Por Ramzy Baroud

La distancia entre Ucrania y Mali se mide en miles de kilómetros, pero la distancia geopolítica es mucho más cercana. Tan cerca, de hecho, que parece como si los conflictos en curso en ambos países fueran el resultado directo de las mismas corrientes geopolíticas y la transformación en curso en todo el mundo.

Después de que el gobierno de Malí acusara a las tropas francesas de llevar a cabo una masacre en el país de África Occidental, el 23 de abril, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia declaró su apoyo a los esfuerzos de Malí, presionando para que se lleve a cabo una investigación internacional sobre los abusos y masacres de Francia en el país. “Esperamos que los responsables sean identificados y justamente sancionados”, dijo el ministerio.

En su cobertura del conflicto en Malí, los medios occidentales han omitido en gran medida las afirmaciones malienses y rusas sobre las masacres francesas; en cambio, dieron crédito a las acusaciones francesas de que las fuerzas malienses, posiblemente con la ayuda de «mercenarios rusos», llevaron a cabo masacres y enterraron a los muertos en fosas comunes cerca de la base del ejército francés recientemente evacuada en Gossi, para culpar a Francia . A principios de abril, Human Rights Watch pidió una investigación «independiente y creíble» de los asesinatos, aunque negó ambas versiones. Sugirió que, de hecho, se había llevado a cabo una campaña sangrienta, dirigida principalmente a «islamistas armados» entre el 23 y el 31 de marzo.

Dejando de lado el blanqueo de los medios y la desinformación oficial, Malí ha sido escenario de muchos derramamientos de sangre en los últimos años, especialmente desde 2012, cuando una insurgencia militante en el norte amenazó con la desestabilización total de un país ya inestable y empobrecido. Hubo razones para la insurgencia, incluido el acceso repentino a escondites de armas de contrabando que se originaron en Libia luego de la guerra de Occidente en Trípoli en 2011. Miles de militantes que fueron expulsados ​​​​de Libia durante la guerra y sus secuelas encontraron refugio seguro en Malí, en gran parte sin gobierno. regiones del norte.

Sin embargo, con eso en mente, el éxito de los militantes ( logró apoderarse de casi un tercio del país en solo dos meses) no estuvo completamente relacionado con las armas occidentales. Grandes franjas de Malí han sufrido la negligencia gubernamental prolongada y la pobreza extrema. Además, el ejército de Malí, a menudo en deuda con intereses extranjeros, es muy odiado en estas regiones debido a sus campañas violentas y sus terribles abusos contra los derechos humanos. No es de extrañar que la rebelión del norte encontrara tanto apoyo popular en estos lugares.

Dos meses después de la rebelión tuareg en el norte, un oficial maliense y un contingente de soldados supuestamente descontentos derrocaron al gobierno electo en Bamako, acusándolo de corrupción y de no haber controlado a los militantes. Esto allanó el camino para la intervención militar de Francia en su antigua colonia con el pretexto de «luchar contra el terrorismo».

La guerra francesa en Malí, que comenzó en 2013, fue desastrosa desde el punto de vista de los malienses. Ni estabilizó el país ni proporcionó un plan integral para pacificar el norte rebelde. Siguieron la guerra, las violaciones de los derechos humanos por parte de los propios franceses y más golpes militares, sobre todo en agosto de 2020 y mayo de 2021.

Sin embargo, su intervención fue fructífera desde el punto de vista de Francia. Tan pronto como las tropas francesas comenzaron a llegar a Malí, Francia comenzó a reforzar su control sobre los países del Sahel, incluido Malí, lo que llevó a la firma de dos acuerdos de defensa, en 2013 y 2020. Ahí es donde termina la «historia de éxito» de África occidental francesa.

Aunque París logró profundizar más, no dio ninguna razón al pueblo o al gobierno de Malí para apoyar sus acciones. A medida que los franceses se involucraban más en la vida de los malienses, la gente común de todo el país, del norte y del sur, los detestaba y los rechazaba. Este cambio fue la oportunidad perfecta para que Rusia se ofreciera como una alternativa a Francia y Occidente. La llegada de Rusia a este complejo escenario permitió a Bamako diseñar una ruptura total con su dependencia total de Francia y sus aliados occidentales de la OTAN.

Incluso antes de que Francia terminara formalmente su presencia en el país, las armas y los técnicos militares rusos estaban aterrizando en Bamako. Los helicópteros de ataque, los sistemas de radar móviles y otra tecnología militar rusa reemplazaron rápidamente a las armas francesas. No es de extrañar que Mali haya votado en contra de la resolución de la Asamblea General de la ONU para suspender a Rusia del Consejo de Derechos Humanos.

Como resultado de la guerra de Ucrania y las sanciones occidentales que comenzaron a fines de febrero, Rusia ha acelerado su alcance político y económico, particularmente en el Sur Global, con la esperanza de disminuir el impacto de las sanciones internacionales lideradas por Occidente. Sin embargo, en verdad, la búsqueda geopolítica de Moscú en África Occidental comenzó antes del conflicto de Ucrania, y el apoyo inmediato de Malí a Rusia después de la guerra fue un testimonio del éxito de Moscú en la región.

Francia comenzó oficialmente su retirada de Malí en febrero pasado, pero París y otras capitales europeas son cada vez más conscientes de lo que perciben como una «amenaza rusa» en África occidental. Sin embargo, ¿cómo puede Occidente luchar contra esta amenaza, real o imaginaria, especialmente a la luz de la retirada francesa? Una mayor desestabilización de Malí es una opción. Quizás no fue una coincidencia que Bamako declarara el 16 de mayo que había frustrado un golpe militar en el país, alegando que los líderes del golpe eran soldados «apoyados por un estado occidental», presumiblemente Francia. Si el «golpe» hubiera tenido éxito, ¿significaría esto que Francia, u otro «país occidental», estaba planeando un regreso a Malí gracias a otra intervención militar?

Mientras tanto, Rusia no puede darse el lujo de perder a un amigo precioso como Malí en este momento crítico de aislamiento y sanciones occidentales. En efecto, esto significa que Malí seguirá siendo escenario de una guerra fría geopolítica que podría durar años. El ganador de esta guerra podría potencialmente reclamar la totalidad de África occidental, que sigue siendo rehén de la competencia mundial mucho más allá de las fronteras nacionales de la región.

Ramzy Baroud es periodista, autor y editor de Palestine Chronicle. Es autor de varios libros sobre la lucha palestina, entre ellos «La última tierra»: Una historia palestina’ (Pluto Press, Londres). Baroud tiene un doctorado en Estudios Palestinos de la Universidad de Exeter y es un académico no residente en el Centro Orfalea de Estudios Globales e Internacionales de la Universidad de California en Santa Bárbara. Su sitio web es www.ramzybaroud.net.

Por Alberto Senante para: Hffingtonpost.es/

Análisis del aumento del gasto militar entre los estados miembros

Hasta la pasada cumbre, la OTAN venía a ser una cuadrilla de amigos más o menos bien avenida, pero con sueldos, gustos e intereses muy diferentes. En esos encuentros, uno ellos, el líder, siempre se lamentaba y les pedía a los demás quedar con más frecuencia, y sobre todo, gastar más dinero en los planes que hacían juntos.

Así, según los datos de la propia organización de marzo de este año, de los 29 países miembro, sólo ocho cumplían con la directriz -no obligatoria- de destinar el 2% del presupuesto nacional a gasto militar, y de ellos únicamente Estados Unidos y Reino Unido son de los principales actores en cuanto a gasto total. El resto de los que “cumplen” eran Grecia, Polonia, Croacia y los tres países bálticos. Mientras que Francia, Rumanía, Eslovaquia, Noruega estarían a menos de 3 décimas de llegar a esa línea que se propuso en 2014 para ser alcanzada en diez años.

Detrás de ellos, les siguen por orden Montenegro, Bulgaria, Turquía, Portugal, Italia, Macedonia, Alemania, Países Bajos, Albania, Dinamarca, República Checa, Canadá, Eslovenia y Bélgica. En penúltima posición se situaría España, que a pesar de un reciente incremento llega al 1,03%, solo por delante de Luxemburgo (0,54%).

El informe también señala que ocho países destinan menos del 20% del gasto militar a equipos de armamento, o que en los últimos cinco años Estados Unidos ha incrementado su parte en el total de gasto militar que realizan los países miembros. Ahora éste gasta 726.000 millones de dólares, mientras que entre todos los demás “apenas” llegan a los 324.000. Por eso también Washington suele decidir dónde y cuándo se reúnen.

Y después de Madrid, ¿qué?

Ya en los meses previos a la cumbre de Madrid, tras la invasión rusa en Ucrania, varios países como España o Alemania habían anunciado que se encaminarían a superar ese listón del 2% del PIB nacional que plantean desde la OTAN y que en el caso español no se alcanza desde 1995. Tras la reunión, además de la adhesión de Suecia y Finlandia como nuevos miembros, se hizo evidente que los países apostaban por un aumento del gasto militar como forma de enfrentarse al enemigo ruso. “El 2% [del PIB] se considera cada vez más el suelo, no el techo”, afirmó el secretario general de la Alianza Atlántica, Jens Stoltenberg.

El Gobierno español anunció ayer un crédito extra de 1.000 millones de euros en defensa. Pero llegar a ese 2%, según los datos de la OTAN, supondría casi duplicar los 13.000 millones de dólares anuales más. Los expertos coinciden en que casi todos los países miembro, incluido España, cumplirán en los próximos años con ese porcentaje a menos que alguno se encuentre con una fuerte oposición interna.

