que dispone de las capacidades para hacerlo”, dice. 

La elocuente Ursula von der Leyen, la “presidenta americana de Europa”, según la revista estadounidense Politico, reconoce la unidad de todo el paquete y la beligerancia europea en él cuando afirma que “la guerra de Ucrania no es solo una guerra europea, es una guerra por el futuro del mundo por lo que el ámbito de Europa solo puede ser el mundo entero”. 

Rafael Poch
Rafael Poch-de-Feliu (Barcelona) fue corresponsal de La Vanguardia en Moscú, Pekín y Berlín. Autor de varios libros; sobre el fin de la URSS, sobre la Rusia de Putin, sobre China, y un ensayo colectivo sobre la Alemania de la eurocrisis.

Fuente: https://ctxt.es/es/20221101/Firmas/41256/Rafael-Poch-China-Estados-Unidos-Ucrania-Rusia-Asia-potencias.htm#md=modulo-portada-bloque:4col-t2;mm=mobile-big

Un triunfalismo forzado y hueco, como un ronco grito de resignación, se hace notar en los titulares de los medios europeos, ( y de la mayoría de las agencias de noticias Occidentales) en la mañana pos electoral de EEUU, mientras se prodigan en lanzar el epitafio político a Donald Trump y el fin de su buena estrella con las urnas. 

Los guarismos conocidos, que confirman una clara derrota de los demócratas en la cámara baja y de una lucha titánica, voto a voto, en el Senado, sirven al poderoso y radicalizado eje mediático neoliberal progre europeo, para festejar el supuesto pinchazo de la supuesta ola roja. Una ola que ellos mismos negaban hasta ayer.

Los titulares se centran hoy en glorificar «la resistencia de la libertad», en el «frenazo a la extrema derecha» y -abusando de la hipérbole- de una «derrota al fascismo.» Pero quizás lo más esperpéntico sea la desmesura por proclamar que con esta derrota demócrata, más apretada de lo que se pensaba, SE HA SALVADO LA DEMOCRACIA Y LA LIBERTAD EN «AMÉRICA» Y EN EL MUNDO. 

Una contradicción mayúscula, ya que no se puede salvar lo que no existe. Es decir, el falsario sistema político norteamericano se distingue por su lacerante falta de representatividad, por la exclusividad de acceso a los cargos solo para millonarios y -sobre todo- porque es un hermético sistema plutocrático que garantiza que la política internacional expansiva y belicista del imperio nunca cambie, sean cuáles sean los resultados electorales. Llamar a eso Democracia es un prodigio de imaginación. La porfiada realidad dice sin contemplaciones que la mayoría absoluta en EEUU es para el voto ausente y silencioso.

Entretanto, por aquí, por Europa, nadie se priva de subirse al fantasmal carro ganador, que es apenas un sueño húmedo de una noche de resaca, donde los conservadores anhelan volver a las viejas épocas cuándo se sentían dueños de la economía mundial, dónde los neoliberales esperan que este «triunfo/derrota» venga de la mano de un milagro que arregle el caótico debacle financiero de su sistema. 

Y hasta el progresismo, esa esperpéntica «izquierda de la derecha», también canta victoria porque elucubra que esos votos de la resistencia son gracias a la defensa del aborto, principio y base de la ideología LGTB+ que acapara toda su batería revolucionaria. Mientras sostiene que «los valores sobre el género» significan para los norteamericanos, su primera y casi única prioridad, muy por encima de la inflación, la crisis energética, la enajenación financiera, la guerra y sus gastos y la brecha social, cultural y humana de su sociedad. El que no se conforma es porque no quiere.

Y cómo guinda del pastel, la gran conclusión de todas es la sentencia de cualquier editorial. Aquello que no podía faltar, o sea que LA DERROTA ES DE PUTIN 

Cartón lleno!!!

En fin… También hay otra realidad, esa que los medios ignoran. A Biden le quedan dos años de mandato con un vía crucis infernal y  EEUU está bajo un temporal que hace temblar hasta su última entraña.

Pero ese es otro cuento, no apto para avestruces que esconden su cabeza en un agujero de festejos y fantasías, cuando en verdad es un oráculo que avisa que vienen tiempos dramáticos y de mucho sufrimiento.

Eduardo Bonugli Dossier Geopolitico

Madrid, 9/11/22 Especial desde Madrid

En el mientras tanto…la dura realidad que es la única verdad: nos dice y se OCULTA; “Biden perdió en estas elecciones un 11% de los votos del 2020 y Trump por el contrario, hace 2 años quedó 4,5% por debajo y en éstas elecciones va 6,5% por arriba.

Ya anuncian una grieta y profunda crisis política en el interior de el ex hegemón que puede derivar en una Guerra Civil (situación que dependerá a partir de ahora de las FFAA)

En nuestra columna semanal de Geopolítica, que se difunde desde hace 16 años en la Radio del Club de La Pluma, el Director de Dossier Geopolitico DG, analiza está semana varias áreas por los grandes cambios que observamos y los denominaremos en está oportunidad “Frentes”:

Primero el Frente Europeo cada dia mas fraccionado, conflictuado y mas dividido, no solo por la Guerra de Ucrania que se direcciona a ser un País que se aproxima a sufrir una demolición programada y con una Guerra que empieza a perder presencia en los “medios” y en los fanáticos sostenedores con  ofensivas que luego se determina que son una catástrofe militar… en el mientras Rusia convoca la Embajadora de Gran Bretaña para pedir explicaciones sobre los ataques que orquestó desde Ucrania contra el NordStrand 1 y 2 y el ataque al Puerto de Sebastopol. Otra clara demostración de que Europa entra en un modelo “sálvese el que pueda”  El Canciller alemán Olaf Scholz viaja a China causando “malestar en sus socios de la OTAN y a lo que se suma la compra de un porcentaje importante del  Puerto de Hamburgo ( uno de los tres mas importantes de Europa) por parte de empresas chinas

Otro Frente activo es el del Asia Sudoriental (mal llamado “medio oriente”) con un Israel mas aislado que nunca (y con un avance de los sectores mas conservadores y religiosos que le quitaran flexibilidad negociadora con sus vecinos), y con las petromonarquías árabes cambiando de sociedades y alianzas históricas y a la que se suma una Turquía que amplia su juego geopolitico en toda la región y el incremento del poder de Irán en la misma zona y que tontamente utilizando las fake News que occidente lanza sobre la región para enemistar a los árabes con los persas. Pero los países de la zona recuerdan que hace un año EEUU/OTAN huyó de Afganistán abandonando a sus aliados a su suerte y han tomado debida nota de ello 

Otro Frente es el Financiero Global: China lanza una nueva forma de pago que cambia todo el juego de los juegos en el área de las Finanzas, con el mBridge, el innovador proyecto de pagos internacionales liderado por China

Por último y no menos importante nuestro propio Frente Americano donde tenemos varios acontecimientos en pleno desarrollo: el martes 8/11 hay mucho en juego en las elecciones de medio término de USA con la posibilidad de una gran derrota de los Demócratas por los Republicanos y de ocurrir ello. Por ejemplo: será un Biden muy disminuido si se reúne con Putin en la Reunión en Bali del G20

Tenemos otros dos grandes acontecimientos mas en nuestra zona la Reunión de los Presidentes: Petro y Maduro que desactiva la confrontación fronteriza, orquestada por los narco gobiernos “uriburistas”, pero fundamentalmente, hay dos grandes perdedores: el Plan de desestabilización de USA sobre Venezuela y que también acompaña en este desastre político a la Unión Europea que fue parte fundamental en el entramado agresivo para con el País Caribeño y que apoyando un fantasmagórico Guiado fue usado para como hacían con los piratas corsarios (durante la época colonial) quedarse con grandes riquezas y fortunas que solo son de manejo del Pueblo Venezolano y su legítimo gobierno 

Y lo mas importante es el triunfo en Brasil de Ignacion Lula Da Silva importante para los Brasileños pero también para el subcontinente suramericano, primero por la convocatoria a la Unidad Nacional muy lesionada por el discurso populista demagógico de Bolsonaro en una total sintonía con las nuevas derechas globales organizadas por Steven Bannon y es importante para relanzar un proyecto integrista serio y por fuera de todo idiologismo solo pensando en nuestro intereses nacionales y regionales en un Mundo en fuerte choque con una guerra híbrida global en pleno desarrollo….

