Especial para Dossier Geopolitico Por Abner Munguía Gaspar Profesor Posgrado en Ciencias Políticas y Sociales UNAM

Al momento de entregar este trabajo de investigación, los eventos mundiales se han transformado de forma dramática, toda vez que el lunes 21 de febrero de 2022 el presidente de Rusia Vladimir Putin llevó a cabo el reconocimiento de las Repúblicas separatistas de Donetsk y Lugansk ubicadas en el sureste de Ucrania. Como resultado de esa decisión se presentaron solicitudes de los liderazgos políticos de ambas provincias demandando que Rusia les otorgue apoyo militar para combatir los ataques provenientes de las fuerzas militares de Kiev.

A partir de ese evento el presidente Putin tomó la decisión de llevar a cabo una “operación militar especial” hacia el interior del territorio de Ucrania, misma que ordenó el 23 de febrero con el objetivo de llevar a cabo una desnazificación así como desmilitarizar a Ucrania, con el objetivo de evitar que esta ingrese a la OTAN, con lo cual Moscú pretende que la alianza atlántica no tenga capacidad de instalar misiles con cabezas nucleares en dirección de Moscú.

Es altamente posible que el evento detonador que influyó en la decisión del presidente Putin para tomar este paso se derivó de las declaraciones del presidente de Ucrania Volodomir Selenski en el marco de la Conferencia Internacional en Seguridad que se celebra cada año en la ciudad alemana de Munich, en la cual en la cumbre de 2022 el mandatario ucraniano mencionó que su país podría buscar reestablecer su posición como una nación poseedora de armas nucleares.

Lo anterior parece haber generado la gota que derramó el vaso en el contexto del acoso estratégico de occidente hacia Moscú, toda vez que las relaciones entre Rusia y Estados Unidos a partir del ascenso del presidente demócrata Joe Biden se deterioraron rápidamente tras 4 años de relativa paz en el contexto bilateral que se debió al manejo de la política exterior de Estados Unidos en la era de Donald Trump. 

Es importante resaltar que en la coyuntura en la que se han presentado los ataques rusos al gobierno neo nazi de Kiev, la popularidad de la dupla presidencial de Joe Biden y la vice presidenta Kamala Harris atraviesan por su peor momento, por lo cual para el binomio presidencial mostrarse ante el mundo como los líderes de la democracia y la libertad no les viene mal pensado que están por enfrentar una agenda electoral interna muy complicada donde no se vislumbra que puedan mantenerse en  el poder.

No obstante atizar el conflicto en Ucrania ha sido posible gracias al apoyo económico, así como militar que ha recibido la junta de Kiev de sus contrapartes occidentales quienes durante meses han suministrado armamento y han buscado generar un acorralamiento sobre Moscú. 

A partir de este momento la retórica se ha apoderado de los medios, los cuales como es costumbre toman partido de acuerdo a los intereses de quienes los patrocinan, es por ello que la guerra mediática que ha iniciado la OTAN a partir de nuevos conceptos como la guerra cognitiva buscan ya no solo controlar el flujo de información y la propaganda clásica, sino ir más allá al buscar dominar la forma en cómo la población objetivo piensa y procesa la información con lo cual dichas poblaciones se vuelven amplificadores del mensaje que se quiere difundir, así los objetivos son las mentes de los receptores que al pensar de la forma que busca el emisor del mensaje se asegura que el control de la información política se mantenga dentro de los parámetros que busca quien emite el mensaje.

Este tipo de técnica de guerra cognitiva es la que se esta ejecutando en el contexto de las operaciones militares de Rusia en Ucrania, toda vez que se ha distorsionado por completo tanto los objetivos que persigue Moscú en su incursión hacia su vecino ucraniano, donde en la prensa internacional se omiten los ataques sistemáticos durante ocho años a las poblaciones del Donbass, así como el hecho de que una junta de corte neo nazi ascendió al poder con el apoyo político, económico y militar de occidente, toda vez que si eso se reconociera en los medios sería el equivalente a decir que occidente y particularmente el conjunto político demócrata apoya un proyecto neo nazi, lo cual no encaja muy bien con el discurso de políticas de inclusión social que buscan proyectar.