Las disputas en la coalición

En nuestro país queda por ver cuánto consigue Unidas Podemos limitar ese incremento de gasto dentro del Gobierno. Pero cuesta además que otros apoyos parlamentarios del Gobierno como ERC, Bildu o Compromís, vayan a aprobar los presupuestos de 2023 con un aumento sustancial en la partida militar. El hecho de que Yolanda Díaz no sólo haya afeado las formas por la aprobación del crédito suplementario, sino que además haya pedido la convocatoria urgente de la mesa de seguimiento de la coalición con el PSOE, algo que no sucedía desde el pasado octubre, evidencia hasta qué punto este tema provoca una división total dentro del Ejecutivo. Las declaraciones sobre este tema se han lanzado como cuchillos. “No podemos vivir anclados en el pasado, en una realidad de flores y de paz que ya no existe”, afirmó por ejemplo en una entrevista a La Sexta la ministra de Defensa, Margarita Robles, en clara referencia a sus socios de Gobierno.

En qué se empleará ese posible incremento es otra de las claves. “Lo más fácil será comprar material nuevo, y una vez más, el que sale ganando es Estados Unidos que es el principal suministrador de Europa”, apunta Jesús Núñez, codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH), quien echa en falta un debate sobre qué intereses y qué amenazas reales tiene nuestro país y de acuerdo a ese diagnóstico determinar cuánto y en qué debe ser destinado el gasto en defensa.

Parece lógico que las siguientes compras en el club de la OTAN serán para reponer la munición y los dispositivos que se han donado a Ucrania para su resistencia ante Rusia. Fuentes de Defensa aseguraron a la agencia EFE que España tendrá que gastar más en “preparar y adiestrar a sus militares para tener más efectivos disponibles” a raíz de la decisión de la OTAN de pasar de 40.000 a 300.000 los soldados de “alta disponibilidad”. Para Alberto Estévez, analista en comercio de armas, el grueso del gasto se destinará a grandes planes de armamento para renovar la flota de submarinos, tanques, y aviones Eurofighter. “Será repetir lo que se hizo en los 90 y que aún estamos pagando hoy”.

Por su parte, Jordi Calvé, coordinador del Centro Delas, cree que la mayor parte del gasto responderá “no tanto a una lógica de defensa como de control militar global”, en especial para garantizar la presencia en la zona del Pacífico y en todas las rutas de suministro de materias primas y energía. Según este investigador, el tipo de gasto militar sigue muy condicionado por la oferta de la industria armamentística que ya tiene nuevos tipos de buques, aviones y sistemas que vender. Al mismo tiempo, señala que el gasto militar en España no sólo viene del presupuesto del Ministerio de Defensa, ya que hay partidas en otros como el de Industria o Exteriores, que harían llegar el porcentaje real de ese gasto a una horquilla entre el 1,6 y el 1,9% del PIB.

¿Así estaremos más seguros?

Los países de la OTAN han justificado el incremento del gasto ante las amenazas crecientes que suponen Rusia y China.

Pedro Sánchez apuntaba en el 40 aniversario de la Alianza Atlántica que la invasión a Ucrania había “abierto los ojos” a las sociedades de España y Europa de que “necesitan imperiosamente la seguridad” para seguir disfrutando de democracia y prosperidad.

En 2021, aún en plena pandemia y antes del conflicto en Ucrania, el gasto militar global ya suponía un récord histórico, superando por primera vez los 2 billones de dólares. ¿Un mayor gasto hará que estemos más seguros? Estévez subraya que aunque cuesta mucho romper con esa inercia de pensamiento “un mayor rearme no significan más seguridad”, y apunta como ejemplo a regiones como el Sahel o Centroamérica con mucha presencia militar pero donde la población está desprotegida.

Por el contrario, ante la misma cuestión, Núñez apunta que “en principio cabría responder que sí”, pero inmediatamente después puntualiza que ante amenazas como el terrorismo no sirve únicamente una respuesta militar, por lo que “no necesariamente un mayor gasto de defensa da más de seguridad si no se atienden también las causas estructurales [de la inseguridad]”.

Mientras que para el investigador del Centro Delás, este rearme “no cambiará mucho, sino que “reforzará una situación existente” de control militar protagonizado por Estados Unidos. Según sus cálculos, el gasto militar de los miembros de la OTAN y algunos de sus aliados como Japón o Corea del Sur ya supone más del 80% del total. Según Calvé, la Unión Europea ha optado por mantener su seguridad subordinada a los intereses de Estados Unidos, lo cual sí resultará perjudicial a largo plazo, ya que las necesidades de Europa y Rusia tienen muchos puntos en común. “Esta decisión supondrá más inseguridad energética, alimentaria, de suministros y económica”.

En abril de 2021, antes de todos estos incrementos previstos, la ONG Oxfam Intermón calculaba que la suma que el conjunto de países se gastaba en presupuesto militar en poco más de un día, 5.000 millones de euros, era la cifra que pedía la ONU para atender los casos de hambruna más graves en todo el mundo.

FUENTE: https://www.huffingtonpost.es/entry/radiografia-de-la-otan-cuanto-gasta-cada-pais-en-defensa-y-para-que-servira_es_62c44b99e4b0f612572c3eac?utm_source=Sailthru&utm_medium=email&utm_campaign=Spain0672022&utm_term=es-daily-brief

Es muy común leer que la Guerra de Ucrania ha puesto al mundo al borde de una nueva guerra mundial. Aún no ha estallado, pero puede hacerlo. Cuando escriben sobre esa futura guerra, esperan que ocurra algo que no va a ocurrir, mientras subestiman las verdaderas guerras que tienen delante de sus narices.

Por Juan Manuel Olarieta para mpr21

Parecería que las guerras que hay ahora mismo en curso no son tales guerras o no son mundiales, a pesar de que Estados Unidos tiene sus bases militares repartidas por todo el mundo y, sobre todo, por ciertas partes del mundo. Quizá guerras, como la de Yemen, se consideren poco importantes porque “sólo” son locales, guerras “civiles”, olvidando a los países implicados en ellas. Por ejemplo, Siria es un país ocupado militarmente por Estados Unidos y Turquía, y bombardeado periódicamente por Israel, que también ocupa los altos del Golán.

Quizá no tengamos en cuenta que la ciberguerra es una guerra, o que en los últimos años Estados Unidos y la OTAN han desatado casi 30 guerras, o que, en estos tiempos actuales, las guerras no se acaban nunca.

Quizá nadie se preocupe de tenerlas en cuentas a todas ellas y las consideren por separado. Quizá a algunos las guerras sólo les preocupa cuando se acercan a Europa. Quizá piensen que en una guerra mundial que merezca tal nombre algún bando tiene que disparar armas nucleares.

Estamos en una guerra mundial permanente porque así lo han impuesto Estados Unidos y su brazo ejecutor, la OTAN.

Si alguien cree que en una guerra mundial tiene que haber combates aéreos, batallas navales o choques de tanques entre la OTAN y Rusia, se equivoca. La guerra mundial es nueva porque no es otra cosa que lo que hemos conocido en la última década.

Es un choque militar claramente diferenciado de los anteriores, con el empleo de fuerzas especiales o de reacción rápida (NFR), con pequeñas unidades exhaustivamente entrenadas, capaces de sostenerse en un territorio hostil con acciones esporádicas, apoyadas en un vasto aparato tecnológico. Es algo imposible con “carne de cañón”, con grandes ejércitos reclutados entre la población y enviados al frente deprisa y corriendo.

Lo hemos vuelto a comprobar en las recientes declaraciones del Secretario General de la OTAN, Jens Stoltenberg, quien ha anunciado que la OTAN multiplicará por siete el número de tropas en alerta, hasta superar las 300.000 efectivos, frente a los 40.000 que tienen actualmente.

Es una fantasmada. Como todos los macarras, Stoltenberg y sus secuaces son unos bocazas que viven de la intimidación permanente de los más asustadizos.

Ni la OTAN ni los Estados miembros pueden tener ni mantener 300.000 soldados en estado de alerta.

No podrían lograrlo ni siquiera elevando el gasto militar por encima del 10 por cien, por no decir que los presupuestos bélicos se destinan a las armas, no a pagar a los soldados que las empuñan.

La ministra de Defensa alemana, Christine Lambrecht, ha ofrecido 15.000 soldados a la OTAN, es decir, una división completa, que es otro paripé. Lo que va a hacer es poner a una división ya existente en estado de alerta máxima, y nada más. Además, la OTAN necesita otras 19 divisiones más para alcanzar la cifra prometida, y ningún país miembro está en condiciones de hacerlo. Ni siquiera Reino Unido, por no hablar de países como Macedonia o los tres Estados bálticos.

Los miembros de la OTAN sólo disponen de unos pocos efectivos capaces de ir al frente de manera inmediata.

La Guerra de Ucrania demuestra que ni siquiera tienen municiones y armas en cantidad suficiente para una guerra a la vieja usanza contra un adversario del tipo de Rusia o China.

Los macarras preparan ejércitos para otro tipo de enemigos, mucho más pequeños, casi una policía militar, y no siempre son capaces de salir airosos.

La OTAN es una reliquia de la Guerra Fría, un aparato político que se mantiene en pie para que Estados Unidos pueda controlar Alemania y, a través de ella, a Europa. El pretexto siempre fue el “expansionismo soviético” y no ha cambiado desde entonces, aunque nunca hubo otra expansión que la de la propia OTAN.

Su papel es más policial que militar.