Prof. Lic. Carlos Pereyra Mele

Director de Dossier Geopolitico DG

Un Biden desconcertado que saluda a fantasmas enfrenta una eleccion dificilisima de medio termino, que marcaran grandes cambios globales

 

Una imagen que desactiva un lustro largo de enfrentamientos esteriles ocacionados por EEUU y sus socios uriburistas contra la Republica de Venezuela
Un «Lula» llamado historicamente a cumplir un rol fudamental ente su Pueblo y sus vecinos

Como académico, solamente espero que de todo lo que está sucediendo seamos capaces de sacar lecciones aprendidas. Aunque podría cambiar el verbo “esperar” por el verbo “desear”. Porque, en realidad, no espero nada. Lo planteo porque ya teníamos lecciones aprendidas y no han servido de nada. Por Josep Baqués (*)

Uno de los principales exponentes de la geopolítica del siglo XX, Nicholas Spykman, exponía, en plena Segunda Guerra Mundial, lo que su país (los EE. UU.) debería hacer para evitar una Tercera Guerra Mundial, con base en diversas consideraciones geopoliticas. Porque una de sus principales obsesiones era evitar que las inercias de la guerra arrastraran a los EE. UU a nuevos conflictos, tan devastadores como las dos grandes guerras del siglo XX.

Pero Spykman no razona en abstracto, sino que lo hace a partir de la obra de Mackinder, quien, a su vez, parte de que la zona más importante del mundo, por su acumulación de territorios llanos sin apenas obstáculos, recursos naturales, materias primas y población, es lo que en 1904 definió como “área pivote” y, más adelante, en 1919, tras una ampliación de sus contornos, como Heartland.

Delimitación del “área pivote” y demás espacios en 1904. Fuente: Mackinder, 1904: 312

Esa versión definitiva, se extendería en dirección al Cáucaso, en lo que concierne a su frontera occidental, de modo que se prolonga algo más hacia poniente, incorporando toda la cuenca del Caspio, ciertamente, pero también la del Mar Negro (e incluso Turquía) mientras que hacia el Norte hace lo propio con Escandinavia, integra la costa Báltica, y en el centro de Europa engulle buena parte de la actual Alemania (Mackinder, 1919: 130; 1943: 597).

Extensión del Heartland, ampliada en 1919. Fuente: Mackinder, 1943: 130

Pero, mientras Mackinder creía que el Heartland era una inmensa ciudadela natural, prácticamente inexpugnable desde el mar, Spykman advierte de la mayor relevancia de los Estados del Rimland, que son los ubicados en un primer cinturón que bordea el Heartland, de Oeste a Este, contando con una franja europea-occidental (que va desde Francia y España hasta Grecia, pasando por Italia), otra arábiga (que comienza en Oriente Medio) y otra asiática o “monzónica” (con especial protagonismo de la costa china). De este modo, el propio Spykman indica que su Rimland equivale al inner crescent de Mackinder (ver mapa). Eso es así, a su entender, porque esos Estados litorales también acumulan mucho territoio, población y recursos, y porque, sobre todo, podrían dar salida a las riquezas del Heartland. Además, por su vocación híbrida, o anfibia, serían los que podrían atenazar a los propios EE. UU. (cosa que no sucede con los Estados meramente continentales del Heartland, mientras se hallen encerrados en su ciudadela).

No en vano, Spykman habla de que su país estaría siendo objeto de un cerco estratégico en potencia, a partir del Rimland europeo y del Rimland asiático. En los cálculos de Spykman estaba el hecho de que los recursos de los EE. UU. (materias primas, fuentes de energía, población, manufacturas), aunque importantes, todavía eran claramente inferiores a los que acumulaba el Heartland y, por ende, a los que una potencia del mismo, con salida al Rimland, podría emplear, en caso de un conflicto armado.

Por consiguiente, el Rimland pasaría a ser el auténtico epicentro de la política mundial. Si Mackinder opinaba que quien controle el Este de Europa, controla el Heartland y, a partir de ahí, controla el mundo, Spykman plantea una importante variante de esta teoría: a su entender, quien controla el Rimland, controla el Heartland y, desde esa atalaya, ciertamente, controla el mundo. Como puede apreciarse, sin perjuicio de la utilidad general de esta aproximación, Spykman está pensando constantemente en los problemas que deberían enfrentar los EE. UU. en función de estos parámetros.

Fuente: Spykman, 1944: 59

Por ello, el papel de Washington al decidirse a entrar en la Primera Guerra Mundial fue tratar de evitar que Alemania saliera al mar a través del Rimland europeo (cosa nada inverosímil, atendiendo a su alianza con los imperios austro-húngaro, que alcanzaba territorios marítimos como la actual Croacia; así como con el imperio otomano, de indudable vocación mediterránea). A su vez, la participación de los EE. UU en la Segunda Guerra Mundial vino dada por la misma sensación (Spykman, 1944: 45) con respecto a una Alemania que ya controlaba los puertos franceses de la costa atlántica, a lo que se sumaba lo que pudiera aportar Italia en el mediterráneo, y que, en el otro extremo del Rimland, Japón ya había desembarcado en China (por Manchuria) en la década de 1930, favoreciendo esa conexión entre los espacios del Heartland y los del Rimland, que tanto preocupaba a Spykman, mientras amenazaba con llegar a la India a costa del ya muy desgastado imperio británico. Ni un atisbo, por cierto, de alianzas basadas en valores compartidos u otros criterios de corte idealista.

Dicho lo cual, lo que busca Spykman es el modo de establecer un equilibrio de poder de tal tipo, que, sin necesidad de acudir al expediente de otra guerra, en la que se vean involucrados los EE. UU., permita garantizar una paz duradera, disuadiendo a los poderes del Rimland de cualquier aventura y evitando, en lo posible, cualquier tentativa de conexión entre el Heartland y el Rimland.

La pregunta es, claro está, ¿cómo lograrlo? De acuerdo con su planteamiento, los EE. UU. deben mantener una “presión de bloqueo” (potencial) sobre quienes lo rodean, en términos geopolíticos. Pero, para que eso sea efectivo, necesita aliados. En Europa, claramente, Gran Bretaña. No es por afinidad histórica (que, por cierto, no existía) ni siquiera por afinidad cultural, sino por puro interés de los británicos, siempre celosos del surgimiento de una gran potencia en la Europa continental. Mientras que en Asia, además de mantener sus bases en Alaska y las Filipinas, apunta a la conveniencia de mantener una buena relación con Rusia. Porque el peor problema para China, o, para Japón, es verse en la tesitura de enfrentar, a la vez, la presión de una potencia marítima como los EE. UU. y de una potencia continental como Rusia. Entonces, lo que debería hacerse para garantizar la paz es proteger el equilibrio de poder en Europa (Spykman, 2007: 128), apoyándose para ello tanto en Gran Bretaña como en la URSS (Spykman, 2007: 61). A su vez, para que la potencias asiáticas no decidan lanzarse al mar para expandir sus dominios, resulta fundamental que no sólo noten la presencia en el mar de las potencias marítimas continentales, sino que, además, noten el aliento de una potencia continental que les obligue a echar la vista atrás (literalmente).

El planteamiento de Spykman ha sido continuado, a su manera, por el que probablemente sea el mayor experto en geopolítica de finales del siglo XX: Brzezinski. Este estadounidense de estirpe polaca también nos dejó algunas recetas básicas para conducir la política exterior de su país, aunque quizá sería más propio aludir a la definición de una gran estrategia para su país.

