Samuel Farber 10/01/2021

Publicado en la revista Jacobin unos días antes del asalto al Congreso de los Estados Unidos por las hordas trumpianas, es una explicación de las causas históricas, estructurales y coyunturales que explican el trumpismo y por qué seguirá siendo un peligroso fenómeno político y social durante la administración Biden, a pesar del fracaso del intento desesperado de cuestionar la derrota electoral de Trump. Pero también argumenta las razones por las que su marginación definitiva solo puede ser el resultado de políticas de izquierda que reunifiquen las reivindicaciones de unas clases trabajadoras divididas racialmente. Unas políticas que no serán las de la administración Biden. SP

Donald Trump perdió las elecciones de 2020. Pero ha generado un movimiento trumpista que probablemente le sobreviva. Durante sus cuatro años en el poder, Donald Trump introdujo una nueva forma de hacer política de la derecha que ha sido abiertamente autoritaria, racista, xenófoba y anti-ciencia. Esta política ha sido apoyada por una coalición electoral que comprende al menos el 40 por ciento del electorado. Si pudiera mantener este apoyo, podría postularse nuevamente para presidente en 2024 a la edad de setenta y ocho años. Si puede hacerlo dependerá de una serie de factores, incluido si sigue controlando el Partido Republicano.

Cualquier desafío republicano a su control del partido lo tiene difícil, teniendo que superar el hecho de que recibió el 47 por ciento de los votos en unas elecciones con una participación sin precedentes. Y se marcha con un Partido Republicano envalentonado por su presencia reforzada en el poder legislativo como resultado de la reducida mayoría demócrata en la Cámara de Representantes. Aunque los republicanos pierdan el control del Senado después de las elecciones en Georgia en enero, la presencia republicana seguirá siendo bastante fuerte, con la ayuda de demócratas conservadores como Joe Manchin de West Virginia.

Especialmente importante para el partido de Trump es su éxito a la hora de derrotar los intentos de los demócratas de mejorar su posición en las legislaturas de los estados que aprobarán la redistribución de circunscripciones basada en los resultados del censo de 2020. Al poder controlar el rediseño decenal de las circunscripciones electorales legislativas de los estados y del Congreso, los republicanos podrán continuar sus prácticas de manipulación electoral en detrimento no solo del Partido Demócrata sino también de la representación de las poblaciones negras y de otras minorías (con la ayuda, sin duda, de la reciente decisión política de Trump de acortar el tiempo para realizar el censo, que seguramente subestimará a las minorías y a la población urbana, principal bastión del Partido Demócrata).

Para garantizar la permanencia de estas políticas, Trump nombró nuevos jueces federales conservadores para aproximadamente el 25 por ciento de todos los puestos federales vacantes y transformó la Corte Suprema en un sólido bastión conservador, que lo seguirá siendo durante años. Trump ya ha restringido muchos derechos en temas como el aborto, la inmigración y el medio ambiente, medidas que pueden haberle ganado el apoyo de los votantes evangélicos que, aun reconociendo las poco cristianas infidelidades de Trump y su falta de respeto por las mujeres, lo apoyaron masivamente en las elecciones de 2020.

Al final, sin embargo, Trump y su partido terminaron pagando un alto precio por su política y su comportamiento. A diferencia de todos los presidentes recientes, nunca alcanzó una tasa de aprobación del 50 por ciento de los estadounidenses, que otros ex presidentes obtuvieron en el apogeo de su popularidad, y ha provocado la ira y la indignación de decenas de millones de estadounidenses, lo que finalmente condujo a su derrota.

Trump y el trumpismo

La vulgaridad, las mentiras descaradas, el narcisismo descontrolado, el racismo explícito, la misoginia y la actitud antiinmigrante de Trump han jugado un papel importante en la construcción de su imagen como alguien externo en el pantano corrupto de la élite política. H sido una pantalla eficaz para ocultar su agenda política y económica conservadora y sus vínculos con sectores importantes del gran capital.

Ni Trump ni la mayoría de los partidarios de Trump son fascistas. Pero una importante similitud entre el trumpismo y el fascismo alemán, cuya demagogia, antisemitismo y brutalidad nacionalsocialistas buscaban ostensiblemente defender los intereses del Volk alemán ,es que ambos han tratado de ocultar en la medida de lo posible sus fuertes vínculos conservadores con el gran capital. (No fue casualidad que el ala del Partido Nazi que se tomaba en serio sus pretensiones «socialistas» terminara siendo sangrientamente purgada por Adolf Hitler un año después de que asumiera el poder en la infame Noche de los Cuchillos Largos, del 30 de junio al 2 de julio de 1934). El estilo político de Trump ha evitado los tópicos republicanos sobre el libre mercado y el libre comercio que no movilizaban un apoyo político masivo. Esta es una de las razones por las que el trumpismo puede ser más duradero que el movimiento Tea Party de hace una década, que se centró en los temas más tradicionales de la derecha de oposición a los impuestos y al «gran gobierno».

Así fue como Trump pudo aplicar una estricta línea neoliberal en aspectos clave de la economía, con la excepción de su defensa del proteccionismo, que junto a sus políticas regulatorias en las áreas de política laboral y laboral, salud, educación, medio ambiente, y protección de los consumidores claramente han afectado negativamente a muchos de sus seguidores, en su mayoría blancos, de clase media y trabajadora. También ha obviado cualquier noción ética de conflicto de intereses al nombrar a empresarios y lobistas para dirigir las agencias públicas que se supone que deben supervisar y vigilar las empresas privadas de las que provienen.

El caso del Departamento de Educación con Betsy DeVos es particularmente ilustrativo. Todas sus políticas han buscado beneficiar a intereses inconfesables, como las escuelas profesionales privadas disfrazadas de colegios y universidades que dependen totalmente del dinero del gobierno y tienen resultados escandalosos de abandono académico y de acceso de sus graduados a trabajos en el mercado laboral.

La administración Trump también ha promovido a elementos lumpen-capitalistas involucrados de manera descarada en actividades comerciales que de hecho han puesto en peligro la vida de personas. Mike Davis ha señalado el caso de Forrest L.Preston, un seguidor incondicional de Trump, propietario de la cadena de residencias de ancianos Life Care, en la que numerosos pacientes y trabajadores han muerto como resultado de la malversación con fines de lucro de sus propietarios y gerentes durante la pandemia de Covid-19. La administración Trump y los gobiernos estatales republicanos han protegido por todos los medios a la cadena Life Care para evitar que sea llevada ante los tribunales, y el líder republicano del Senado, Mitch McConnell, ha insistido en que cualquier proyecto de ley de estímulo económico relacionado con COVID-19 debe proporcionar inmunidad legal general a las cadenas de residencias de ancianos.

Pero las violaciones de Trump de las normas establecidas no han afectado directamente al funcionamiento del capital estadounidense, sino que han estado dirigidas a las convenciones culturales que gobiernan el funcionamiento del «pantano» del establishment político, en particular las que refuerzan la legitimidad ideológica y la estabilidad del sistema político. Lo que es especialmente importante en relación con las convenciones del sistema no solo para asegurar una transición pacífica del poder político, sino para indicarle al pueblo que debe aceptar pacíficamente esa transición.

Basta comprar su negativa a aceptar la victoria de Biden con la decisión de Al Gore de no continuar su legítima disputa contra George W. Bush sobre las votaciones de Florida en las elecciones de 2000, y admitir y felicitar a Bush por su elección. La decisión de Gore se basó en su decisión política de no desestabilizar el sistema. A Trump no le importar en absoluto. Su incitación a sus partidarios para que gritaran «encerrarla» a Hillary Clinton y su público escarnio de los funcionarios del gobierno, desde el ex fiscal general Jeff Sessions hasta el Dr. Anthony Fauci, son ejemplos de su absoluta falta de preocupación por la legitimidad de las instituciones públicas y los funcionarios.

Cualquiera que sea el destino de Donald Trump en los próximos años, es probable que el trumpismo, como estado de ánimo político y mental, e incluso como movimiento, perdure más allá del propio Trump. El trumpismo tiene una base social real. Sus seguidores son una parte importante del 47 por ciento de los votantes que en las elecciones de 2020 votaron por él.

Las encuestas a boca de urna mostraron que cerca de la mitad de las personas blancas con educación universitaria votaron por Trump en 2020; lo mismo ocurrió con el 63 por ciento de los blancos «sin educación universitaria». Dado que esta última categoría representa el 41 por ciento del total de votos, ese 63 por ciento que votó por él representa aproximadamente veintisiete millones de votantes (aunque una proporción significativa de ellos no eran necesariamente trumpistas sino personas desesperadas por volver a trabajar tras ser despedidas por el COVID -19, despidos a los que Trump afirmó oponerse).

Las encuestas de opinión pública y los medios de comunicación han asumido que la falta de educación universitaria es un indicador del estatus de clase trabajadora. De hecho, aproximadamente la mitad de las personas que carecen de educación universitaria no son miembros de la clase trabajadora, sino comerciantes, vendedores independientes, supervisores y gerentes inferiores en sectores como el comercio minorista. Una parte importante de la base de Trump involucra a sectores de la clase trabajadora blanca (menos de lo que comúnmente se supone, pero sin embargo en números preocupantes) y sectores de la clase media blanca. Aunque concentrado en la categoría “sin educación universitaria”, el apoyo de Trump también proviene de grupos que se encuentran más arriba en la escala socioeconómica, ya que también obtuvo grandes contribuciones para su campaña de sectores importantes de la clase capitalista.

Quizás la forma más útil de entender el trumpismo es como una respuesta de la derecha a las condiciones objetivas de decadencia económica y a la sensación de decadencia moral en sectores importantes de la clase trabajadora blanca y la clase media junto con con las iglesias evangélicas predominantemente blancas y con los tradicionales conservadores blancos anti-gobierno.

Sin embargo, el trumpismo fue moldeado en gran medida por la política personal de Trump. No es el típico conservador. Por ejemplo, apoyó el derecho al aborto durante mucho tiempo antes de considerar presentarse a la presidencia. Pero lo que siempre fue central en su discurso fueron las políticas superpuestas del racismo y la xenofobia.

Trump es único entre los recientes presidentes estadounidenses que ha estado directamente involucrado en notorios incidentes racistas antes de su elección de 2016. En 1973, él y su padre fueron demandados por el Departamento de Justicia de Nixon por discriminar a los negros en los edificios de apartamentos que poseían y operaban en Queens. En 1989, Trump exigió, en anuncios pagados en periódicos, la pena de muerte para cinco jóvenes negros falsamente acusados ​​de atacar a una mujer blanca de veintiocho años en Central Park, reavivando el viejo estereotipo del hombre negro que ataca a mujeres blancas. Los cinco hombres pasaron años en prisión hasta que el verdadero culpable confesó su crimen. Y, durante años, dirigió la campaña «birther», que aseguraba que Barack Obama no ha nacido en los Estados Unidos sino en Kenia.

Es cierto que Trump ha intentado de vez en cuando parecer inclusivo, como en la Convención Nacional del Partido Republicano de 2020, muy probablemente bajo presión de los líderes del Partido Republicano para atraer a votantes independientes. Pero estos gestos simbólicos no alteraron su atractivo para los grupos supremacistas blancos (pidiendo a la banda de extrema derecha “Proud Boys” estar “preparados para todo”) ni su manipulación de los prejuicios raciales. Un ejemplo reciente y transparente fue su reciente compromiso público en julio de 2020 de proteger a los habitantes de los suburbios de clase media de la construcción de viviendas para personas de bajos ingresos en sus vecindarios, con el argumento de que se verían asediados por una ola criminal. Los ex candidatos republicanos a la presidencia también han recurrido a los miedos raciales como táctica electoral. Pero Trump lo ha llevado a un nivel cualitativamente diferente al explotar sistemáticamente esos temores para movilizar el apoyo blanco.

La política de Trump encontró un fuerte eco en la política de resentimiento blanco resultado de la absoluta falta de empatía, una actitud personalizada y legitimada por el propio Trump, que muchos estadounidenses blancos tienen por aquellos con quienes comparten la falta de atención médica y el desempleo, pero a quien definen como diferente. En las entrevistas de la socióloga Arlie Hochschild con personas blancas al borde de la pobreza en su libro Strangers in Their Own Land, descubrió que los entrevistados consideraban que los programas de acción afirmativa permitían a los negros y otras minorías salir adelante al “saltarse” injustamente la cola en la ellos, los estadounidenses blancos, habían estado esperando su turno. Este es un resentimiento totalmente impermeable al hecho de que esos negros y latinos han estado “haciendo cola” durante siglos, marginados por una discriminación racial sistemática.

Incapaces o no dispuestos a empatizar con las quejas de estas minorías, los trumpistas blancos ignoran sus protestas y luchas públicas considerándolas egoístas e ilegítimas y consideran que están favorecidos por los principales medios «falsos» de comunicación. Su resentimiento se extiende también a las luchas de otros trabajadores blancos que intentan defender sus derechos y beneficios en el trabajo.

Esta política de resentimiento está asociada con un profundo sentido de impotencia y es hostil a la lucha colectiva de los trabajadores y los grupos oprimidos, porque esas luchas socavan la auto-justificación del status quo. Este resentimiento se dirige a quienes se encuentran en una situación similar en la escala socioeconómica y a quienes se encuentran por debajo de ellos.

Gran parte de la fuerza política de Trump proviene de su reconocimiento de este resentimiento, de su manipulación y magnificación, y de haberlo articulado y dado una proyección pública. Ha explotado hábilmente su imagen de astuto multimillonario, que demostraría que esta dotado de los conocimientos necesarios para guiar con éxito la economía del país. La suya ha sido una hazaña notable, especialmente si se considera su historial como «capitalista lumpen», endeudado, con frecuencia en quiebra, sin escrúpulos en sus negocios e involucrado en tratos inconfesables con abogados corruptos como Michael Cohen y Roy Cohn, su mentor, y estafadores convictos como Roger Stone.                     