En este sentido las operaciones militares de Rusia han sido criticadas por los medios occidentales bajo el contexto de una operación imperialista que busca incrementar el poder de dominio de Vladimir Putin, de forma que la retórica anti rusa que durante años ha sido promovida por el lobby anti ruso en los Estados Unidos, cobra sus mayores frutos, toda vez que Washington busca una operación de limpieza de su imagen tras su salida poco honrosa de Afganistán en donde las violaciones a Derechos Humanos no serán investigadas, por ello desde Washington se busca proyectar un discurso centrado en un mensaje de protección a la libertad y lucha contra la tiranía, focalizando como enemigo de la humanidad a Vladimir Putin, con lo cual es posible afirmar que una nueva revolución de color se ha puesto en marcha, pero ahora se proyecta con un alcance de escala global, donde el objetivo es la conquista del territorio ruso. 

Asimismo, como en el pasado en que los grandes lideres castrenses occidentales como Napoleón en 1812, así como Hitler en 1941 iniciaron sendas campañas militares con el objetivo de invadir Rusia, siempre tuvieron en mente que el gran botín de guerra sería el enorme territorio ruso, el cual como es ampliamente sabido cuenta con grandes reservas de minerales y recursos estratégicos. Este objetivo lo planteó de forma explícita Zbigniew Brzezinski ex asesor de Jimy Carter y quien es considerado uno de los principales estrategas de política exterior de Estados Unidos. Brzezinski en un artículo publicado en 1997 en la revista Foreing Affairs titulado “Una geoestrategia para Eurasia”, propuso que era imperativo para Estados Unidos implementar una serie de estrategias políticas que buscaran la balcanización de Rusia en tres territorios independientes.

En el actual contexto asistimos a una nueva operación “Barbaroja”, como la que lanzaron los Nazis en Julio de 1941, ya que simultáneamente al manejo mediático de guerra cognitiva descrito arriba, la OTAN y el Departamento de Defesa de Estados Unidos preparan una gran cantidad de tropas y equipo militar en las inmediaciones de Rusia. Resulta evidente que esta es la primera fase de la guerra contra Rusia, ya que el primer objetivo es tener el apoyo mediático global que haga ver como justificado un futuro ataque militar masivo contra Rusia el cual buscará evidenciar a través del argumento de que Moscú fue quien agredió a Kiev.

No obstante, para quien escribe estas líneas es fundamental no perder de vista que la iniciativa militar de Rusia se puede plantear en al menos tres factores. 1. Es una respuesta al acoso de 30 años por parte de la OTAN como parte de una expansión injustificada y que responde a los mecanismos del keynesianismo militar, 2. Busca desnazificar a las bases políticas de Ucrania, las cuales son utilizadas como una cuña entre Occidente y Rusia cuyo objetivo final es que la cultura eslava sea destruida al tiempo que Rusia deje de ser un obstáculo para la expansión a la inversión de Occidente al tiempo que este pueda tener el control de los recursos estratégicos y críticos localizados en su territorio. 

Adicionalmente no se debe olvidar que de acuerdo con análisis estratégicos y de tendencias globales suministrados por el Gobierno Británico las tendencias ambientales en el marco del calentamiento global generarán grandes perturbaciones mundiales, ya que asumen que el aumento de 2 o 3 grados Celsius ya no se podrán detener sin importar las acciones de mitigación. 

Lo anterior tiene un gran impacto sobre la importancia estratégica territorial de Rusia, ya que de acuerdo con los estudios de la Brookings Institution en conjunto con la London School of Economics se espera que el centro territorial de Eurasia se mantenga relativamente estable ante las futuras perturbaciones climáticas, por lo cual el control del territorio de Rusia se vuelve fundamental debido a que dichas instituciones proyectan que el enorme territorio ruso no se verá afectado de forma central por las futuras transformaciones climáticas globales, toda vez que el calentamiento global actual tiene el potencial de abrir el territorio siberiano para convertirse en uno de los principales centros de producción agrícola del mundo. Lo anterior aumenta el valor estratégico del territorio de Rusia, el cual es necesario ser controlado por Occidente para generar una nueva solución espacial que permita no solo nuevos ciclos de acumulación, sino también tener acceso irrestricto a un espacio territorial estratégico que sirva a los intereses de inversión de Occidente, así como a los proyectos globalistas de monopolización del mercado alimentario que actualmente encabeza Bill Gates.