Lo que la Guerra de Ucrania demuestra es que la OTAN no va entrar nunca en guerras que no puede ganar gracias a una abrumadora superioridad de fuerzas. Biden no ha enviado tropas a Ucrania, pero sí a Somalia. Lo que cambia es el adversario.

FUENTE: https://mpr21.info/la-nueva-guerra-mundial-es-lo-que-tenemos-delante-mismo-de-nuestras-narices/

Por Daniel Davis

Frederick B. Hodges , excomandante general del Ejército de EE. UU.-Europa, afirmó el mes pasado que las fuerzas de Ucrania pronto frenarían el avance de Rusia y, según informó el New York Times , comenzarían a “retroceder sus ganancias a fines del verano”. Hodges dijo que su confianza se basaba en su creencia de que “la situación logística de Ucrania mejora cada semana, mientras que la situación logística de Rusia se degradará lentamente”.

Tales afirmaciones, sin embargo, están en contradicción con la realidad observable en el campo de batalla, y continúan una tendencia inquietante de décadas de consejos deficientes y engañosos dados por los principales oficiales militares de Estados Unidos.

Al escuchar en los últimos cuatro meses lo que los generales y almirantes retirados de Estados Unidos han dicho en la televisión, se le perdonaría a uno creer que Ucrania está ganando su guerra con Rusia, que las tropas y los líderes de Putin son incompetentes y que pronto las tropas ucranianas comenzarán a rodar la los rusos de vuelta.

Sin embargo, tal creencia estaría muy fuera de lugar, ya que la evidencia sustancial indica virtualmente lo contrario.

Una mirada optimista a la brutal batalla en Ucrania

Desafortunadamente, las evaluaciones optimistas, optimistas e inexactas de los oficiales de bandera de EE. UU. se han convertido en la norma en las últimas décadas. Si bien algunos generales actuales y anteriores dan evaluaciones excelentes y precisas, hay demasiados que no lo hacen. La consecuencia para la política estadounidense a menudo ha sido grave. Es hora de reevaluar cuánta credibilidad debemos otorgar a los generales y almirantes estadounidenses.

Como he relatado en estas páginas, las condiciones y los fundamentos militares claramente evidentes durante años han sugerido fuertemente que Ucrania no podría ganar una guerra con Rusia, y que tanto Kiev como Washington deberían haber tomado diferentes decisiones políticas basadas en esa realidad, tanto antes como después. desde la invasión ilegal de Rusia. Pero como se detalla gráficamente a continuación, los oficiales de bandera activos y retirados han afirmado continuamente que, ignorando la evidencia clara de lo contrario, Ucrania tiene la oportunidad de ganar la guerra.

Alentar a Ucrania a seguir luchando

Tales afirmaciones injustificadas han llevado a los políticos y al público estadounidense a creer, incorrectamente, que debemos continuar alentando a Ucrania a mantener su lucha contra Rusia. La política oficial estadounidense ha sido proporcionar a Kyiv armamentos sustanciales para defenderse y un apoyo emocional abrumador. 

Si los generales tuvieran razón, si Ucrania estuviera realmente cerca de ganar la guerra y si la ayuda que hemos ofrecido pudiera inclinar la balanza a favor de Kyiv, entonces nuestra política podría tener sentido. Pero no es así. Ucrania no está ganando la guerra y ni siquiera está cerca de la paridad, y mucho menos de la superioridad, con las fuerzas rusas.

En mi artículo más reciente en 19FortyFive , detallo muchas de las razones prácticas y militares por las que Ucrania está perdiendo la guerra y es probable que siga perdiendo. En mi evaluación, si Kyiv continúa negándose a buscar un acuerdo negociado con Rusia, algo que es comprensiblemente repugnante para muchos ciudadanos y gobiernos ucranianos, corren el peligro no solo de caer en un punto muerto a largo plazo, sino de perder la guerra.

No dudo en admitir que no puedo garantizar un resultado en esta guerra. Hay demasiadas variables e información que no tengo, y no tengo acceso al consejo secreto del estado mayor ruso o ucraniano, o al de los líderes occidentales de la OTAN . Varias cosas podrían cambiar la dinámica y la trayectoria de la guerra, que no se conocen públicamente. Por supuesto, los eventos que aún no han sucedido podrían dar lugar a cambios importantes en el rumbo.

Pero como lo expliqué en detalle , las tendencias actuales y los fundamentos militares revelan que Ucrania, sin duda, está perdiendo esta guerra. Para que las condiciones cambien lo suficientemente dramáticamente como para hacer posible una eventual victoria militar ucraniana, como siguen afirmando muchos generales, se requeriría un cambio radical de las realidades actuales. Más allá de la mera retórica, no hay evidencia de que se avecine un cambio tan radical. Por lo tanto, es irresponsable, sostengo, decirle al pueblo estadounidense que el resultado deseado es posible cuando toda la evidencia grita que no lo es, y francamente cruel con las Fuerzas Armadas de Ucrania y la población civil, para fomentar la creencia de que tienen una oportunidad.

¿Debe Washington cambiar de rumbo?

Para tener la mejor oportunidad de proteger los intereses nacionales vitales de Estados Unidos y salvar a la mayor cantidad posible de ucranianos de ser asesinados, Washington debe cambiar de rumbo y comenzar a formular políticas basadas en una evaluación franca y honesta de las realidades diplomáticas, económicas y de combate de este país. guerra. Sin embargo, será difícil llegar a ese lugar racional, a menos que primero reconozcamos que las imágenes consistentemente optimistas pintadas por los oficiales de bandera de Estados Unidos en las últimas décadas han sido atroces.

Mis 21 años de servicio activo en el Ejército de los EE. UU., incluidos cuatro despliegues de combate, me han puesto en condiciones de observar personalmente muchos de los errores y malos juicios de generales activos y retirados. El resultado acumulativo de sus consejos frecuentemente defectuosos ha sido uniformemente malo para nuestro país, lo que ha resultado en algunas de las peores decisiones militares y de política exterior que ha tomado nuestro país.

Ya se trate de afirmaciones rutinarias, hechas durante un período de 20 años, de éxito en la Guerra de Afganistán cuando los acontecimientos demostraron de manera concluyente que siempre fue un fracaso desastroso , o afirmaciones perpetuas de éxito durante y después de la guerra de Irak de 2003, ante las Fuerzas de Seguridad Iraquíes, la El entrenamiento estadounidense se desvaneció en el primer contacto con el Estado Islámico: los principales líderes militares estadounidenses han engañado constantemente al público estadounidense sobre el verdadero estado de las cosas. 

Desde prácticamente el comienzo de la guerra entre Ucrania y Rusia, los generales activos y retirados estadounidenses han afirmado constantemente que las tropas rusas eran incompetentes , que sus tropas eran indisciplinadas, arrogantes , sin motivación y, a veces, se rebelaron contra sus líderes y se negaron a luchar. Los rusos, afirmaron muchos generales, no podían ganar , y el general Hodges afirmó que Ucrania comenzaría a hacer retroceder a las tropas de Putin antes de finales de este verano.

Sin embargo, Rusia controla más del 20 por ciento del territorio ucraniano y continúa conquistando centro urbano tras centro urbano en Donbas, matando a más de 200 soldados por día, hiriendo a otros 500 en el proceso. 

Rusia supera a Ucrania 20-1 en obuses , 40-1 en proyectiles de artillería y cohetes, y tiene una ventaja significativa en potencia aérea. No existe una base racional sobre la cual afirmar que Ucrania puede detener a los rusos, y mucho menos hacerlos retroceder.

Es apropiado, a la luz del terrible historial que los oficiales generales activos y retirados han acumulado en las últimas décadas, que tanto los medios de comunicación como el público deberían examinar más a fondo las futuras afirmaciones hechas por los generales. Es comprensible por qué muchos confiarían en la palabra de un comandante superior: por lo general, tienen más de 30 años de experiencia y han servido en los niveles más altos. Pero la evidencia confirma que esta confianza se ha perdido y depende de los generales recuperar esa confianza. Decir la verdad y dar evaluaciones honestas sería un buen lugar para comenzar. 

Daniel L. Davis , ahora editor colaborador de 1945, es miembro sénior de Prioridades de defensa y ex teniente coronel del Ejército de EE. UU. que se desplegó en zonas de combate cuatro veces. Es el autor de » La hora once en 2020 América». Síguelo @DanielLDavis .

FUENTE https://www.19fortyfive.com/2022/07/u-s-generals-have-been-wrong-on-ukraine-we-shouldnt-be-shocked/

DOSSIER GEOPOLITICO DG le está invitando a la octava Conferencia del Ciclo 2022

VIII Conferencia: “América Latina-Rusia: una puerta al futuro”

Sábado 9 julio 2022 05:00 p. m. Buenos Aires, Georgetown

España 10,00 hs pm; Costa Rica 02,00 hs pm; Brasil 05,00 hs pm; Rusia 11,00 hs pm, Perú 15,00 hs pm

Disertará: el Magister Hernando Kleimans, historiador, periodista, especialista en relaciones económicas Argentina-Rusia. Lic. Licenciado en Ciencias Históricas y Master en Relaciones Económicas Internacionales de la Academia de Rusia. Ex director de la Casa de la Provincia de Buenos Aires en Rusia. Corresponsal de medios argentinos en Moscú y de medios rusos en Buenos Aires. Periodista de Internacionales en las Agencias Télam; DyN; UPI; EFE; APN y numerosos medios radiales televisivos y escritos

Con 19 libros sobre las relaciones de Rusia y América Latina. 