El surgimiento de Trump y el trumpismo

Hubo varios factores asociados con las elecciones presidenciales de 2016 que permitieron el ascenso al poder de Trump. Además de haber ganado, por márgenes muy estrechos, los estados clave de Pensilvania, Michigan y Wisconsin, lo que le dio la ventaja ganadora en el número de compromisarios electorales, le benefició enormemente tener como oponente a una débil Hillary Clinton. El establishment de derecha y sus partidarios la odiaban con pasión, al igual que muchos votantes de izquierda o incluso buena parte de los independientes. A Trump también le ayudó el hecho crucial de que, si bien los candidatos en las primarias demócratas seleccionaban delegados a la convención de su partido en proporción a sus votos, ese no fue el caso en general en las primarias republicanas, lo que le permitió a Trump ganar las primarias republicanas con una menor proporción de votos de lo que hubiera sido el caso en las primarias demócratas.

Además de esos factores inmediatos, hubo una serie de cambios estructurales a largo plazo en la sociedad estadounidense que crearon espacio para su ascenso al poder y un movimiento trumpiano de derecha Estos incluyeron la reacción de los blancos contra los movimientos por los derechos civiles y el poder negro de los sesenta y setenta, la politización de los evangélicos blancos como respuesta a la revolución cultural de los sesenta y a la decisión de la Corte Suprema sobre Roe v. Wade en 1973 sobre el aborto, y la política nativista y una reacción nativista y racista a los cambios demográficos que se han producido desde los años sesenta, que han reducido significativamente el tamaño de la mayoría blanca.

Todos estos procesos sociales y políticos convergieron y se reforzaron entre sí en el contexto del relativo declive de la economía estadounidense desde los años setenta. Y estuvieron acompañados por una reestructuración económica que afectó en gran medida a los trabajadores al reducir los salarios reales y la densidad de afiliación sindical, así como la reducción de empleos industriales que, gracias a la sindicalización, eran una importante vía de movilidad social para las familias de clase trabajadora negra y blanca.

La creciente competencia internacional que se hizo evidente en la década de 1960 con países como Japón y Alemania puso fin a la supremacía indiscutible del capitalismo estadounidense de posguerra y a la abundante prosperidad que había creado. Como parte de ese auge, el mayor en la historia de Estados Unidos, los trabajadores estadounidenses experimentaron aumentos sustanciales en los salarios reales. Eso incluía a los trabajadores negros, cuyos ingresos aumentaron durante ese período en términos absolutos (aunque sus salarios nunca alcanzaron la paridad con sus contrapartes blancas). Ese auge también permitió una extensión del estado de bienestar estadounidense con el establecimiento de Medicare y los cupones de alimentos. Fue la respuesta a las grandes rebeliones de esa década, dominadas por los movimientos de derechos civiles y de “poder negro” y por el activo movimiento de masas contra la guerra de Vietnam. Esos movimientos alimentaron a su vez otros, como los movimientos por los derechos de las mujeres y los homosexuales.

En ese momento, sin embargo, la economía de EEUU se estaba desacelerando y entró en un período de reestructuración. Como señaló Kim Moody en An Injury to All, durante la segunda mitad de la década de 1960, la clase capitalista estadounidense comenzó a experimentar una disminución en la tasa de ganancia y las tasas medias de crecimiento anual comenzaron a disminuir. En este nuevo clima económico, los capitalistas se opusieron a otorgar aumentos y mejoras en los salarios y las condiciones laborales para la clase trabajadora. Los sindicatos estadounidenses burocratizados no lograron organizarse una respuesta al endurecimiento del capitalismo estadounidense, sindicalizar los sectores de servicios en expansión y responder al crecimiento de los sectores no sindicalizados dentro de los baluartes sindicales tradicionales como la industria cárnica y la del automóvil. En 1979, la era de las cesiones y derrotas sindicales comenzó en Chrysler y pronto se extendió por toda la economía.

Mientras tanto, se desencadenó un proceso de desindustrialización, en gran medida, por el crecimiento sustancial de la productividad industrial (se necesitaban menos trabajadores para producir la misma cantidad de bienes en menos fábricas), particularmente en la industria pesada como el acero y el automóvil. Parte de esta desindustrialización implicó la subcontratación en el exterior de la producción de bienes, como en el caso de la confección y la electrónica. A mediados de los setenta, lo que los franceses llaman los “treinta años gloriosos” había llegado a su fin en Estados Unidos. Los salarios reales se congelaron y permanecieron así, excepto por un breve período en los noventa.

Desde entonces, la mayoría de los trabajadores estadounidenses pudieron mantener más o menos su nivel de vida gracias a la incorporación masiva de las mujeres a la fuerza laboral asalariada. Las familias de clase trabajadora tuvieron que trabajar muchas más horas para mantener y actualizar su nivel de vida. La producción masiva de productos básicos de bajo precio en Asia que comenzó en los años ochenta también contribuyó a mantener el nivel de vida estadounidense.          

Aun así, la reestructuración de la economía estadounidense, junto con la osificación de la burocracia sindical estadounidense, llevó a una disminución continua en la proporción de trabajadores organizados en sindicatos, que actualmente representan un magro 6.2 por ciento de los trabajadores del sector privado y un 33.6 por ciento en el sector público, mucho más pequeño. En lugar de los trabajadores industriales como antaño, los sectores más militantes de la clase trabajadora son los maestros de escuelas públicas y los trabajadores de las industrias de servicios «esenciales», como el transporte y la distribución.

Al mismo tiempo, hay una enorme clase trabajadora multirracial desorganizada, que trabaja sin ningún tipo de protección en el trabajo o está desempleada. Estos sectores han sido virtualmente abandonados por el Partido Demócrata, orientado a construir su base electoral entre los profesionales educados de clase media y los empresarios. Como lo expresó claramente el líder demócrata del Senado Charles Schumer en 2016: “Por cada obrero demócrata que perdamos en el oeste de Pensilvania, ganamos a dos republicanos moderados en los suburbios de Filadelfia, y eso se puede repetir en Ohio, Illinois y Wisconsin”. La erosión del poder sindical en los Estados Unidos es paralela en algunos aspectos importantes al declive de los partidos socialdemócratas y comunistas en Europa, que ha producido un peligroso vacío social y político que, como Marine Le Pen en Francia, está ahora siendo ocupado en los Estados Unidos por demagogos de derecha como Trump.

Contragolpe de la derecha

A finales de los sesenta, se comenzó a producir una contra-reacción blanca en respuesta a la revuelta negra, más particularmente contra la acción afirmativa. Pero la reacción mejor organizada de la derecha provino de la politización y organización de las conservadoras iglesias evangélicas estadounidenses blancas.

Los evangélicos, que no habían participado en política antes, entraron en la escena política en reacción a lo que consideraban la inmoralidad de la cultura de los sesenta y la legalización del aborto. Sobre esa base, se unieron al Partido Republicano en una alianza electoral implícita con los principales sectores de las grandes empresas que perseguían su propia agenda conservadora para responder al nuevo orden económico de competencia internacional y su reestructuración. A cambio de su apoyo, los evangélicos buscaron y lograron imponer medidas legislativas, como limitar el derecho al aborto y aumentar el apoyo del gobierno a la educación religiosa.

Pero esta coalición ha sufrido fricciones. Si bien los evangélicos apoyan abrumadoramente a Trump, sus aliados corporativos republicanos se han divididos y vuelto mas ambivalentes en relación son su respaldo a Trump. Aunque han obtenido recortes fiscales sustanciales y reducciones significativas en las regulaciones gubernamentales (dos de sus objetivos a largo plazo), muchos de los ejecutivos de negocios, especialmente los más previsores y con conciencia de clase, están inquietos y preocupados por la conducta políticamente impredecible y poco confiable de Trump. Así como sus lazos con la extrema derecha. Un sector importante también se opone a las políticas de inmigración de Trump, en especial en relación con los trabajadores altamente cualificados en Silicon Valley y la industria farmacéutica y los trabajadores poco cualificados en los cultivos agrícolas intensivos en mano de obra.

Un reflejo de las fuerzas en conflicto que afectan el comportamiento político de los capitalistas es su división a la hora de apoyar a los candidatos republicanos y demócratas. Mientras que en 2016, la mayoría de los capitalistas apoyaron a Hillary Clinton, el control de la administración y la situación económica relativamente buena antes del COVID-19 beneficiaron a Trump. Sin embargo, la mayoría de las contribuciones del gran capital en la campaña presidencial de 2020 fueron para Biden.

Los capitalistas que apoyaban a Biden provenían de las finanzas, los seguros, el sector inmobiliario, las comunicaciones y la electrónica, y defensa. Las contribuciones provenientes de los sectores de energía, agroindustria, transporte y construcción prefirieron a Trump. Otra evidencia de la división de la clase capitalista es que un número significativo de capitalistas se abstuvieron, según informes de los medios sobre Trump y la campaña presidencial, y decidieron, en cambio, canalizar sus contribuciones financieras a los candidatos republicanos al Senado, lo que puede ayudar a explicar por qué los republicanos obtuvieron en ellas mejores resultados de lo esperado.

Cambios demográficos y trumpismo

Otro cambio estructural a largo plazo que ha allanado el camino del trumpismo ha sido el creciente peso de la política anti-inmigranción. A pesar de ser una característica de larga data en la historia de Estados Unidos, comenzó a adquirir una nueva importancia como respuesta a una serie de cambios iniciados en los años sesenta. La Ley de Inmigración y Naturalización de 1965 abolió el antiguo sistema de cuotas establecido en 1924 que discriminaba a los inmigrantes no provenientes del norte de Europa. Esto condujo a una inmigración sustancial desde países de Europa del Sur y Oriental y la mayor parte de Asia a los Estados Unidos.

Más importante fue la creciente ola de inmigración desde México, particularmente evidente desde la década de 1980, como resultado del desplazamiento masivo de trabajadores agrícolas con la introducción de una agricultura capitalista menos intensiva en mano de obra (a veces con inversión estadounidense) en ese país. La inmigración mexicana, inicialmente concentrada en las ciudades del suroeste y las regiones agrícolas de California y otros estados occidentales, se expandió a las grandes ciudades de todo Estados Unidos en busca de empleo, incluidas áreas remotas lejos de los centros metropolitanos.

Durante varias décadas, el número de inmigrantes mexicanos y otros latinoamericanos, en su mayoría indocumentados, siguió creciendo. Sin embargo, ello cambió cuando la tasa de natalidad de los hispanos en los Estados Unidos cayó el 31 por ciento entre 2007 y 2017. En los últimos años, la inmigración mexicana y latinoamericana a los Estados Unidos ha sido superada por la inmigración asiática.

Estas oleadas de migración de los últimos cincuenta años han dado lugar a una serie de cambios demográficos que muestran, según los Current Population Reports de la Oficina del Censo de EEUU, que la proporción de no blancos comenzó a aumentar en 1970, y que en 1990 casi una de cada cinco personas no era blanca. La proporción siguió aumentando a una de cada cuatro personas durante las siguientes décadas. El mismo informe ha proyectado que la proporción de personas no blancas crecerá aún más: uno de cada tres estadounidenses pertenecerán a un grupo racial no blanco en 2060.

Este es el trasfondo del aumento del sentimiento anti-inmigrante, que culpa a los inmigrantes, particularmente a los inmigrantes pobres de color, de muchos de los problemas actuales de la economía estadounidense, como la escasez de empleos, que es el resultado en gran parte de una desindustrialización de la que no son responsables. Este sentimiento antiinmigrante, junto con los permanentes esfuerzos para reducir el número de votantes negros por parte de Trump y de las administraciones republicanas anteriores, ha jugado un papel clave en la manipulación de las circunscripciones electorales del congreso, estatales y locales, con el fin de evitar que los afroamericanos y los inmigrantes naturalizados voten a los demócratas. Ese ha sido el motivo de la manipulación descarada que se ha llevado a cabo en particular en los estados de Carolina del Norte, Michigan, Pensilvania y Wisconsin.

Ese mismo motivo anima la politización del censo por parte de Trump para evitar un conteo preciso de inmigrantes y minorías raciales y para excluir, en violación de la Constitución, a los inmigrantes indocumentados del conteo del censo. La misma política racista y anti-inmigrante anima los repetidos y flagrantes esfuerzos de las administraciones republicanas actuales y pasadas para excluir, o al menos hacer más difícil que los afroamericanos y los inmigrantes pobres de color voten. Esto fue expresado claramente por Donald Trump en el programa Fox & Friends en marzo de 2020, cuando acusó a los demócratas de querer un “volumen de votación que, si alguna vez se aceptaba, nunca permitiría volver a elegir a un republicano en este país».

El trumpismo y la desaceleración del crecimiento económico en Estados Unidos

Esencialmente, el trumpismo es una respuesta conservadora autoritaria al continuo abandono del Partido Demócrata de las quejas legítimas de grandes sectores de los votantes blancos que terminaron apoyando a Trump. Al hacerlo, estos votantes blancos esperaban que Trump revertiría la decadencia socioeconómica y política resultante de las políticas neoliberales que los propios demócratas aplicaron con Clinton y Obama, y muy probablemente continuarán con Biden.

Es cierto que la economía de los Estados Unidos sigue dando pasos importantes en campos como la alta tecnología, las comunicaciones, la ciencia médica y el entretenimiento. Pero, en términos generales, este progreso material no es tan grande ni está distribuido uniformemente como en períodos históricos anteriores. Como ha defendido el economista de la Northwestern University, Robert J. Gordon en dos influyentes artículos publicados en 2000 y 2018, desde principios de los años setenta, la economía estadounidense ha experimentado una disminución continua en la tasa de crecimiento de la productividad, excepto un resurgimiento temporal de 1996 a 2006, que ha reducido la tasa de crecimiento económico. Según Gordon, el mayor crecimiento de la productividad en los Estados Unidos ocurrió en el medio siglo entre la Primera Guerra Mundial y principios de los setenta.