La idea básica que sostiene se basa en que los EE. UU. mantengan una buena relación con sus aliados de los dos extremos del Rimland (en Occidente, integrados en la OTAN y, en Asia, a partir de sendos tratados bilaterales) haciéndose necesario para su seguridad. Pero, sobre todo, que la gran estrategia de los EE. UU. debe dirigirse a impedir que países como Rusia y China se unan -aunque añade que esa unión sería especialmente peligrosa si, además, se les uniera Irán- (Brzezinski, 1998: 48). En el fondo, pues, se trata de una receta muy similar a la de Spykman, porque a Brzezinski le preocupa que China (la nueva gran potencia asiática) incremente sus opciones de salir al mar y que, a partir de esa confluencia entre Estados del Heartland y del Rimland, se genere un potencial que constituya desde un primer momento una amenaza para el liderazgo de los EE. UU y, quizá, a partir de ahí, en un futuro no tan lejano, una amenaza a su seguridad. Por ello, Brzezinski apunta que esa es una condición sine qua non para Washington.

Una vez conocidas las tesis de Spykman y de Brzezinski en lo que concierne al tema que nos ocupa, es el momento de sazonarlas con las de Grygiel. Ya que este experto desarrolla un magnifico análisis histórico que nos permite entender las líneas maestras de la política exterior china desde hace siglos. No es una cuestión coyuntural, ni que tenga nada que ver con quién gobierna en Pekín.

En efecto, la tentativa china de salir a aguas abiertas, tan vigente en la actualidad, no es en verdad nada nuevo. Hace muchos siglos sus buques mercantes y de guerra ya circunnavegaron el subcontinente indio y bordearon la costa africana, hasta el Cabo de Buena Esperanza, y más allá. Sin embargo, en el siglo XV, esa expansión allende los océanos languidece hasta desaparecer sin apenas dejar rastro. ¿Por qué? Muy sencillo: la reorientación de su gran estrategia, que algunos pueden catalogar, simplemente, como introspección fue debida a la presión ejercida por los mongoles en el interior de China. El legado más evidente de ello es la reconstrucción, en esas fechas, de la Gran Muralla. El punto de inflexión definitivo fue la derrota china en la batalla de Tu Mu, en al año 1449, que costó la vida a medio millón de chinos y mostró su tremenda fragilidad ante los ataques procedentes del interior. En resumen, y en palabras de Grygiel…

“Cuando, a mediados del siglo XV, la estrategia de la dinastía Ming falló en su intento de asegurar su frontera Norte, el imperio fue obligado a retirarse del mar, dejando un vacío que fue ocupado por los piratas europeos, China comenzó su declive en los siglos XVI y XVII, en particular respecto a los Estados europeos, que rápidamente se expandieron  a lo largo de las rutas marítimas asiáticas” (Grygiel, 2006: 124).

Entonces, ¿qué significa esto? Pues, lógicamente, que si China se siente política y militarmente presionada desde el Norte, al tener que poner los cinco sentidos en la defensa de esa frontera, deja de perseverar en la búsqueda de salidas a mares abiertos. Cosa que coincide, por añadidura, con una de las tesis fundamentales de Mahan: la enorme dificultad de ser una potencia marítima cuando deben vigilarse amplias fronteras interiores, máxime si los Estados que la comparten son auténticas potencias. En sus propias palabras:

“si una Nación está situada de tal manera que no se ve obligada a defenderse por tierra ni puede pensar en extender su territorio de igual forma, al tener que dirigir todos sus designios hacia el mar lleva ya en sí una ventaja positiva con relación a otros pueblos que puedan tener alguna frontera continental” (Mahan, 2007: 98).

Visto lo cual, parece evidente que, en nuestros días, la potencia que podría jugar ese mismo papel, en sustitución de los mongoles es, precisamente, Rusia

.

A lo que hay que añadir que, en nuestros días, Rusia y China tienen sus propios problemas en la zona. Por un lado, ambos se disputan los favores de Kazajstán, en teoría en la órbita rusa, pero que es un eslabón fundamental de la franja terrestre de la Nueva Ruta de la Seda. Por otro lado, ambos mantienen un contencioso, nunca bien cerrado, en la frontera siberiana, habida cuenta de que Rusia incorporó a su espacio de soberanía extensos territorios siberanos a mediados del siglo XIX, que hasta entonces habían pertenecido a China. El problema, para Moscú, estriba en que desde Pekín recuerdan que en la fecha de la firma de esos Tratados, China era poco más que un Estado fallido, de modo que la firma se habría producido en unas condiciones de desigualdad tales, que bien podría decirse que estamos ante tratados nulos de pleno derecho. Si a todo lo anterior le sumamos la penetración masiva de trabajadores chinos en ciudades reivindicadas por China, tan importantes como Vladivostok, el cóctel contra los intereses rusos se antoja especialmente peligroso. Claro que si la ampliación de la OTAN hacia el Este (sin freno) ha arrojado a Rusia a los brazos de China, es evidente que todo este escenario ha pasado a un segundo plano. El hecho, por lo demás, que la OTAN haya terminado ubicando a China en su lista de amenazas (de acuerdo con las pretensiones de Washington, y aunque eso no sea necesariamente lo que conviene a todos los demás aliados), no contribuye a otra cosa que no sea estrechar los lazos entre Moscú y Pekín, dando con ello al traste con lo que comentan Spykman, Brzezinski o Grygiel.

En definitiva ¿qué punto tienen en común las tesis de Spykman. Brzezinski y Grygiel? Que a los EE. UU. les saldría más a cuenta mantener una buena relación con Rusia. Pero no solo por el hecho en sí de que, digámoslo así, le conviene tener una buena relación con todos. Nada de eso. Estamos hablando de geopolítica, no del mundo feliz. Le conviene, precisamente, para balancear a China que es, a la larga (o no tanto, pues los años pasan, y las grandes tendencias son las que son) la principal competidora por la hegemonía mundial.

Pero… ¿qué tiene que ver todo eso con lo que han venido haciendo los EE. UU? La respuesta más amable nos dice que nada.

Pero la más real nos dice que sí, que hay una relación: porque los EE. UU. han estado haciendo justo lo contrario de lo que recomiendan quienes más saben de geopolítica. Y, total, ¿para qué? Para terminar implicados (siquiera sea, al menos por el momento, indirectamente) en una nueva guerra europea, en suelo ucraniano, en oposición a Rusia, para desgastar a Rusia, mientras China es una de las grandes beneficiarios, al no sufrir desgaste alguno, además de que el desgaste que sí está sufriendo Rusia dejará a los rusos, durante lustros, en disposición de convertirse en poco menos que un vasallo (lo digo así, por emplear el típico lenguaje de Brzezinski) de China. Pero eso no es especialmente interesante ni para los EE. UU, ni para Occidente, a tenor de todo lo dicho.

Porque, el problema de no leerse a los clásicos, o de no hacerles caso, comienza, lógicamente, mucho antes de que estallara la guerra de Ucrania. La ampliación sin fin de la OTAN hacia el Este ha sido (y es) un problema. Porque arroja a Rusia a los brazos de China que es, precisamente, lo que se debería evitar. Los argumentos del tipo de que si un Estado democrático quiere entrar en la OTAN, hay que recibirlo con los brazos abiertos es, en clave geopolítica, un sinsentido. La OTAN debe decidir a quién admite (o no) en función de criterios de seguridad (de sus socios actuales), basados en una adecuada noción de una gran estrategia. La OTAN no es una ONG. Y no entro en si Ucrania merece algún crédito como sistema político liberal-democrático, que creo que merece poco. Pero, para mi argumento, eso es poco relevante. Aunque lo fuera: la OTAN no es la ONU y debe tomar sus decisiones con la cabeza fría, sin dejarse llevar por (presuntos) idealismos de funestes consecuencias prácticas.

Llegados a este punto, el lector poco avezado dirá, supongo, que Spykman, Brzezinski y Grygiel deben ser prorrusos. Pero, notoriamente, no es el caso. ¡Nada más lejos de la realidad! Simplemente, se trata de gente inteligente, formada (como pocos) que aman a su país (los EE. UU) y, sobre todo, que no subordinan sus análisis a las típicas demagogias, tópicos y superficialidades de la política cotidiana.

Por mi parte, tampoco soy prorruso, aunque, a decir verdad, no soy proestadounidense, ni pro nada, salvo pro España, que es mi país, al que quiero. En ese sentido, sé reconocer a mis aliados, y los EE. UU. lo son, ciertamente. Ahora bien, no veo más que seguidismo respecto a su gran estrategia, que creo errada. Por ello, me he animado a escribir estas líneas, a modo de reflexión personal. Porque creo, sinceramente, que la lealtad bien entendida no consiste en no cuestionar aquello que contenga demasiados flecos, o errores patentes. Más bien, consiste en advertir a los aliados dónde puede haber un problema y, en su caso, qué hace para corregirlo. Tal es la intención que subyace a este artículo.