Unirse a la reunión Zoom

https://us02web.zoom.us/j/82866241439?pwd=bjJdS7jQlYIW_40xMz5v772V-Z9Hfy.1

ID de reunión: 828 6624 1439

Código de acceso: 048325

Carlos Pereyra Mele

Director de Dossier Geopolitico DG

Serguei Lavrov suele comparar a Occidente con una fiera herida. Y estima que es mejor ‎no provocarlo para evitar que destroce todo en un ataque de locura. Es mejor ‎guiarlo en paz hacia el cementerio. Pero Occidente no lo ve de la misma manera. ‎Washington y Londres están embarcados en una cruzada contra Moscú y Pekín. ‎Rugen constantemente y parecen dispuestos a todo. Pero, ¿qué pueden hacer ‎en realidad?‎

Biden-Johnson G7

La cumbre del G7 en Baviera y la de la OTAN en Madrid iban a anunciar el castigo de Occidente ‎contra el Kremlin por su «operación militar especial en Ucrania». Pero, aunque la imagen que ‎se ha resaltado ha sido la de una unidad entre las potencias occidentales, la realidad muestra ‎que esas potencias están desconectadas… de las realidades, que han perdido audiencia en el mundo entero y que, ‎en definitiva, están ante el fin de su hegemonía. ‎

Mientras los occidentales se convencen a sí mismos de que lo que está en juego es Ucrania, ‎el mundo los ve atrapados en la «trampa de Tucídides» 1. ‎‎¿Seguirán las relaciones internacionales organizándose alrededor de ellos o acabarán siendo ‎finalmente multipolares? ¿Se liberarán los pueblos hasta ahora sometidos y alcanzarán la ‎soberanía? ¿Será posible pensar de una manera que no sea en términos de dominación global y ‎dedicarnos todos al desarrollo de todos?‎

Los occidentales han imaginado, alrededor de la «operación militar especial» rusa en Ucrania, ‎una narrativa que no menciona lo que ellos mismos han hecho desde la disolución de la Unión ‎Soviética. Prefieren olvidar que sus países firmaron la Carta de Seguridad Europea –también ‎conocida como la Declaración de Estambul de la OSCE. Prefieren olvidar también que ‎ellos mismos violaron lo estipulado en ese documento metiendo uno a uno en la OTAN a todos ‎los ex miembros del Pacto de Varsovia y a varios de los nuevos Estados postsoviéticos. Tampoco quieren recordar que ellos mismos derrocaron el gobierno ucraniano en 2004, ni el golpe ‎de Estado mediante el cual instauraron en Kiev un régimen de nacionalistas banderistas, ‎en 2014. Sin hablar de todo ese pasado, atribuyen todos los males a Rusia y se niegan a ‎cuestionar lo que ellos mismos hicieron anteriormente, consideran que sólo “aprovecharon” ‎ciertas coyunturas y estiman que sus victorias pasadas les confieren derechos. ‎

Para sostener esa narrativa imaginaria, los occidentales recurren a la censura de los ‎medios rusos en sus propios países. En otras palabras, los occidentales se venden como «demócratas»… pero ‎más vale censurar las voces discordantes que tener que mentir. ‎

Todas las potencias occidentales abordan, unánimemente, el conflicto ucraniano convenciéndose ‎a sí mismas de que tienen el deber de juzgar, condenar y sancionar a Rusia. Han chantajeado a los ‎países más pequeños para imponer en la Asamblea General de la ONU un texto que parece darles ‎la razón. Y ahora planean desmantelar Rusia, como antes lo hicieron con Yugoslavia y como ya ‎han tratado de hacerlo con Irak, Libia, Siria y Yemen, mediante la estrategia Rumsfeld-Cebrowski ‎‎ [2].‎

Para lograr ese objetivo han comenzado a aislar a Rusia de la finanza internacional y del comercio ‎mundial, le han cortado el acceso al sistema SWIFT y a Lloyds, impidiéndole no sólo comprar y ‎vender sino también garantizar el transporte de sus mercancías. Están tratando de provocar el ‎derrumbe económico de la Federación Rusa. De hecho, el 27 de junio pasado, la agencia Moody’s ‎declaró a Rusia en default (impago) [3]. ‎

Pero nada de eso ha tenido el efecto esperado… porque todo el mundo sabe que las arcas del Banco ‎Central ruso están llenas de divisas y de oro. En realidad, Rusia pagó los 100 millones que tenía ‎que pagar pero no pudo transferirlos a Occidente… por causa de las sanciones occidentales. ‎Así que Moscú puso ese dinero en una cuenta en espera de que los acreedores busquen ‎la manera de tener acceso a esos fondos. ‎

Mientras tanto, la Federación Rusa, que ya no recibe pagos de los occidentales, ha comenzado a ‎vender sus productos, específicamente sus hidrocarburos, a otros compradores, principalmente ‎a China. Como los pagos ya no pueden efectuarse en dólares, Moscú está cobrando en otras ‎monedas. Por consiguiente, los dólares que los clientes de Rusia utilizaban antes para pagar los ‎productos rusos están regresando a Estados Unidos.

Ese proceso ya estaba en marcha desde ‎hace años pero las sanciones unilaterales occidentales lo han acelerado bruscamente. La enorme ‎cantidad de dólares que están regresando a Estados Unidos –y acumulándose allí– está desatando ‎una imponente alza de precios en suelo estadounidense. La Reserva Federal trata de hacer todo ‎lo posible por desviar una parte del alza de precios hacia los países de la eurozona. Resultado: el ‎alza de precios se propaga a toda velocidad por todo el oeste de Europa. ‎

A todas estas, el Banco Central Europeo (BCE) no es una entidad concebida para favorecer el ‎desarrollo económico. Su misión primordial consiste en manejar la inflación dentro de la Unión ‎Europea. Al comprobar que no tiene como frenar el brusco aumento de los precios en Europa, el ‎BCE trata de utilizar esa tendencia para reducir su propia deuda. Así que el Banco Central ‎Europeo está invitando los Estados miembros de la Unión Europea a compensar, mediante ‎reducciones de impuestos y subvenciones, el repentino derrumbe del poder adquisitivo de sus ‎‎“ciudadanos europeos”. Pero eso es caer en un círculo vicioso: al ayudar a sus ciudadanos, ‎los países miembros de la Unión Europea se entregan –atados de pies y manos– al Banco ‎Central Europeo, se encadenan todavía más a las deudas de Estados Unidos y se empobrecen ‎aún más. ‎

Esta espiral inflacionista no tiene puerta de salida. Es la primera vez que Occidente se ve ‎obligado a “tragarse” los dólares que Washington ha venido imprimiendo alegremente durante ‎décadas. El alza de precios en Occidente corresponde al costo de los gastos del imperio yanqui ‎durante al menos los últimos 30 años. Es ahora cuando Occidente se ve obligado a pagar ‎lo que costaron sus guerras contra Yugoslavia, Afganistán, Irak, Libia, Siria y Yemen. ‎

Hasta ahora, Estados Unidos mataba a todo aquel que amenazaba la supremacía del dólar. ‎Colgaron a Saddam Hussein y saquearon el Banco Central iraquí. Torturaron y lincharon a ‎Muammar el-Kadhafi –quien estaba preparando el lanzamiento de una moneda única panafricana– ‎y saquearon el Banco Central libio. Las enormes reservas que esos Estados petroleros habían ‎acumulado durante años “desaparecieron” sin dejar rastro. Sólo se vio algunos militares ‎estadounidenses partir con decenas de miles de dólares, a menudo envueltos en sacos plásticos ‎usualmente destinados a envolver la basura. Al excluir a Rusia de los intercambios en dólares, ‎Washington no ha hecho otra cosa que provocar lo que tanto temía: el dólar estadounidense ‎ha dejado de ser la divisa de referencia internacional. ‎

La mayoría del resto del mundo no es ciega. Viendo lo que sucede muchos corrieron a participar ‎en el Foro Económico de San Petersburgo y después trataron de inscribirse en la cumbre virtual ‎de los países del BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica). Esa mayoría se da cuenta ahora –‎un poco tarde– de que Rusia inició la «Asociación de Eurasia Ampliada» en 2016 y de que ‎el ministro ruso de Exteriores, Serguei Lavrov, hizo el anuncio en ese sentido, ante la Asamblea ‎General de la ONU, en septiembre de 2018 [4]. ‎

Durante 4 años, se han construido muchos kilómetros de carreteras y de vías férreas para ‎integrar a Rusia en las nuevas «rutas de la seda» concebidas por China. Eso ha permitido ‎redireccionar –en sólo meses– los flujos de mercancías. ‎

El reflujo de los dólares estadounidenses y el redireccionamiento de los flujos de mercancías están ‎acentuando además el alza de los precios de la energía. Rusia, uno de los primeros exportadores ‎de hidrocarburos de todo el mundo, está viendo sus ingresos aumentar considerablemente en ‎ese sector. La moneda rusa –el rublo– goza de mejor salud que nunca. En un esfuerzo por ‎revertir esa tendencia, el G7 acaba de fijar un precio tope para el gas ruso y para el petróleo ‎ruso. En otras palabras, el G7 acaba de ordenar a la «comunidad internacional» que no acepte ‎pagar más caro por los hidrocarburos que necesita desesperadamente. ‎

Pero es evidente que Rusia no piensa permitir que Occidente fije los precios de los productos ‎rusos. Quien no quiera pagarlos al precio del mercado… sencillamente no podrá obtenerlos y ‎parece muy poco probable los clientes potenciales se priven de lo que necesitan ‎sólo para complacer a Occidente. ‎