Para Gordon, ese período de constante crecimiento de la productividad ha terminado. La disminución de la tasa de crecimiento de la productividad ha tenido un efecto negativo en la tasa de ganancia, lo que ha contribuido a los esfuerzos de los capitalistas por extraer una mayor producción de los trabajadores y otros ataques a las reivindicaciones de los trabajadores. También puede ser una razón clave que entre 1980 y 2020, el crecimiento del PIB real por persona de los Estados Unidos ha sido menos del 3 por ciento anual y se ha desacelerado continuamente.

El ataque capitalista a las reivindicaciones de los trabajadores ha aumentado la distribución desigual y sesgada de la riqueza y ha fortalecido la oposición capitalista a los impuestos necesarios para una mejora sustancial para el acceso a servicios como educación y atención médica. La educación de la mayoría de las personas ha seguido deteriorándose y, a pesar de los avances en la ciencia médica, también lo ha hecho la atención sanitaria. Junto con la respuesta totalmente inadecuada a la pandemia de COVID-19 y la destrucción del medio ambiente de las administraciones tanto republicanas como demócratas, todo ello es expresión de la decadencia capitalista. Revelan la incapacidad sistémica de un sistema social para asegurar su supervivencia a largo plazo, para proporcionar una alternativa real y una solución a las crisis ecológicas, económicas y sociales que aumentan considerablemente la probabilidad de pandemias y para aplicar una respuesta de salud pública eficaz e igualitaria ante estas pandemias.

Abandonada a su destino de desindustrialización y desempleo estructural, la América blanca sigue sufriendo los efectos de la desesperación, hundida en el consumo generalizado de opioides y el aumento de las tasas de suicidio. Los afroamericanos continúan siendo víctimas de la brutalidad policial y un mercado laboral y de vivienda altamente inestable que ha aumentado la precariedad de su nueva clase media en expansión, mientras que la mayoría negra sigue siendo pobre a pesar de que una minoría negra asciende a los rangos gerenciales y ejecutivos. En la última década, la deuda de los estudiantes se ha convertido en una carga cada vez mayor para los estudiantes universitarios que, al igual que sus compañeros no universitarios, no esperan vivir como la generación de sus padres. El creciente número de jóvenes que tienen que trabajar en McDonald’s y sus equivalentes minoristas no pueden sentirse optimistas sobre su futuro cuando sufren no solo bajos salarios, sino que están obligados a cambios repentinos de horarios de trabajo que causan estragos en sus vidas, especialmente si tienen niños pequeños. Estas son las expresiones concretas del prolongado aumento de la desigualdad en los Estados Unidos, el país con la distribución más desigual tanto de riqueza como de ingresos per capita entre las economías del G7.

La prosperidad material ha sido indispensable para el mantenimiento de la cohesión social y la paz en una sociedad estadounidense altamente individualista, donde históricamente la solidaridad basada en lazos de clase y comunidad ha sido comparativamente débil. A medida que esta prosperidad retrocede, queda la gran pregunta: Qué fuerzas sociales surgirán para luchar por una alternativa progresista, democrática y socialista desde abajo a la reacción de la derecha, sea trumpiana o no?

Samuel Farber  nació en Marianao, Cuba. Profesor emérito de Ciencia Política en el Brooklyn College, New York. Entre otros muchos libros, recientemente ha publicado The Politics of Che Guevara (Haymarket Books, 2016) y una nueva edición del fundamental libro Before Stalinism. The Rise and Fall of Soviet Democracy (Verso, 1990, 2018).Fuente:https://www.jacobinmag.com/2021/01/donald-trump-white-working-class-trumpismTraducción:Enrique GarcíaTemática: 

Publicado en SIN PERMISO: https://www.sinpermiso.info/textos/eeuu-las-causas-del-trumpismo-y-por-que-perdurara

Por MK BHADRAKUMAR

La declinacion se convierte en un proceso inevitable a medida que comienza a acelerarse. Pero a las potencias imperiales les resulta realmente difícil aprender a convertirse en un país «normal». Esa dicotomía podría provocar eventos traumáticos. El saqueo de la Roma imperial por un ejército de visigodos, miembros de tribus bárbaras del norte de Europa, encabezados por un general llamado Alarico, hace 1610 años, fue uno de esos eventos. La crisis de Suez de 1956 fue otra. 

La Declinacion de Estados Unidos será insoportablemente dolorosa y, a menudo, humillante, a menos que comience de inmediato. Sin embargo, no hay señales de ningún reconocimiento en Beltway de que la capacidad de Estados Unidos para imponer su voluntad a la comunidad mundial se está evaporando rápidamente. Simplemente eche un vistazo al sitio web del departamento de estado de EE . Las actividades del secretario de Estado Mike Pompeo en los últimos días realmente nos recuerdan a Neron tocando el violín mientras Roma ardía:

  • Sancionar al banco comercial de Cuba Banco Financiero International SA porque sus ganancias «benefician desproporcionadamente a los militares cubanos en lugar de a los empresarios cubanos independientes» (1 de enero de 2021); 
  • Escribiendo un artículo de opinión sobre la «opaca y amenazante acumulación de armas nucleares» de China (4 de enero); 
  • Sancionar a 17 empresas y una persona en relación con la industria de metales de Irán, cuyos ingresos financian las “actividades desestabilizadoras de ese país en todo el mundo” (5 de enero); 
  • Dictar a Caracas que Juan Guaidó seguirá siendo el legítimo jefe de Estado de Venezuela a pesar de la elección de una nueva Asamblea Nacional (5 de enero); 
  • Amenazar a China con más sanciones y «otras restricciones» a menos que los «activistas por la democracia» en Hong Kong sean «puestos en libertad de forma inmediata e incondicional» (6 de enero); 
  • Condenando la condena y sentencia de Hanói a 3 periodistas «en una tendencia preocupante y acelerada de arrestos y condenas de ciudadanos vietnamitas que ejercen derechos consagrados en la constitución de Vietnam», y exigiendo que los periodistas sean «liberados de forma inmediata e incondicional» junto con «todos los detenidos injustamente» y permitir que los vietnamitas “expresen sus opiniones libremente, sin temor a represalias” (7 de enero); 
  • Designar a Falih al-Fayyadh, presidente de la Comisión de Movilización Popular Iraquí y ex asesor de seguridad nacional del primer ministro iraquí, bajo la legislación estadounidense conocida como Ley de Responsabilidad de Derechos Humanos Global Magnitsky (8 de enero); 
  • Declarar nulos y sin efecto todos los límites (“pautas de contacto” permanentes) a la interacción de Estados Unidos con los taiwaneses (9 de enero); 
  • Condenando la legislación del parlamento iraní que exige la expulsión de los inspectores nucleares de la Agencia Internacional de Energía Atómica a menos que se levanten todas las sanciones estadounidenses (9 de enero).

Pompeo actúa frenéticamente en sus últimos días en Foggy Bottom. Al anochecer de hoy, probablemente más «misiles» de este tipo están en camino. La parte patética es que ignora felizmente que está disparando misiles scud, como Saddam en la Guerra del Golfo. De hecho, Pompeo proyecta a los Estados Unidos bajo una luz falsa como un gigante torpe fuera de contacto con la realidad. 

El comportamiento de Pompeo solo puede complicar las cosas para la administración entrante de Biden. Nancy Pelosi debería hacer algo al respecto, junto con el collar que planea poner alrededor del grueso cuello de Trump. En serio, ¿alguien está prestando atención al daño que Pompeo todavía es capaz de causar a los intereses estadounidenses? 

En general, la opinión estadounidense tiende a considerarlo un operador político y escalador y un chico de los recados de los hermanos Koch. Esto es lo que la Nación escribió una vez sobre Pompeo en un artículo titulado Los hermanos Koch obtienen su propio secretario de Estado: 

“Pompeo ha sido durante mucho tiempo una de las figuras políticas más conflictivas en la conflictiva ciudad de Washington, gracias a sus vínculos con el imperio empresarial global privado y reservado que ha jugado un papel fundamental en el avance de su carrera política. Pompeo salió de la misma comunidad empresarial de Wichita, Kansas, donde tiene su sede el conglomerado de petróleo y gas de la familia Koch. De hecho, Pompeo creó su propia empresa con capital inicial de Koch Venture Capital «.

Hace algún tiempo, Susan Glasser de la revista The New Yorker hizo un perfil fantástico sobre Pompeo después de que Trump lo eligiera para reemplazar a Rex Tillerson. Glasser trazó su asombroso viaje desde ser un progresista autodenominado que se convirtió en activista del Tea Party y finalmente terminó como un evangelista del corazón. 

El patrón de referencia de Pompeo hacia sus benefactores políticos le ha sido muy útil con un presidente ensimismado. Glasser citó a un ex embajador estadounidense que le dijo: «Es como un misil que busca el calor del trasero de Trump». Sin duda, Pompeo se encontraba entre las personas más aduladoras y obsequiosas de Trump. 

Pero cada perro tiene su día y con un presidente distraído meditando en la Casa Blanca, Pompeo parece pensar que ha llegado su día. Parece estar impulsando una agenda personal ante un público objetivo en Estados Unidos. Glasser escribió: 

“Pompeo ha sido más político que cualquier otro secretario reciente y con la excepción, quizás, de Hillary Clinton. De alguna manera, se acercó al trabajo como un futuro candidato presidencial, recibiendo a estrategas republicanos como Karl Rove y patrocinadores adinerados como el ex director ejecutivo de Goldman Sachs, Lloyd Blankfein, en las “cenas de Madison” regulares, nombradas así por el quinto secretario de Estado… Las cenas están orquestadas por la esposa de Pompeo, Susan, que viaja con frecuencia con él y cuyas inusuales solicitudes ahora están siendo investigadas por los demócratas del Congreso después de que un denunciante se quejó de que la pareja estaba usando de manera inapropiada los recursos del gobierno y que trataba al equipo de seguridad de Pompeo como «UberEats con armas». 

De hecho, la preocupación de Pompeo por su propia imagen política parece moldear tal comportamiento proyectándose a sí mismo como un nacionalista incondicional que realmente cree en el Nuevo Siglo Americano. Pero Pompeo es un hombre inteligente. Ha eludido cuidadosamente la directiva del líder norcoreano Kim Jong Un a sus funcionarios de «desarrollar un sistema de armas nucleares más avanzado con múltiples ojivas, misiles nucleares lanzados bajo el agua, satélites espías y submarinos de propulsión nuclear». 

Pompeo se niega a tomar nota de la descripción de Kim de los EE. UU. como el «mayor enemigo» de la RPDC en su discurso en el Congreso del Partido de los Trabajadores de Corea en Pyongyang el 5 de enero. Ciertamente, él no participa en destacar que Trump «El trofeo de la política», su bonhomía con Kim, es en realidad otra farsa. 

Pero Pompeo tropezó al hablar mal del liderazgo comunista en Hanoi. Tal vez no se dio cuenta de que al emitir una declaración tan mordaz sobre un país influyente de la ASEAN y una potencia regional emergente, solo pudo haber llamado la atención sobre el colapso de su proyecto favorito para persuadir a Vietnam de unirse al Quad y al gobierno liderado por Estados Unidos. Estrategia Indo-Pacífico. (Pompeo incluso hizo una visita   a Hanoi a fines de octubre, pero, al parecer, lo desairaron). 

El comunicado de prensa de Pompeo del 9 de enero sobre Irán que amenaza con expulsar a investigadores de la ONU también se convierte en un estudio de caso. Sin duda, Irán ha mostrado un desafío estratégico. Pero subraya, sobre todo, que Teherán arrojó los famosos Doce Mandamientos de Pompeo (que entregó como ultimátum a los líderes iraníes durante un discurso en la Fundación Heritage en Washington, DC, en mayo de 2018) directamente a la basura. 

Curiosamente, Pompeo ya no está de humor para amenazar a Irán. En cambio, le recuerda a Teherán que “Irán tiene la obligación legal de permitir el acceso de los inspectores de la AIEA de conformidad con el acuerdo de salvaguardias requerido por el TNP de Irán. Por lo tanto, violar esas obligaciones iría más allá de las acciones pasadas de Irán que son incompatibles con sus compromisos nucleares del JCPOA «. 

¡Pompeo insta a Teherán a cumplir con el JCPOA! La rueda ha completado el círculo. Trump y él hicieron todo lo posible para desacreditar y destruir el JCPOA. ¡Pompeo ahora quiere que se conserve!  

Hace cuatros años, cuando transcurrían las elecciones que llevaron al poder a Donald Trump el Dr. Miguel Barrios elaboró este análisis que hoy ante la evolución de los acontecimientos toman una importancia meridiana, ya que describe el meollo de la cuestión en juego en el centro de la Potencia declinante y con una gran aceleración de la misma. Lo mas dificl de las Potencias Imperiales es aprender a ser “Normales” las últimas medidas de política exterior son mas bien para encuadrar a sus fanáticos seguidores que la de un Hegemón que ya no convence ni haciendo ostentación de fuerza; también incluimos un audio reciente con un título que describe el actual momento de EEUU: «Estados Unidos es un Imperio fallido». Carlos Pereyra Mele DG

La decadencia geocultural de los EEUU de cara a las elecciones

Miguel Ángel Barrios

08/11/2016

Como siempre ocurre cuando se producen elecciones en los EEUU, prácticamente se trata de una elección global por sus repercusiones e impactos a nivel geopolítico mundial. Además ocurre casi por añadidura a lo anterior un sin fin de debates, si el candidato del Partido Republicano o del Partido Demócrata, llevarán políticas más beneficiosas o perjudiciales, con respecto, en nuestro caso a Nuestra América. 

Nosotros evitaremos entrar en estas discusiones que nos parecen interesantes, pero que nos puede conducir a errores geopolíticos. En verdad EEUU es un sistema de partido único, que tiene matices en lo interno, pero no confundir en lo que respecta a América Latina y el Caribe, nadie pone ni pondrá en discusión, que constituimos el patio trasero de la Republica Imperial, institucionalizado en la mal llamada Doctrina Monroe, en verdad una declaración unilateral llevada a cabo por el entonces presidente Monroe el 2 de diciembre de 1823 en el Congreso norteamericano, para abortar el unionismo hispanoamericano de Simón Bolívar. 