Las causas de la inopia de buena parte de las elites políticas occidentales está, no solamente en su escasa formación para la geopolítica y las relaciones internacionales, sino también en que la poca que les llega, llega de teorías que operan en el ámbito de lo políticamente correcto, pero despegadas de la realidad.

Pondré un par de ejemplos:

Algunos se han encargado de alimentar, de modo expreso, la sensación de que el análisis de la geopolítica estaba obsoleto, ya que, decían, “previene la existencia de un conflicto donde no lo hay” (Chowdhury y Kafi, 2015: 8). Para más inri, resulta que ambos autores se estaban entrometiendo con la teoría de Mackinder, en particular, empleándolo a modo de símbolo y muestra de la presunta decadencia de los análisis de geopolítica, y se referían al escenario de Europa del Este, ahora en llamas.

Mucho más preocupante es, por sus enormes pretensiones (de sentar cátedra) la que elabora a conciencia un viejo conocido nuestro, John Ikenberry, a la sazón un inteligente experto proveniente del campo del institucionalismo liberal que, en un artículo dedicado exclusivamente a esta misión, aparecido en 2014, refleja su opinión acerca de que la geopolítica tiende a ser “alarmista”, ya que sus divulgadores no asumen la capacidad de los EE. UU. Para atraer al campo liberal a China, Rusia, e Irán” (Ikenberry, 2014: 80).

Quienes se dedican a la geopolítica no habrían entendido la preeminencia creciente del proyecto de democracia liberal-capitalista, ni tampoco que, a consecuencia de ello, “Rusia ya está parcialmente integrada en la economía mundial mientras que China está profundamente integrada en ella” (Ikenberry, 2014: 87 y 84, respectivamente).

¿Qué decir al respecto? Sin duda, que contiene un lamentable (desde una perspectiva académica con pretensiones de cientificidad) exceso de idealismo, que aleja a los críticos de la geopolítica de la realidad. O, quizá, también, que mientras escribo estas líneas, veo en televisión que Corea del Norte ha lanzado otro misil balístico hacia Japón que, con un poco de suerte, caerá en el mar, así como que Putin arrecia en su amenaza de emplear armas nucleares en la guerra de Ucrania, sin que eso disuada a la Casa Blanca de alinearse con todas las peticiones de Zelenski.

En los últimos tiempos, la ideología (en el peor sentido de la palabra) ha penetrado en los análisis (o pseudoanálisis) geopolíticos. Es lo peor que nos puede pasar. No porque los valores no sean importantes (que lo son) sino porque no se deben mezclar ambas cosas. Si se mezclan, el precio a pagar es que ya no tenemos análisis geopolítico que valga, aunque mucha gente emplee la palabra mágica, “geopolítica”, muchas veces sin conocimiento de causa.

(*) Josep Baqués Josep Baqués es Profesor de Ciencia Política en la Universidad de Barcelona y Subdirector de Global Strategy

Bibliografía

Brzezinski, Zbigniew (1998). El gran tablero mundial. La supremacia estadonunidense y sus imperativos geoestratégicos. Barcelona: Paidós.

Chowdhury, Suban y Kafi, Abdullah (2015). “The Heartland Theory of Sir Halford John Mackinder: Justification of Foreign Policy of the United States and Russia in Central Asia”. Journal of Liberty and International Affairs, 1 (2): 1-13.

Grygiel, Jakub (2006). Great Powers and Geopolitical Change. Baltimore: John Hopkins University.

Ikenberry, John (2014). “The Illusion of Geopolitics. The enduring power of Liberal Order”. Foreign Affairs, 93 (3): 80-86.

Mackinder, Halford (1904), “The geographical pivot of history”. The Geographical Journal, 170 (4): 298-315.

Mackinder, Halford (1919). Democratic Ideals and Reality. New York: Henry Hold and Company.

Mackinder, Halford (1943). “The Round World and the Winning of the Peace”. Foreign Affairs, 21 (4): 595-605.

Mahan, Alfred 82007 [1890]). La influencia del poder naval en la historia. Madrid: ministerio de defensa.

Spykman, Nicholas (1944). The Geography of the Peace. New York: Harcourt, Brace and Company  Inc.

Spykman, Nicholas (2007 [1942]). America´s Strategy in World Politics. New Brunswick: Transaction Publishers.

FUENTE GLOBAL STRATEGY https://global-strategy.org/geopolitica-guerra-ucrania/

Ahora tenemos una vergüenza de ‘guerras’ de las cuales, paradójicamente, Ucrania es quizás de menor importancia estratégica, escribe Alastair Crooke. Fundación Cultura Estratégica

Ahora tenemos una vergüenza de ‘guerras’ de las cuales, paradójicamente, Ucrania es quizás de menor importancia estratégica, aunque conserva un contenido simbólico significativo. Una ‘bandera’ en torno a la cual se tejen relatos y se reúne apoyo.

Sí, hay no menos de cinco ‘guerras’ superpuestas e interrelacionadas en curso, y es necesario diferenciarlas claramente para entenderlas bien.

Estas últimas semanas han sido testigos de varios cambios de época: La Cumbre de Samarcanda; la decisión de la OPEP+ de reducir la producción de petróleo de los países miembros en (titular) dos millones de barriles por día a partir del próximo mes; y la declaración explícita del presidente Erdogan de que “Rusia y Turquía están juntas; trabajando juntos».

Los aliados fundamentales de EE. UU., Arabia Saudita, Turquía, los Emiratos Árabes Unidos, India, Sudáfrica, Egipto y agrupaciones como la OPEP+ están dando un gran paso hacia la autonomía y hacia la fusión de las naciones no occidentales en un bloque coherente, que actúa en favor de sus propios intereses y hacer política ‘a su manera’.

Esto nos acerca al mundo multipolar que Rusia y China han estado preparando durante varios años, un proceso que significa ‘la guerra’ de desacoplamiento geoestratégico del ‘orden’ global occidental.

Se combate, por un lado, presentando a Rusia y China como demasiado desconfiados el uno del otro para ser socios. Y por Rusia por ser tan débil, tan disfuncional y errática (lista para usar armas nucleares tácticas), que el binario ‘con nosotros’ o ‘contra nosotros’ obliga a los estados a ponerse del lado de Occidente. En este caso, Ucrania se presenta como el brillante ‘Camelot’ alrededor del cual reunirse para combatir la ‘oscuridad’.

Esto nos lleva directamente a la ‘guerra’ financiera global de larga duración, una guerra de dos niveles:

En un nivel, la Reserva Federal de EE. UU. está jugando un ‘juego global’. Está aumentando las tasas de interés por muchas razones. Aquí, sin embargo, es para proteger el ‘privilegio del dólar’ de poder intercambiar dinero que imprime de la nada, por trabajo real y mercancías reales en todo el mundo. Este privilegio de ‘moneda de reserva’ ha sido la base del alto nivel de vida de los EE. UU. (mucho más alto de lo que sería de otro modo). Ese es un beneficio enorme, y la Reserva Federal va a proteger este beneficio.

Para hacer eso, tantos estados como sea posible deben estar en el ‘canal’ del dólar y comerciar en dólares. Y colocar sus ahorros en bonos del Tesoro de los Estados Unidos. La Fed ahora está haciendo todo lo posible para colapsar la cuota de mercado del euro y así mover euros y eurodólares al sindicato del dólar. Estados Unidos amenazará a Arabia Saudita, los Estados del Golfo y Turquía para evitar que abandonen el canal.

Esta es la ‘guerra’ contra Rusia y China, desviando una gran parte del mundo fuera del sindicato del dólar, hacia una esfera sin dólares. El incumplimiento de la pertenencia al sindicato del dólar se enfrenta con diversas herramientas, desde sanciones, congelamiento de activos y aranceles, hasta cambios de régimen.