Debido a lo anterior y solo por enumerar algunos de los principales elementos inmersos en la ecuación de dominio territorial sobre Rusia y sin considerar las reservas de tierras raras así como de otros minerales estratégicos, así como de foresta y biota, es necesario para Occidente que Rusia colapse como una nación soberana toda vez que su ejercicio de soberanía afecta el libre ejercicio de los proyectos occidentales, particularmente del alto sector empresarial tanto para el acceso a recursos como para la relocalización de poblaciones a nivel mundial, procesos que han sido estudiados desde el siglo XX por geógrafos estadounidenses como Isahia Bowman y que actualmente desarrollan los estudios de la Brookings Institution.

Asimismo, el tercer elemento a resaltar y que resulta muy controvertido pero que permite analizar la iniciativa militar de Rusia como una estrategia de partida doble, es contextualizar la operación militar especial rusa como una acción de respuesta concreta y que manifiesta que Moscú no ejerce un bluff mediático con relación a la superioridad militar en materia de armas estratégicas como muchos medios occidentales lo asumieron. No obstante en redes sociales es de esperar que se presenten imágenes de incompetencia militar rusa, ya que el mundo entero está siendo objetivo de una guerra global de propaganda fundamentada alrededor del concepto de guerra cognitiva que describimos con anterioridad. 

Simultáneamente la acción militar rusa pretende desestabilizar las capacidades de respuesta de Occidente toda vez que la coordinación de contestaciones militares y de sanciones económicas es muy posible que no sean totalmente coordinadas, a pesar que al momento de redactar estas líneas se muestra una aparente unidad en todo Occidente, sin embargo no hay que perder de vista que la estrategia de Rusia es de larga duración y buscará esperar a que Europa se debilite como resultado de los impactos de las sanciones en Rusia, ya que Moscú tendrá la ventaja de los precios altos de los energéticos así como un flujo reducido de materias primas necesarias para la industria europea, la cual no está lista para trabajar en condiciones de bloqueo como lo ha realizados Rusia por ocho años con mucho éxito. 

Asimismo conforme el impacto económico de las sanciones haga mella en la población europea, las repercusiones políticas serán profundas en el viejo continente, dinámica que favorece el entorno para el desarrollo de procesos político-revolucionarios que tiendan a profundizar la lucha política contra los regímenes liberales y favorecedores del posmodernismo económico y del marxismo cultural, lo cual promoverá el ascenso político de facciones conservadoras y que buscan restituir el Dasein europeo.

La iniciativa militar de Rusia tendrá repercusiones financieras importantes, ya que  es previsible que Occidente acentué su régimen de sanciones económicas , dinámica que ya ha iniciado por medio de una desconexión parcial de ciertos bancos rusos del sistema Swift, lo anterior le abre la oportunidad a Rusia de abandonar el sistema dólar e incentivar una contraofensiva geofinanciera que se coordine con China, lo cual convierte a esta crisis en un preludio de guerra global, toda vez que la guerra comercial iniciada en la administración de Donald Trump estableció las bases para que las relaciones entre China y Estados Unidos iniciaran un proceso de deterioro muy importante, el cual se ha acentuado durante el contexto de los dos primeros años de pandemia global por Covid-19.  

La estrategia de acorralamiento para lanzar un ataque militar de la OTAN en múltiples frentes es el guion diseñado por la RAND Corporation en un documento titulado: “Extending Russia. Competing for Advantageous Ground”, en el cual se describen las medidas de guerra económica que deben ser emprendidas contra Rusia, como las siguientes: reducir las exportaciones de petróleo y gas, cortar la expansión de gasoductos, imponer sanciones económicas y acelerar la fuga de cerebros.