Por supuesto que no podemos desconocer que Donald Trump representa en forma tragicómica la necesidad de no perder el «sueño americano» de la América profunda ante el descenso social de los sectores medios y populares norteamericanos ante las corporaciones financieras del globalismo de Wall Street que representa Hillary Clinton. Pero esto, no nos puede llevar a confundirnos con un cambio de política de EEUU en el sistema global. 

Además, el presidente de los EEUU es un gerente de una red institucional compuesta por el Congreso, la Corte Suprema de Justicia, el Pentágono, la Reserva Federal y un sin fin de lobbys públicos y secretos, desde la Asociación Nacional del Rifle a Universidades, desde la CIA a la DEA y el FBI, por ejemplo. Es decir, quedar prisioneros de los discursos y no de los andamiajes de poder del imperio, reitero, nos llevan a agudos análisis, pero que nos quede bien claro, modificaciones de la «Doctrina » Monroe, no habrá. 

Y entonces, ¿qué está ocurriendo en los Estados Unidos de cara a las próximas elecciones más allá de Hillary Clinton y Donald Trump? 

Estados Unidos se encuentran en su más profunda decadencia GEOCULTURAL desde su nacimiento como Estado, en un momento de cambio de «orden » mundial, y partiendo de la premisa que la cultura -entendida como el conjunto de elementos materiales y espirituales de un pueblo que hacen a su identidad- constituye la dimensión más profunda de la soberanía de los pueblos. 

Y para no analizar desde la actualidad misma, lo haremos desde la actualidad histórica como un diálogo retroalimentativo pasado-presente-futuro y futuro-pasado-presente. 

El eminente geopolítico norteamericano Zbigniew Brzezinski afirma que los cuatro ámbitos decisivos del poder global son: a) militar) económico, c) científico-tecnológico y d) cultural. La combinación de los cuatro ámbitos es lo que hace a un actor estatal convertirse en superpotencia global. (Brzezinski, Zbigniew.»El gran tablero mundial -la supremacía estadounidense y sus imperativos geoestratégicos», Editorial Paidos, BsAs, p.199). 

Aunque el rostro visible de un imperio mundial se traduce a través del poder duro al decir de John Nye -estratega estadounidense- que identifica de esa manera al segmento económico y militar-, sin embargo, es el poder blando -el cultural- el que alimenta y sostiene al primero. A lo largo de la historia, el Imperio Roma, China, los mongoles, España e Inglaterra, por citar algunos ejemplos, al ingresar en una fase irreversible de decadencia cultural fueron perdiendo la creatividad y el dinamismo económico militar. 

Nada más alejado de la realidad mundial que desconocer que EEUU es una superpotencia militar global, por lo que embarcarse en afirmar la inminente decadencia de los EEUU es un simplismo peligroso. Sin embargo, podemos hallar serias grietas dentro del ámbito cultural norteamericano conducente a una crisis que nos lleva, como lo venimos sosteniendo, a un «orden» multipolar en el siglo XXI y que es muy importante, que no perdamos de vista, porque ratificamos la dimensión cultural vitamínica el poder económico, tecnológico y militar al brindarle creatividad e innovación. El primer síntoma de una crisis de los imperios se inicia en el segmento de la cultura precisamente. Y es lo que estamos observando en la actual campaña presidencial en los EEUU. 

Daniel Bell ya advirtió en su momento que EEUU ha entrado en la «era del hedonismo» (Daniel Bell .»Las contradicciones culturales del capitalismo”, Alianza Editorial. Madrid, 1977, p. 48).Tanto Samuel Huntington en su última obra antes de fallecer denominada llamativamente «¿Quiénes somos»? (Huntington, Samuel, “¿Quiénes somos? Los Desafíos de la identidad nacional estadunidense”, Editorial Paidos. BsAs, 2004) como el citado Brsesinski, entre otros muchos, critican a fondo ese hedonismo que socava la tradición fundante calvinista cristiana y la base de moralidad social e identifican su amenaza de declive social y hasta imperial. Ambos encuentran sorprendentes analogías con la decadencia de otros sistemas imperiales, como señala el historiador de la Universidad de Yale-EEUU, Paul Kennedy. 

Los deslumbrantes logros tecnológicos, económicos y políticos se dan paradójicamente con problemas de decadencia moral, suicidio cultural y de desunión política, entre cuyas manifestaciones Huntington señala el aumento de conductas antisociales(crímenes, drogadicción y violencia general), la decadencia familiar (récord de embarazos adolescentes), el descenso vertiginoso de la natalidad y el envejecimiento de la población, el resquebrajamiento de la ética del trabajo, la desocupación a consecuencia de la deslocalización de las fábricas, la concentración financiera de la riqueza, los niveles más bajos de rendimiento escolar con depreciación del estudio y la actividad intelectual y la erosión del puritanismo fundador de la «Gran Nación». 

Francis Fukuyama es aún más radical en su libro «La gran destrucción» donde destaca «los procesos de desintegración, comenzando por la crisis del matrimonio y la familia, bajo el influjo de un individualismo y utilitario mío exasperado» (Citado en Guzmán Carriquiry, Enrique. “Una apuesta por América Latina”, Editorial Sudamericana, BsAs, p.203). 

El credo americano como adelgaza ideológica de democracia, individualismo, igualdad ante la ley, constitucionalismo y propiedad privada, inspirado por una especie de religión civil ha entrado en una crisis de legitimación desde Vietnam. Se rompió el consenso nacional fundador del Destino Manifiesto, y aquí nos parece que reside el fondo irreversible de la crisis GEOCULTURAL de la República Imperial, y nunca mejor reflejada en esta elecciones, por una Magnate inmobiliario como «representante» de sueño americano y de la creadora del terrorismo de Daesh, es decir del falso «Estado islámico» y representante de Wall Street, Hillary Clinton. Tanto el uno como el otro, traducen esta crisis GEOCULTURAL, pero no confundir que están por modificar la «Doctrina» Monroe. 

Junto con los sentimientos patrióticos, tienden a manifestarse con más vigor la importancia de los derechos de los grupos definidos desde la etnia, sexo y «preferencia sexual», la propia región, la corporación, etc. Ahora resulta muy difícil definir un consenso nacional ante esa presión multicultural si no es por la re emergencia coyuntural de una conmoción patriótica. En el fondo, la búsqueda de un enemigo, ya sea el comunismo, los «negros», el terrorismo, Putin, Irán, Chávez o los chinos, es lo que termina dividiendo en dos bloques a la sociedad norteamericana: la Nación Americana o la Confederación Multicultural. 

Esto se agudiza por el fuerte crecimiento de las masivas inmigraciones a los EEUU, cuestión de fondo que se complica porque ha dejado de ser un Estado continental industrial Atlántico y predominantemente europeo para convertirse en Pacífico, asiático y del sur continental latinoamericano. Ello pone en el tapete un eje central, la naturaleza de la Nación Americana está en discusión a todos los niveles como no lo estuvo desde la época de la Guerra civil en el siglo XIX. 

Huntington plantea en forma muy angustiada la necesidad de fortalecer la identidad nacional. La presencia hispana en los EEUU suscita debates y temores. Huntington afirma «que el más grave e inmediato peligro para la identidad tradicional americana proviene de la inmediata e incesante inmigración de América Latina sobre todo de Méjico». (Huntington Samuel, Obra Citada, p. 129). 

Plantea el estratega norteamericano la urgente necesidad de vigorizar en tiempos de globalización no solo por medio de la ideología política tradicional (los principios del «Credo Americano») sino la revitalización de los elementos básicos de la cultura angloparlante (cristianismo, lengua inglesa, ética del trabajo, moralismo e imperio de la ley), 

Este contexto de debilidad del principal segmento-el cultural- de los cuatro que forman parte de un poder global está causando seria preocupación en los EEUU y no solo en los niveles geoestratégicos, en ese sentido estas elecciones son un punto de inflexión. 

Se publicó hace unos años en Norteamérica un Informe preparado por la Academia de Ciencias de ese país titulado «Superando la tormenta que se avecina»( Diario La Nación, .BsAs, Argentina. jueves 27 de octubre de 2005, p.59). Este documento expresa: “Este comité está sumamente preocupado por el debilitamiento observado en los componentes científicos y técnicos de nuestro liderazgo económico al punto que otras muchas naciones están aumentando su poderío. Estamos preocupados por el futuro de los EEUU». (Diario La Nación,Idem). 

De las conclusiones se desprende la fuerte alarma por el desequilibrio en aumento entre las demandas tecnológicas y las ofertas educativas. Y el documento hace recomendaciones concretas para una transformación del sistema educativo en todos sus niveles sin pérdida de tiempo en una época histórica en la cual no hay desarrollo sin mejora en la calidad educativa. Agregamos que ya en 1981, el Comité de Ciencias de los EEUU en un mismo tipo de Informe avisa al Presidente Reagan, de esta crisis que va en aumento, el documento se tituló «América en peligro». 

Luego de este análisis y yendo de lleno a las elecciones del próximo martes, los expertos creen que detrás de fenómenos como el BREXIT o el ascenso de Trump hay un profundo malestar de sectores blancos que perdieron en los últimos años preeminencia social. 

La mayoría blanca solía mezclar identidad racial con identidad nacional. Para muchos blancos, esa identidad era uno de los pilares fundamentales que sostenían sus vidas y ahora aparecen como «amenazadas». 

«La cuestión fundamental es quiénes somos», dice Erik Kaufmann, profesor de Ciencias Políticas del Birkbeck College de la Universidad de Londres: “¿Qué significa ser parte de esta Nación? ¿Sigue siendo nuestra Nación entendiendo «nuestra» como mayoría étnica?» (Diario La Nación. BsAs, Argentina, jueves 3 de noviembre de 2016.pág 3). 

Son preguntas que nos conllevan al centro de nuestro análisis, el multiculturalismo, los movimientos de los derechos civiles en EEUU y de una política de fronteras abiertas, pone el acento en la identidad. Y este es el dilema de los EEUU en el siglo de las grandes civilizaciones como bloques. 
Miguel Ángel Barrios -Argentina- es doctor en educación y en ciencia política. Autor de reconocidas obras sobre América Latina.

«Estados Unidos es un Imperio fallido»

Miguel Angel Barrios |

AUDIO Radio Gráfica – Recuperando el aire

El pensador nacional Miguel Ángel Barrios, dialogó con Omar Zanarini sobre la toma del Congreso norteamericano por simpatizantes del presidente Donald Trump, que buscaron evitar que el parlamento reconociese el triunfo de Joe Biden, quien asumirá en remplazo del actual mandatario el próximo 20 de Enero. Barrios, dejó varios títulos que nos llevan a pensar el futuro del país del norte y de la región, señalando que allí la grieta en el pueblo se da en principio entre «multiculturalismo» y los supremacistas blancos, y que en el futuro se podría dirimir con violencia.

En el año 2007 cuando fui Director del Diccionario Latinoamericano de Seguridad y Geopolitica que publicó Biblos ese año con ímportantes investigadores entre ellos Carlos Pereyra Mele, afirmamos en el Prólogo que EEUU es el primer Imperio fallido de la historia. No el Estado, sino el primer Imperio fallido de la historia. Hoy el tiempo nos dio la razón. Pero como somos»ensayistas», esperemos que libreto le brinda la Embajada a los autodenominados «expertos y científicos» de las Relaciones Internacionales, verdaderos cípayos de la República Imperial.

Dr. Miguel A. Barrios.

Cierre del atípico año 2020, analizando el sistema Mundo y su influencia en la región y argentina, y los nuevos escenarios que se inauguran, en nuestra columna de Política Internacional y Geopolitica del programa “Con Sentido Común”, conducido por el Periodista Alfredo Guruceta, para Canal “C” del sistema de cablevisión :

1 El caso de rompimiento entre Inglaterra y la Unión Europea como opera ello sobre el atlántico sur y sobre Malvinas

2 El nuevo mapa bicontinental de Argentina su importante para entender la extensión y los gigantescos territorios terrestres y marítimos que nos corresponden

3 Los grandes problemas falsos que se nos plantean con la geopolitica de las vacunas, desde los medios masivos de comunicación, los “errores” que transmiten los analfabetos locuaces -auto percibidos como periodistas-

4 El desconocimiento del súper acuerdo alcanzado con el RCEP (en nuestros países), del Acuerdo del ASEAN, China, Japón, Corea del Sur. Australia y Nueva Zelanda son el mayor Tratado de Libre Comercio del Mundo, las consecuencias para el mundo, la región y Argentina.

5 Las crisis de los sistemas mundialistas pos segunda guerra mundial y de los organismos como la Unión Europea y la del estado norteamericano…

[El Equipo de Dossier Geopolitico, reproduce el artículo elaborado por el Dr. Marcelo Gullo, con su autorización, donde analiza la importancia desde la perspectiva geopolitica y la demografía las consecuencias de la autorización de la interrupción voluntaria del embarazo. lic. Carlos A. Pereyra Mele y Dr. Miguel A. Barrios

Mis queridos Manuel, Sofía, Adilio, Telma, Federico, Nicolás, Carolina… hoy ustedes descalifican -y tildan de conservadores, retrógrados, católicos nacionalistas y hasta fascistas- a los que se oponen al aborto.

Permítanme con mucho respeto y por el cariño que les tengo que les haga unas preguntas. ¿A ustedes no les hace ruido, no les dice nada que Perón, Evita, Carrillo, Kirchner, Chávez y Correa estuvieran contra el aborto y que Kissinger, Rockefeller, Soros, Bill Gates y muchos grandes medios de comunicación a los que ustedes tanto critican estén a favor?

Si les hace ruido -si no, ni vale la pena que sigan leyendo esta carta- podemos repasar juntos la opinión sobre el aborto de aquellos que construyeron nuestra historia grande.