Si la Fed no protege el ‘privilegio del dólar’, corre el riesgo de que todos se salgan del canal. El bloque de Eurasia está trabajando para salir del canal del dólar; para crear resiliencia económica y comercio fuera del canal. Lo que la Fed está tratando de hacer es detener esto.

La segunda dimensión de la guerra financiera de EE. UU. es la larga lucha librada por EE. UU. (Yellen y Blinken, en lugar de la Fed) para mantener el control sobre los mercados energéticos y la capacidad de EE. UU. para fijar el precio de los combustibles. Los BRICS (con los saudíes deseosos de unirse) tienen la intención de desarrollar una ‘canasta’ de monedas y productos básicos destinados a servir como un mecanismo comercial alternativo al dólar para el comercio internacional.

El punto aquí es que el grupo euroasiático no solo planea comerciar en monedas nacionales, y no en dólares, sino que quiere vincular esta moneda comercial a productos básicos (petróleo, gas, alimentos, materias primas) que tienen un valor inherente, que son ‘ monedas’ por derecho propio. Más que esto, el grupo busca tomar el control de los mercados energéticos fuera de los EE. UU. y reubicar esos mercados en Eurasia. Sin embargo, Washington tiene la intención de recuperar el control de los precios (a través de controles de precios).

Y ahí radica un problema fundamental para Washington: el sector de las materias primas, con su valor tangible inherente, se convierte, en sí mismo, en una ‘moneda’ muy codiciada. Uno, que a raíz del aumento de la inflación supera la devaluación del dinero fiduciario. Como señala Karin Kneissl, ex ministra de Relaciones Exteriores de Austria , «solo en 2022, el dólar estadounidense ha impreso más papel moneda que en su historia combinada». La energía, por otro lado, no se puede imprimir’.

Esta ‘guerra energética’ toma la forma de interrumpir o destruir el transporte y el flujo de productos de los productores de energía de Eurasia a los clientes. La UE acaba de probar esta ‘guerra’ particular con la destrucción de los oleoductos de Nordstream.

Ahora llegamos a las grandes ‘guerras’: en primer lugar, la guerra para obligar a la Reserva Federal a pivotar: pivotar hacia tipos de interés cero y QE.

La revolución social en los EE. UU. que vio a un Metro-Élite radicalizado perseguir la diversidad, el clima y la justicia racial como ideales utópicos, encontró su «marca» fácil con una UE que ya buscaba un «Sistema de valores» para cerrar su propia «brecha de democracia». ‘.

Entonces, la burguesía europea saltó con presteza al ‘tren’ del despertar liberal estadounidense. Basándose en el aporte de la política de identidad de este último, más el ‘mesianismo’ del Club de Roma para la desindustrialización, la fusión parecía ofrecer un conjunto imperial ideal de ‘Valores’ para llenar la laguna de la UE.

Sólo… sólo que los republicanos estadounidenses a favor de la guerra, así como los neoconservadores demócratas a favor de la guerra, ya se habían subido a ‘ese tren’. Las fuerzas cultural-ideológicas movilizadas encajaban perfectamente con su proyecto intervencionista: “Nuestro primer objetivo es evitar el resurgimiento de un nuevo rival” (doctrina Wolfowitz): Rusia en primer lugar, luego China en segundo lugar.

¿Qué tiene esto que ver con la guerra contra la Reserva Federal? Mucho. Estas corrientes están comprometidas con la impresión y el gasto GRANDE, de lo contrario, verán colapsar sus proyectos. El reinicio requiere impresión. Verde requiere impresión. El soporte para el ‘Camelot’ ucraniano requiere impresión. El Complejo Militar Industrial también lo necesita.

Los liberales estadounidenses y los ecologistas de la UE necesitan que el grifo del dinero esté completamente abierto. Necesitan imprimir dinero à outrance. Por lo tanto, necesitan ‘chantajear’ a la Reserva Federal para que no suba las tasas , sino que vuelva a la era del límite cero para que el dinero siga teniendo un costo cero y fluya libremente. (Y al diablo con la inflación).

UNCTAD rogar a todos los bancos centrales que dejen de subir las tasas para evitar una recesión es un frente de esta guerra; continuar la guerra de Ucrania, con su enorme déficit financiero asociado, es otro tablón para forzar un «pivote» de la Fed. Y obligar al Banco de Inglaterra a «pivotar» hacia la QE fue otra más.

Sin embargo, hasta ahora, Jerome Powell se resiste.

Luego está la ‘guerra’ adicional (en gran parte invisible) que refleja la convicción de ciertas corrientes conservadoras estadounidenses de que la era posterior a 2008 ha sido un desastre, poniendo al sistema económico estadounidense en riesgo existencial.

Sí, los que están detrás de Powell sin duda están preocupados por la inflación (y también entienden que las subidas de tipos de interés han estado rezagadas con respecto a la inflación desgarradora), pero están aún más preocupados por el ‘riesgo social’, es decir, la caída hacia guerra civil en América.

La Fed puede seguir aumentando las tasas durante algún tiempo, incluso al precio del colapso de algunos mercados, fondos de cobertura y pequeñas empresas. Powell cuenta con el apoyo de ciertos grandes bancos de Nueva York que ven la escritura en la pared para el modelo de despertar liberal: el fin de su negocio bancario a medida que los rescates se vuelven digitales y se pagan directamente en las cuentas bancarias de los demandantes (como ha propuesto el gobernador Lael Brainard ).

Powell dice poco (es probable que se mantenga alejado de la política partidista estadounidense en este momento delicado).

Sin embargo, la Reserva Federal puede estar intentando implementar una demolición controlada y contraria de la economía de burbuja de EE. UU., orientada precisamente a llevar a Estados Unidos de vuelta a caminos financieros más tradicionales. Para romper la ‘cultura de los activos apalancados’… Empieza a resolver la enorme brecha de desigualdad social que la Fed ha ayudado a crear, a través de QE facilitando gigantescas burbujas de activos… Empieza a rejuvenecer una economía estadounidense poniendo fin a las distorsiones. Disipas el impulso hacia la guerra civil porque el problema ya no es solo entre ‘los que tienen’ y los ‘que no tienen’.

Esta visión puede ser en sí misma un poco utópica, pero rompe la ‘burbuja de todo’, rompe la cultura del apalancamiento y detiene el trinquete extremo de los beneficiarios de la burbuja frente a 18 meses consecutivos de caída de los salarios reales en EE. UU.

Pero… pero esto solo es posible si nada sistémico se rompe .

¿Cuáles son las implicaciones geoestratégicas? Obviamente, mucho depende del resultado a medio plazo de EE. UU. Ya parece (dependiendo precisamente de a qué candidatos republicanos les va mejor) que se reducirá la financiación para la guerra en Ucrania . En cuánto reflejará el margen de éxito alcanzado por los ‘populistas’ republicanos.

Por lo tanto, no es plausible que la UE, que enfrenta su propia crisis devastadora, continúe financiando a Kiev como antes.

Pero la importancia de la lucha para volver a asentar a los EE. UU. en un paradigma económico de la década de 1980 sugiere que Occidente bordeará muy cerca de una ruptura algo sistemática durante las próximas semanas.

Las élites europeas están demasiado involucradas en su camino actual para cambiar la narrativa en el futuro cercano. Por lo tanto, seguirán culpando y hablando mal de Rusia: tienen pocas opciones si quieren evitar la ira popular. Y también hay pocas señales de que hayan asimilado mentalmente el desastre que han provocado sus errores.

Y con respecto a Bruselas, el mecanismo de rotación de los líderes de la UE está prácticamente ausente. La Unión nunca estuvo equipada con una marcha atrás, una necesidad que se creía inimaginable en los primeros tiempos.

La pregunta más bien es, ¿cuál será la situación de enero a febrero en Europa?

FUENTE: Fundación Cultura Estratégica

Los objetivos geopolíticos de Estados Unidos suelen traducirse en grandes cruzadas civilizatorias, siempre sustentadas en leyes internas de pretendido alcance universal.