El G7 trata de organizar su supremacía, al menos en el plano intelectual [5]. Pero eso ya no funciona. El viento sopla ahora en otra dirección. Se han ‎acabado los cuatro siglos de hegemonía occidental. ‎

Desesperado, el G7 se ha comprometido a resolver la crisis mundial de los alimentos… que es ‎resultado de su propia política. Los países afectados saben perfectamente lo que valen los ‎‎“compromisos” del G7. Todavía están esperando por el famoso gran plan de desarrollo para ‎África, entre otras muchas promesas occidentales. Esos países saben que Occidente simplemente ‎no puede garantizarles fertilizantes nitrogenados o potásicos, pero se empeña en impedir Rusia los venda. Las famosas ayudas del G7 –tan útiles como una venda en una pierna plástica– no tienen otro ‎objetivo que hacerlos esperar y tratar de evitar que se cuestionen los sagrados principios del ‎libre comercio. ‎

La cumbre de la OTAN en Madrid quiso ser una demostración de unidad y poderío. Pero ‎los países miembros de esa alianza bélica sólo fueron convocados para firmar lo que ‎Washington y Londres ya habían decidido… sin consultarlos. La unidad mostrada en Madrid ‎fue en realidad otra demostración de ese vasallaje que muchos quisieran dejar atrás.‎

La única opción posible para mantener la dominación occidental es la guerra. La OTAN tendría ‎que lograr destruir Rusia, como Roma cuando arrasó Cartago. Pero, ya es tarde para eso. ‎Las fuerzas armadas de la Federación Rusa disponen de sistemas de armas mucho más ‎sofisticados que Occidente. Y ya los pusieron a prueba en Siria, desde 2014. Rusia tiene ‎lo necesario para aplastar a sus enemigos en cualquier momento. En 2018, el presidente ‎Vladimir Putin mostró a los parlamentarios rusos los sorprendentes progresos de su industria ‎bélica [6].‎

La cumbre de la OTAN en Madrid fue una linda operación de comunicación [7]. Pero probablemente fue también el canto del cisne. Los 32 miembros de la OTAN ‎proclamaron su unidad con la desesperación de quienes temen a la muerte. Como si nada, ‎adoptaron primero una estrategia para dominar el mundo durante los 10 próximos años, ‎señalando el «crecimiento» de China como una fuente de preocupación [8], lo cual equivale a ‎confesar que el objetivo de la OTAN no es garantizar la seguridad de sus miembros sino ‎más bien dominar el mundo. Seguidamente, abrieron el proceso de adhesión de Suecia y ‎Finlandia y se plantearon además la posibilidad de acercarse a las fronteras de China, con una ‎eventual adhesión de Japón. ‎

El único incidente, rápidamente puesto bajo relativo control, fue la presión turca que obligó a ‎Finlandia y Suecia a condenar el PKK [9]. Incapaz de enfrentar la presión ‎de Turquía, Estados Unidos abandonó a sus aliados –los mercenarios kurdos en Siria y sus líderes ‎en el extranjero. ‎

También se decidió multiplicar por 7,5 la Fuerza de Acción Rápida de la OTAN, haciéndola pasar ‎de 40 000 a 300 000 efectivos, y estacionarla en la frontera con Rusia. Con esa decisión, los ‎miembros de la OTAN vuelven a violar los compromisos ya contraídos y estipulados en la Carta de ‎Seguridad Europea ya que amenazan directamente a Rusia. ‎

Mientras tanto, el Pentágono ya está haciendo mapas sobre el desmantelamiento de Rusia que ‎espera concretar. ‎

El ex embajador de Rusia ante la OTAN y actual director de Roscosmos, Dimitri Rogozin, ‎respondió a esas elucubraciones publicando en su cuenta de Telegram, las coordenadas de tiro ‎de los centros de decisión de la OTAN –incluyendo las del centro de convenciones de Madrid ‎donde estaban reunidos los jefes de Estado y/o de gobierno de esa alianza militar [10]. ‎

No hay que olvidar que Rusia ya dispone de vectores hipersónicos, actualmente imposibles de ‎interceptar, capaces de poner en sólo minutos una o más cargas nucleares encima de la sede de ‎la OTAN, en Bruselas, e incluso en el Pentágono, en Washington. Y, para que nadie se ‎equivoque, Serguei Lavrov, precisó –refiriéndose a los discípulos de Leo Strauss, sólidamente ‎posicionados en la cúpula de Washington– que las decisiones militares de Occidente ni siquiera ‎son cosa de los militares sino que se toman en el Departamento de Estado estadounidense, ‎lo cual implica que ese pudiera ser el primer blanco. ‎

Se imponen entonces varias interrogantes. ¿Están dispuestos los dirigentes occidentales a jugarse ‎el todo por el todo? ¿Asumirán el riesgo de desatar una Tercera Guerra Mundial –sabiéndola ‎perdida de antemano– únicamente para no hundirse solos?‎

Thierry Meyssan Intelectual francés, presidente-fundador de la Red Voltaire y de la conferencia Axis for Peace. Sus análisis sobre política exterior se publican en la prensa árabe, latinoamericana y rusa. Última obra publicada en español: De la impostura del 11 de septiembre a Donald Trump. Ante nuestros ojos la gran farsa de las «primaveras árabes» (2017).

[1Destined For War: Can America ‎and China escape Thucydides’s Trap?, Graham T. Allison y Houghton Mifflin Harcourt, 2017.

[2] ‎«El proyecto militar de Estados Unidos para el ‎mundo» y «La doctrina Rumsfeld-Cebrowski», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 22 ‎de ‎agosto ‎de 2017 y 25 de mayo de 2021.‎

[3] “Government of Russia: Missed coupon payment ‎constitutes a default”, Moody’s, 27 de junio de 2022.

[4] “Remarks by Sergey Lavrov to the 73rd Session of ‎the United Nations General Assembly”, por Serguei Lavrov, Voltaire ‎Network, 28 de septiembre de 2018; «ONU, nacimiento del mundo postoccidental», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 2 de octubre de 2018.

[5] «Communiqué des ‎chefs d’Etat et de gouvernement du G7 d’Elmau», Réseau Voltaire, 28 de ‎junio de 2022.

[6] “Vladimir Putin Address to the Russian Federal Assembly” por ‎Vladimir Putin, Voltaire Network, 1º de marzo de 2018; «El nuevo arsenal nuclear ruso restaura la bipolaridad del mundo», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 6 de ‎marzo de 2018.

[7] «Los elementos claves de la Cumbre de la OTAN de 2022 en Madrid», Red Voltaire, 29 de junio ‎de 2022.

[8] «OTAN 2022 Concept ‎Stratégique», Réseau Voltaire, 29 de junio de 2022.

[9] “Turkiye, Sweden, Finland Memorandum”, Voltaire Network, 28 de junio de 2022.

[10] «Rusia amenaza los centros de decisión ‎de Occidente», Red Voltaire, 28 de junio ‎de 2022.

FUENTE VOLTAIRE NET https://www.voltairenet.org/article217562.html

Europa en un paréntesis veraniego, como en 1914 por Alastair Crooke*

Mientras Occidente piensa que la crisis ucraniana se está convirtiendo en algo parecido a la Guerra Fría, las circunstancias históricas y materiales dicen lo contrario : el mundo está al borde de un acontecimiento de la magnitud de la Primera Guerra Mundial.

La narrativa común es que Occidente ha entrado en una Guerra Fría similar a la que se libró contra la Unión Soviética y que, al igual que en aquella lucha anterior, su resultado debe ser la reafirmación primordial del modelo económico, político y civilizatorio estadounidense.

Sin embargo, una analogía mucho mejor sería considerar una época anterior que no terminó con un triunfo de la Guerra Fría, sino con un tsunami de guerra caliente que desempoderó al mundo entero. Fue un periodo en el que los responsables políticos (y los mercados) no apreciaron el creciente peligro que se acumulaba durante el letargo veraniego entre el asesinato del archiduque Francisco Fernando a finales de junio de 1914 y el estallido de la guerra cinco semanas después.

Es cierto que entonces se tenía la sensación de que dos alianzas fuertemente armadas estaban en curso de colisión. Pero ya se habían producido episodios de guerra de desgaste, y fue el fracaso de estos episodios lo que creó la sensación de que el statu quo podía -y debía- continuar indefinidamente. La opinión estaba influenciada por el bestseller de 1909 de Norman Angell, «La gran ilusión«, que argumentaba que la guerra se había vuelto imposible porque el comercio mundial y los flujos de capital estaban demasiado vinculados.

Lo que no se apreció del todo en aquel momento fue que Gran Bretaña había estado observando sigilosamente, con indignada ira, la inminente amenaza que suponía para su imperio la floreciente ambición de Alemania de adquirir su propio imperio rival. Gran Bretaña llevaba tiempo preparándose para arrebatar esta «chutzpah» [audacia] alemana. La Guerra de los Bóers de 1899-1902 tenía como objetivo principal permitir a Gran Bretaña adquirir la riqueza financiera de Sudáfrica para financiar su rearme.

Las circunstancias de mediados de 1914 (el momento de Sarajevo) parecían muy propicias, tanto para las aspiraciones de imperio de Alemania como para la creencia británica de que era una oportunidad para aplastarla por completo. Al igual que Moscú ve ahora a Ucrania como la bisagra de una arquitectura global diferente, Washington ve un atolladero ucraniano como un feliz accidente para su deseo de aplastar las aspiraciones rusas y chinas que ahora amenazan con desalojar el imperio estadounidense «basado en reglas».