Antes de realizar ese repaso, aunque sea demodé hablar de la doctrina peronista, permítanme recordarles que en lo que se refiere a la defensa de la vida humana dicha doctrina es contundente. Para el doctor en medicina Ramón Carrillo, el más grande sanitarista de la historia de América Latina, el aborto constituía un delito que debía ser castigado, no tanto en la mujer que abortaba, sino en los profesionales y enfermeras que se prestaban a su implementación. Fue Ramón Carrillo el que mandó que, en los libros donde se divulgaba la doctrina peronista se escribiera “convencido que el aborto criminal constituye una práctica amoral y delictuosa, aun cuando la tomen a su cargo profesionales en el arte de curar, (es que el Estado) ha orientado sus esfuerzos hacia la meta de desterrarla para siempre de entre nosotros”.

¿Saben ustedes que el 12 de diciembre de 1950 nuestra Evita, con esa fuerza que le salía del alma, les gritó, tremendamente enfadada, a un grupo de enfermeras que habían ayudado a algunos médicos gorilas de la pequeña burguesía porteña a terminar con la vida de niños por nacer: “Compañeras el aborto es un capricho gorila y burgués.. compañeras, cada aborto que ustedes permiten es un servicio a los poderes coloniales…”

¿Han reflexionado serenamente en el hecho histórico que, en 1974 en la Conferencia de Bucarest, Kissinger fue el principal promotor de la instauración mundial del aborto y Perón el principal opositor a esa iniciativa? ¿Saben que Perón planificó cuidadosamente durante meses su enfrentamiento con Kissinger, el más importante estratega geopolítico de la estructura hegemónica del poder mundial?

Siguiendo las precisas instrucciones de Perón, la Argentina frustró en Bucarest la instauración mundial del aborto propuesta por Kissinger
Preciso recordarles que a Perón lo sorprende la muerte antes de la Conferencia pero el embajador argentino, con coraje e inteligencia, siguiendo las precisas instrucciones de Perón frustró en Bucarest la instauración mundial del aborto propuesta por Kissinger. ¿Cómo se entiende que muchos de ustedes que se sienten nacionales y populares, entre Kissinger y Perón, hayan elegido hoy a Kissinger? ¿Tienen dudas? ¿Creen que exagero? Lean, entonces, por favor el libro del compañero Paulo Ares titulado Perón versus Kissinger.

Algunos jóvenes formados en el progresismo relativista me preguntan: ¿pensaría lo mismo Eva o Perón hoy? Y yo les repregunto ¿por qué deberían cambiar? ¿El mal deja de ser un mal por el simple paso del tiempo? ¿Hay alguna nueva evidencia científica que contradiga la afirmación de Ramón Carrillo de que cuando una mujer está embarazada en su seno late el corazón de una vida -no un “fenómeno” como sostiene Ginés Gonzales García- y que el aborto por lógica consecuencia es un asesinato?

Acercándonos un poco más a nuestros días recuerdan ustedes la admiración que Néstor Kirchner sentía por Ramón Carrillo. Saben que el 26 de noviembre del 2004, fiel a su estilo frontal, el presidente Kirchner enfurecido tiró a la basura el proyecto de legalización del aborto que le había presentado Ginés González García. Cuando le preguntaron sobre ese episodio Néstor enfurecido declaró a los medios: “Siempre fue claro mi rechazo al aborto”.

No menos enfático fue Hugo Chávez en el debate que sostenía con Henrique Capriles, cuando éste último se manifestó a favor del aborto en los casos de niños con síndrome de Down. En esa ocasión, el 15 de septiembre del 2012, si no me falla la memoria, Chávez le espetó a Capriles: “En otras partes, aplican el aborto. Califíquenme de conservador, pero no estoy de acuerdo con el aborto para detener un parto. Sencillamente nació el niño con un problema, ahora hay que darle amor”. Habló del amor e introdujo la palabra clave que hay que introducir en este debate que nos ha impuesto la oligarquía financiera internacional. Nosotros predicamos una doctrina de amor, de amor por los más indefensos, por eso nos oponemos al aborto porque hemos visto cómo con sus manitos y sus patitas el bebé se defiende de la pinza que quiere descuartizarlo. Por eso Rafael Correa, cuando el parlamento ecuatoriano se aprestaba a legalizar el aborto el 14 de octubre del 2013, afirmó tajantemente: “Jamás aprobaré la despenalización del aborto”.

¿Yo les pregunto ahora, con el corazón en la mano, eran Néstor Kirchner, Hugo Chávez o Rafael Correa conservadores de derecha retrógrados que se oponían a los derechos de las mujeres?

Puedo seguir haciéndoles otras preguntas. ¿Sabían ustedes que la izquierda latinoamericana, cuando no vivía del dinero de las ONG financiadas por Soros, se oponía en bloque al aborto? Por eso fue que Eduardo Galeano escribió en su famoso libro Las venas abiertas de América Latina: “¿Qué se proponen los herederos de Malthus sino matar a todos los próximos mendigos antes que nazcan? (…) El Banco Mundial otorgará prioridad, en sus préstamos para el control de la Natalidad”.

Si me permiten, me parece oportuno también recordarles el pensamiento de un hombre de la izquierda europea a quien creo nadie en su sano juicio podría acusar de fascista, me refiero a Pier Paolo Passolini, quien cuando se discutió la legalización del aborto en Italia con mucho dolor afirmó: “Estoy traumatizado con la legalización del aborto porque, como muchos, la considero como una legalización del homicidio… Que la vida es sagrada, eso es obvio: es un principio más fuerte todavía que el de la democracia, y es inútil repetirlo”.

Ustedes se preguntarán, mucho ya me lo han preguntado, si para mí el aborto es una cuestión religiosa. Y estoy dispuesto a contestarles. Para mí el aborto es un crimen, es un asesinato, el más vil de todos, la fe católica tiene como piedra fundamental de su doctrina el amor al prójimo, el aborto es atacar al ser más indefenso, el que no puede gritar, el que no puede defenderse, al que le quitan el latido del corazón. Pero además de ello, es un tema religioso, porque detrás del aborto se esconde también el odio al cristianismo y a lo que representa.

Les voy a dar un argumento más -para aquellos que no tienen fe o no comparten mi fe- desde el punto de vista estrictamente geopolítico: está comprobado que la legalización del aborto ha llevado siempre a una catástrofe demográfica y para un país con grandes extensiones y sin población aprobar el aborto equivale a suicidarse geopolíticamente. Tan cierto es lo que acabo de afirmar que en 1936 las autoridades soviéticas, ante la comprobación de la catástrofe demográfica que había provocado la legalización del aborto a partir de la revolución bolchevique, decidieron considerar legalmente al aborto como un crimen y como un acto antirrevolucionario.

Perón sabía que necesitábamos poblar el país para ser soberanos y tener un importante mercado interno, por eso se opuso frontalmente al aborto y a todo intento de control de la natalidad. Por eso los enemigos de la Patria quieren reducir los nacimientos. Para entregarnos más fácilmente a los que ambicionan nuestras riquezas. Perdón, quizás Patria sea una palabra muy fascista o políticamente incorrecta.

Ustedes se sienten jóvenes nacionales y populares y sé, porque los conozco, que ese sentimiento es sincero, pero están apoyando el aborto promovido por los dueños de las finanzas del mundo, y financiado por los mismos usureros que condenan al pueblo argentino a la esclavitud del pago de la deuda externa. ¿No ven en ese hecho ninguna contradicción? Lean por favor los libros de los compañeros José Arturo Quarracino y Pablo Yurman que demuestran científicamente que el aborto es una orden de los dueños de las finanzas del mundo. Permítanme por último, recordarles aquello que muchas veces dije en mis clases: la oligarquía financiera internacional, que es hoy el gran actor de las relaciones internacionales, fomenta como ideologías de colonización y sometimiento tanto al neoliberalismo como al progresismo, que son las dos caras de una misma moneda. El neoliberalismo pulveriza a nuestras fábricas y el progresismo aniquila nuestras familias. Sin fábricas no hay trabajo sin familia no hay Nación. Sin trabajo y sin familia, los obreros, nuestros “cabecitas negras”, nuestros “grasitas”, como los llamaba cariñosamente Evita, están solos frente al poder mundial, solos frente a los buitres del capital financiero internacional. Por favor, vuelvan al pensamiento de Perón y Evita, porque Perón es el futuro, porque en su pensamiento se encuentran las claves para que volamos a tener una Patria Grande y un Pueblo Feliz. Les envío un muy fuerte abrazo peronista.

Fuente: Dr. Marcelo Gullo -Dr en Ciencia Politica; Miembro de Dossier Geopolitico-

Publicado en Geopolitica Ru

Por Enrique Lacolla 26/12/2020

Las fuerzas que controlan el sistema-mundo intentan aprovechar la pandemia para consolidar sus posiciones; mientras tanto, en nuestro país, el Covid ha acentuado una crisis heredada y el gobierno vacila respecto a los modos de enfrentarla.

Se cierra un año horrible, que agrava este carácter por el hecho de que las proyecciones que pueden hacerse a partir de él y de los elementos que en él se recaban no pueden ser, asimismo, otra cosa que sombrías. La pandemia que azota al mundo, sea cual fuere su origen, ha instalado con todo su vigor la premisa de la “doctrina de shock” teorizada por Naomi Klein; esto es, la explotación, por el neoliberalismo, del desastre como expediente para suprimir las resistencias, reorganizar la producción e imponer una regimentación de la vida que atienda primordialmente a los intereses de la elite. No nos animamos a considerar a la pandemia como determinada por un acto deliberado dirigido a realizar el sueño maltusiano de la reducción de la población mundial a través de políticas de intervención activa, sobre todo porque estas estaban centradas en el control de la natalidad y no –o no tanto- en la supresión de la población considerada excedente, como los ancianos, los “indeseables” o los nativos de un mundo colonial cuando resultaban incómodos, díscolos o simplemente superfluos. Sin embargo, desde fines del siglo XIX a esta parte muchos de esos procedimientos tuvieron lugar, de manera deliberada y consciente. Desde la explotación inhumana de los negros del Congo belga por el rey Leopoldo II o la masacre de los hereros en Namibia, consumada por la Alemania guillermina, seguidos por la hecatombe del pueblo judío, de los armenios antes, de los fríos procedimientos con los que se consintió la muerte por hambre de millones de hindúes durante la segunda guerra mundial y de las incontables masacres producidas por las guerras coloniales o por las guerras “civilizadoras” propulsadas por una variedad de actores históricos y que culminan en la doctrina norteamericana de la “guerra humanitaria” para salvar a los pueblos de sus propios dirigentes, los procedimientos de ingeniería social han cobrado una dimensión cada vez más activa.

La planificación es un dato inexorable de la realidad, tenga dicha planificación el signo ideológico que sea. Ese signo, sin embargo, puede hacer la diferencia entre el rescate de la humanidad o su “retorno a las edades oscuras, sólo aclaradas por los relámpagos de una ciencia enferma”, para citar a Winston Churchill. Con la pandemia el sistema ha descubierto un expediente menos ruidoso que las guerras y enormemente persuasivo para resetear al mundo. Aunque no la haya inventado, está preparado para explotarla de acuerdo a sus intereses. El trabajo a distancia, la fragmentación y pulverización de los grandes conglomerados productivos, el alejamiento entre los individuos y el eclipse de la voluntad colectiva por obra de un disciplinamiento externo que para colmo proviene de fuerzas impersonales y se justifica por una necesidad perentoria, constituyen los rasgos del “brave new world” que encaran las generaciones jóvenes. Es difícil encontrar fuerzas para oponérsele, máxime cuando una parte importante de esas generaciones disfrutan del torbellino cibernético y que este, manipulado por las grandes firmas de la comunicación, hace del lavado de cerebro y de la adicción al juego el mecanismo ideal para condicionarlas. Poco espacio queda para la reflexión crítica si uno debe proceder por reflejos instantáneos o abocarse al aprendizaje siempre renovado de variantes –códigos, fuentes, claves, software en continua evolución- que lo atan a una variabilidad permanente. Distinta sería la situación si este movimiento estuviera sostenido por una concepción que evaluara sus inmensas potencialidades con un sentido positivo y las dirigiera racionalmente; por desgracia, no es este el rasgo que preside la dinámica capitalista neoliberal, que prefiere aumentar la confusión para desarmar a quienes se propone controlar.

En este escenario, suponer que una conversión drástica del estado de cosas sea posible es hacerse ilusiones, a menos que la misma dinámica del proceso de conversión brutal de las condiciones de vida no provoque una reacción que haga estallar el sistema y provoque explosiones en cadena contra este. Pero incluso esta reacción podría ser frenada por los reaseguros de control del sistema, en la forma operaciones de inteligencia, vigilancia electrónica y recurso a la represión pura y nuda. Sólo una colisión entre fuerzas globales que más o menos se equiparen podría desbalancear el tablero, abriendo la posibilidad de barajar y dar de nuevo. Pero ello supondría el riesgo de un cataclismo de características imposibles de anticipar.

¿Significa esto que todo está perdido? De ninguna manera. Las tensiones que el actual proceso comporta se están apenas anunciando. Pero el curso de las cosas tal como se viene definiendo no es alentador para los próximos años. De una forma hasta cierto punto inadvertida, y confirmando lo que decimos acerca del incremento de las probabilidades de un choque global, lo actuado por la gestión Trump en materia militar durante los últimos años viene a reforzar la hipótesis de un retorno al choque en gran escala entre las potencias establecidas (el sistema-mundo liderado por Estados Unidos, la Unión Europea, el Japón) y las “potencias revisionistas” (China y Rusia). Pese a que el mandatario saliente no fomentó las guerras locales en la periferia y en general se abstuvo de las iniciativas militares como las puestas en práctica por Clinton, los Bush y Obama, sí realizó cumplidamente su promesa de potenciar el aparato bélico de Estados Unidos con el propósito explícito de convertirlo en el puño blindado de occidente. El presupuesto del Pentágono ha crecido: en la era Trump ha pasado de 580.000 millones anuales a 713.000 millones de dólares. Este cambio se centra en la construcción de más y más sistemas de armas, y en el refinamiento tecnológico del software, la inteligencia artificial, la robótica, las armas hipersónicas y la guerra cibernética. Es definido por los documentos del Pentágono como “estrategia del gran poder” y no significa otra cosa que el abandono del espantajo terrorista como cobertura para intervenir en áreas estratégicas, y la adopción de políticas de contención directa hacia las potencias que compiten con Estados Unidos en esas áreas y que se están revelando, como en el caso de China, capaces de contender económica, política y militarmente a nivel global hasta imponer un nuevo equilibrio de poderes. Lo cual supone la probabilidad de choques militares a gran escala y de impredecibles desarrollos.

