Aunque no avanza en ningún frente y la situación económica de Israel es catastrófica, Netanyahu persiste en su guerra en seis frentes esperando que el eventual triunfo de Trump traiga un milagro
por Eduardo J. Vior
analista internacional especial para Dossier Geopolitico
Un día antes de las elecciones en Estados Unidos se especula mucho en los medios occidentales sobre la actitud que pueda adoptar uno u otro candidato hacia el conflicto de Asia Occidental en caso de llegar a la presidencia. Mientras tanto, el gobierno israelí sigue masacrando impunemente a la población de Gaza y bombardeando a la población civil de Líbano. El régimen sionista no oculta su intención de conquistar el sur del país y erradicar a su población árabe, tal como hizo en 1948 en el actual territorio de su Estado y lo está haciendo ahora en Gaza y Cisjordania. El proyecto mesiánico, imperialista y racista del “Gran Israel” sigue avanzando y no parece que nadie pueda frenarlo. ¿O sí?
Mapa de la Franja de Gaza
Luego del sonado fracaso del ataque sionista contra Irán el sábado 26, Israel ha intensificado la aplicación del llamado “plan de los generales” para erradicar a la población palestina del norte de la Franja de Gaza, mientras insiste en el desgaste de la población libanesa con bombardeos permanentes. Según un informe de Hezbolá emitido el jueves 31, las pérdidas sionistas desde el inicio de la guerra terrestre en Líbano el pasado 1º de octubre ascienden a más de 95 muertos y 900 heridos entre oficiales y soldados a los que hay que sumar un considerable equipamiento. Estas pérdidas no incluyen las bajas ni los daños causados por los ataques con misiles y drones dentro de Israel mismo.
El gobierno israelí no ha contradicho estos datos. Al contrario, el líder opositor israelí Yair Lapid dijo el domingo 27 que casi 12 000 soldados han muerto o resultado heridos en la guerra en curso. “Más de 11 000 soldados fueron heridos y otros 890 han muerto”, reveló Lapid en declaraciones al oficialista Canal 12 de Israel en un balance de las bajas en el ejército israelí desde el 7 de octubre de 2023. Señaló, además, que más de ocho mil israelíes heridos necesitan servicios de rehabilitación.
Durante la semana pasada 30 soldados israelíes fueron abatidos en la Franja de Gaza y en Líbano. Según informaron los medios israelíes el domingo pasado, 30 soldados sionistas han muerto la semana pasada en batallas en la Franja de Gaza y el sur del Líbano. Sin embargo, ni la creciente crítica internacional ni la resistencia palestina ni las protestas dentro del país detienen el genocidio. Por el contrario, el domingo 3 el primer ministro Benyamin Netanyahu anunció desde la frontera israelo-libanesa que el objetivo de las operaciones en el país vecino es “alejar a Hezbolá de la frontera, hasta más allá del Río Litani”. Se trata de ocupar la misma faja de unos 50 km de ancho que Israel mantuvo entre su primera invasión en Líbano en 1982 y la retirada en 1994.
El ejército israelí ha intensificado en el norte de Gaza el “plan de los generales” para erradicar a la población palestina
Los indescriptibles horrores que se están produciendo en Gaza forman parte de una estrategia conocida como el “Plan de los Generales”, cuyo objetivo es expulsar al mayor número posible de los 300.000 palestinos que permanecen en el norte de Gaza, mientras se mata de hambre o se asesina directamente a los que se resisten y se quedan. Fue presentado por el general de división retirado Giora Eiland al gabinete del primer ministro israelí en septiembre pasado y Netanyahu lo avaló diciendo que el plan “tiene mucho sentido”.
Soldados israelíes en el norte de la Franja de Gaza
El uso del hambre como arma de guerra resultó embarazoso para los partidarios de Netanyahu en la Casa Blanca, que apoyan con entusiasmo el genocidio, aunque desean evitar una reacción de los votantes estadounidenses que pueda hacerles perder las elecciones. Así, el 13 de octubre Antony Blinken envió una carta en la que exigía públicamente a Netanyahu que aumentara la ayuda a Gaza, pero dio a Netanyahu un plazo de 30 días para cumplir la exigencia. Cuando el 13 de noviembre se cumpla el plazo, no habrá en Washington gobierno con fuerza suficiente como para hacer cumplir la exigencia de Blinken.
Tel Aviv está aprovechando al máximo una oportunidad creada por primera vez el 7 de octubre del año pasado. Cuando Hamás lanzó la Operación Tormenta de Al-Aqsa, bajo la Directiva Aníbal el ejército israelí utilizó helicópteros de ataque, aviones no tripulados y tanques no sólo para repeler a los atacantes sino también para quemar a cientos de sus propios ciudadanos en los kibbutzim y en la fiesta electrónica. Al disfrazar estas horribles muertes como obra de Hamás, Israel creó una oportunidad única para evacuar la Franja de Gaza.