La Guerra de los Balcanes de 1912-1913 arrastró a Austria-Hungría, aliada inconstante de Alemania, a la lucha contra Rusia. Al igual que hoy, la guerra de Ucrania de Biden ha logrado involucrar a la (veleidosa) Europa en el puro objetivo estadounidense de neutralizar a Rusia.

El conflicto ucraniano, que ahora pende de un pivote ante una cada vez más probable victoria rusa, es metafóricamente el «momento Sarajevo» de hoy. Estamos atrapados en el interregno de la ilusión, mientras los complacientes líderes europeos apuestan a que Biden seguramente ganará y se restablecerá la «normalidad».

Hay que recordar que Gran Bretaña inició su operación de fragmentación de Alemania a principios del siglo XX intentando desmantelar las líneas de abastecimiento del mundo -para preservar las suyas- e impedir que Alemania accediera a sus enlaces exteriores.

Como parte de esta operación, Gran Bretaña estableció un bloqueo naval que tuvo el efecto involuntario de canalizar las resurgentes ambiciones alemanas hacia el este, a través de la llanura europea, y finalmente hacia Rusia.

Todos sabemos que esta concatenación de acontecimientos terminó en dos guerras mundiales y la subsiguiente devastación económica de Europa, allanando el camino al siglo americano.

¿Cómo explicar el segundo episodio contemporáneo de somnolencia e imprudencia política de Europa en cien años ? La herramienta de Gran Bretaña para preparar el espacio de batalla contra Alemania en el siglo pasado fue la diplomacia a la antigua. Gran Bretaña construyó una alianza diplomática contra Alemania. Pero Estados Unidos aportó una nueva herramienta para preparar el espacio de batalla europeo : su inversión de la tesis de Antonio Gramsci de que la esfera cultural es el ámbito más productivo para la lucha política.

Así, en lugar de que la cultura sea el lugar de la acción revolucionaria contra una élite (según Gramsci), las plataformas sociales y los medios de comunicación estadounidenses y europeos, libres de rivales no occidentales, se han convertido precisamente en el lugar en el que el «sistema» -la élite- puede reafirmarse, neutralizando la posibilidad de resistencia política a través del dominio de la esfera cultural : La demonización de China y Rusia por los algoritmos de las principales plataformas y medios de comunicación.

Así es como una Europa en gran parte resistente a la guerra puede volverse contra China y Rusia, con las élites europeas acompañando, en nombre de la promoción de sus valores liberales «universales«.

Lo que es diferente hoy es también lo más preocupante. La suposición inicial parece haber sido que utilizar el poder financiero y comercial de Estados Unidos -mientras éste siga siendo dominante- para colapsar la economía de Rusia, contener a China y someter a Europa a un vasallaje tecnológico, sería en sí mismo suficiente para contener el riesgo de guerra caliente.

Pero está ocurriendo lo contrario. El vergonzoso fracaso de la guerra financiera ha obligado a Biden a lanzar una maniobra de distracción para encubrir este fracaso, que no sólo no ha conseguido derribar a Rusia, sino que ahora corre el riesgo de colapsar la economía europea, lo que supone un gran riesgo colateral para el propio sistema financiero estadounidense.

Por ejemplo, Biden dijo que EE.UU. intervendría en Taiwán si China lo atacaba, cerrando así el eje China-Rusia. En Ucrania, Estados Unidos y la OTAN se acercan cada vez más a un enfrentamiento directo con las fuerzas militares rusas. Alrededor de Ucrania, la CIA está encendiendo una serie de incendios de maleza en la periferia ucraniana, desde Moldavia hasta Kazajistán (reavivando viejas tensiones). Biden hace la vista gorda ante el intento de Polonia de anexionarse discretamente sus antiguas reivindicaciones territoriales en el oeste de Ucrania o se confabula con ella (amenazando con abrir una serie de viejas heridas de Europa del Este).

En Asia Oriental, Estados Unidos ha encendido fuegos en Pakistán ; lo está intentando en Afganistán y con los kurdos ; y lo más importante, está practicando un ataque militar conjunto con Israel contra Irán.

Y la administración Biden ha facilitado -mientras Europa observa con creciente preocupación- una Alemania que está iniciando un nuevo intento de transición -que se hace eco de las anteriores aspiraciones de la «Gran Alemania», recordando precisamente el marco europeo anterior a la Primera Guerra Mundial- con sus élites apuntando de nuevo a Rusia. La militarización completa de la sociedad alemana está, una vez más, en marcha. Alemania y Estados Unidos ya colaboran estrechamente en Ucrania y en las acciones de la OTAN contra Rusia.

La gravedad de este cambio se puede plasmar en lo que podría parecer una nota esotérica a pie de página de una declaración diplomática ; de hecho, es todo lo contrario. En la declaración conjunta ruso-china de septiembre de 2020, un vector clave fue la «verdad histórica» sobre la Segunda Guerra Mundial. En pocas palabras, ambos estados argumentan que en una campaña occidental aparentemente inocua, se están falsificando sistemáticamente los hechos históricos (en países como Polonia y los Estados Bálticos), a menudo con el sutil estímulo de Estados Unidos. La narrativa se transforma para presentar la Segunda Guerra Mundial como una en la que la «familia europea» se unió para luchar contra Rusia.

El objetivo es claro. Su importación (una Alemania dominante militarizada) es explosiva para Europa. (¿Es éste el objetivo secundario de Washington ?) Lo que parece tan perverso es que todo este juego con fuego se supone que ayudará a Biden a no perder demasiado en las elecciones de noviembre.
¿Incendio provocado para apoyar una causa perdida ?

Alastai Crooke* para Al Mayadeen

Original : Europa en un somnoliento paréntesis veraniego – como en 1914  ». Al Mayadeen, Beirut, 5 de junio de 2022.

[*Alastair Crooke, diplomático británico, fundador y director del Conflicts Forum . Fue una figura destacada de la inteligencia militar británica, la Sección 6 (MI6) y de la diplomacia de la Unión Europea. Se le concedió la d(istinguida Orden de San Miguel y San Jorge (CMG), una orden de caballería británica fundada en 1818.)]

Traducción del inglés por y para : El Correo de la Diáspora.


Ucrania no estaba en la OTAN, pero la OTAN estaba en Ucrania desde 2014. Tres meses después de su inicio, comprendemos mejor el cúmulo de irresponsabilidades multilaterales que han desembocado en esta guerra. Por Rafael Poch

Emplazamientos de la OTAN en Ucrania (amarillo y azul): Instalaciones no oficiales de la OTAN (solo en azul) Instalaciones oficiales de la OTAN) –Polígono 242 del ejército regular de Goncharovski, región de Chernigov. –Polígono 233 del ejército regular del pueblo Málaya Liubasha, región de Rovno -Centro internacional de mantenimiento de la paz y la seguridad de Yavoriv, región de Lviv. –Base de la flota británica de Yuzni, región de Odesa. –Base de mando operativo de la flota de EE.UU de Ochakov, región de Nikolayev. –Centro de observación y escucha de la isla Zmeiny. –Centro 235 de preparación, pueblo Mijailovka, región de Nikolayev. -Polígono 241 del ejército regular de Aleshki, región de Jerson. -Centro de entrenamiento de tiradores de precisión de Mariupol, región de Donetsk. –Campamento militar de la OTAN de Shostka, región de Sumy. -Campamento de la OTAN, Sumy.

Cuando el 24 de febrero Rusia invadió Ucrania desconocíamos muchos detalles de esa criminal y desgraciada aventura. Hoy, cuando los peligros de una escalada militar entre Occidente y Rusia se incrementan con las semanas hasta producir vértigo en un diario belicista de Nueva York, sabemos con certeza que aunque Ucrania no estaba en la OTAN, la OTAN estaba en Ucrania. Desde hace años. Lo que eso significaba y significa en la práctica lo sabemos, no a través de informaciones y propagandas justificatorias rusas, sino por fuentes de Estados Unidos: por declaraciones de sus personalidades e informes de sus medios de comunicación.

El rearme atlantista de Ucrania comenzó inmediatamente después de la revuelta popular y operación de cambio de régimen del invierno de 2014. Las fuerzas nacionalistas antirusas que no representaban ni a la mitad del país (obviamente ahora el panorama ha cambiado radicalmente), se hicieron entonces definitivamente con el poder en Kiev. Al derogar el precepto de no alineamiento de la Constitución ucraniana y optar abiertamente por una decidida disciplina occidental, esas fuerzas rompieron el delicado equilibrio plural entre las regiones del Oeste y el Este sobre el que reposaba la integridad territorial del país, desencadenaron una guerra civil en Donbas y también la anexión de Crimea, una reacción rusa de consolación a la debacle que los intereses de Moscú habían sufrido en Kíev y que la administración Obama leyó como un intolerable desafío militar merecedor de ejemplarizante castigo.

Según el Instituto Internacional de Investigaciones sobre la Paz de Estocolmo (SIPRI), desde entonces y hasta 2021, Ucrania incrementó su gasto militar un 142% (Rusia un 11%).

A partir de 2015, Estados Unidos se gastó 5000 millones de dólares en armas a Ucrania. En ese mismo periodo se formaron “por lo menos 10.000 hombres de las fuerzas armadas ucranianas al año “durante más de ocho años” en el cuadro de la OTAN, informó el 13 de abril The Wall Street Journal en un artículo titulado; El secreto del éxito militar de Ucrania: años de entrenamiento de la OTAN.