Por Federico Nacif Publicado en Rebelion

Tal como describió recientemente el experto en relaciones internacionales Juan Tokatlian, mientras que en los años ‘90 se auto-asignó el papel de “cruzado internacional en materia de drogas”, después de los atentados a las Torres Gemelas de 2001 se lanzó a la lucha global “contra el terrorismo” y ahora, en medio de la actual confrontación con el eje China-Rusia, se proyecta como el “fiscal internacional en materia de corrupción”, para justificar lo que identifica como la lucha de “las democracias contra las autocracias”.

Al igual que en el pasado, la relación entre la nueva cruzada anticorrupción y la geopolítica de los recursos naturales no es un secreto. En el marco de la Estrategia de Estados Unidos para Combatir la Corrupción lanzada por Joe Biden en diciembre de 2021, la Oficina de Recursos Energéticos del Departamento de Estado asumió la responsabilidad de la “Iniciativa de Transparencia sobre Industrias Extractivas” que, entre otras cosas, busca “combatir la corrupción en los sectores globales de gas, petróleo y minería”.

Desde luego, América Latina constituye un objetivo central para la nueva estrategia imperial. En junio de 2021, la Casa Blanca emitió un memorándum para declarar a la lucha contra la corrupción como de “interés central para la seguridad nacional”, agudizando así su tradicional intervencionismo en la región. Desde entonces, produjo la extradición del ex Presidente de Honduras y la renuncia del Presidente en Paraguay. El 25 agosto de 2022, a solo tres días del alegato del fiscal Luciani contra Cristina Fernández de Kirchner, un senador texano envió una carta al Secretario de Estado Antony Blinken solicitando que se aplique a la Vicepresidenta argentina una serie de sanciones previstas en la Ley de Asignaciones de Programas Relacionados y Operaciones Extranjeras.

La disputa por el liderazgo de la transición energética está en el centro de la actual confrontación geopolítica y los países de América Latina constituyen un importante reservorio de recursos naturales críticos.

El litio sudamericano y la nueva “OTAN Metálica”

Si bien es cierto que China controla más del 70% de la fabricación mundial de baterías de litio, no menos cierto es que la producción de litio de Chile y Argentina está dominada desde hace décadas por capitales de Estados Unidos, Canadá y (más recientemente) Australia y Japón. Sin embargo, la prensa local sólo nos advierte sobre el nuevo fantasma que está recorriendo la región: el avance de grandes empresas chinas. De esta forma, se asume como propio el temor de Estados Unidos expresado por la jefa del Comando Sur, que ve amenazado su dominio actual sobre el Triángulo del Litio, advirtiendo la incipiente presencia de China y Rusia: “Están allí para socavar a Estados Unidos, están allí para socavar las democracias”.

Según el director ejecutivo de Benchmark Minerals (cuyos informes se usan en los contratos de compra-venta de litio), la influencia gubernamental de Estados Unidos “está en juego” por una simple razón: “la batería de ion-litio es ahora geopolítica”. Es que, de todos los metales que se necesitan para producir baterías, la situación del litio es la más delicada: desde 2020 los precios aumentaron un 900%, alcanzando “un punto histórico de inflexión”, lo que contrasta marcadamente con el resto de los metales críticos para las baterías.

El verdadero trasfondo político e institucional de estas declaraciones pasó algo desapercibido para los debates locales. El 14 de junio de 2022, el Departamento de Estado de Estados Unidos anunció la creación de la Asociación de Seguridad de Minerales (MSP por sus siglas en inglés), junto a la Unión Europea, Canadá, Australia, Japón, Corea del Sur y el Reino Unido. Bautizada por la agencia Reuters con el sugestivo rótulo de “OTAN metálica”, la nueva asociación se define principalmente por la ausencia de China y Rusia, preanunciando así la nueva estrategia norteamericana: “La actual red de suministro de minerales altamente globalizada parece destinada a dividirse en esferas de influencia políticamente polarizadas, un realineamiento tectónico con implicaciones de gran alcance”.

En palabras de la secretaria del Tesoro de Estados Unidos, Janet Yellen, se trata de “no depender excesivamente del abastecimiento de bienes críticos de países donde tenemos preocupaciones geopolíticas”. Según la ministra de Finanzas de Canadá, Chrystia Freeland, “el gran problema económico y geopolítico” del futuro no es otro que el de reformular el sistema de abastecimiento de materias primas, apuntalando las inversiones sólo en países amigos (friend-shoreing)Hasta el Pentágono se sumó a la nueva estrategia de “apoyar a los amigos” y pidió al Congreso de Estados Unidos modificar la Ley de Producción de Defensa que aún le prohíbe invertir en la producción de materias primas fuera del territorio nacional.

Estas definiciones no son sólo conceptuales. El gobierno de Joe Biden aprobó recientemente la Ley de Reducción de la Inflación, presentada por la CNN como la “mayor inversión climática de la historia americana”. Ente sus objetivos principales, promueve la compra de vehículos eléctricos producidos en territorio norteamericano (vía créditos y beneficios fiscales), que deberán incorporar baterías recargables con altos porcentajes de metales extraídos en Estados Unidos o en países “amigos”. Más específicamente, de los metales críticos que componen las baterías (litio, níquel, cobalto, manganeso), “al menos un 40% debe provenir de operaciones mineras en Estados Unidos o ser importados desde países con los que tiene firmado un Tratado de Libre Comercio (TLC). Ese porcentaje subirá a 80% a partir del 2026”.

El problema, una vez más, radica en evaluar los costos y beneficios de ser aceptados como un país “amigo” de Estados Unidos o de pasar a integrar el club de los países “enemigos”.

Sudamérica en la mira

Entre 2016 y 2019, más del 90% del litio importado a Estados Unidos provino de Chile (36%) y de la Argentina (55%).

Fuente: U.S. Geological Survey, 2021.

Estados Unidos tiene tratados de libre comercio con unos 20 países, entre los cuales figuran Australia y Chile, los dos principales productores de litio del mundo. La producción de ambos países está controlada por capitales norteamericanos, pero también registran una “preocupante” participación de China. En 2018, el Estado chileno modificó los dos contratos de explotación vigentes sobre el Salar de Atacama, elevando las regalías hasta el 40%. En el caso de SQM (la mayor productora de litio en salmueras del mundo), se le permitió la venta del 23% de sus acciones a la china Tianqi. En el caso de Albemarle, empresa norteamericana que posee la segunda operación del país, es un emblema de la red global de suministros que estaría llegando a su fin: comparte con Tianqi la propiedad de Greenbushes, la mina de litio más grande del mundo, ubicada en Australia.

Sin embargo, el status legal del litio chileno como “recurso estratégico” ofrece una herramienta política imprescindible. La futura creación de una nueva empresa estatal que se asociaría en mayoría con las dos explotaciones vigentes, permitirá al gobierno de Gabriel Boric anticiparse al nuevo escenario y gestionar con cierta autonomía las crecientes tensiones geopolíticas por el control y la propiedad de las reservas nacionales.

El otro país que produce litio en gran escala y que abastece buena parte de la demanda de Estados Unidos es la Argentina. Aquí, la empresa norteamericana Livent explota el Salar del Hombre Muerto de Catamarca hace ya 25 años (con prácticas para nada “transparentes”, por cierto). El segundo proyecto en operación del país está en Jujuy, a cargo de un joint venture formado por la australiana Allkem y la japonesa Toyota Tsuyo. El claro predominio de la OTAN Metálica sobre el litio argentino, sin embargo, no está lo suficientemente apuntalado y comienza a ser cuestionado.

En primer lugar, porque la Argentina no tiene un tratado de libre comercio con Estados Unidos. Más aún, en febrero de 2022 se sumó a la iniciativa global de China “La Franja y la Ruta”, y en julio consiguió el respaldo de China para ingresar a los BRICS. Pero también porque –paradojas del sistema neoliberal– el régimen de libres concesiones mineras provinciales que rige en el país desde los años ‘90 permitió a grandes empresas chinas como Ganfeng adquirir importantes proyectos en exploración. A diferencia de Chile, la geopolítica del litio opera aquí sin ninguna mediación, agravando incluso las internas en el frente de gobierno: mientras Massa visita en Estados Unidos a Livent, tanto YPF SA como los gobiernos provinciales de Catamarca y de Jujuy suscriben acuerdos de cooperación con empresas de China. La falta de una política nacional unificada se expresa sobre todo en la flamante YPF Litio, que debe partir de cero y explorar nuevos territorios porque todos los yacimientos de litio identificados en el país se encuentran en manos privadas.