Esto no es simplemente un conflicto regional o una guerra, sino un intento deliberado de borrado y limpieza étnica que se está llevando a cabo en tiempo real, mientras el mundo entero, aparte del Eje de Resistencia de Asia Occidental, observa en silencio. Sin embargo, el gabinete ultraderechista sabe que su tiempo es escaso. Sus enemigos son cada día más poderosos y sus aliados más débiles. Entonces apresura la huida hacia adelante, hacia una guerra regional generalizada. Según el Canal 13 de televisión israelí, inmediatamente antes del ataque del 26 de octubre contra Irán, Yoav Galant envió un mensaje “secreto y urgente” a todos los miembros del gabinete ministerial en el que reclamó que se actualizaran los objetivos de guerra. Respecto a Gaza, sugirió esforzarse por “crear una situación sin amenazas militares”. Para el frente libanés, en tanto, propuso “crear condiciones de seguridad que permitan a los residentes del norte de Israel regresar a sus hogares lo antes posible”. En lo referente a Irán, por su parte, el ministro enfatizó la necesidad de “contener, pero al mismo tiempo mantener distancia del conflicto directo” con este país.
A pesar del anuncio de Netanyahu, Israel sólo avanza en el norte de la Franja de Gaza. En el sur de Líbano la situación militar está estancada. A manos de Irán ha sufrido un fuerte golpe que no pudo replicar y sigue inerme ante el hostigamiento yemenita. Esta situación en los frentes, junto con el ascenso del número de víctimas propias, la crisis económica y el aislamiento internacional están minando el apoyo de la población al gobierno nacionalista y racista.
Todavía el 1º de octubre, horas antes del ataque iraní, BBC titulaba. “Cómo subió la popularidad de Netanyahu en Israel tras los ataques contra Hezbolá”. Por el contrario, el 26 de octubre una encuesta del oficialista Canal 12 mostró que un 60% de los israelíes desconfía del primer ministro contra un 36% que lo apoya. El 55% de los encuestados calificó como “pobre” el desempeño del primer ministro en el conflicto, mientras que el 41% lo evaluó de manera positiva. Además, alrededor de la mitad de los consultados está a favor de realizar nuevas elecciones lo antes posible, aunque el plazo vence a finales de 2026. El cansancio de guerra cunde entre la población, pero aún no alcanza para cambiar el rumbo político y militar.
Si bien la coalición de derecha-ultraderecha siempre fue rechazada por el centroizquierda liberal, la agudización de ese enfrentamiento es un síntoma importante de la polarización y creciente aislamiento del régimen. Después de que el domingo 27 el director del liberal Haaretz, Amos Schocken, acusara a Israel de imponer un “régimen cruel de apartheid” a los palestinos y pidiera sanciones internacionales contra sus líderes, varios ministerios israelíes han cortado relaciones con el diario y han pedido que se boicotee su cobertura sobre el gobierno. “Al gobierno no le importa imponer un cruel régimen de apartheid a la población palestina. Desestima los costos que supone para ambas partes defender los asentamientos (en Cisjordania ocupada) mientras combate a los luchadores por la libertad palestinos a los que Israel llama terroristas”, dijo Schocken el domingo en una conferencia celebrada por su periódico en Londres.
Según los medios israelíes, el director de Haaretz también describió la situación en Gaza y en Cisjordania como una “segunda Nakba (catástrofe)”, en referencia al éxodo palestino por la guerra de 1948. El Canal 12 de la televisión israelí apuntó, por su parte, que el boicot del gobierno podría incluir la suspensión de toda la publicidad y los anuncios, tanto de la versión impresa como digital.
El costo de la guerra
Mientras tanto, la guerra de Netanyahu sigue desangrando la economía de Israel:
- Israel sufre una desaceleración económica más aguda que los otros 37 países de la OCDE. El PIB israelí bajó un 4,1 % tras el ataque de Hamás en octubre de 2023 y descendió sucesivamente un 1,1 % y un 1,4 % en los dos primeros trimestres de este año.
- El Banco de Israel había pronosticado que el crecimiento económico para 2024 sería del 2,8 %, pero ahora lo rebajó al 1,5 %, fundamentalmente por las ramas ligadas a la defensa y seguridad interior.
- Para 2025, la guerra contra los palestinos habrá costado U$S 67.000 millones que Israel no tiene y no se sabe de dónde obtendrá.