Estamos volviendo a la puja por el “balance de poder” distintiva del período de las guerras mundiales entre las potencias “democráticas”: Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos, y las naciones denominadas como “proletarias” por Benito Mussolini; esto es, Alemania, Italia y Japón, con Rusia-URSS como tercero en discordia, que combinaba sus propias aspiraciones nacional-imperialistas con el idealismo comunista. Este último pasó, de ser una forma sincera de representar la realidad en la primera década de la revolución bolchevique, a convertirse en el vector de una ideología instrumental que terminó hundiéndose sobre sí misma.

La Argentina oscilante

Argentina está también inmersa en el caos del sistema-mundo, aunque su condición de extrema periferia la proteja hasta cierto punto de sus peores consecuencias. Pero igualmente percibe y sufre las consecuencias de ser parte del mundo subdesarrollado y de no haber encontrado –por obra de factores externos e internos- el camino a su realización como una sociedad cumplida. Comparte este destino con sus hermanas de Latinoamérica, el auténtico encuadre al que deberíamos aspirar a integrarnos, como expediente para darnos un destino al cual podríamos llamar propio.

Al gobierno de Alberto Fernández que vino a reemplazar a la aciaga administración Macri le tocó gestionar la crisis que supuso la catastrófica herencia dejada por el gobierno anterior –una industria derruida, el desempleo consiguiente, el vaciamiento de las arcas nacionales en aras de la timba financiera y de la fuga de capitales al exterior, el estancamiento y una pobreza récord-, y enfrentar la pandemia del Covid 19 que apenas tres meses después de asumido el gobierno golpeó al país. Su impacto provocó el confinamiento, la parálisis comercial y productiva, y un necesario incremento del gasto público que el ejecutivo hubo de implementar para paliar la situación. Se impidió que se produjera un desempleo masivo y se permitió que el país se sostuviera en un precario equilibrio, pero al costo de demorar iniciativas que podrían haber empezado un relativo despegue. A esto se sumó la trabajosa negociación con los tenedores de los bonos de la deuda externa, y la inconcebible hostilidad de la oposición que busca pretextos donde no los hay para calificar al gobierno como una “dictadura” o “infectadura” y sabotear las medidas de prevención contra la pandemia, mientras monta ridículas campañas dando un tinte ideológico a aplicarse o no la vacuna rusa. De los partidos de esa cosa que no sabríamos si denominar el ”régimen” o el establishment, agrupados en Cambiemos, no hay nada que esperar de acuerdo a las experiencias vividas desde 75 años a esta parte. Pero, ¿y del conglomerado llamado el Frente de Todos?

Convengamos en que los conglomerados son difíciles de manejar. Y situaciones como la actual requieren de coherencia para enfrentarlas. El gobierno, nacido de una convergencia de voluntades que hubieron de esforzarse en coincidir para llegar a la Rosada, no termina de definir un perfil firme para encarar el desafío que le plantea una oposición carente de la más mínima justificación histórica, pero que emplea con tosca habilidad el predominio que ejerce en los medios masivos de comunicación para hostigar al ejecutivo. Junto a esta guerra de zapa mediática se define también un desafío que apunta a mantener los privilegios de la casta poseyente y que se articula a través del “lawfare”. Se encolumnan así los fallos que intentan devolver a la cárcel a los perseguidos políticos del gobierno Macri, liberados por sentencias previas en sentido contrario, y se mantienen tras las rejas a personas como Luis D’Elía o Milagro Sala, a quienes no se les puede imputar ningún cargo serio, mientras que la banda de ladrones de guante blanco, agentes de la banca internacional, que vaciaron las reservas con la práctica desenfadada del “capitalismo de amigos” siguen disfrutando de la fresca viruta y se permiten además enrostrarle al gobierno afanes de revancha que no existen, incapacidad en la gestión económica y torpeza en el manejo de la pandemia. Aduce, esta buena gente, que toda restricción a la libre circulación y el tránsito conspira contra la economía, lo cual es muy cierto; pero su argumento para sostener tal posición no es o no puede ser otro que hay que “dejar que se mueran a los que les toca” (esta fue la expresión, palabras más, palabras menos, del expresidente Macri en conversación con Alberto Fernández). La afirmación, si no fuera siniestra, sería grotesca: ¿acaso si se da libre paso al contagio, la plaga no mermaría al ejército del trabajo y la economía no sufriría igualmente? Sin hablar del trasfondo maltusiano que trasluce la fórmula y al que nos referíamos más arriba.

Ahora bien, más allá de la doblez y el cinismo de este juego, hay que preguntarse acerca de la eficacia con la que el gobierno mismo emplea sus cartas. No hay duda que en el tema de la pandemia, aunque actuó bien, erró a menudo en las instancias comunicacionales. Tras un buen arranque, se dejó llevar por cierta ligereza y, como en el reciente caso de la vacuna rusa, dio por cumplidas instancias que no estaban agotadas. De todos modos la culpa no es tanto suya como del sector duro de la oposición: convertir a un tema sanitario global que afecta a todos los sectores del pueblo por igual, en motivo de chicana política, es inmoral y también criminal, en la medida que genera dudas en una población ya bastante desconcertada e insegura, porque erosiona la disposición a autodisciplinarse, en general bastante escasa entre nosotros. Pero nada detiene a un sector que tiene el tupé de acusar al Presidente de impreparación en el manejo de la pandemia, cuando Cambiemos en el gobierno había degradado al ministerio de Salud al rango de Secretaría, había devastado la política sanitaria y había dejado perder millones de dosis de vacunas por desidia burocrática. 

Pero el punto en que el actual poder ejecutivo ostenta su flanco más débil es la imposibilidad de establecer si existe o no una voluntad cierta para enfrentar al complejo de factores que eternamente frenan el desarrollo argentino y que se combinan en esa conexión entre la gran propiedad agraria, las finanzas y el poder judicial, con la apoyatura de una prensa oligopólica experta en difamar, instigar al odio o envenenar de manera más o menos sutil al público. Esa gigantesca máquina de impedir ha conseguido a lo largo de este año desarticular medidas de carácter altamente positivo como fue el intento del gobierno de expropiar Vicentin; ha logrado frenar hasta ahora una reforma judicial de carácter imperioso, y pudo generar un falso debate en torno a la cuestión de un impuesto extraordinario a los más ricos que permitió arrastrarlo durante meses antes de obtener su sanción parlamentaria. Cuando en realidad lo que debía y debe debatirse no es una contribución única sino la necesidad de una reforma fiscal progresiva que termine con el régimen de privilegio de que se benefician las grandes fortunas, los agroexportadores y los fugadores seriales de divisas, haciendo de la Argentina, de una buena vez, un país capitalista en serio, donde el capital contribuye responsablemente al desarrollo general de la nación. Gracias, por supuesto, a un control estatal digno de ese nombre.

No es esta, desde luego, la tesitura del neoliberalismo que hace estragos y que parece estar en disposición de tragarse al mundo al cobijo de la pandemia. Ni de la oposición sistémica encastillada en el PRO. Por esto mismo se hace doblemente necesario que el gobierno de Alberto Fernández defina de una vez una línea de acción. Tropieza con el problema –incitado, explotado y agigantado por los órganos de propaganda oligopólicos- de su propia vacilación. Está tironeado entre la actitud más claramente confrontativa con el estado de cosas que enarbola el kirchnerismo, y la actitud más moderada de los sectores que se reconocen más en Alberto que en Cristina. Conviene señalar sin embargo que en ninguno de los dos sectores sopla algo de esa ventolina levantisca y “revolucionaria” que les inventa la oposición, que finge creer en una voluntad socializante de un sector de un frente que, en la persona de la ex presidenta, cuando mucho se desea representante de un capitalismo responsable.

No sabemos si esta rara avis existe, pero es bueno sostener su posibilidad como mascarón de proa en el camino hacia la liberación. No por un cálculo oportunista, sino porque es en efecto la única vía para salir de la crisis de una manera no demasiado traumática. En el otro lado, sin embargo, y no nos estamos refiriendo tan sólo a los partidos de la oposición sino al imperialismo y la burguesía cipaya -es decir, al establishment- no se detectan ni rastros de esa disposición. El requerimiento de una nueva mega-devaluación, caballito de batalla de los gurúes de la city, redundaría en una carestía y en una inflación que probablemente terminaría en una catástrofe social en un país que, como el nuestro, roza el 50 % de pobreza. Me pregunto si quienes preconizan esta salida se dan cuenta de lo que un fenómeno así significaría. Pero es una pregunta retórica: sí saben muy bien cuáles serían las consecuencias y han probado esa fórmula una y otra vez en todo el mundo, confiados en que pueden controlar sus peores excesos con una buena combinación de represión e intoxicación mediática.

Alberto Fernández no acepta la mega-devaluación que le exigen los bancos, pero tampoco se resuelve a imponer disciplina cambiaria, a vaciar las “cuevas” de la city y a empujar las reformas fiscal y judicial. Trata de capear el temporal a la espera de que vengan tiempos mejores una vez que con las vacunas se frene la pandemia y se llegue al rebote económico que muchos prevén para el año próximo. Pero sin los cambios que se requieren en los dos campos que mencionamos –el judicial y el impositivo- no habrá reestructuración que dure ni programa que pueda afrontar los embates de la coyuntura.

Hay una frase de Oswald Spengler en el final de “La decadencia de Occidente” que condensa de forma magnífica, pero también ambigua, el dilema de una historia universal en la cual nuestro país y la región asimismo se encuentran incluidos, a su propia y todavía modesta escala: “No se es libre de querer esto o aquello, sino de hacer lo necesario o no hacer nada”. Es una estupenda síntesis de sabiduría de vida. Sin embargo, ¿qué es lo necesario? ¿Acaso someternos al dictado del poder establecido? ¿O rebelarnos contra él en la medida de nuestras posibilidades de éxito?

Yo tiendo a dar a la segunda acepción por la verdadera. Ojalá que quienes conducen los destinos de la Argentina compartan este criterio y que comiencen a arrancarla del marasmo de dudas, irresoluciones, divisiones, oscilaciones y vacilaciones que han solido distinguir a los momentos en los cuales las fuerzas populares han sido capaces de ocupar el gobierno. Quizá entonces, por fin, amanezca.

Publicado en: http://www.enriquelacolla.com/sitio/notas.php?id=669 

       

A días de culminar este año 2020 sin dudas atípico en la historia de la humanidad, que quedara marcado a fuego por las consecuencias drásticas que hemos padecido en todo ámbito, merced a la llegada inesperada del Covid-19, virus que ha venido con una impronta demoledora en sentido lato de la geopolítica mundial, donde las principales víctimas del mismo, son ni más ni menos que los seres humanos, rehenes de una guerra fría tecnológica entre potencias, sumado a la falta de consenso en el ámbito multilateral, con acento en los organismos internacionales que han llegado desgastados, sin fuerzas y con muy poco credibilidad a esta época, dejando a las claras que la pos pandemia será todo un desafío para que éstos vuelvan a retomar al sendero correcto donde predominen los fines para los que fueron creados.

Uno de ellos y sin dudas el más significativo es la ONU (Organización de las Naciones Unidas). Justamente en este 2020, se conmemoraron los 75 años de su existencia, momento en que el mundo comenzaba a construirse en San Francisco (EEUU), hoy día todo indica que parece estar desmoronándose; de allí que afirmamos con total énfasis que la pandemia del coronavirus exacerbo una tendencia que lleva años, que no es ni más ni menos que el avance de las soluciones nacionales a expensas del multilateralismo cada vez más desacreditado, lo que afecta sin dudas a todo el sistema en sí de Naciones Unidas.

Pero amen de lo esbozado ut-supra es bueno siempre, realizar un repaso en torno a la conceptualización, características y fines del mismo. En verdad el termino de Naciones Unidas fue acuñado el 1° de enero de 1.942, unos años antes de que empezara a funcionar como tal dicho organismo. 

La Organización de las Naciones Unidas o simplemente Naciones Unidas, es la mayor organización internacional existente hasta la actualidad a nivel mundial. Nace allá por el 1.945, un 24 de octubre, poco tiempo posterior al final de la segunda guerra mundial, hecho más que sobresaliente en la historia de la humanidad. Es por ello que este año hace pocos días atrás se celebraron los 75 años de dicho organismo. Ésta entidad internacional que, si bien no es la más antigüedad en el mundo, su relevancia en cuanto a sus fines la hace sin lugar a dudas la de mayor importancia y en el mundo. Entre esos fines podemos mencionar: 

  • La Paz y Seguridad Internacional (tema al que estamos abocados en el día de la fecha).
  • Fomentar la relación de amistad entre las naciones.
  • Lograr la Cooperación Internacional para la solución de problemáticas globales y servir de centro que armonice las acciones de la Naciones.
  • Defender los Derechos Humanos

Su sede está en Nueva York (EEUU), pero sujeta a un régimen de extraterritorialidad, además posee oficinas en Ginebra (Suiza), Nairobi (Kenia) y Viena (Austria). Esta entidad supra se rige por la Carta de las Naciones Unidas que fue suscrita por 50+1= 51 países en sus comienzos, un tiempo antes de la finalización de la segunda guerra mundial (26 de junio de 1945), en San Francisco (EEUU). En la actualidad está conformada por 193 países miembros y dos Estados Observadores: El Vaticano y Palestina.

Los idiomas reconocidos por dicho organismo son: Árabe, Chino Mandarín, Español, Francés, Ingles y Ruso. Tiene como reglamentación la denominada Carta de Naciones Unidas y se financia con la contribución voluntaria de sus Estados miembros. Los principales órganos de la misma son: La Asamblea General (hoy presidida por el actual secretario general el Portugués Antonio Guterres), el Consejo de Seguridad, el Consejo Económico y Social, la Secretaria General, el Concejo de Administración Fiduciaria y la Corte Internacional de Justicia (con sede en La Haya-Países Bajos).