El embajador Sabino Vaca Narvaja en la firma de un acuerdo con la china Tianqi Lithium, en agosto.

La total apertura a la inversión extranjera sin control del Estado nacional pareciera contradecir incluso la nueva estrategia de la OTAN Metálica. Tal como afirma un reciente informe elaborado para el Departamento de Estado de Estados Unidos: “De los países latinoamericanos que poseen reservas de litio, la Argentina opera en el mercado más abierto a la inversión del sector privado”. Sin embargo, “la inversión de las empresas estadounidenses ni siquiera se aproxima a lo que ha invertido China en la última década”. Por ello y por el enorme potencial que aún presentan las reservas de la Argentina, se recomienda enfáticamente “fortalecer la presencia de los Estados Unidos en el país”. Quizá esto explique buena parte del “éxito” de Sergio Massa en su gira por Estados Unidos. Quizá sirva también de contexto a las declaraciones de Alberto Fernández en la New School de Nueva York, donde aseguró por primera vez que se propone “declarar al litio un bien estratégico para el desarrollo de la Argentina… siguiendo un poco lo que ha hecho Chile”.

Contradicciones del sistema. Para restringir el acceso de China a los yacimientos sudamericanos es posible que Estados Unidos deba aceptar allí un mínimo de intervención estatal. Una suerte de soberanía subordinada a la nueva OTAN Metálica que, sin embargo, no nos alejaría de la abierta injerencia norteamericana en los asuntos públicos de América Latina.

En la lista de países con alta probabilidad de integrar el club de “enemigos” de Estados Unidos se encuentra Bolivia, dueña de la mayor reserva mundial de litio. Allí, el gobierno de Evo Morales creó en 2017 la empresa estatal Yacimientos de Litio Boliviano (YLB) para poder decidir con autonomía una estrategia tecnológica, productiva y exportadora al servicio del desarrollo nacional. En noviembre de 2019, después de un largo y dificultoso proceso de aprendizaje, el golpe de Estado interrumpió drásticamente la construcción de la planta industrial de carbonato de litio.

En la actualidad, el gobierno democrático de Luis Arce se propone la difícil tarea de recuperar el tiempo perdido, pero la injerencia norteamericana pareciera haberse activado nuevamente. Pocos días antes de que YLB diera a conocer los resultados de una simple convocatoria para evaluar nuevas técnicas extractivas, el periódico El País publicó un artículo acusando de presunta corrupción al hijo del Presidente Arce por estar favoreciendo a la empresa rusa Uranium One en perjuicio de empresas norteamericanas como Energy X, una pequeña start-up texana que había desplegado un operativo mediático llamativamente costoso para su tamaño. En verdad, la amenaza imperial ya había sido previamente formulada por Joseph Bouchard, un influyente analista canadiense: “Si el gobierno de Arce aceptara la oferta rusa, Bolivia se convertiría rápidamente en un Estado paria en el escenario regional e internacional”.

Con el objetivo de defender la soberanía y la estabilidad democrática de la región, el gobierno boliviano organizó junto a CEPAL el 1er. Foro “Perspectivas de Litio desde América Latina, donde propuso a los gobiernos de la Argentina, Chile y México la creación de una Organización de Países Productores y Exportadores de Litio (OPPEL). Más recientemente, el Presidente Arce cerró su intervención en la última Asamblea General de la ONU celebrada en Nueva York con una recomendación que sintetiza las urgencias del presente: “Naciones Unidas debe tomar medidas contra todos aquellos países que no respetan la soberanía y la no injerencia, y que enfrentan pueblos por el control de sus recursos naturales estratégicos. No somos fichas de tableros de ajedrez, somos pueblos que trabajan día a día para salir adelante y tenemos todo el derecho de decidir sobre nuestros recursos naturales”.

Fuente: https://www.elcohetealaluna.com

TOKIO – A medida que avanzan los hitos, la deuda nacional de EE. UU. que supera la marca de los 31 billones de dólares es especialmente personal para Haruhiko Kuroda y Yi Gang.

Los líderes del Banco de Japón (BOJ) y el Banco Popular de China (PBOC), respectivamente, dirigen las instituciones extranjeras que se encuentran en las reservas más grandes de bonos del gobierno de EE. UU. Japón tiene $ 1,23 billones y China aproximadamente $ 1 billón.

En total, Asia posee alrededor de $ 3,5 billones de pagarés de Washington, y posiblemente en el peor momento posible.

Entre la inflación de EE. UU. en máximos de 40 años, la Reserva Federal ajustando su política más agresivamente en 28 años y el dólar cotizando a niveles altísimos, la noticia de que la carga de la deuda de Washington es casi el doble del tamaño de la producción anual de China es decididamente desagradable.

Por ahora, el dólar se mantiene firme, con su papel tradicional como refugio seguro intacto. Sin embargo, la deuda de EE. UU. alcanzando niveles de hemorragia nasal significa que “la fiesta se acabó, todos”, dice Brian Riedl, investigador principal del Instituto Manhattan.

Hablaba en nombre de los inversores de todo el mundo. Pero no se trata solo de una escasez de refugios seguros: hay muy pocos refugios, punto.

Lo mejor de lo peor 

Por el momento, la moneda estadounidense se beneficia de una escasez de alternativas obvias.

El euro está en mínimos de 20 años en medio de una desaceleración del crecimiento y cambios políticos en las principales economías, incluida Italia. El yen ha bajado un 25 % este año, ya que la segunda economía de Asia deja los tipos de interés en mínimos históricos. Al carecer de convertibilidad total, el yuan de China carece de suficiente liquidez.

La libra está a punto de recuperarse de mínimos históricos frente al dólar cuando la nueva primera ministra Liz Truss se tambalea, desastrosamente, fuera de la puerta de salida. Los mercados no están impresionados.

El jueves, Fitch Ratings rebajó la perspectiva de la deuda soberana del Reino Unido a negativa desde estable. Como observa el analista Craig Erlam de OANDA, la «calificación general de Londres se mantuvo en AA, pero eso puede cambiar una vez que los detalles de cómo se pagará todo se publiquen en el presupuesto».

Las criptomonedas parecen una alternativa tan estable como los bulbos de tulipán de antaño. Los gráficos de precios de las materias primas, como dice un comerciante de Singapur, “parecen un electrocardiógrafo que registra un ataque al corazón. No hay reserva de valor allí. Entonces, el dólar sube”.

En un informe del 7 de octubre, S&P Global Ratings señaló que no está claro cómo los formuladores de políticas globales pueden frenar el aumento de un dólar que ha subido más del 17% sobre una base ponderada por comercio este año.

“Parece que estamos entrando en el tercer período de auge del dólar en los últimos 50 años”, dice Paul Gruenwald, economista jefe de S&P Global. “No hay una solución fácil: la pasividad pone en peligro los objetivos de inflación y la credibilidad, las subidas de tipos corren el riesgo de reducir la producción y el empleo, es probable que la intervención consuma valiosas reservas”.

La deuda desbocada de Washington también está provocando vientos en contra cada vez más intensos en casa. Caso en cuestión: informes generalizados de problemas de liquidez con el comercio de bonos estadounidenses.

El estratega Krishna Guha de Evercore ISI dice que el «deterioro apreciable y preocupante de la liquidez del mercado del Tesoro» cuenta una historia más amplia sobre dónde se encuentra el sistema financiero mundial a medida que se acerca 2023. El hecho de que cada vez sea más difícil comprar o vender el activo de refugio seguro es una fuerte señal de advertencia.

No mire más allá de Japón, donde el comercio secundario de bonos se está convirtiendo en una reliquia del pasado. El gobernador del BOJ, Kuroda, ha acumulado tantos bonos del gobierno que se ha vuelto difícil negociar valores.

Por supuesto, las dificultades de Japón y EE. UU. son imágenes especulares. El problema de Japón es demasiada liquidez del banco central ; Estados Unidos es un endurecimiento agresivo de la Fed. Pero el hecho de que dos de los mayores escenarios de deuda se enfrenten a problemas de profundidad de mercado, en los que ni siquiera las grandes operaciones logran mover los precios, sugiere que el sistema financiero mundial se encuentra en un mal lugar.