- En consecuencia, los pagos de la deuda irán encareciéndose por los intereses. El déficit fiscal subió del 4,1 % del PIB al 7,8 %. La calificación crediticia del país bajó de A+ a A y seguirá descendiendo si se agrava su guerra contra Líbano.
- El bloqueo de los hutíes yemenitas contra el transporte de bienes de y hacia Israel a través del Estrecho de Bab el Mandeb causa un impacto masivo en la economía de Israel.
- La movilización de 360.000 reservistas, el desplazamiento de 120.000 israelíes y el bloqueo de 140.000 palestinos de Cisjordania para volver a sus puestos de trabajo en Israel dejaron una enorme crisis laboral que repercute en la parálisis de numerosos sectores.
- Al desempleo hay que sumar la interrupción en las cadenas de suministro y la pérdida de inversores debido a la falta de confianza en el país sionista que conducirá a una quiebra de empresas.
- Los inversores temen que al boicot de Turquía y de otras naciones se le sumen otros Estados y creen que el gobierno israelí se verá forzado a subir los impuestos para seguir costeando su guerra.
Ni el estancamiento de las operaciones militares ni el creciente cansancio de la población israelí han persuadido todavía al gobierno de Tel Aviv de la necesidad de negociar seriamente sendos ceses de hostilidades en Gaza y Líbano. Si bien los negociadores se han reencontrado en Doha, Qatar, a principios de la semana pasada, no han avanzado ni un ápice. El jueves 31, Taher al-Nunu, alto cargo de Hamás, avisó que el grupo rechazaría cualquier propuesta que permitiera reanudar las hostilidades en una fecha posterior. Benyamin Netanyahu, a su vez, insiste en que cualquier acuerdo permita más tarde retomar las hostilidades, mientras que el ministro de Finanzas israelí, el ultraderechista Bezalel Smotrich, afirmó en una entrevista concedida al diario israelí Makor Rishon que “el ejército israelí permanecerá en la Franja de Gaza durante muchos años”.
Entre tanto, en su última entrevista con Tucker Carlson el jueves 31, el líder republicano afirmó la necesidad de acabar con la guerra en Asia Occidental, porque amenaza involucrar a EE.UU. Este cálculo, empero, implica –al igual que todos los proyectos de acuerdo que han fracasado- que el sionismo es racional y actuar en función de sus intereses más que de su ideología.
Este jueves 31 Tucker Carlson entrevistó en público a Donald Trump
Desde su origen como movimiento pentecostal en los Estados Unidos de la “Reconstrucción” después de la guerra civil de 1861 a 1865 el sionismo siempre fue un movimiento mesiánico, colonialista y racista. También cuando fue impuesto por el Barón de Rothschild dentro del judaísmo. Sin embargo, hasta el ascenso del Likud al gobierno israelí en 1977 mantuvo ciertos controles racionales. Fue la conjunción de neoliberalismo, nacionalismo y mesianismo religioso la que lo hizo salirse de madre. Las tres corrientes estrecharon la interpenetración entre el proceso norteamericano y el israelí. Cada vez que se estrecharon los límites de la expansión norteamericana el sionismo se volvió más agresivo y esta tendencia se mantiene. Ariel Sharon invadió Líbano durante la crisis de 1981-83; Benyamin Netanyahu hizo lo mismo en 2006, cuando EE.UU. se había estancado en Irak. Hoy, con el Imperio a la defensiva en Asia Occidental y en retirada en Ucrania, Israel se presenta nuevamente como la punta de lanza para recuperar terreno, al mismo tiempo que el sionismo va concretizando su ideal de “Gran Israel” del Nilo al Éufrates.
No basta, empero, el cálculo racional sobre las ganancias y pérdidas de cada bando. El aislamiento de Israel y su crisis económica han estrechado su espacio de maniobra y forzado la formación de una coalición extremista que juega a va banque. El gobierno de Benyamin Netanyahu no puede parar la guerra, porque es su razón de ser. Sólo la ilusión de limpiar étnicamente Gaza, Cisjordania y el sur de Líbano la mantiene unida.
Mapa del “Gran Israel” soñado por el sionismo
La elite norteamericana, a su vez, no puede detenerlo, porque ambos partidos están inficionados por el lobby sionista, a la vez financiero y armamentista. La elección norteamericana de mañana no decidirá todavía la suerte de Asia Occidental. Israel sólo puede ser detenido mediante la combinación de una firme respuesta militar del Eje de la Resistencia, su aislamiento internacional y una crisis política que paralice a EE.UU. Y para que los tres factores se conjuguen aún faltan algunos pasos, aunque quizás no demasiado tiempo.
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