Ahora bien, de apoco y entrando en la temática central que nos convoca, en torno a este organismo internacional y como la tecnología puede servir más que nunca como eje articulador de la paz en el mundo decimos primeramente el actual secretario general en sus 75 aniversario ha hecho un llamamiento mundial urgente en torno a la grave crisis que atraviesa el mundo, aquí un resumen:

  • Llamado a la Paz global en la lucha contra la pandemia.
  • Un alto el fuego entre naciones.
  • Hacer un esfuerzo mayor para poner fin a la pobreza, la desigualdad, el hambre y el odio.

Todos estos puntos fundamentales con el objeto de comprender que, de seguir profundizándose estas temáticas, está en juego la vida misma de la humanidad.

Además de este llamamiento, hizo una enumeración de las grandes contribuciones de Naciones Unidas a lo largo de estos 75 años, ellos son:

  • Lucha contra el Terrorismo.
  • Combate contra la Violencia sexual.
  • Apoyo a países en desarrollo.
  • Acceso local a una red mundial.
  • Mejora en alfabetización y Educación.
  • Promover la Democracia.
  • Libertad de prensa y expresión.
  • Fortalecimiento del Derecho Internacional.
  • Lucha contra la Delincuencia internacional.
  • Contención del problema mundial de las Drogas.
  • Préstamos y ayuda mundial a refugiados.
  • Luchas contra propagación de Epidemias.

Entonces frente a todos estos enunciados realizados por el actual Secretario General, percibimos que en consecuencias todas son concepciones clásicas que no pueden seguir esperando ante el embate vertiginoso y disruptivo de la tecnología. ¿Por todo esto nos surge el interrogante si la tecnología es en verdad un verdadero nuevo eje articulador para la paz en el mundo?

Desde nuestra óptica académica en base a estudios serios y concretos en base a los últimos años donde sin dudas venimos marcando el rumbo en y desde nuestra América Latina al mundo; las Nuevas Tecnologías en el marco de la Cuarta Revolución Industrial, no nos cabe duda que la Tecnología puede ayudar a un mundo más justo, pacífico y equitativo, pese a que hay mucho todavía por hacer con los países que conforman la comunidad mundial en la cuestión tecnológica. 

Y en todo este nuevo escenario hay muchas cuestiones que resolver y están a la espera de una solución definitiva que nos ayude a transitar por el nuevo entorno virtual de una manera más segura, cuando se concrete el gran anhelo por el que hace varios años luchamos “La Regulación Global del Ciberespacio”, y temáticas que resultan del mismo como: 

  • La Ciberseguridad
  • La Ciberdefensa
  • Las Guerras Cibernéticas
  • La Inteligencia Artificial
  • La Biotecnología
  • La Automatización
  • El Big Data, entre otros.

La forma de gestionar estos acontecimientos es objeto de un amplio debate, nacional e internacional, en un momento en que aumentan las tensiones geopolíticas, PERO NO SE PUEDE ESPERAR MAS. la cooperación digital entre los Estados, y un ciberespacio universal que refleje las normas mundiales para la paz y la seguridad, los derechos humanos y el desarrollo sostenible, se considera crucial para garantizar un mundo unido. Un “compromiso global para la cooperación digital” es una recomendación clave del Panel de Alto Nivel sobre la Cooperación Digital del Secretario General.

Por último y ante las puertas del nuevo año 2021 estamos convencidos que: “Los problemas no son los Big Data (grandes datos o masivos) los inconvenientes reales son los pequeños valores del Ser Humano; los problemas no son las maquinas que piensan, el gran problema son los humanos que han dejado de Soñar”. Por eso debemos aspirar a lograr una verdadera cooperación en la comunidad mundial para lograr las condiciones propicias para esta nueva era que ya estamos transitando.

El presente artículo es un resumen de la disertación llevada adelante por el Académico Argentino Dr. Mario Ramón Duarte, que realizara en el evento organizado por la Academia Internacional de Ciencias y Tecnologías, Educación y Humanidades de la ciudad de Valencia España.

DR. MARIO RAMON DUARTE

ABOGADO (UCASAL) JUEZ ADM. FALTAS M/C (2009-2020) ESP. DER. PUBLICO (UCSF) ESP. SEG. CIUD. Y PREV. DEL. (FILDSyS) ESP. CIBERSEGURIDAD Y CIBERDEFENSA MIEMBRO DOSSIER GEOPOLITICO

FUENTES CONSULTADAS

https://www.infobae.com/america/mundo/2020/06/21/la-onu-cumple-75-anos-en-plena-crisis-del-orden-global-tres-incognitas-sobre-su-presente-y-su-futuro/

https://www.un.org/es/un75/impact-digital-technologies

https://www.un.org/es/sections/issues-depth/peace-and-security/index.html

https://www.alainet.org/es/articulo/190548

https://www.geopolitica.ru/es/article/la-ciberguerra-la-principal-ciberamenaza-global

Los territorios en disputa siguen siendo hoy un gran legado de la etapa anterior del proceso internacional, pasando a veces de un coqueteo diplomático mutuo de rutina a un hipotético enfrentamiento armado. Por lo tanto, aquellos que no están de acuerdo con el statu quo tratan de cambiarlo. El éxito o el fracaso de tales intentos depende de la correspondencia de las ambiciones con el peso geopolítico actual de tal o cual actor, así como también del posible impacto de los cambios hipotéticos en el equilibrio geopolítico general y, por lo tanto, del grado de intervención de los “terceros” – líderes geopolíticos globales en el problema.

Los territorios en disputa fuera de los sujetos continentales – islas y archipiélagos – se destacan en esta serie. Estos problemas ocurren, por regla general, como consecuencia del registro territorial de procesos de descolonización o guerras interestatales, que fijan la esfera de intereses materializados de los vencedores. Quizás la principal diferencia entre los problemas sobre las islas en disputa y los territorios continentales es que la propiedad de ellas por un lado y los reclamos del otro lado no son, por regla general, de importancia crítica para la existencia misma de los estados. Aunque, en la mayoría de los casos, tales disputas territoriales tienen un componente emocional bastante importante y en ocasiones sacrificado y son un atributo notable del discurso político interno durante muchos años con los tabúes y plantillas correspondientes.

Las características señaladas anteriormente se aplican particularmente a la disputa sobre las islas Kuriles del sur entre Japón y Rusia. Durante más de 70 años, este problema ensombrece las relaciones entre los países vecinos y les ha impedido dar rienda suelta a su potencial. Al mismo tiempo, este problema territorial fue el resultado de los cambios geopolíticos más importantes del siglo XX y la «constitución» de las fronteras internacionales, sobre cuya base funciona el orden mundial moderno. Todo tiene una causa y un efecto. No soy partidario de la «arqueología política», por lo tanto, me permitiré analizar brevemente el problema en la última retrospectiva histórica, y también limitarme a los hechos más importantes que configuran la realidad geopolítica moderna.

La disputa misma se da entre tres islas más cercanas a Japón: Shikotan, Iturup, Kunashir y el archipiélago de las pequeñas islas de Habomai. Su área total es de 5 mil km² más una zona económica de 200 millas, para un total de aproximadamente 200 mil km².

En los albores de las relaciones bilaterales, de acuerdo con el Tratado de Shimoda de 1855, estas islas de la cordillera común de islas Kuriles fueron transferidas a Japón, y el Tratado de San Petersburgo de 1875 transfirió las 18 islas Kuriles a Japón a cambio de la mitad japonesa de la isla Sakhalin. El repentino estallido de la Guerra Ruso-Japonesa en 1905 y la derrota de Rusia llevaron a la pérdida por Rusia de la mitad de la isla Sakhalin, que estaba asegurada por el Tratado de Portsmouth. Esto coincidió lógicamente con el comienzo de la expansión de Japón en toda la región de Asia oriental. La renovada nación militarista del imperio naciente del «sol naciente» se estaba formando rápidamente, y también se le ocupó rápidamente un nuevo «espacio vital». El apetito del imperio creció y en 1938 la URSS (Rusia) volvió a ser el objetivo de la agresión. Para entonces, Manchuria, una parte significativa de China y Corea ya habían sido ocupadas. Fue desde su territorio que el ejército japonés invadió la URSS en el área del lago Khasan y, inesperadamente para sí mismo, fue derrotado. Además, habiendo obtenido una confirmación formal de Gran Bretaña sobre la no interferencia y la connivencia de los Estados Unidos, el ejército japonés en 1939 invadió Mongolia, aliado a la URSS, en la región del río Khalkhin-Gol y fue derrotado nuevamente. Quedó claro que los reclamos de Japón sobre Rusia son de naturaleza estratégica y las contradicciones en la región deberían terminar tarde o temprano en la formación de una nueva realidad geopolítica.

El hecho más importante desde el punto de vista de la lógica de los eventos posteriores y la formación de la arquitectura internacional de la posguerra fue la Conferencia de Yalta de los líderes de la URSS, Gran Bretaña y los Estados Unidos en febrero de 1945, cuando la derrota de la Alemania nazi era cuestión de varios pocos meses. Fue acordado que la URSS entra en la guerra contra Japón luego de la victoria sobre Alemania, sujeto al regreso de todas las islas Kuriles y la parte sur de la isla Sakhalin. En julio del mismo año, en el marco de la Declaración de Potsdam, los aliados determinaron que la soberanía de Japón se extendería sólo a las islas de Kyushu, Shikoku, Honshu, Hokkaido y varias islas más pequeñas, entre las que no figuraban las Islas Kuriles del Sur. Tras la derrota de Japón y su ocupación por las fuerzas aliadas, el comandante en jefe, general Douglas MacArthur, mediante memorando No. 677 del 27 de enero de 1946, confirmó la exclusión de las Islas Kuriles de Japón, separadamente el archipiélago Habomai y la isla Shikotan. Además, en el marco del Tratado de Paz de San Francisco con los aliados de 1951, Japón abandonó sus reclamos sobre las Islas Kuriles y la parte sur de Sakhalin. Cabe señalar que la Unión Soviética cumplió correctamente con sus obligaciones aliadas y se estableció dentro de las fronteras generalmente reconocidas.

¿Entonces, cuál es el problema? – El diablo está en los detalles. Japón insiste en que las cuatro islas más cercanas no formaban parte de las islas Kuriles y están ocupadas ilegalmente. El agresor de ayer, el ejército del que se distinguió por atrocidades sin precedentes en los países ocupados de Asia Oriental, declaró una «ocupación ilegal», negándose a reconocer el valor obvio de sus ambiciones imperiales no realizadas.

Sin embargo, en el marco de la Declaración de Moscú sobre el restablecimiento de las relaciones diplomáticas y el fin del estado de guerra, firmada en octubre de 1956, el liderazgo de la Unión soviética propuso a Japón celebrar un tratado de paz y expresó su disposición a transferir las islas de Habomai y Shikotan. Pero luego Japón se negó a concluir un tratado de paz. ¿Por qué? Después de todo, tal paso permitiría resolver las diferencias existentes y comenzar a realizar todo el potencial de las relaciones bilaterales en el contexto de la era emergente de nuevos procesos económicos y de integración global en el mundo. Aparentemente, el entonces liderazgo de Japón previó otros riesgos inconmensurablemente más significativos causados por factores externos. Después de todo, fue Estados Unidos quien obligó al gobierno japonés a abandonar la propuesta soviética bajo la amenaza de no devolver el Archipiélago Ryukyu, que, según el Tratado de Paz de San Francisco de 1951, estaba bajo control estadounidense y sobre el que se desplegó el contingente militar estadounidense. La conclusión del Tratado de Interacción y Seguridad entre Estados Unidos y Japón en 1960 convirtió finalmente a Japón en rehén del enfrentamiento geoestratégico entre la URSS (Rusia) y Estados Unidos.

Una elección difícil, ¿no? Este es un drama de cada país perdedor. La derrota en la guerra tuvo consecuencias dramáticas para Japón. La hegemonía de ayer ha perdido toda reinvención del liderazgo geopolítico. Juzguen por ustedes mismos. – La nación tenía muchos factores importantes para realizar sus ambiciones geopolíticas. Extremo celo personal y extrema racionalidad, capacidad de sacrificio y al mismo tiempo fría crueldad hacia los enemigos, unidad política en relación con el resto del mundo y un alto grado de jerarquía y controlabilidad de la sociedad, dedicación intransigente y claridad de estrategia para expandir el espacio vital de la nación. La modernización económica y la militarización de la economía también le agregaron confianza.

Sin embargo, el potencial de crecimiento geopolítico de Japón se agotó inevitablemente debido a la ausencia del segundo elemento más importante necesario para el concepto de «gran potencia» según Rudolf Kjellen: un territorio extendido propio, aunque el país era monolítico y muy móvil. En las tierras ocupadas del Lejano Oriente y el sudeste de Asia, Japón no pudo extender su unidad política, ya que se basaba en la monoétnica de la nación. Y aunque al final, como sabemos, Japón pudo realizarse como uno de los líderes de la economía mundial, la condición de país perdedor sigue siendo un factor disuasorio y una fuente de insatisfacción interna de la nación. Con el paso de los años, en la sociedad japonesa, el tema de las concesiones en los «territorios del norte» se ha osificado y se ha convertido en un factor político interno difícil de superar. Los tabúes o «líneas rojas» amenazan a cualquier partido gobernante con una crisis política interna si las iniciativas van más allá de las opiniones arraigadas sobre el tema. Una ilustración es el ejemplo cuando en 2006 el jefe del Ministerio de Relaciones Exteriores de Japón, Taro Aso, en una reunión del comité de política exterior de la cámara baja de representantes del parlamento, se pronunció a favor de dividir la parte sur de las disputadas islas Kuriles con Rusia por la mitad y cerrar así el tema. Sin embargo, habiendo recibido la reacción esperada de los políticos, el Ministerio de Relaciones Exteriores japonés desautorizó de inmediato sus palabras.