Muchos de esos, por lo menos, 80.000 hombres, fueron formados en los “estándares militares occidentales” y “tácticas modernas de combate” en la base de Yavoriv (Yavorov), cerca de Lviv.

Yavoriv es un enorme campo de entrenamiento de 200 kilómetros cuadrados de extensión (tres veces el área metropolitana de París), que fue objeto de un sonado ataque de misiles ruso el 13 de marzo. Al principio allí se formaban unidades de la Guardia Nacional y luego del ejército regular. Cuando empezó la guerra, “por lo menos ocho países de la OTAN” estaban formando en Yavoriv a militares ucranianos. Lo aprendido con esa dilatada labor de formación y modernización, “ha tenido un impacto significativo” en el curso de la guerra, ha dicho el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg.

La CIA formó también unidades de élite y de inteligencia ucranianas en territorio de Estados Unidos. El programa tuvo problemas, porque se sospechaba que el contingente estaba infiltrado por informantes rusos, lo que exigió restricciones de información y filtrados de seguridad, informaba en enero el corresponsal para asuntos de seguridad Zach Dorfman. Los rusos estaban al día de esa labor de la CIA. El jefe de operaciones especiales de la inteligencia ucraniana, Coronel Maksim Shapoval, vinculado a ese programa, murió el 27 de junio de 2017 en Kiev, en un atentado con bomba lapa colocada bajo su coche. El atentado fue atribuido a los servicios secretos rusos y considerado respuesta a otros atentados cometidos por Shapoval en Donbas.

Mientras sucedía todo eso, paralelamente tenían lugar dos procesos fundamentales. El primero, el rechazo activo de Estados Unidos, y como consecuencia de los ucranianos, a los “Acuerdos de Minsk”, la fórmula de paz firmada entre Rusia y Ucrania, y arbitrada por Francia y Alemania que estos dos países dejaron languidecer. El segundo, la retirada unilateral de Estados Unidos, en 2019, del acuerdo de prohibición de armas nucleares de alcance intermedio (INF), firmado en 1987 por Reagan y Gorbachov y que fue un hito para el fin de la guerra fría en Europa.

Tras escuchar durante años que la ampliación de la OTAN hacia el Este no era contra Rusia y que las baterías de misiles desplegadas en Rumanía y Polonia eran “contra Irán”, (que carecía, y carece, de misiles de tan largo alcance), los rusos asistieron con doble irritación a las explicaciones que el Consejero de Seguridad Nacional de Trump, el demente John Bolton, ofreció en Moscú en octubre de 2018: la retirada del INF no va contra Rusia, les dijo Bolton, sino contra China, para poder desplegar esas armas nucleares tácticas en Asia. Que Bolton dijera que ya no consideraban a Rusia “una amenaza” y que lo que importaba en Washington era China, no hizo más que herir el acomplejado orgullo de gran potencia venida a menos de los dirigentes rusos.

En marzo de 2021, Ucrania aprobó una nueva estrategia militar en la que se apunta directamente a la reconquista militar de Crimea y Donbas, lo que desde el punto de vista del derecho internacional era completamente legítimo, puesto que ambas regiones eran territorio ucraniano, pero que a efectos prácticos equivalía a un anuncio de preparativos de guerra contra Rusia.

En septiembre del mismo año, Estados Unidos y Ucrania firmaron un acuerdo por el que Washington prometía ayuda militar para restablecer la “integridad territorial” de Ucrania, tal como anunciaba el propósito de la nueva doctrina militar de Kíev.

En febrero comienza la guerra, después de que EE.UU no reaccionara a la propuesta diplomática de Moscú (neutralidad de Ucrania, retirada de infraestructuras militares de la OTAN del entorno de Rusia, entre otros aspectos) y de que el Presidente Ucraniano declarara en la Conferencia de Seguridad de Munich su derecho a disponer de armas nucleares en el futuro.

Tres meses antes del inicio de la invasión rusa, en noviembre de 2021, el director de la CIA, William Burns, había visitado Moscú con un claro mensaje. Putin estaba en su residencia de Sochi, en el Mar Negro, pero Burns advirtió que si los preparativos de invasión detectados en Washington se ejecutaban, habría una reacción occidental fuerte. Desde Moscú, Burns habló por teléfono con Putin. Sin molestarse en desmentir las sospechas de invasión de Washington, el Presidente ruso “le recitó pausadamente una lista de agravios sobre cómo Estados Unidos había ignorado durante años los intereses rusos de seguridad”. Respecto a Ucrania, Putin le dijo que “no era un verdadero país” (WSJ, 1 de abril), es decir la idea que el Presidente ruso ha defendido en diversas ocasiones y que merece una pequeña explicación.

Según una visión bastante común en Rusia, una Ucrania hostil a Rusia que niega su pluralismo etnolingüístico, cultural y religioso interno, no tiene derecho a la existencia en sus actuales fronteras. Tal país, considerado traidor, puede ser desmembrado, con su parte oriental vinculada a Rusia de una u otra forma, un trozo occidental de la Rutenia subcarpática incorporado a Hungría (escenario que, seguramente, Putin ha transmitido a Orban en la última visita de éste a Moscú), otro a Polonia, y el resto, si queda algo, para un estado ucraniano hostil pero inofensivo, sin acceso al mar y desatado, pero geográficamente aislado, en su irremediable rusofobia. Todo esto ya estaba implícito en 1994 cuando Aleksandr Solzhenitsyn mencionaba las “falsas fronteras leninistas de Ucrania”, injustificables porque “rompen millones de vínculos de familia y amistad”, en su opúsculo “La cuestión rusa en el final del siglo XX”.

En condiciones normales esa mentalidad se habría disuelto con el tiempo, o habría sido patrimonio de sectores radicales políticamente marginales en Moscú, pero la ruptura de 2014 en Kíev con su afirmación de una Ucrania “traidora” a ojos de Moscú y decididamente hostil a Rusia, así como los propios problemas internos de Rusia, la colocaron en el centro del poder moscovita…

Volviendo al director de la CIA, a mediados de enero Burns viajó en secreto a Kíev para exponerle al Presidente Zelenski lo que sabían del inminente ataque ruso, con un avance rápido hacia Kíev desde Bielorrusia. Los rusos iban a ocupar el aeropuerto Antónov de Hostomel, cerca de Kíev, con tropas especiales aerotransportadas, con el fin de utilizarlo para desembarcar allí fuerzas para tomar la capital. También se dio a los ucranianos información sobre los objetivos de la primera ola de misiles rusos para destruir la aviación y la defensa antiaérea ucraniana en los primeras horas. Esos informes permitieron salvar algunos recursos cambiando su emplazamiento, y desbaratar la operación de Hostomel.

Desde el primer momento, la OTAN puso los ojos (información de satélites) y los oídos (interceptación de transmisiones) al ejército ucraniano, con un intenso fluido de información a tiempo real.

“La inteligencia de Estados Unidos ha compartido información detallada desde antes de que comenzara la invasión (…) y ahora está trabajando estrechamente junto con la de otros socios para rechazar la invasión rusa”, explicaba el domingo el Wall Street Journal. La cadena de televisión NBC informó el 26 de abril de que gracias a ello se derribó un avión de transporte ruso repleto de fuerzas especiales en los primeros días de la invasión. A finales de ese mismo mes, The Washington Post reveló que se habían facilitado las coordenadas para hundir con misiles, el 14 de abril, el crucero “Moskvá”, buque insignia de la flota rusa del Mar Negro, hecho que los rusos no atribuyen a un ataque sino a un “accidente” para no perder la cara. The New York Times informó poco después de que la elevada mortandad de altos mandos rusos en la campaña, doce generales en apenas tres meses según el diario, se debía a la información sobre coordenadas de puestos de mandos y horarios en los que se conocía la presencia de altos mandos en ellos.

Todo esto no lo sabíamos el 24 de febrero, llevaba en marcha muchos años y da mayor plausibilidad a los argumentos rusos sobre los motivos de la invasión como “guerra preventiva”.

En su discurso del 9 de mayo con motivo del día de la victoria, Putin repitió los argumentos ya formulados la madrugada del 24 de febrero cuando dijo que un ataque contra Rusia “era solo una cuestión de tiempo”:

En diciembre propusimos firmar un acuerdo sobre garantías de seguridad (…) que tuviera en cuenta los intereses de unos y otros. Todo en vano. (…) Se estaba preparando otra operación punitiva en Donbas, una invasión de nuestras tierras históricas, incluida Crimea. Kiev declaró que podía hacerse con armas nucleares. El bloque de la OTAN llevaba a cabo un activo fortalecimiento militar junto a nuestras fronteras. Se estaba creando una amenaza inadmisible. Teníamos todas las evidencias de que era inevitable un enfrentamiento con los neonazis y banderistas apoyados por Estados Unidos y sus vasallos. Veíamos cómo se incrementaban las infraestructuras militares con centenares de consejeros extranjeros y envíos regulares de armas modernas por parte de países de la OTAN. La amenaza aumentaba con los días. Rusia lanzó un ataque preventivo contra esta agresión. Fue una decisión impuesta, correcta por parte de un país independiente, fuerte y soberano”.