A lo anterior se debe sumar el apoyo de Estados Unidos, Reino Unido y Canadá al envío de toneladas de armamento a Ucrania en los meses previos a la decisión de Putin de intervenir en Ucrania, adicionalmente dichas armas no son regalos del complejo armamentístico occidental, ya que el gobierno de Kiev tendrá que pagar por las líneas de crédito por medio de las cuales las armas han sido enviadas hacia su territorio.

El escenario descrito permite plantear a Estados Unidos el bloqueo económico hacia la infraestructura energética de mayor importancia estratégica que Moscú construyó con sus socios económicos europeos, particularmente alemanes y que se materializa en el gasoducto Nord Stream 2, el cual como fue analizado en el capítulo 8 sufrió de grandes obstáculos para lograr ser terminado, ante la situación actual la Unión Europea en conjunto con los Estados Unidos preparan el paquete de sanciones económicas más grande de la historia lanzado contra una nación, mismas que son coordinadas por el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, y en las cuales es imperativo para las fuerzas atlantistas eliminar el gasoducto Nord Stream 2 de la escena geopolítica europea.

En ese contexto el gasoducto Nord Stream 2 ha sido bloqueado y su aprobación para iniciar operaciones por parte de la Unión Europea ha sido suspendida de forma indefinida, lo anterior abre las puertas a las exportaciones de shale gas que Estados Unidos ha desarrollado en los últimos 14 años y que le han posicionado entre los principales productores de hidrocarburos del mundo, no obstante desde 2015 ha sido muy cuestionada la capacidad real de Estados Unidos para abastecer la demanda europea de gas natural, toda vez que su mercado interno consume la mayor parte de su producción. 

En ese escenario es claro que el objetivo de Washington es destruir la economía física de Europa ya que pagaría más por sus importaciones de gas y petróleo al tiempo que tendría un acceso limitado a las fuentes de energía, dejando solo disponibles una batería de fuentes alternas que al ser de menor densidad de energía condenarían a Europa a un proceso irreversible de autodestrucción económico y social, muy semejante al que se aprecia en ciudades estadounidenses que han sufrido procesos de desindustrialización como Detroit.

Adicionalmente los precios de cotización del petróleo se han reactivado, superando así las limitaciones de la pandemia de Covid-19, alcanzando máximos de cotización no vistos desde 2014, donde la mezcla Brent alcanzó los 105 dólares el barril al cerrar la jornada del 24 de febrero, mientras que el gas natural ha mostrado aumentos del 53% para el mercado regional europeo, según lo reporta el rotativo británico The Guardian.

En este mismo sentido se orienta la prensa financiera estadounidense, donde desde el Wall Street Journal se propone que Europa corte definitivamente el suministro de gas de Rusia lo que permitiría que las empresas estadounidenses pudiesen ingresar al mercado europeo y abastecer con gas “democrático” proveniente de las cuencas estadounidenses a Europa, lo cual también puede plantear la necesidad de hacer arreglos de exportación con Qatar, con el objetivo de abastecer la demanda europea. 

Debido a lo anterior resultó interesante el Twitt publicado el día 22 de febrero por Dmitry Medvedev jefe del Consejo de Seguridad Nacional de Rusia, en el cual señalaba que debido al bloqueo del Nord Stream 2, “muy pronto los europeos deberán pagar 2,000 euros por un volumen de 1000 metros cúbicos de gas natural”.

Lo anterior plantea que Europa es de nueva cuenta no solo escenario de una conflagración en escalada, sino que al igual que en la crisis energética de 1973 en la cual el arribo del mercado de petrodólares le aseguró a Estados Unidos detener el crecimiento económico de Europa y Japón ya que ambos debieron pagar más dinero y demandar una mayor cantidad de dólares por la misma cantidad de hidrocarburos, lo cual desaceleró su crecimiento así como su dominio de mercado que en ese entonces ya mostraba una gran presión hacia el sector empresarial de los Estados Unidos.     