No solo los riesgos políticos internos, sino también los externos, obstaculizan el avance en esta dirección. La participación económica y político-militar de Estados Unidos también debilita las posibilidades de compromiso y reduce la capacidad de una acción geopolítica independiente. Ahora, por ejemplo, una amplia respuesta pública ha recibido información de que las reglas de la lotería para recibir tarjetas verdes indican que los rusos nacidos en las Islas Kuriles deben indicar Japón como su lugar de nacimiento. Por supuesto, muchos japoneses están impresionados por tal «apoyo» de Estados Unidos, pero parece que tal iniciativa está diseñada principalmente para irritar a la parte rusa y es capaz de hacer retroceder a ambos participantes de la disputa en la solución del conflicto. El Ministerio de Relaciones Exteriores ruso ya ha calificado este paso de Estados Unidos como un intento de revisar los resultados de la Segunda Guerra Mundial, que fueron firmados por el propio Estados Unidos en el marco de las coaliciones anti-Hitler y antijaponesas.

Reflexionando objetivamente sobre los problemas de un posible compromiso en esta disputa, es necesario designar como factor disuasorio y evidentes riesgos geopolíticos para la propia Rusia. Solo miren el mapa para entender que la pérdida de control sobre las islas crea riesgos de movilidad para la Flota del Pacífico rusa, ya que solo dos estrechos sur entre las islas Iturup y Kunashir, así como Kunashir y Hokkaido japonés no se congelan y dan una salida directa del Mar de Ojotsk al Océano Pacífico todo el año. Por otro lado, no hay garantía de que dicho movimiento no se vea limitado por la posible aparición del contingente estadounidense en estas islas, con las que Japón está obligado por obligaciones aliadas. 

Rusia no puede permitirse que la engañen de nuevo, como fue el caso de las promesas de Estados Unidos de no ampliar la OTAN hace treinta años, que finalmente fueron violadas sin escrúpulos.

Es lógico que Rusia, representada por el presidente Vladimir Putin, proponga la celebración de un tratado de paz sin precondiciones y «luego, como amigos» para discutir y solucionar los problemas existentes. Evidentemente, en un acuerdo de este tipo Rusia quiere fijar las garantías más importantes para evitar los riesgos geopolíticos.

A pesar de todas las dificultades del proceso de negociación y los riesgos previamente identificados, Japón y Rusia hoy no solo son vecinos, sino también importantes socios económicos. El potencial de las relaciones económicas bilaterales es significativamente superior a los US $20,313,340,792.- en comercio que los países lograron en 2019. También es obvio que las perspectivas de solución de la disputa territorial no se han agotado por completo. Los contactos continúan y la parte japonesa con obvia persistencia apoya la disputa territorial en la agenda bilateral. En 2019, en el pico de contactos frecuentes entre V. Putin y S. Abe, incluso hubo sugerencias en los medios de que Rusia ya estaba lista para otorgar las islas en disputa al Japón. Sin embargo, ese optimismo y esas suposiciones resultaron prematuras y, con la salida de Abe de la arena política, sus sucesores tendrán que reconstruir un diálogo confidencial con el liderazgo ruso. Cualquier intento de los socios de hablar con Rusia en el lenguaje de los ultimatums de sanciones será deliberadamente improductivo, ya que su estatus geopolítico se basa en los merecidos resultados de la Segunda Guerra Mundial y el mantenimiento constante del equilibrio estratégico-militar global y regional.

Entonces, los nudos geopolíticos como de las Kuriles no pueden desatarse de repente. El proceso de arreglo político es un laberinto lleno de callejones sin salida, al que los tabúes políticos y los factores de riesgo externos conducen a compañeros del proceso político. La solución de tales problemas debería tener en cuenta toda la gama de posibles consecuencias para el equilibrio geopolítico. La única forma posible del proceso de negociación es el diálogo directo, ya que es imposible definir el destino de los territorios en disputa solo apelando a árbitros internacionales y tomando medidas unilaterales. Especialmente si el otro lado es un jugador internacional importante. Al mismo tiempo, como indiqué anteriormente, es importante que el interesado comprenda que las islas para una gran potencia son un elemento importante de su soberanía, pero que no es crítico para su existencia. Por tanto, queda la posibilidad teórica de resolver la disputa.

Y la conclusión final, quizás la más importante. El rol de la personalidad en la historia. Un gobierno débil y un líder débil son incapaces de generar iniciativas audaces y fuera de límites, ya que siempre están en las garras de los problemas políticos internos actuales, solo especulando sobre el tema de los territorios en disputa. Además, no pueden evocar un trato serio del lado opuesto. El más alentador es el diálogo de líderes fuertes con amplio apoyo político interno y confianza pública. Tales políticos, por regla general, son menos susceptibles al complejo de «sentimientos electorales» cotidianos y crean el fundamento para la cooperación a largo plazo en el futuro, piensan a gran escala y estratégicamente en el contexto de los últimos desafíos y amenazas globales.

Es de esperar que el desarrollo sobre esta base de las relaciones ruso-japonesas, respaldado por los éxitos en la interacción económica actual, pueda llevar a ambas partes a una trayectoria de progreso sostenible, o al menos permitirles ver la luz en la salida de este laberinto geopolítico.

Alexander Góvorov

Politólogo

Por Miguel Angel Barrios *

El 16 de diciembre en una ceremonia virtual la Argentina asumió la Presidencia Pro Témpore del bloque del Mercosur. El Presidente de la Argentina, Alberto Fernández citó al precursor de la definición Patria Grande, Don Manuel Ugarte, el que alguna vez señaló:” No hay obstáculo serio para la fraternidad y la coordinación de países que marchan por el mismo camino hacia el mismo ideal”.

El presidente Argentino entre otras definiciones dijo: “quiero compartir con ustedes el sueño de un Mercosur convertido en nave insignia de desarrollo sustentable, innovación tecnológica e inclusión social.“Superar esta pandemia planetaria supone construir un continentalismo solidario, entendiendo que nadie en América Latina se salva solo.No Necesitamos MENOSMercosur sino MÁS Y MEJOR Mercosur “.

Este fue el planteo inicial de un programa estratégico cuyo objetivo es conducir a un continentalismo solidario que el presidente Alberto Fernández exponía a los presidentes de los demás países del Mercosur,  y -en síntesis- formula que el objetivo del Mercosur debe ser la construcción de la Patria Grande. Es la primera vez desde 1991 en que se creó el Mercosur que se pronunció la palabra de Manuel Ugarte, el creador de la categoría geopolítica de Patria Grande.  Por eso es estratégico explicar el fundamento político de Patria Grande para Manuel Ugarte (1875-1951).

Su pensamiento, más que evocar unanostalgia es una convocatoria al porvenir.Ugarte es una de las figuras de la llamadaprimera generación anti imperialista latinoamericana de principios del siglo XXcompuesta por una constelación de jóvenes latinoamericanos, muchos de ellos exiliadosen Europa, en el momento que en América Latina estaba el apogeo de las repúblicas“positivistas” agro-mineras exportadoras, que trajo como resultado el “nuevo orden colonial” y la fragmentación de Hispanoamérica luego de las guerras de laindependencia y promovida por la diplomacia inglesa.

La guerra hispanoamericana en torno a Cuba (1898) y el “Ariel” como libro deconvocatoria a los jóvenes latinoamericanos de José Enrique Rodó, que aglutinó a la “generación del 900”, y entre ellos al argentino Manuel Ugarte, fueron los acontecimientos movilizadores para levantar la bandera de San Martín y Bolívar nuevamente.La “Patria Grande” es el rescate del espacio geopolítico del primer unionismo de los libertadores, es decir, el rescate del espacio hispánico, sumándole la América de variante portuguesa, o sea Brasil, al espacio continental de Patria Grande.Para Manuel Ugarte, la “Patria Grande” debía constituirse en los Estados Unidos deSur a través de un Estado  supranacional que tuviera como sello distintivo su unicidad, anticipándose alos planteos continentalistas de los movimientos nacionales populares del peruano Víctor RaúlHaya de la Torre y del argentino Juan Domingo Perón. Su concepción de la “Patria Grande” lo llevaba a concebir que si nuestros Estados no se articulaban en un gran Estado eran imposibilidades históricas. Esto lo desarrolla en una verdadera  teoría de la política internacional en el prefacio de su obra cumbre: “El Porvenir dela América Española” de 1910.

En esta obra podemos observar claramente las variables de los que para Ugarteconstituía la “Patria Grande”. Sus planteos centrales son:

– Como latinoamericano, además de su patria Argentina, Ugarte tiene una patriasuperior constituida por la América española y Brasil.

– La tarea es política: Hay que construir un bloque político que rehaga la obra de España y Portugal.

– Plantea por primera vez en término de acción política las estrategias o caminos geopolíticos que deben realizar los Estados de América Latina distinguiendo el papel tutelar que deben ejercer en el proceso integracionista, la Argentina,Brasil, Chile y México.

– A esta unidad cultural le acecha un peligro: Estados Unidos, el país que respeta y admira por su enorme progreso, pero al que le recrimina su actitudimperialista.

– Se declara partidario de aplicar una legislación social regulada por laintervención del Estado.

– Propone la armonización de los planes de estudio de los países de AméricaLatina priorizando en ello los rasgos comunes acerca de la unidad cultural.

En el prefacio de “El porvenir de la América Española”encontramos el núcleopolítico doctrinario de la concepción geopolítica de la “Patria Grande” de Ugarte:“Nuestra Patria Superior es la América Española, nuestra nacionalidad final es elconjunto de hábitos, recuerdos, y preferencias que arrancan de un origen común,obedecen a iguales concepciones y se articula en el mismo idioma (…) Un hombre no puede vivir fuera de la Patria más que en forma de paréntesis” (…) La plenaposesión del ser no la recupera hasta estar de nuevo en contacto con su atmósfera y consus paisajes (…) La Patria es para las colectividades lo que para el hombre es la voz, ensus fundamentos trascedentes (…) La Patria seguirá siendo en este sentido uninstrumento de independencia y una condición indispensable para el desarrollo integraldel hombre”.

Aquí podemos observar nítidamente que la “Patria Grande” sería un Estado quedenominó en  1901 en una nota  “Estados Unidos del Sur”. Su teoría latinoamericanista tienecomo base el pensamiento unionista de Bolívar y San Martin. La finalidad era que através de la “Patria Grande” logremos la independencia que no teníamos todavía en laprimera década del siglo XX, ya que con la primera independencia se logró unaindependencia política pero no una independencia integral.

Al final del prefacio, Ugarte delimita la “Patria Grande” cuando dice: “No me refiero alos fanatismos de provincia… Hablamos de las demarcaciones hondas como las quedivide al nuevo mundo en dos mitades. Al norte resplandece el espíritu anglosajón, alsur persiste la concepción latina”.

Podemos observar que la “Patria Grande” para Ugarte es una categoría geopolíticacomo instrumento de la soberanía nacional. Por ende  podemos considerarlo como unode los primeros teóricos de nuestras relaciones internacionales. La soberanía en Ugarteestaba lejos de ser una definición jurídica y pasaba a conformar las capacidades deautonomía posible en el escenario internacional. Por eso no dudamos en reconocerlo como el primer pensador y militante de un realismo liberacionista latinoamericano. Y enese sentido la “Patria Grande”, además de una unidad geopolítica, constituía una unidadcultural de la América en su variante hispánica y lusitana, en antagonismo con lacivilización anglosajona de América del Norte.

Concluye en el prefacio: “Ese es el patriotismo superior que emana del Estado actual denuestro continente. Nos proclamamos argentinos, uruguayos, o chilenos, pero, ante todosomos americanos de habla española, es decir, brotes paralelos de una revolución que sesienten unidos por semejanzas fundamentales y entienden defender en conjunto suindependencia y su misión histórica”.  Su originalidad se profundiza cuando plantea dentro de la categoría de “Patria Grande” el “principio de posibilidad de patria”. El “principio de posibilidad” no pasapor una abstracción, ni por un concepto juridicista ahistórico de la soberanía. Nos diceque a ello se añade otro sentimiento más moderno: el de la posibilidad de patria. Noalcanzan que solo existan, es necesario que puedan vivir. La nacionalidad, como el derecho, es una abstracción si no está apoyada en un volumen y en una fuerza que garantice sudesarrollo. Se refiere a los elementos componentes de un poder nacional concreto.

“La autonomía de Panamá es un sueño”. ¿No resultan algunas de nuestras patriasvisibles imposibilidades históricas? ¿Cuál será la suerte de América española sino interviene una alianza que anule su voluntad? ¿No está en la unión de la “PatriaGrande” el secreto de todas las victorias?

La concepción geopolítica de la “Patria Grande”, en el sentido explicado, atraviesa lahistoria de las ideas de América Latina del siglo XX y la figura de Ugarte -desconocida incluso en su propio país, va tomando fuerza continental.La Patria Grande se ha convertido en el nexo programático entre el Unionismo hispanoamericano de los libertadores San Martin y Bolívar y el latinoamericanismo de los movimientos nacionalespopulares del siglo XX, anclado territorialmente en el pueblo mestizo, católico de nuestra América, expresada en  la cultura común y la religiosidad popular. Por eso no es casualidad que el Documento de Puebla (1979)de la Iglesia latinoamericana rescate la identidadcultural de América Latina en la figura de la patrona: la virgen mestiza  de Guadalupe y la categoríageopolítica de la Patria Grande del socialista católico Manuel Ugarte.

El Presidente Argentino Alberto Fernández, un día antes del 17 de diciembre, aniversario del paso a la eternidad del libertador Simón Bolívar, rescata a Ugarte para darle el sentido estratégico que necesita el Mercosur para que pueda integrarse con autonomía y solidariamente al sistema mundo del siglo XXI.

* Autor del libro “El Latinoamericanismo en el pensamiento de Manuel Ugarte”. Editorial Biblos, Buenos Aires, 2007. Miembro de Dossier Geopolitico