Sea como sea, la “decisión correcta” ha costado la vida o terribles heridas a miles de soldados y civiles, 13 millones de desplazados y la estimación de que una tercera parte de las infraestructuras del país hayan sido destruidas. Eso sin contar con el efecto de las sanciones en Rusia y en la Unión Europea, la sumisión de ésta a la OTAN, el aislamiento internacional de Rusia (únicamente matizado por la posibilidad de desarrollo de un bloque antioccidental en el mundo a medio y largo plazo, incierto consuelo) y los problemas de hambre e inseguridad alimentaria que se anuncian en África y Oriente Medio. Y como gran cuestión, la guerra entre imperios combatientes tomando definitivamente el relevo a la necesaria concertación contra el cambio climático en las prioridades de los gobernantes de las grandes potencias. En resumen: una catástrofe planetaria en toda regla con años, sino décadas, apartados de prioridades y objetivos fundamentales para el conjunto de la humanidad.

A 1 de mayo, el Congreso de Estados Unidos había destinado un total de 13.670 millones de dólares en ayuda a Ucrania en los primeros dos meses. A eso se suman los dineros para armas de Inglaterra y la Unión Europea, así como el desastre y los riesgos, para unos y otros, que se desprenden del demencial objetivo declarado de las sanciones europeas formulado en mayo por la insensata Presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen: “arrasar, paso a paso, la base industrial de Rusia”.

Sobre este panorama, se suceden desde hace meses las declaraciones y reconocimientos por parte de personalidades occidentales sobre la verdadera naturaleza de esta guerra. Preguntado el pasado marzo sobre si en Ucrania Estados Unidos y Rusia se encontraban en una guerra por país interpuesto (proxy war), el ex director de la CIA, León Panetta, respondía en una entrevista televisada: “podemos decirlo o no, pero se trata de eso”.

En su visita a Kiev del 24 de abril, el secretario de defensa de Estados Unidos, Lloyd Austin, un hombre de la industria armamentística, también lo confirmó al explicar a sus interlocutores ucranianos que, “el cometido de nuestra reunión es hablar sobre lo que nos permitirá ganar esta guerra”. El uso de la primera persona del plural despeja toda duda sobre quién está librando tal guerra. Por aquellas mismas fechas, el editorial de The New York Times, explicaba que el objetivo de la guerra “es poner a Rusia de rodillas” y mientras tanto el Congreso ya ha aprobado 40.000 millones de dólares más de ayuda a Ucrania, de ellos 23.000 para ayuda militar. Sumados a los 13.670 millones de la primera fase, la ayuda asciende a 53.000 millones, casi a la par con el presupuesto militar de Rusia. Nunca un país había recibido tanta ayuda de Estados Unidos en los últimos veinte años.

La conclusión de todo esto es evidente: no es solo una guerra atroz e injustificable de Rusia contra Ucrania, es, además y sobre todo, una guerra de la OTAN contra Rusia de momento en territorio de Ucrania y con Ucrania como víctima e instrumento. ¿Por qué “de momento” en territorio de Ucrania?

“En el entorno del Presidente Zelenski se dice que habrá una contraofensiva militar ucraniana a mediados de junio”, capaz de ampliarse a territorio ruso, explica el consejero presidencial Olexij Arestovich, al diario alemán Die Welt. “Para entonces los ucranianos tendrán más armas recibidas del extranjero. Antes es poco probable”, dice.

“La contraofensiva ucraniana necesita sistemas de misiles de alcance medio y largo, artillería de gran calibre y aviación”, explicaba el domingo al Wall Street Journal el General Kyrylo Budanov, el jovencito de 36 años de edad, que dirige la inteligencia militar ucraniana.

En las redes sociales y medios de comunicación, triunfa una estupidez incapaz de medir los riesgos y consecuencias de lo que se propone. En la tele rusa periodistas y analistas energúmenos frivolizan con la capacidad de “eliminar Gran Bretaña” de un solo misil nuclear ruso “Sarmat”. En el campo opuesto, el delirio de los liberal-estalinistas rusos opuestos a Putin, muchos de ellos en el exilio y trabajando para organizaciones atlantistas, no conoce límites al llamar al desmantelamiento de su propio país, incluso al riesgo de una guerra nuclear. Es un nuevo ejemplo del tipo de oposición que los regímenes autocráticos siempre han generado en Rusia.

Regresan con sus nefastos consejos asesores occidentales de la “terapia de choque” de los noventa en Rusia como el fanático incompetente Anders Aslund: “mi humilde consejo a la OTAN sería: 1-Dar cuanto antes el máximo de armas posible a Ucrania, 2-Abrir los puertos del Mar Negro a la navegación 3- Bombardear preventivamente las ciudades rusas más importantes para garantizar que Putin no usará armas químicas o nucleares”, dice.

“Estados Unidos debería mostrar que puede ganar una guerra nuclear”, escribe Seth Cropsy, Presidente del Yorktown Institute en el Wall Street Journal.

Ante este espectáculo hasta el belicista New York Times siente el vértigo de las consecuencias de aquel “poner a Rusia de rodillas” proclamado en su editorial de abril como objetivo de la guerra. Con la vista puesta en la inflación y el desastre demócrata que se anuncia para las elecciones “midterm” de noviembre, el diario constata en su editorial del 19 de mayo, que “el conflicto puede tomar una trayectoria mas imprevisible y de potencial escalada”, se pregunta si eso va “en interés de Estados Unidos”, estima que “una victoria decisiva de Ucrania sobre Rusia en la que se recupera todo el territorio arrebatado por Rusia desde 2014 no es un objetivo realista”, aconseja a Biden que debería “explicarle los límites” a Zelenski, y recuerda finalmente que el adversario, “todavía es una superpotencia nuclear”.

Tres meses después de su inicio, comprendemos mejor el cúmulo de irresponsabilidades multilaterales que han desembocado en esta guerra.

Fuente Blog de Rafael Poch https://rafaelpoch.com/2022/05/24/lo-que-nos-van-explicando-sobre-la-guerra/

¡EL SUR GLOBAL RENACE!

Es el titular del análisis del director de Dossier Geopolítico, Carlos Pereyra Mele, en su columna del Club de La Pluma, donde resalta el enfrentamiento entre los BRICS vs. la OTAN-G7 que marca una extraordinaria situación global, muy por encima del conflicto de Ucrania y con cambios sistémicos nunca antes vistos. Algo que quedó demostrado en las últimas cumbres del BRICS, del G7 y de la OTAN, el brazo armado del atlantismo norteamericano.

También puntualiza cómo los BRICS están reformulando el mundo con normas y reglas claras y respetuosas del derecho interno de cada nación. Y destaca el nuevo sistema de pago ruso MIR y la canasta de monedas de reserva internacional propia. Junto a proyectos regionales de nuevos sistemas logísticos, económicos, tecnológicos e industriales. Y lo refrenda con una larga lista de acuerdos internacionales en marcha, entre una multitud de organismos de todo rango, y con corredores internacionales de transporte y comunicación, que unen a Eurasia con Europa, con África y, por vía marítima, con Suramérica.

Y señala que el SUR GLOBAL está saliendo del estado de sumisión y dominio al que fue expuesto y humillado durante siglos por el colonialismo anglosajón. Y que enfrente está el jaqueado G7 o el “7 contra el mundo” y su “comunidad internacional”, con apenas 30 países que ignoran a Asia, a África y a Latinoamérica. Mientras que la Unión Europea está fuera de control, gobernada de forma opaca por un puñado de burócratas del poder económico, que avasalla las legislaciones internas y las soberanías de los estados.

Nos dice además, que se han ido por la borda los privilegios europeos de la energía abundante y barata que fueron la clave de su desarrollo. Que a pesar de la pobreza en aumento, no tendrá ningún plan Marshall. También de la trampa que sufre con el gas neón y de que no tiene suficiente infraestructura para recibir el gas norteamericano licuado. Mientras que la llamada “Guerra Fría 2” impuesta por Occidente, utiliza y sacrifica a sus aliados solo para mantener las potestades de Estados Unidos. Tal cual ocurre con Ucrania. Un horizonte más desolador aún, por la certeza de que en 2030, Rusia será el principal proveedor de petróleo de China e India.

Y que frente a semejante pérdida de poder y por el temor a que se consolide, el Atlantismo quiere frenar los cambios con el recurso último de la guerra. Y que en esa desesperación, existe la tentación de provocar el uso de armas nucleares y el exterminio masivo de la población.

Así, Pereyra Mele concluye su columna afirmando que con el resurgir del Sur Global y el avance imparable de los Brics, se evidencia el derrumbe del imperio anglosajón, mientras que EL OCCIDENTE HA PERDIDO EL CARRO DE LA HISTORIA.

Eduardo Bonugli (Madrid, 03/07/22)

Es importante destacar y observando el Mapa que el 90% de los Paises del mundo NO han sancionado a Rusia

El 1 de Julio del 2022 fui convocado por el Periodista Alfredo Guruceta para hacer un análisis de la situación Internacional para su programa “Con Sentido Común”; para el Canal “C” de Córdoba, que se transmite por la señal de Cablevisión.

También estuvieron enfocando otros temas los panelistas Agustin Pizzichini, Prof Cristian Garcia del Alamo.

Mi opinión, se encuentra a partir del minuto 41 y 33 segundos, en la cual expusimos que la situación actual no debe confundirse con una Crisis Grave Internacional, sino que estamos ante la presencia de algo mucho mayor: “un cambio sistémico” que no es lo mismo, y que el mismo se ve reflejado en los cambios de poder hegemónicos mundiales y la transferencia de ese Poder al llamado “Sur Global” en detrimento del dominio que ejercía hasta ahora unilateralmente occidente  con distintos hegemones durante mas de 2 siglos pero siempre occidentales. Vivimos tiempos de cambios profundos y se avizora un nuevo tiempo -si lo sabemos administrar y conducir correctamente- para América del Sur

Lic, Carlos Pereyra Mele

Director de Dossier Geopolitico