En el actual contexto desconectar a Europa de los gasoductos rusos le aseguraría a Europa ingresar en una era de hiperinflación y estancamiento económico, particularmente porque el sector energético verde no ha dado muestras de tener la capacidad de densidad de flujo energético para sustituir con eficiencia a los combustibles fósiles. 

Se torna evidente que la escalada de conflicto en Ucrania buscó poner al liderazgo político ruso en una encrucijada, por una parte las acusaciones de violaciones al Derecho Internacional como producto del reconocimiento de las provincias del Donbass así como la subsecuente incursión militar resultan cruciales para la proyección de guerra cognitiva en la cual Rusia debe ser vista como una nación agresora, lo cual abre el camino para que una futura incursión militar de la OTAN hacia Rusia se muestre como guerra justa y en respuesta a la defensa de los valores de libertad posmoderna.

Es evidente que esta dinámica busca por medio de una clásica confrontación intercapitalista producir una solución espacial para incentivar el proceso de acumulación de capital favoreciendo al sector empresarial estadounidense, sin embargo es fundamental visualizar la respuesta que provenga de las naciones continentales de Eurasia, ya que el sistema de alianzas eurasiático se encuentra desarrollándose a gran velocidad, donde es indiscutible que el liderazgo estadounidense pretende lanzar una guerra contra Rusia que busque su desaparición como una nación políticamente fuerte y con capacidad de ejercicio de soberanía, ya que Moscú desde la Segunda Guerra Mundial ha sido un gran obstáculo para los proyectos de expansión globalista lanzados desde el núcleo empresarial occidental anglosajón. 

En este sentido y considerando un contexto de escalada en el marco de la actual confrontación en Europa, el teatro de operaciones no se limita al viejo continente, en el corto plazo es de esperar que se inicie la coordinación de acciones militares por parte de los grandes actores de Eurasia, donde después de la cumbre entre Xi Jinping y Vladimir Putin en el marco del inicio de los juegos olímpicos de invierno de 2022, se llevó a cabo una declaración conjunta en la cual se plantea que la cooperación entre ambas potencias no tiene límites, lo cual plantea la formalización de una alianza entre Rusia y China, donde la complementariedad entre la Nueva Ruta de la Seda de China así como la Unión Económica Eurasiática de Rusia centradas en el desarrollo tecnológico y comercial del gran espacio eurasiático buscan la creación de un modelo económico alternativo al contexto dominado por Estados Unidos.  

Por una parte es importante mencionar que las sanciones económicas propuestas por Occidente que se anuncian hacia Rusia como el mayor paquete de la historia jamás lanzado contra nación alguna, tiene el potencial de orientar a Rusia a la creación de un modelo económico alternativo, toda vez que la tradición económica rusa con antecedentes en la teoría marxista le otorgan la posibilidad de tener las herramientas para comprender los fundamentos de la crisis del sistema financiero Occidental, esas categorías hace mucho que fueron desechadas en Occidente, por lo cual no tiene las herramientas conceptuales para comprender  la orientación de la crisis interna en los frentes económicos y financieros que enfrenta.

Por otra parte la influencia económica física que también se encuentra en la tradición económica rusa y que proviene de las últimas décadas del periodo zarista y que tuvieron inspiración en el modelo estadounidense hamiltoniano, son de gran relevancia para comprender que Rusia al encontrarse bajo ataque y bloqueo económico por parte de Estados Unidos y Europa y tras ocho largos años de experiencia en el manejo de sanciones económicas puede encontrarse en el borde de la creación de un modelo económico y comercial que rechace al dólar como la principal moneda de intercambios comerciales.

Lo anterior abre una gran gama de posibilidades para reconfigurar la estructura económica del siglo XXI, ya que el posible tránsito hacia un esquema económico, comercial y financiero no basado en el dólar es fundamental para consolidar un sistema económico eurasiático en el cual la influencia de Washington se vea sumamente disminuida, lo anterior es fundamental tenerlo presente porque tanto China como Rusia son las naciones que se han lanzado a construir la infraestructura estratégica de conexión marítima y terrestre al interior de Eurasia. 

