Por: Sebastián Schulz que autoriza su publicacion en Dossier Geopolitico
El 17 y 18 de octubre, Beijing recibirá a delegaciones de más de 110 países, que viajarán a China para participar del Tercer Foro de la Franja y la Ruta para la Cooperación Internacional. El evento, a su vez, se realizará en el marco del décimo aniversario de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (IFR), al cumplirse diez años desde que el actual presidente Xi Jinping presentó en sociedad tanto la Ruta de la Seda terrestre como la Ruta de la Seda marítima.
Desde el lanzamiento de la Iniciativa en 2013 a esta parte, más de 150 países y 30 organizaciones internacionales han firmado sus respectivos Memorándums de Entendimiento para incorporarse a la propuesta. 47 países africanos, 10 países de Oceanía, 29 europeos, 22 latinoamericanos y caribeños y 42 asiáticos ya construyen conjuntamente una Iniciativa que llegó para reconfigurar las relaciones de poder a nivel internacional.
La masiva aceptación que ha tenido la Iniciativa de la Franja y la Ruta en el mundo (y, sobre todo, de los países emergentes y en desarrollo) no es casual. En un contexto de grandes cambios tectónicos que atraviesa el orden mundial, en los cuales se conjugan una crisis de las relaciones de producción, una crisis de la potencia hegemónica y una crisis del orden interestatal, la Iniciativa de la Franja y la Ruta llegó para cubrir un vacío de alternativas para promover el desarrollo de los países del Sur global.
En estos 10 años, mediante la Iniciativa de la Franja y la Ruta se han impulsado más de 3.000 proyectos de cooperación construidos de forma conjunta, lo que equivale a más de un billón de dólares en inversiones. En concreto, y mientras gran parte de occidente alienta la construcción de muros que separan pueblos y promueve la destrucción de países enteros a través de la guerra, la Iniciativa de la Franja y la Ruta se ha materializado en la construcción de puentes, carreteras, puertos, aeropuertos, vías ferroviarias, escuelas, viviendas y hospitales. La IFR ha comenzado a reconectar los lazos que las potencias occidentales han intentado destruir durante más de quinientos años.
Aunque la Iniciativa de la Franja y la Ruta se centre en la promoción de corredores económicos, en los cuales los proyectos de infraestructura tienen una centralidad estructural, la IFR es mucho más que infraestructura. La nueva Ruta de la Seda es ante todo un camino para la paz, la cooperación sur-sur, la integración inclusiva, los intercambios recíprocos y el diálogo de civilizaciones. Es una iniciativa que intenta demostrar que otro mundo es posible.
Al recuperar el espíritu de la milenaria Ruta de la Seda, que conectó pueblos y civilizaciones durante más de mil años, promovió la cooperación pacífica y el desarrollo mutuo, la IFR representa un puente que conecta el pasado, el presente y el futuro. La IFR es fruto de su tiempo y su espacio, es posible porque recupera los principios históricos de la milenaria civilización china, pero los mixtura con los valores promovidos por el Partido Comunista de China en la actualidad. La IFR no hubiese sido posible sin un contexto internacional de cambios estructurales, en donde el Sur global emerge planteando la necesidad de un orden mundial alternativo, y tampoco hubiese sido posible sin una dirigencia china que comprendió el rol que China debe jugar en la actual época histórica. En este marco, el reciente Libro Blanco que el Consejo de Estado de China publicó sobre la IFR señala que la iniciativa “está comprometida con la construcción de un futuro próspero que diverja del colonialismo explotador del pasado, evite las transacciones coercitivas y unilaterales, rechace el modelo de dependencia centro-periferia y se niegue a desplazar la crisis a otros o explotar a los vecinos para su propio interés”.
Al permitir aumentar los niveles de vida de los pueblos y las capacidades nacionales de cada uno de los países participantes, respetando los modelos nacionales de desarrollo y las idiosincrasias locales, la Iniciativa de la Franja y la Ruta contribuye a la construcción de un orden internacional multipolar. Al fomentar el dialogo de civilizaciones, el respeto por las tradiciones culturales y reconocer la heterogeneidad de pueblos que existen en el mundo, la IFR contribuye también a impulsar un orden mundial pluriversal. En este sentido, la IFR no es un fin en si mismo, sino un medio para construir un mundo mejor.
La humanidad se enfrenta a desafíos sin precedentes. Frente a la persistencia del unilateralismo, el hegemonismo y el intervencionismo promovidos por occidente, frente a la posibilidad de una catástrofe ambiental producida por el ánimo irrefrenable de lucro del capitalismo globalizado, frente a la constante amenaza de guerra propuesta por la OTAN y frente a la incapacidad del actual modo de producción de resolver la desigualdad, el hambre y la exclusión, la Iniciativa de la Franja y la Ruta representa una esperanza para el Sur global. No es la respuesta ni la solución a todos los problemas de la humanidad, pero sí expresa la materialización concreta de la posibilidad de construir una comunidad de destino compartido para la humanidad, en la cual pueblos, naciones y civilizaciones puedan coexistir armónicamente.
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