¿Lehman Brothers #2?

La charla sobre los problemas en Credit Suisse está avivando un tufillo a los temores de 2008 entre los inversionistas y los legisladores gubernamentales por igual. Significa que la Fed y otros bancos centrales importantes pronto podrían enfrentar un peligroso «evento crediticio», dice Komal Sri-Kumar, presidente de Sri-Kumar Global Strategies.

“Creo que la Reserva Federal tendrá que enfrentar las consecuencias de un evento de crédito” si llegara a ocurrir, dice Sri-Kumar a CNBC. “Algo se va a romper”. Agrega que “este puede ser o no un momento Lehman”.

Como mínimo, los funcionarios de la Fed tendrán que recalibrar los planes de aumento de las tasas de interés. A principios de 2020, el equipo del presidente de la Fed de EE. UU., Jerome Powell, actuó como comprador de último recurso cuando las negociaciones del mercado de bonos del Tesoro se volvieron locas. La Fed podría verse obligada a tomar medidas similares en las próximas semanas y meses.

Algunos argumentan que los temores sobre la solvencia de Credit Suisse son exagerados. Entre ellos, Boaz Weinstein, fundador de Saba Capital Management, advierte contra el «alarmismo» sobre el estado del perfil de swap de incumplimiento crediticio del banco.

Los mercados, dice, no deberían cometer el error de “confundir la caída abrupta de las acciones con el riesgo de impago. ¿General Motors también está al borde de la quiebra? Su CDS es idéntico al de Credit Suisse. Debemos tener cuidado de no gritar.

Pero muchos comerciantes no pueden evitar recordar argumentos similares presentados en las semanas previas al colapso de Lehman Brothers en septiembre de 2008.

Alasdair Macleod, jefe de investigación de la firma de inversión Goldmoney, observa que «Credit Suisse no es el único banco importante cuya relación precio-valor contable está emitiendo señales de advertencia», advirtiendo de las tensiones que enfrentan Deutsche Bank, Credit Agricole y otros nombres importantes. «La falla de uno de ellos», dice Macleod, «probablemente ponga en duda la supervivencia de los demás».

A medida que se desarrollan estas preocupaciones, la música de fondo del sistema global es la de los valores del Tesoro de EE. UU. que enfrentan problemas de liquidez. Esto coloca a los bancos centrales asiáticos en una posición precaria y con un riesgo creciente de no encontrar una silla si la música se detiene.

vulnerabilidades asiáticas

Por supuesto, China ha estado reduciendo sus tenencias de deuda estadounidense durante el último año. Las teorías por qué abarcan toda la gama.

Algunos argumentan que el gobernador del PBOC, Yi, está reduciendo las tenencias de dólares para ayudar a estabilizar el yuan , que ha bajado casi un 12% este año. Otros creen que Beijing está tratando de complicarle la vida al presidente estadounidense, Joe Biden, en medio de las crecientes tensiones geopolíticas. O China podría estar haciendo una sabia apuesta financiera.

El equipo del presidente Xi Jinping ha estado incrementando los lazos financieros con Rusia en un momento de máxima tensión entre Vladimir Putin y la Casa Blanca de Biden. Nikkei Asia informa que China ha intensificado sus esfuerzos para trasladar parte de la deuda a paraísos fiscales extraterritoriales a los que no pueden llegar las futuras sanciones de Estados Unidos.

Pero las preocupaciones sobre la trayectoria fiscal de Washington seguramente aumentarán entre los principales banqueros estadounidenses aquí en Asia. Cuando el expresidente de EE. UU., Donald Trump, firmó un recorte de impuestos de 2 billones de dólares en 2017 y ahora que Biden aumenta el gasto en infraestructura, dependen de los ahorros de Japón, China, Hong Kong, Corea del Sur, Taiwán, India y otros.

Las probabilidades de que los bancos centrales asiáticos aumenten su exposición al dólar están disminuyendo rápidamente, incluso en medio de una escasez de alternativas disponibles. El tipo de venta que EE. UU. está viendo en China sorprende en Asia, y tienta a los tenedores de dólares más pequeños a intentar liderar cualquier movimiento más grande de Beijing y Tokio para deshacerse de los dólares.

Para Singapur, Corea del Sur, Tailandia y otros, existe una clara ventaja de ser el primero en moverse. Pero hay una dinámica de destrucción asegurada mutuamente en juego aquí.

Durante los últimos 15 a 20 años, la relación financiera simbiótica entre EE. UU. y China se ha organizado en torno a la suposición de que Beijing seguirá invirtiendo en bonos del Tesoro de EE. UU. y que Washington será un administrador responsable del dinero de Asia.

Las consecuencias de la ruptura de esta relación son imposibles de calcular. Basta con decir que se produciría un caos financiero. Es una pregunta abierta si la deuda de EE. UU. que supera los 31 billones de dólares es un «problema muy grande» para la dinámica entre EE. UU. y China, como dice el economista Alex Pelle de Mizuho Securities.

Los enigmas de Estados Unidos

Darrell Duffie, profesor de finanzas de la Universidad de Stanford, agrega que “el mercado del Tesoro de EE. UU. es el mercado de valores más importante del mundo y es el alma de nuestra seguridad económica nacional. No puede simplemente decir que esperamos que mejore. Tienes que moverte para hacerlo mejor”.

Por ahora, «la liquidez del mercado es definitivamente más baja», dijo a los periodistas el presidente de la Fed de Nueva York, John Williams, a principios de esta semana. Pero, enfatizó, “todavía está funcionando”.

Sin embargo, señala el economista Josh Younger de JPMorgan Chase, los funcionarios estadounidenses tienen mucho trabajo por hacer si los bonos del Tesoro pueden “cumplir el propósito para el que han sido ungidos, que es un sustituto del efectivo, el mecanismo de intermediación” de las finanzas y el comercio internacionales.

Michael Peterson, director ejecutivo de la organización sin fines de lucro de vigilancia fiscal Peter G Peterson Foundation, dice que “a medida que nuestra deuda supera los $31 billones, ya es hora de actuar. Durante demasiado tiempo, los formuladores de políticas han asumido tasas de interés perpetuamente bajas, y ahora estamos viendo en tiempo real cuán peligrosa es esa suposición”.

Al economista de la Universidad de Princeton, Owen Zidar, le preocupa que nuevas subidas de tipos de la Fed no solo aumenten la carga de la deuda de Washington, sino que obliguen a los legisladores de Washington a realizar algunas votaciones incómodas. Zidar dice que esos movimientos deberían incluir aumentos de impuestos para los ricos y cerrar las lagunas en los intereses devengados.

Mientras tanto, una creciente carga de deuda solo exacerbará los desafíos de Washington. “Es probable que la economía de EE. UU. se deteriore en 2023 con una caída del gasto de los consumidores y del capital empresarial, mientras que es probable que aumente el desempleo”, dice el economista Carsten Brzeski de ING Bank.

“Esperamos una subida de tipos de 75 puntos básicos por parte de la Reserva Federal en noviembre y otros 50 puntos básicos en diciembre”, dice Brzeski. “Pero es probable que las crecientes preocupaciones sobre el crecimiento y el mercado inmobiliario conduzcan a recortes de tasas a partir del tercer trimestre de 2023”.

En medio de tantos desafíos, el rápido aumento de la deuda de Washington “es un nuevo récord del que nadie debería estar orgulloso”, dice Maya MacGuineas, presidenta del Comité para un Presupuesto Federal Responsable.

“En los últimos 18 meses, hemos sido testigos de un aumento de la inflación a un máximo de 40 años, aumento de las tasas de interés en parte para combatir esta inflación y varias leyes y acciones ejecutivas que destruyen el presupuesto”, dice MacGuineas.

Su conclusión es sombría: “Somos adictos a la deuda”.

Siga a este escritor en Twitter @WilliamPesek

FINANZAS

La llamada de margen global golpea los mercados de deuda europeos

Las coberturas explotan después de que los indicadores de riesgo en el mercado de deuda pública de Alemania superaran los del colapso mundial de 2008