Por ello es importante no perder de vista que la presión ejercida hacia Rusia con amenazas como excluirla del sistema de pagos internacionales comúnmente conocida como SWIFT, y que ha sido denominado en la prensa financiera como la bomba atómica de las finanzas, de concretarse solo acelerará la propia defunción del dólar, ya que otros productores de materias primas así como socios comerciales de China buscarán medios alternativos al mercado internacional centrado en los intercambios comerciales centrados en dólares, donde una combinación de criptomonedas sustentadas por oro es una alternativa financiera muy viable para que Moscú pueda sortear las sanciones económicas. 

Adicionalmente la expulsión de Rusia del sistema SWIFT plantea que este mecanismo con sede en Bélgica deja de tener neutralidad política y que responde a intereses geopolíticos de las potencias occidentales, particularmente de Estados Unidos, además se debe tener en cuenta que una gran cantidad de líneas de crédito que tiene Rusia con diferentes bancos occidentales no serán pagadas, lo cual tiene una importante implicación hacia China, nación que tiene un gran interés en no depender de los sistemas de pago controlados por Occidente, las sanciones económicas hacia Rusia fundamentadas en su expulsión aún parcial del sistema SWIFT acelerarán las acciones de coordinación entre Rusia y China por abandonarlo por completo, lo cual puede jalar al resto de naciones aliadas de ambos países lo cual en el lado de Beijing es altamente atractivo ya que hoy cuenta con un número mayor de socios comerciales en comparación de los que posee Estados Unidos.

Finalmente la aceleración hacia la consolidación de un modelo tripolar se ha profundizado en donde la guerra intercapitalista en el control de espacios geográficos estratégicos en materia de producción, transporte y comercialización de hidrocarburos, particularmente el caso del gas natural se posiciona en el centro de la territorialidad geopolítica y geoeconómica que define el futuro del sector energético mundial, lamentablemente el contexto de guerra económica y militar ya se instaló en el teatro de operaciones europeo y Estados Unidos parece buscar acelerar la proyección de fuerza militar y económico-financiera sobre Rusia, por ello el control físico de materias primas estratégicas le permite a Rusia iniciar una reconfiguración del sistema de alianzas mundiales, donde la interconectividad con China resulta primordial, consecuentemente no es extraño que Rusia inicie procesos de contraataque económico centrado en el bloque de exportaciones de recursos estratégicos como el Paladio que es fundamental en la producción de Chips, tan necesarios para la fabricación de un sin número de productos de alto perfil tecnológico,

Finalmente, todo indica que el sistema internacional ha iniciado ya el proceso de transición hacia un nuevo esquema de la territorialidad del mercado energético y de materias primas estratégicas, sin embargo la profundidad geopolítica y geohistórica de este proceso es muy grande ya que la iniciativa militar de Rusia abre grandes posibilidades para generar una transformación del orden internacional unipolar controlado por Occidente y particularmente por los Estados Unidos, de ahí que la respuesta de las élites de Occidente contra Rusia sean tan efusivas y emocionales, Occidente perdió la iniciativa estratégica y no está dispuesta a ir a una guerra total, ya que al ser amantes de los valores de cambio así como de una tasa de acumulación sin límites, saben que los días de un sistema económico basado en el dólar están contados y por ello buscarán destruir a Rusia y China para que la interconectividad terrestre y marítima de Eurasia no se concrete ya que ello significaría el fin del dominio de las talasocracias en el tablero mundial donde la iniciativa militar de Moscú es la pieza clave para la transformación del sistema económico y político global en dirección no solo de un esquema de poder tripolar sino aún más allá de un contexto multipolar centrado en regionalismos económicos y balances de poder, sin embargo la estrategia militar rusa será clave para orientar este proceso que ya no tiene reversa, Rusia será líder en este proceso o será destruida por Occidente a partir de este momento de la historia ya no habrá marcha atrás, ya que el sistema de dominación geopolítico anglosajón se encuentra bajo ataque y todo dependerá de los procesos de ofensiva y contraofensiva en la partida estratégica más importante de la historia.

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